Casa digital del escritor Luis López Nieves


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Amor es más laberinto

[Teatro - Texto completo.]

Sor Juana Inés de la Cruz

Personas que hablan en ella:
  • MINOS, Rey de Creta
  • ARIADNA, Infanta, su hija
  • FEDRA, Infanta, su hija
  • TESEO, Príncipe de Atenas
  • ATÚN, su criado gracioso
  • BACO, Príncipe de Tebas
  • RACIMO, su criado
  • LIDORO, Príncipe de Epiro
  • LICAS, embajador de Atenas
  • TEBANDRO, Capitán de la guarda
  • LAURA, criada de Fedra
  • CINTIA, criada de Ariadna
  • Dos SOLDADOS
  • MÚSICA
  • ACOMPAÑAMIENTO

JORNADA PRIMERA

 
Cantan dentro la siguiente copla, y salen ARIADNA y FEDRA, Infantas, y LAURA y CINTIA, criadas
CORO 1:           "En la hermosura de Fedra,
               y en la beldad de Arïadna,
               muestra Amor que hay mayorías
               donde no caben ventajas;
               porque de Amor conozcan en las hazañas,
               que sin dejar despojos, consigue palmas."

ARIADNA:       ¿Quién esta música ordena, 
               Cintia?
CINTIA:                ¿Quién puede ordenarla, 
               sino el Príncipe de Epiro 
               y el de Tebas, que con tantas 
               demostraciones os sirven, 
               y en cuestiones cortesanas 
               apurando los discursos, 
               por dar a entender sus ansias, 
               lo que por sí mismos lloran, 
               por ajenas voces cantan?
               Y como sois Fedra y tú, 
               aun más que en la sangre, hermanas 
               en la belleza, os festejan
               con iguales alabanzas, 
               y no como algunos necios, 
               cuya adoración cansada, 
               sólo piensa que a una sirve 
               con lo que a todas agravia.
FEDRA:         Cortesana es la atención;
               mas oye, que otra vez cantan.

CORO 2:        "En el Príncipe Teseo,
               muestra la Fortuna varia
               que puede haber vencimientos,
               sin precederles batalla;
               porque Fortuna ordena que, en sus hazañas,
               haber pueda despojos, sin lograr palmas."

ARIADNA:       ¿Qué es esto? ¿Qué tristes voces, 
               con cláusulas concertadas, 
               parece que contradicen 
               lo que las otras cantaban?

CORO 1:        "Pues cuando forman sus luces 
               competencias soberanas, 
               sin quedar una vencida, 
               quedan victoriosas ambas."

FEDRA:         ¡Oh, qué distintos afectos 
               explican sus consonancias; 
               que aquí cantan lo que penan, 
               y allí penan lo que cantan!

CORO 2:        "Tan infelizmente muere,
               que aun no merecen sus ansias 
               que otro logre por trofeos 
               el fruto de sus desgracias."

ARIADNA:       ¡Qué altivo sentir! ¡Qué bien 
               muestra en tan noble arrogancia, 
               que no merece ser pena, 
               una pena tan hidalga!

CORO 1:        "Porque cuando es el exceso 
               imposible en beldad tanta, 
               recíprocamente vencen
               todo aquello en que se igualan."

FEDRA:         Buena letra; y el estudio 
               es imposible que hallara 
               proposición más atenta 
               ni prueba más ajustada.

CORO 2:        "No siente el héroe la muerte; 
               la afrenta sí, que es infamia 
               que tan bajamente muera 
               quien nació a vida tan alta."

ARIADNA:       Bien dice, porque sin duda 
               que suelen ser, en el alma, 
               más sensibles que el morir, 
               del morir las circunstancias.
ARIADNA Y 
MÚSICA:        "¡Porque Fortuna ordena que en sus hazañas,
               haber pueda despojos, sin lograr palmas!"

FEDRA Y 
MÚSICA:        "Porque de Amor conozcan en las hazañas,
               que sin dejar despojos, consigue palmas!"

ARIADNA:       ¿Cúyas serán estas voces?
LAURA:         Sin duda, como este alcázar, 
               empezando en un palacio, 
               en un laberinto acaba 
               de tan intrincadas vueltas 
               y entretejidas lazadas 
               que el discurso las ignora 
               aunque las toque la planta, 
               pues jamás ha entrado a verlas 
               atención tan desvelada
               a quien no turben las señas 
               de sus indistintas cuadras, 
               porque con tal artificio 
               las dispuso aquella sabia 
               industria de su arquitecto, 
               que, unas con otras trabadas, 
               son unas, y otras parecen; 
               son iguales, y son varias 
               --prueba de esta verdad sea 
               el que, sirviendo su estancia 
               de triste prisión, adonde 
               de tu padre la venganza 
               a los atenienses pone, 
               para que de sangre humana 
               se alimente el Minotauro, 
               monstruo de formas contrarias, 
               no tiene más puerta que 
               su dificultad, por guarda-- 
               y como aqueste año estuvo 
               la Fortuna tan airada 
               contra Atenas, que dispuso 
               que cayese la inhumana 
               suerte en su Príncipe mismo, 
               Teseo; por cuya causa 
               su dolorosa familia, 
               viendo que tu padre trata 
               de entregarlo al fiero monstruo, 
               y que un joven que de tantas 
               prerrogativas el Cielo 
               adornó--y cuando esperaban 
               que a sus bélicos alientos, 
               a sus ínclitas hazañas, 
               cuando no dichosa vida, 
               alta muerte coronara-- 
               hoy es tan triste despojo 
               de la ignominiosa Parca, 
               que el que ayer mandaba un reino 
               sirve a un bruto de vïanda; 
               y execrando la injusticia 
               con que Fortuna le trata, 
               dicen que es, en sus desdichas, 
               sólo de su muerte causa.
LAURA y 
MÚSiCA:        "¡Porque Fortuna ordena que, en sus hazañas,
               haber pueda despojos, sin lograr palmas!"

