Un sol de oro detrás de la cumbre
del montículo enhiesto en las olas,
y el reflejo de pálida lumbre
en las aguas tranquilas y solas.
Trece franjas de plata y de gules,
como chorros de sangre y de plata,
¡y, volando en los cielos azules,
una nave que el viento arrebata!
Caduceo con alas broncíneas,
como un pájaro inmóvil y mudo.
¡y, cerrando el escudo sus líneas,
el bajel que se va del escudo!
*
¿Dónde están, Patria mía, la enseña
que izó Cristo en tu escudo primero,
el Cordero postrado en la peña
y la Cruz que abrazaba el Cordero!
¡En el mar o en el cielo!… ¡Quién sabe!…
Nueva insignia te trajo el destino;
pero, de ella ha zarpado la nave,
¡y esa nave conoce el camino!
Flota arriba, a la altura de un sueño,
y va en pos de otra luz que destella,
¡a buscarle a su pueblo riqueño
un pendón, un escudo, una estrella!
Cantos de rebeldía, 1916
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