Cantan los cocolos bajo los cocales. Ya la piel del toro muge en el tambor. Los temibles lirios de sus carcajadas: sus furiosas lunas contra el nubarrón.
Está fiero el cielo que cayó en sus ojos. Lucha con ancas de la hembra el son. Por entre pestañas de los cocoteros cuchillos de vida le clava ya el sol.
Nórticos turistas mascan voces negras; piel color de rosa trópico quemó; pipas neoyorquinas, tufo de cerveza; (se tragó la kódak los Papá-bocó).
Las cocolas cantan cánticos calientes, cantos que retuercen vientres de alquitrán, y entre sus corpiños tiemblan cocos negros que a los cocolitos vida blanca dan.
Recia risa, a ratos, hace heridas blancas. Hoy su noche alumbran, y anda por su piel ya borracho el son. Mas, la borrachera que entra por sus belfos, sale por los pies.
Y los dulces huesos de la dura caña no tienen más mieles ni más duros son, que la carne negra de la negra alegre que se alegra a golpes de tambora y sol.
Sube por su cuerpo de bestia divina fuerte olor a tierra. Su respiración viene como un viento del ciclón del Cosmos, (la emborracha el rito mucho más que el ron).
Sale ya del vientre del tambor la selva. Ya la piel del toro muge en el tambor. Y contra el silencio de sus ruidos roncos la negra desnuda parece una voz.
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