ARIADNA:       ¡Oh, qué dolor en mi pecho 
               han causado tus palabras!  
               Que le falta la nobleza 
               a quien la piedad le falta.  
               No sé qué atractivo tiene
               lo infeliz para las almas 
               altivas, que sólo el serlo 
               por recomendación basta. 
               ¿Qué mucho, si perfecciona 
               la miseria a la gallarda 
               potencia de la piedad, 
               haciendo que al acto salga?  
               Pues en el más noble pecho, 
               en la condición más blanda, 
               fuera inútil la piedad 
               si faltara la desgracia.
               ¿Y cuándo, Laura, llegó 
               el Príncipe?
LAURA:                      Ayer, con tanta
               majestad, como pudiera 
               quien a coronarse entrara; 
               pero aún no le ha visto el rey, 
               y así es forzoso que haga 
               el Embajador de Atenas 
               la entrega.
FEDRA:                     ¡Suerte inhumana!
CINTIA:        Pero ya tu padre, a quien 
               los Príncipes acompañan, 
               a recibir al cautivo sale aquí.
FEDRA:         Pues, Ariadna, si tú gustas, 
               esperemos a ver una tan extraña 
               maravilla.
ARIADNA:                   Ya obedezco
               tu gusto, no por la causa 
               de ver al preso ateniense 
               a quien los hados maltratan, 
               sino por hablar a Baco, 
               cuya presencia gallarda 
               va en mi pecho a sus finezas 
               asegurando la paga.
FEDRA:         No diré yo de Lidoro
               eso, pues sus tiernas ansias 
               tanto más me desobligan,
               cuanto obligarme más tratan.  
               Y tengo en esto razón, 
               pues demás de ser cansadas, 
               finezas que hace el abuso 
               deberlas sin aceptarlas, 
               con tan grande improporción 
               como querer que en las damas 
               sea preciso el deberlas 
               y voluntario el pagarlas, 
               se ofende mi vanidad, 
               de que quiera su ignorancia, 
               forzándose a ser querida 
               obligarme a ser ingrata.

Salen el rey MINOS, BACO y LIDORO, príncipes, RACIMO, lacayo, y TEBANDRO, capitán
MINOS:         ¡Hijas!
LIDORO Y
BACO:                    ¡Beldades divinas!
MINOS:         El cariño con que os ama 
               mi amor, no me ha permitido 
               que pueda tener el alma 
               contento, sin que vosotras 
               lo gocéis.
ARIADNA Y
FEDRA:                   Tus reales plantas
               besamos por tal favor.
ARIADNA:       Y después de darte gracias, 
               ¿cuál es el gusto, Señor, 
               a que, con novedad tanta, 
               nos convida tu cariño, 
               y tu prevención nos llama?  
               Pues es cierto que después 
               que mi hermano, en quien estaban 
               de tu reino y de tu amor 
               fundadas las esperanzas, 
               murió de los atenienses 
               a las cautelosas armas, 
               nunca oímos en tu voz, 
               nunca vimos en tu cara
               el semblante sin tristezas, 
               ni sin quejas las palabras.
MINOS:         De lo mismo que refieres, 
               pudieras bien, Arïadna, 
               claramente inferir cuál     
               es de mi gusto la causa; 
               pues el ofendido, sólo 
               cuando se venga descansa.
               Murió en Atenas mi hijo 
               --¡ay, infeliz prenda amada, 
               no el referir me avergüence 
               tu muerte, que no desaira 
               su queja el que la pronuncia 
               a vista de la venganza-- 
               y aunque mi valor pudiera 
               haberle dado a mi saña 
               bastante satisfacción; 
               pues ha tres años que airada, 
               mi justa cólera tuvo 
               a Atenas tan apretada, 
               que después de otros partidos 
               la forcé a que me entregara 
               todos los años por feudo 
               siete doncellas gallardas 
               y siete nobles mancebos, 
               aquellos a quien tocara 
               la suerte entre todo el reino, 
               sin que de entrar en la infausta 
               suerte tuviese ninguno 
               excepción, ni reservada 
               aun la persona estuviese 
               del Príncipe y las Infantas; 
               para cuya ejecución, 
               ministros de confïanza 
               cada año a Atenas envío 
               que echen suertes, y al que salga, 
               fuercen a venir a Creta, 
               donde tengo en las entrañas 
               del Minotauro el sepulcro 
               que mi enojo le señala; 
               y aunque pudieran templar 
               en parte, mi enojo, tantas 
               malogradas juventudes, 
               cuyas vidas desdichadas 
               más que alimento a la fiera, 
               se lo han dado a mi venganza, 
               he quedado satisfecho 
               nunca, que no se restaura 
               con muchas que no lo son, 
               una frente coronada; 
               hasta que hoy, que la Fortuna, 
               para Atenas tan contraria
               cuanto favorable a Creta, 
               hizo que la suerte airada 
               en el Príncipe cayese; 
               porque en iguales balanzas, 
               si fue Príncipe el difunto, 
               lo sea el que satisfaga 
               también por su infeliz muerte, 
               y no quede Atenas vana 
               de tener Príncipe, cuando 
               por su causa, en Creta falta.
               Muera Teseo, y con él 
               mueran de su infame patria 
               las que en su valor tenían 
               bien fundadas esperanzas; 
               que no poco lisonjeo 
               mi enojo, al pensar que acaba 
               toda la vida de un reino 
               reducido a una garganta.
ARIADNA:       Felices edades vivas
               porque vean que no empaña 
               en ti el ardor del acero, 
               la prudencia de las canas.
FEDRA:         Y porque conozca el mundo 
               que vio tu sangre agraviada, 
               que el clamor de aquella sangre, 
               con otra sangre se aplaca.
BACO:          Yo, Señor, quedo corrido, 
               pues con victorias tan altas, 
               le dejáis a mi valor
               que os pueda servir en nada.
LIDORO:        Yo no, pues antes, señor, 
               me dará vuestra enseñanza, 
               para facultad de triunfos 
               tantas lecciones de hazañas.
MINOS:         Cuánto, Príncipes invictos,
               esa voluntad, el alma 
               os estima, no encarezco, 
               hasta que la satisfaga 
               con debida recompensa; 
               que queda muy desairada 
               la deuda que no se dice 
               con las voces de la paga.
BACO:          Gran señor, vuestra promesa 
               por satisfacción me basta; 
               pues quien promete, ya da 
               de contado la esperanza.
MINOS:         Escucha, Tebandro, a solas.
TEBANDRO:      ¿Qué me ordenas?

Hablan en secreto
LIDORO:                        Soberana 
               Fedra, miradme siquiera; 
               y no penséis que mis ansias 
               os lo piden por alivio; 
               que es tan poco interesada 
               mi fineza, que aun tan leve 
               alivio escrupulizara, 
               a no saber que tenéis 
               gusto en mis penas; y para 
               que logréis el gusto, quiero 
               que lo tengáis con mirarlas.
FEDRA:         La intención de darme gusto 
               os estimo, mas se engaña 
               vuestro discurso, si piensa 
               que el veros penar me agrada; 
               que bien puede una mujer 
               que al mor no se avasalla 
               hacer alarde de altiva, 
               sin hacer gala de ingrata.
LIDORO:        Según eso, yo, Señora, 
               podré tener confïanza, 
               no de merecer, que aquesto 
               fuera presunción bastarda, 
               sino de saber que puedo 
               servir, sin que en esto haga 
               ofensa a vuestro decoro; 
               que es alivio para un alma 
               el saber que los servicios, 
               si no merecen, no cansan.
FEDRA:         Valerme, Príncipe, quiero
               de vuestras mismas palabras,
               pues con ellas me excusáis 
               la vergüenza de formarlas; 
               de donde sacar podréis 
               la consecuencia bien clara 
               de que, quien no ofende 
               amando en amar no desagrada.
LIDORO:        Según aqueso, Señora,
               bien pudiera mi esperanza.
FEDRA:         ¿Qué?
LIDORO:           Alentarse a vuestras luces
               feliz...
FEDRA:                No prosigáis, basta; 
               que una cosa es permitirla, 
               y otra cosa es alentarla.
LIDORO:        Grosero anduve; perdón
               os pide mi voz, que errada, 
               esperanza dijo, donde aun 
               no es lícito nombrarla; 
               pero advertid que si tengo 
               alguna, no es tan villana, 
               que atenta a sus conveniencias 
               sólo siga lo que alcanza, 
               sino otra que, negativa, 
               alcanzar espera nada; 
               que hay esperanza que vive 
               de no tener esperanza.
MINOS:         Tebandro, haz que venga luego 
               el Príncipe.

