No, no me basta, no. Ni ese azul en delirio celeste sobre mí, cúspide de lo azul. Ni esa reiteración cantante de la ola, espumas afirmando, síes, síes sin fin. Ni tantos irisados primeros de las nubes —ópalo, blanco y rosa—, tan cansadas de cielo que duermen en las conchas. No, no me bastan, no. Colmo, tensión extrema, suma de la belleza el mundo, ya no más. Y yo más. Más azul que el azul alto. Más afirmar amor, querer, que el sí y el sí y el sí. La tarde, ya en el límite de dar, de ser, agota sus reservas: gozos, colores, triunfos; me descubre los fondos de mares y de glorias, se estira, vibra, tiembla, no puede más. Lo sé, se va a romper si yo le grito esto que ya le estoy gritando irremisiblemente a golpes: «Tú, ya no más; yo, más.»
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