Llégase TEBANDRO al paño y salen TESEO, LICAS, embajador, y ATÚN, criado de Teseo
LICAS:                      Ya a tus plantas
               tienes al embajador
               de Atenas, cuya desgracia 
               le dio tan infausto cargo 
               y comisión tan extraña, 
               como que por feudo tuyo 
               su mismo Príncipe traiga; 
               acción de tanto dolor,      
               que a haber sido voluntaria, 
               hubiera antes escogido 
               la muerte, que la embajada.
MINOS:         Alza del suelo, que quiero 
               guardarte en todo las sacras 
               exenciones que se deben 
               a embajador.
LICAS:                        Excusadas 
               son tus mercedes, Señor, 
               con quien no puede aceptarlas; 
               que estando el Príncipe aquí, 
               no era razón que gozara 
               honores en su presencia 
               un vasallo; y más con tanta 
               desgracia, como estar él 
               en una suerte tan baja, 
               como la de prisionero, 
               y yo gozando las altas 
               preeminencias de mi cargo.
MINOS:         Discretamente reparas;
               mas haz que llegue Teseo, 
               que aunque de verle la cara 
               tuve nunca la intención, 
               porque es en los reyes gracia 
               dejarse ver, y los reos 
               no es bien lleguen a lograrla, 
               con todo quiero esta vez, 
               incitado de su fama, 
               ver al Príncipe, y saber 
               de su boca sus hazanas, 
               para que mejor se temple 
               lo ardiente de mi venganza, 
               viendo cuán grande es la ofrenda 
               que sacrifico a sus aras.
 
ATÚN:          Por cierto que es el favor, 
               como de su buena cara.
LICAS:         Llegue, Señor, Vuestra Alteza, 
               que el Rey espera.
TESEO:                           ¡Ah, tirana
               Fortuna!  Aquí está, Señor, 
               tu prisionero.
MINOS:                        Repara
               que aunque vienes como reo, 
               mi benignidad te trata 
               este rato como a libre.
ATÚN:          Y también besa tus patas 
               un Atún, que a ser comido 
               viene por concomitancia, 
               si no mandas otra cosa.
ARIADNA:       (¡Qué presencia tan gallarda!     Aparte
               ¡Ay, infeliz! ¡Quién pudiera     
               darle libertad!)
FEDRA:                          (El alma          Aparte
               se me ha enternecido al verle. 
               ¡Quién su libertad comprara, 
               aunque costara mi vida!
MINOS:         Haz, Teseo, de las altas 
               proezas tuyas la suma.
TESEO:         La suma de mis desgracias 
               pudieras decir más bien; 
               mas, pues gustas de escucharlas, 
               atiende.
MINOS:                 Prosigue.
FEDRA:                           (¡El Cielo        Aparte
               te libre!)
ARIADNA:                 (¡El Cielo te valga!)     Aparte
TESEO:         Atiende para que sepas, 
               en dos acciones contrarias 
               en lo vario de una suerte, 
               lo que pierdo y lo que ganas.
 
               ¡Generoso Rey de Creta, 
               a cuyos gloriosos hechos 
               sirven de cortos archivos 
               las bibliotecas del tiempo; 
               glorioso legislador, 
               cuyo acertado gobierno, 
               como da leyes al orbe, 
               dará al abismo preceptos, 
               porque podrá tu justicia, 
               valor, rectitud y celo, 
               introducir la concordia 
               en el mismo desconcierto;     
               cuyas veneradas leyes 
               tendrán padrón tan eterno 
               que estés en su ejecución 
               reinando después de muerto!  
               Yo--aunque ya sabes quién soy-- 
               referir de nuevo quiero 
               mi nombre, por si el olvido 
               le sepulta, que es muy cierto 
               que nadie conoce al que 
               ve en baja fortuna puesto.  
               Yo, pues, el Príncipe soy, 
               que de Atenas heredero, 
               antes pago sus pensiones 
               que gozo de sus imperios.  
               Poco te he dicho en decir 
               que soy príncipe, pues pienso 
               que es más que decir monarca 
               decirte que soy Teseo.
               Y con razón, pues haber 
               nacido príncipe excelso, 
               se lo deberá a la sangre 
               y no a mis merecimientos. 
               Y no he de estimar yo más 
               --aun siendo mi padre mesmo-- 
               aquello que debo a otro, 
               que no lo que a mí me debo.
               Que entre ser príncipe y ser 
               soldado, aunque a todos menos 
               les parezca lo segundo, 
               a lo segundo me atengo; 
               que de un valiente soldado 
               puede hacerse un rey supremo, 
               y de un rey--por serlo--no 
               hacerse un soldado bueno.  
               Lo cual consiste, Señor, 
               si a buena luz lo atendemos, 
               en que no puede adquiriese 
               el valor, como los reinos.  
               Pruébase aquesta verdad, 
               con decir que los primeros 
               que impusieron en el mundo 
               dominio, fueron los hechos, 
               pues, siendo todos los hombres 
               iguales, no hubiera medio
               que pudiera introducir
               la desigualdad que vemos,
               como entre rey y vasallo, 
               como entre noble y plebeyo.  
               Porque pensar que por sí 
               los hombres se sometieron 
               a llevar ajeno yugo 
               y a sufrir extraño freno, 
               si hay causas para pensarlo, 
               no hay razón para creerlo; 
               porque como nació el hombre 
               naturalmente propenso 
               a mandar, sólo forzado 
               se reduce a estar sujeto; 
               y haber de vivir en un 
               voluntario cautiverio, 
               ni el cuerdo lo necesita 
               ni quiere sufrirlo el necio. 
               Aquél, porque en su cordura 
               halla de vivir preceptos, 
               y aquéste, porque le tiene 
               su necedad satisfecho; 
               pues no verás ignorante, 
               en quien el humor soberbio 
               no llene de presunción 
               los vacíos del talento.
               De donde infiero, que sólo 
               fue poderoso el esfuerzo 
               a diferenciar los hombres, 
               que tan iguales nacieron, 
               con tan grande distinción 
               como hacer, siendo unos mesmos, 
               que unos sirvan como esclavos 
               y otros manden como dueños.  
               Luego no será altivez 
               que cuando le debo al Cielo, 
               de nacimiento y valor 
               tan conformes privilegios,
               me precie de mi valor
               más que de mi nacimiento.
               Y porque veas con cuánto 
               fundamento hacerlo puedo, 
               escucha.  Apenas había 
               en mi rostro el primer vello 
               dado las honrosas señas 
               del corazón y del seso, 
               cuando en vez de acompañarme 
               de los pulidos mancebos 
               que en la juventud de Atenas 
               eran de la gala espejos, 
               de Hércules me acompañé; 
               que más quiso mi ardimiento, 
               que preceptores de galas, 
               tener de hazañas maestros.  
               Alcancé en su compañía, 
               entre otros muchos trofeos, 
               el vencer las Amazonas; 
               y no sin causa el primero 
               de todos mis triunfos llamo 
               éste, Señor, porque creo 
               que el vencer a una mujer
               es el mayor vencimiento; 
               porque ¿cómo vencer a 
               un enemigo que a un tiempo 
               aprisiona con la vista 
               y lidia con el acero?
               Y cuando hermosa no sea, 
               basta ser mujer, que el serlo 
               es suficiente ventaja; 
               pues demás de sus alientos, 
               pelean de parte suya, 
               mi lástima y mi respeto.  
               Demás de que es muy difícil, 
               alcanzado ya el trofeo, 
               saber lograrlo con aire, 
               porque es menester un pecho, 
               para conseguir, altivo, 
               y para gozar, modesto; 
               que desluce la victoria 
               el que quiere, desatento, 
               que lo que costó un peligro 
               se logre con un desprecio.  
               Yo en Epidauro privé 
               de la vida al hijo fiero 
               de Vulcano, a quien el vulgo 
               apellidó Corineto.
               Yo di muerte en Maratón 
               al toro, que de tu reino 
               siendo destrucción, pasó 
               a ser de Atenas incendio.  
               A la gran Tebas libré 
               de la opresión de aquel fiero 
               Creonte, cuya impiedad,
               opuesta a todos los fueros 
               humanos, no consentía 
               dar sepultura a los muertos.  
               Maté también a Escirón 
               y a Procusto, bandoleros 
               tan sin piedad, que el segundo 
               en un inhumano lecho, 
               en que astuto recibía 
               los incautos pasajeros, 
               el que era lecho de alivio, 
               hizo potro de tormento; 
               pues, al que grande venía, 
               cortar mandaba al momento 
               toda la cantidad que 
               le sobraba, y al pequeño, 
               con no menor tiranía, 
               mandaba extender los miembros, 
               hasta que los nervios rotos, 
               o descompuestos los huesos, 
               ajustaban la medida 
               que aquel tirano había hecho 
               determinada mensura 
               al tamaño de los cuerpos.  
               No era de Sinis menor 
               la crueldad, con que sangriento 
               bárbaramente abusando 
               de las fuerzas de que el Cielo 
               liberal quiso dotarle, 
               hizo de ellas instrumento 
               para su ofensa mayor 
               --¡oh, humano discurso ciego, 
               qué no intentará tu error!-- 
               pues obligando violento 
               a dos árboles distantes, 
               a que besasen el suelo 
               con las superiores ramas, 
               y atando después en ellos 
               al peregrino, soltaba 
               los árboles; y ellos luego, 
               por cobrar su rectitud, 
               se apartaban con tan presto 
               movimiento que quedando 
               dividido por el medio 
               el cuerpo, ignoraba el alma 
               por algún rato el suceso.
               Mas diole el Cielo el castigo 
               en mi brazo, para ejemplo 
               de que Él que sufre remiso, 
               también castiga severo.
               De las victorias y triunfos 
               que alcancé en el casamiento 
               de mi amigo Piritoo, 
               cuando los centauros fieros, 
               o pervertidos del vino 
               o incitados del deseo,
               quisieron robar su esposa, 
               no me alabo; porque siendo 
               el que es verdadero amigo 
               "yo"--y no "otro yo," porque temo 
               que es llegar a decir "otro," 
               suponer otro sujeto-- 
               y siendo suyo el agravio,     
               es evidente argumento 
               de que también era mío, 
               y que yo reñí con ellos 
               como ofendido y celoso; 
               luego la acción de vencerlos 
               no fue prueba del valor 
               tanto, como del despecho 
               celoso, que no hay alguno 
               cobarde, si tiene celos.
               Por darle gusto a este mismo 
               amigo, que con imperio 
               gobernaba mis acciones 
               tanto como mis afectos, 
               bajando al abismo, quise, 
               a pesar del Cancerbero, 
               robar a Plutón su esposa, 
               que, aunque no logré el intento, 
               no perdí por eso el lauro; 
               que en los casos tan inciertos, 
               conseguir, toca a la dicha, 
               pero intentar, al esfuerzo.
               Pero la mayor victoria
               fue, Señor, que amante tierno 
               de la belleza de Elena, 
               la robé.  No estuvo en esto 
               el valor--aunque el robarla 
               me costó infinitos riesgos-- 
               sino en que, cuando ya estaban 
               a mi voluntad sujetos 
               el premio de su hermosura 
               y el logro de mis deseos 
               de sus lágrimas movido 
               y obligado de sus ruegos 
               la volví a restituir 
               a su Patria y a sus deudos, 
               dejando a mi amor llorando 
               y a mi valor consiguiendo 
               la más difícil victoria, 
               que fue vencerme a mí mesmo.
               Aquéstos, Señor, han sido 
               los prodigios, los portentos 
               que de mí canta la Fama, 
               sin otros que no refiero 
               o porque son muy sabidos 
               o porque yo no me acuerdo; 
               porque como no pensé 
               jamás hacer lista de ellos,
               nunca tuve de contarlos 
               cuidado, sino de hacerlos. 
               Éste he sido, gran Señor; 
               pero ya a tu saña expuesto, 
               sólo me acuerdo de que 
               no soy más de un prisionero.  
               Sirva mi altivez, mi sangre, 
               mis blasones, mis trofeos, 
               de que quedes de tu enojo 
               dignamente satisfecho, 
               y quede libre mi patria 
               de tan doloroso peso 
               como este infeliz tributo; 
               que yo moriré contento, 
               si con mi muerte la libro 
               de tan inhumano feudo.
 
MINOS:            Admirado me ha dejado, 
               mas no me podrá ablandar; 
               haz, Tebandro, ejecutar 
               lo que te tengo mandado. 
                  Venid, Príncipes.
LICAS:                              Atienda,
               Señor, Vuestra Majestad,
               que no es bien que una crueldad 
               tan alto decoro ofenda;
                  y advierta, si de Androgeo 
               quiere la sangre vengar, 
               que no ha de resucitar 
               con la muerte de Teseo.
                  Cuando la condición fiera 
               admitió el reino al rendirse, 
               ¿quién pudiera persuadirse, 
               que en el Príncipe cayera?
                  Cayó en él, ¡fiero rigor!, 
               y él, sin hacer resistencia, 
               fió de vuestra clemencia 
               lo que pudo en su valor.
                  Pues si en armas se pusiera, 
               ¿quién dudará que constantes 
               muriéramos todos, antes 
               que el Príncipe se rindiera?
                  Pero si tan comedida
               su atención, quiso mostrar 
               que estima en más conservar 
               la palabra que la vida,
                  ¿por qué por una venganza, 
               quiere Vuestra Majestad
               pagar con una crueldad, 
               debiendo una confïanza?
                  Perdón os pido postrado, 
               Señor, pues si perdonáis, 
               con perdonarle, quedáis 
               más noblemente vengado;
                  y no sin satisfacción, 
               porque antes, la tendréis doble, 
               que no hay para un hombre noble 
               castigo, como el perdón.
                  Pues--de su error convencido-- 
               vive, siempre avergonzado 
               de verse beneficiado
               de aquel a quien ha ofendido.
                  Haced, pues, Señor, de modo 
               que vida al Príncipe deis, 
               que como a él le perdonéis, 
               disponed del reino todo.
FEDRA:            (Quizá le perdonará               Aparte
               mi padre con lo que ha oído.)
ARIADNA:       (Quizá escogerá un partido,          Aparte
               de los muchos que le da.)
ATÚN:             (¡Que este viejo, por capricho,            Aparte
               se muestre tan enemigo!)
MINOS:         Príncipes, venid conmigo.
               Tebandro, lo dicho, dicho.
BACO:             Ya yo voy. (¡Condición fiera!)      Aparte
LIDORO:        Ya te sigo. (¡Rigor grave!)                   Aparte

Vanse el rey MINO, BACO y LIDORO
ARIADNA:       (¡Oh! ¡Acabe yo, y él no acabe!)  Aparte
FEDRA:         (¡Oh! ¡Muera yo, y él no muera!)  Aparte
RACIMO:           Yo me voy a desquitar
               de lo mucho que he callado, 
               pues he salido al tablado 
               a solamente callar.

Vase RACIMO
TEBANDRO:         Príncipe, afuera a esperaros 
               voy, que querréis con suspiros, 
               de los vuestros despediros, 
               y no quiero embarazaros.

Vase
LICAS:            Esperad, Señor; apenas 
               puedo razones formar. 
               ¿Así se ha de despreciar 
               a un heredero de Atenas? 
                  ¿Con el Príncipe y conmigo 
               se ha de usar tal tiranía? 
               ¡Mal haya aquel que confía 
               en piedad del enemigo!
                  Mas ¿qué me quejo, si medio 
               no hay en penas tan atroces? 
               ¿Ni qué me canso en dar voces, 
               cuando no les doy remedio?  
                  Mas, ¡vive Dios!, Rey injusto, 
               que pues eres su homicida, 
               has de pagar con la vida 
               haber tenido este gusto.  
                  Pues a Atenas mi coraje 
               va, y mi venganza, a alistar 
               soldados, para vengar 
               de su príncipe el ultraje.  
                  Yo voy a que Atenas fuerte 
               castigue a Creta atrevida; 
               y pues no le doy la vida, 
               al menos vengue su muerte. 
                  Príncipe, si a dilatarse 
               llega del Rey la venganza,
               y os libro, la confïanza, 
               con vos ha de coronarse.

Vase
ATÚN:             Gentil alivio, Señor,
               te quiere aqueste hombre dar. 
               Déjese usted ahorcar, 
               que yo quedo por fiador.

Quedan TESEO, FEDRA y ATÚN, LAURA. ARIADNA y CINTIA, al paño
FEDRA:            Solo el Príncipe ha quedado.
TESEO:         ¡Ay infelice de mí!
FEDRA:         ¿Si podré hablarle?
TESEO:                             ¡Que aquí
               haya mi valor llegado!
FEDRA:            Yo llego, ¡pena mortal!
               Mas pues es fuerza que muera, 
               déle mi piedad, siquiera, 
               el pésame de su mal;
                  que cuando está desvalido, 
               y sujeto a una inclemencia, 
               no se opone a la decencia 
               consolar a un afligido.

Llégase
                  Príncipe, si en un extraño 
               pecho, piedad puede haber, 
               bien podéis de mí creer, 
               que me duele vuestra daño.
                  Infanta de Creta soy,
               y aunque mi sangre ofendéis, 
               más a mi piedad debéis 
               aun de las señas que os doy.
                  Y me holgara hallar un medio 
               para poderos librar, 
               que yo no os quisiera dar 
               pésame, sino remedio.
ARIADNA:          Con Teseo--¡qué dolor!-- 
               allí, Cintia, Fedra está; 
               escuchemos, que quizá 
               será piedad y no amor.
TESEO:            Yo Señora, la piedad 
               os estimo del consuelo,
               que mal pudiera en un cielo 
               faltar la benignidad;
                  y de modo, Infanta bella, 
               mi fe os queda agradecida, 
               que quisiera tener vida 
               para serviros con ella.
                  Mas pues no tengo, al deberos 
               para tanta recompensa, 
               recibid vos la vergüenza 
               de no tener qué ofreceros.
 
FEDRA:            No os quite la confïanza, 
               Príncipe, esta desventura, 
               que mientras la vida dura, 
               tiene lugar la esperanza.
                  Nunca la Fortuna queda
               se está, y si abatido os veis, 
               antes que vos acabéis 
               podrá volverse la rueda.
                  Y así, pensad que habrá medio 
               de remediar pena tanta, 
               que entre el hierro y la garganta, 
               puede caber el remedio.
ARIADNA:          Que quiere librarlo infiero, 
               mas yo se lo estorbaré.
CINTIA:        ¿Por qué, Señora?
ARIADNA:                         Porqué 
               lo libraré yo primero.
TESEO:            ¿Con qué pagaré el cuidado 
               de favor tan desmedido, 
               sí aun queda lo agradecido, 
               por lo corto, desairado? 
                  ¡Oh! ¡Quién con vida se hallara 
               y a vuestros pies la pusiera, 
               que yo por vos me muriera 
               aunque nadie me matara!
                  Mas siempre os lleváis la palma 
               de ser mi dulce homicida; 
               pues ha de quitar la vida 
               por fuerza, quien roba el alma.
ARIADNA:          ¿Ves, Cintia, cómo rendido 
               enamorándola está?
CINTIA:        Calla, Señora, que hará 
               aquello de agradecido.
ATÚN:             Una muerte muy galana 
               es la que escoges, Señor, 
               que por las muertes de amor 
               nunca se dobló campana.
                  Y digo, si permitir
               quieres tan dichosa suerte, 
               que de ésa que llamas muerte, 
               también me quiero morir,
                  y aun quiero que se dé prisa 
               ese inhumano rigor; 
               porque es morirse de amor, 
               como morirse de risa.

Vuelto a LAURA
                  Y más cuandó en vos he hallado 
               quien la muerte me dará.
LAURA:         El toro le quitará
               a vuested de ese cuidado,
                  y verá cómo le saca
               el alma con gran decoro.
ATÚN:          ¿Para qué quiero yo toro,
               si tú puedes estar vaca?
LAURA:            ¿Y el nombre?
ATÚN:                          Atún me han llamado.
LAURA:         El toro dará de él cuenta, 
               que de carne se sustenta.
ATÚN:          A bien que yo soy pescado.
LAURA:            En ser carnicero emplea 
               todo su conato fiero.
ATÚN:          Más que sea carnicero, 
               como pescador no sea.
 
FEDRA:            Príncipe, puesto que vos 
               el postrero habéis de ser 
               de los siete del tributo, 
               que a aqueste monstruo crüel, 
               por mandado de mi padre 
               se dan, no desconfiéis, 
               que en este tiempo se puede 
               algún camino ofrecer 
               para salvar vuestra vida, 
               y yo lo procuraré 
               por cuantos caminos haya 
               de conseguirlo, y creed 
               que me importa que viváis, 
               más de lo que vos podéis 
               pensar.
TESEO:                 Pues ¿por qué, Señora?
FEDRA:         No me preguntéis por qué, 
               que lo que yo no declaro,
               no es bien que vos procuréis 
               descifrarlo; y si allá a solas, 
               de las premisas que veis, 
               sacáis alguna ilación 
               que juzguéis que os está bien, 
               sacadla allá en hora buena, 
               mas no me la consultéis.

TESEO y ATÚN hablan aparte
ATÚN:          Enamórala, Señor,
               pues tan rendida la ves, 
               que podrá ser que te saque 
               de peligro tan crüel.
TESEO:         ¡Ay, Atún, que no me atrevo!
ATÚN:          ¿Melindres gastas también?  
               No pensé que eras tan dama; 
               pero déjate querer 
               al menos, y hazte de cuenta 
               que ella el Príncipe Fedro es 
               y tú la Infanta Tesea.
TESEO:         ¿Quieres dejarme?
ATÚN:                            Sí haré, 
               que no soy la Infanta yo 
               para quererte tener.
TESEO:         Según aqueso, Señora,
               lícitamente podré 
               soltar a mi pensamiento 
               las riendas.
FEDRA:                      Eso no sé;
               porque ya eso es consultar,
               y fue lo que os ordené 
               no hacer conmigo.
TESEO:                            Pues yo
               el secreto guardaré 
               de los discursos que hiciere, 
               con tanto cuidado, que 
               lo sienta el corazón, sin que 
               lo llegue el labio a saber.
FEDRA:         Pues en aquesto quedamos; 
               y adiós, porque sentiré 
               mucho que hablando con vos, 
               alguno me llegue a ver.
TESEO:         Pues adiós, Señora.
FEDRA:                             Adiós.
TESEO:         Pero escuchad.
FEDRA:                        ¿Qué queréis?
TESEO:         Que, pues me habéis dado 
               vos licencia para que dé 
               libertad al pensamiento, 
               también al vuestro soltéis 
               las riendas, para que ya 
               que yo, por obedecer, 
               no os puedo decir mi pena, 
               de vos misma la escuchéis.
FEDRA:         Príncipe, adiós.
TESEO:                        Pues, Señora, 
               ¿por qué no me respondéis?
FEDRA:         Porque os está bien a vos.
TESEO:         ¿No responder, me está bien?
FEDRA:         Sí, porque si yo respondo, 
               precisamente ha de ser 
               que no, y sólo con callar 
               os excuso este desdén; 
               porque es el no repugnar, 
               un tácito conceder.
TESEO:         Pues adiós, Señora.
FEDRA:                           Adiós.
TESEO:         (¡Qué divina!)                         Aparte
FEDRA:                        (¡Qué cortés!)           Aparte

Vanse TESEO y FEDRA
ATÚN:          ¿Oyes, Laura?
LAURA:                        ¿Qué querrá 
               el señor Atún?
ATÚN:                         Querré
               que este escabeche de atún 
               lo aderece tu laurel.
LAURA:         Nos veremos más despacio. 
ATÚN:          Pues, ¿por qué no puede ser 
               luego?
LAURA:               ¿Por qué me pregunta? 
               ¿No sabe que es menester 
               mil años de rendimiento 
               para obligar mi altivez?
ATÚN:          ¿Mil años menester son?  
               Pues perdóneme vuested, 
               porque no puedo ser yo 
               amante Matusalén.
LAURA:         ¿Luego quieres desistirte 
               de mi amor?
ATÚN:                      Sí.
LAURA:                         ¿Pues no ves,
               que todo aqueste rigor 
               no ha sido más que querer 
               probar la fe de un lacayo, 
               si es que en lacayos hay fe?
ATÚN:          Está muy bien; pero mira 
               no te acontezca otra vez 
               quererte fingir señora, 
               porque no se avienen bien 
               la tizne del estropajo 
               y el humo de la altivez.
LAURA:         Pues adiós, picaril brío.
ATÚN:          Adiós, fregatriz desdén.

Vanse, y salen ARIADNA y CINTIA
ARIADNA:          ¿Qué es aquesto, cielo injusto? 
               ¿Qué es lo que pasa por mí, 
               que lo acierto a padecer 
               y no lo sé definir? 
               ¡Ay de mí,
               que mal sabe hablar, quien sabe sentir!
                  Apenas, Amor tirano,
               de tus flechas conocí 
               que las hace más agudas 
               quien las quiere resistir, 
               cuando vi
               que sabes hacer más daño que herir.
                  No siento, no, que pasaras 
               mi corazón varonil, 
               ni que del alado arpón 
               que vibra tu aljaba vil 
               el sutil
               oro, de mi sangre esmalte el carmín,
                  Ni que pudiese tu engaño 
               a mi altivez persuadir 
               que consistía el vencer 
               en dejarse antes rendir; 
               que el servil,
               fuera sin celos estado feliz.
                  Lo que sí siento, es que, cuando 
               al ateniense gentil, 
               del reino de mi albedrío 
               la investidura le di, 
               hallo aquí
               que muero por quien no muere por mí.
CINTIA:           ¿Qué es lo que dices, Señora?  
               Recóbrate y vuelve en ti, 
               que se niega al remediar 
               quien se da toda al sentir.
ARIADNA:       Yo he de librarlo, pues tengo 
               para que se libre, ardid; 
               que aunque de Fedra sea amante, 
               mi amor no ha de permitir 
               que para mí,
               si le adoro, sea amante infeliz.
CINTIA:           ¿Cuál es el medio que tienes 
               para librarlo?
ARIADNA:                      Es sutil, 
               porque con un hilo sólo, 
               ha de triunfar y vivir;
               pues en la líd,
               sabrá al fiero monstruo soberbio rendir.

Sale BACO y quédase al paño
BACO:             Si no me miente el deseo, 
               la voz de Arïadna oí, 
               que triste se lamentaba.  
               Quiero escuchar desde aquí, 
               puesto que no me ha sentido, 
               que quizá podré inferir 
               de sus voces su dolor.
CINTIA:        Señora, no estés así, 
               que aunque sea de tu hermana 
               amante, al que tú a rendir 
               has llegado tu albedrío, 
               no faltará algún ardid 
               para que atento a tu amor 
               la deje, y te quiera a ti.
BACO:          ¡Al amante de su hermana! 
               ¿Qué es esto? ¡Triste de mí!  
               Que lo quisiera saber 
               y no lo quisiera oír.
CINTIA:        Mas di, ¿no quieres a Baco?
ARIADNA:       ¿Tal llegas a proferir, 
               cuando me ves abrasar, 
               cuando me miras morir, 
               y cuando al galán de Fedra 
               de manera me rendí,
               que aun libre no me quedó 
               la parte de discurrir?  
               Y así, deja los consejos, 
               si es darme gusto tu fin 
               --que en un amor obstinado, 
               es ofender, advertir-- 
               y ve que quiero buscar 
               medios para conseguir 
               mi intento.
CINTIA:                    Vamos, Señora,
               que razón es preferir 
               al que tú tienes amor, 
               al que te le tiene a ti.

Vanse, y salen BACO y RACIMO
BACO:             ¿Tal agravio llego a ver 
               y persevero en vivir?  
               Sin duda es por carecer, 
               o de alma con que sentir, 
               o de vida que perder.
                  Cuando a esta injusta tirana 
               con mayor fineza adoro, 
               hallo que quiere, liviana, 
               al amante de su hermana, 
               que claro está que es Lidoro.
                  ¿Que este ultraje sufra aquí 
               mi dolor? ¡Ah, ingrata fiera!, 
               ya que me dejas así, 
               ¿no me dejaras, siquiera, 
               por quien te quisiera a ti?
                  Que aunque tan ingrata estás, 
               es tan noble mi despecho, 
               que juzgo que siento más 
               que los celos que me das, 
               la ofensa que a ti te has hecho.
RACIMO:           Bien lo has gritado, Señor; 
               sosiegate y ten cordura, 
               mas no es culpable el furor, 
               que si Amor solo es locura, 
               ¿qué serán vino y amor?
                  Y aunque es tan grande insolencia, 
               si la consecuencia saco 
               no te ofendo, que en conciencia
               no es mucha la diferencia 
               entre ser toro y ser Baco.
                  Aunque también te confieso 
               que es cosa muy enfadosa 
               que te carguen con exceso, 
               en la cabeza otra cosa, 
               sobre su ordinario peso.
BACO:             ¡Loco, atrevido, villano!
               ¿Cómo mis ansias reprimo?
RACIMO:        Detente, Señor, que es llano 
               que si tú aprietas la mano, 
               corre peligro el Racimo.
                  Mas un remedio he pensado, 
               con que tendrá linda medra 
               tu amor.
BACO:                    Pues di, ¿qué has hallado?
RACIMO:        Que tú enamores a Fedra, 
               con que quedarás vengado.
BACO:             Como tuya es la locura.
RACIMO:        Pues qué, ¿te parece malo?  
               Requiebra tú su hermosura 
               y taparás la rotura 
               con cuña del mismo palo.
BACO:             Hacerlo quiero al instante; 
               que aunque tus locuras toco, 
               no es razón que a nadie espante 
               el ver que apetezca un loco 
               consejos de un ignorante.
                  Ven, pues, para que advertido, 
               si mi dicha a Fedra topa 
               le diga mi amor fingido.
RACIMO:        Ella viene allí, que ha sido 
               caer en la miel la sopa.

Sale FEDRA
 
FEDRA:            Por si acaso se quedó 
               de Teseo algún crïado 
               en esta cuadra, de quien 
               tenga noticia... Mas Baco 
               está aquí, volverme quiero.
RACIMO:        Señor, acude al reclamo, 
               y mira no se te vuele 
               el pájaro de la mano.
BACO:          Temo no acertar, Racimo.
RACIMO:        ¿Qué importa?  Llégate errando,
               que repite para amante, 
               quien cursa de mentecato.  
               Haz cuenta que eres poeta 
               y que te hallas en un paso 
               de comedia, donde es fuerza, 
               sin estar tú enamorado, 
               fingir otro que lo esté, 
               y díle soles y rayos, 
               ansias, desvelos, respetos, 
               temor, silencio y cuidado, 
               y atención sin esperanza, 
               que es lo que corre en palacio, 
               y verás cómo lo aciertas.
BACO:          Yo llego.  Hermoso milagro, 
               en cuyas aras divinas 
               sirve el mismo Amor postrado 
               de víctima a vuestro culto, 
               porque fuera desacato 
               que ardiera a incendio tan puro 
               menos divino holocausto.
FEDRA:         Agradecida a la sangre 
               estoy, Príncipe, pues hallo, 
               que por serlo de Arïadna 
               merezco favores tantos.

Sale LIDORO y quedase al paño
LIDORO:        Buscando el desdén de Fedra 
               vengo siguiendo sus pasos, 
               que siempre son los desdenes 
               imán de los desdichados.  
               Mas con el Príncipe allí 
               de Tebas, la miro hablando; 
               no quiero salir tan presto, 
               que es exponerme a que airado 
               me desprecie su desdén, 
               y a mí me basta el trabajo 
               de sentirlo, sin que sepa 
               otro, que estoy desairado.
BACO:          No dudéis de la fineza
               con que os adoro, si acaso 
               por estimar a Lidoro 
               me desdeñáis.
FEDRA:                      ¿Desde cuándo
               he querido yo a Lidoro?
LIDORO:        ¿Qué es esto? ¡Celos, a espacio. 
               No deis crédito al veneno, 
               hasta que apuréis el vaso!
FEDRA:         Pues vos, Príncipe, ¿a Arïadna 
               no servís?
BACO:                     No vuestro labio 
               la nombre, porque es hacer, 
               contra las leyes de urbano, 
               que yo quebrante grosero 
               los términos cortesanos.
               Verdad es que, a los principios, 
               por congruencias de estado, 
               publiqué su galanteo; 
               pero después de miraros 
               (¡Ay Cielos, qué mal me animo!)   Aparte
               ¿quién es de juicio tan falto 
               (¡Que así ofenda lo que adoro!)   Aparte
               que no se os rinda?

Sale LIDORO y saca la espada
LIDORO:                            A un agravio
               tan grande, sólo el acero 
               reconviene.
BACO:                      De mi brazo 
               tendrás el justo castigo.
FEDRA:         ¡Qué empeño tan apretado!
               ¡Ah de la guarda! ¿Qué es esto?
RACIMO:        ¡Por Dios que tienen entrambos 
               lindos filos de reñir!
               Mas si rompen a mi amo 
               la cabeza, será bueno 
               ver, una vez en el año, 
               que tenga los cascos rotos 
               quien tiene tan buenos cascos.

Sale el rey MINOS y envainan las espadas
MINOS:         ¿Qué es esto?
LOS DOS:                      Nada, Señor.
MINOS:         ¿Qué fue, Fedra?
FEDRA:                         Que indignados
               (Aquí es forzoso fingir)          Aparte
               por una cuestión que acaso 
               se excitó, sin intención, 
               estando los dos hablando 
               cada uno de las grandezas 
               y blasones de su estado, 
               paró en porfía, porque 
               cada uno intentaba el lauro 
               para su patria, lo cual 
               ocasionó que, empeñados 
               de argumento en argumento, 
               se encolerizasen tanto 
               que... pero ya tú los viste.
MINOS:         Puesto que no ha habido agravio 
               de por medio, yo os suplico 
               depongáis el temerario 
               ímpetu que aquí os incita.
LIDORO:        Por mí, Señor, acabado 
               está, pues vos lo mandáis.
BACO:          Yo en obedecer no os hago 
               servicio, Señor, alguno, 
               pues que no estoy enojado 
               con Lídoro, ni ofendido.
MINOS:         Pues vamos, Príncipes.
BACO:                                Vamos.
FEDRA:         (Mucho llevo que temer.)           Aparte
MINOS:         (Mucha sospecha me han dado.)      Aparte
LIDORO:        (De celos y agravios muero.)       Aparte
BACO:          (De cólera y celos rabio.)         Aparte
RACIMO:        (Y yo me muero de risa,            Aparte
               de ver tan grandes menguados.)
LIDORO:        (Mucho temo que reviente           Aparte
               el volcán en que me abraso.)
BACO:          (Mucho temo que se asome           Aparte
               esta pasión a los labios.)
MINOS:         (Mucho sentiré que pase            Aparte
               el empeño a mayor daño.)
FEDRA:         (Mucho sentiré que sirva           Aparte
               Baco a mi amor de embarazo.)
RACIMO:        (Mucho temo que de sed             Aparte
               he de beberme a mi amo.)

 

FIN DE LA PRIMERA JORNADA


JORNADA SEGUNDA

 

Salen el rey MINOS y TEBANDRO
MINOS:            En esta del horror caverna obscura, 
               mi venganza insaciable hallar procura 
               modo con que templar el dolor fiero 
               del tormento mayor, del más severo
               linaje de pesar y alevosía 
               que pudo fabricar la tiranía.
TEBANDRO:      Ya Vuestra Majestad tiene en Tesco 
               satisfecho el desastre de Androgeo, 
               puesto que al Minotauro ya entregado, 
               pasto suyo, su fin habrá alcanzado, 
               donde pagado habrá su adversa suerte,
               réditos de una vida con su muerte.
MINOS:         Aunque es verdad que es príncipe de Atenas,
               tan crecido es el golfo de mis penas, 
               que en ondas de congojas fluctüando,
               mi triste vida miro zozobrando 
               en un mar de tormentos repetido, 
               donde estoy de congojas sumergido.
TEBANDRO:      Si opuesto siempre, el hado riguroso 
               dispuso que en el Príncipe, costoso 
               fuese el fin de sus prendas un violento,
               trágico estrago, fúnebre lamento, 
               siendo los juegos en que se excedía, 
               tragedia de su misma gallardía;
               pues con primor de partes las más diestras,
               era rayo galán de las palestras, 
               en cuyas lides fue, sin desvarío, 
               el que daba lección al mismo brío.
MINOS:         Qué importa el que gallardo, osado lidia,
               si feroz contra él tiene la envidia, 
               enemigo tan fiero e inhumano 
               que se precia de aleve y de tirano; 
               pues contra el que feliz más se previene,
               tiene sed de lo mismo que no tiene, 
               cuya injuria de locas esperanzas
               hidrópica de horror bebe venganza.
               Pero con el tributo,
               manjar viviente de un hambriento bruto
               que habita el laberinto obscuro tanto
               que es eco del pavor, voz del espanto,
               han de acabar mis iras repetidas 
               tantas infames temerosas vidas.
TEBANDRO:      Dé Vuestra Majestad a pena tanta 
               treguas de alivio hoy.
MINOS:                                ¡Tebandro, cuánta
               fuera mi dicha, si aliviar pudiera
               esta batalla de mi enojo fiera

Asómase ATÚN al paño
ATÚN:          Por sacar la cabeza, a lo que infiero, 
               soy atún, y galápago ser quiero.
MINOS:         ¡Muera Teseo!
ATÚN:                         ¡Horrendo disparate!
               Éste, no hay que dudar que es fiero mate.
MINOS:         De cólera en mi enojo no sosiego; 
               todo soy iras, todo rayos.
ATÚN:                                     ¡Fuego!
TEBANDRO:      Tu Majestad procure divertirse.
ATÚN:          Déjelo, y más que llegue a consumirse,
               que con aqueste rey tan aturdido, 
               el secreto sabré del consumido.
TEBANDRO:      Las Infantas, Señor, tienen dispuesta 
               hacer a Vuestra Majestad gran fiesta 
               de un sarao en el Alcázar de Dïana.  
               Témplese una congoja tan tirana, 
               y opóngase lo cuerdo al accidente; 
               porque un sentir, si es cuerdo, menos siente.
MINOS:         Por si puedo aliviar tanto tormento, 
               iré, Tebandro.

Vanse TEBANDRO y el rey MINOS, y sale ATÚN
ATÚN:                         Cierto, que es contento 
               el ir a ver el Rey, sin más andanzas, 
               en dos Infantas suyas las mudanzas.
 
                  Salgamos a ver el día,   
               que hay un laberinto grande, 
               en éste en que estoy metido; 
               plegue a Dios que ello en bien pare.  
               Salgamos a ver el día; 
               que en esta horrorosa cárcel 
               donde se estudian tinieblas, 
               se ignoran las claridades.
               Cierto, que estoy, a mi amo, 
               dispuesto en aquesta parte 
               casi, casi, por no verlo, 
               por lïarlas casi, casi.

Sale TESEO del laberinto
TESEO:         ¡Atún!
ATÚN:                 Señor, oye al punto 
               con qué modo, con qué arte 
               podemos a Ariadna y Fedra 
               verlas en danza esta tarde.  
               Dame albricias, y sean luego; 
               acaba ya, no te tardes.  
               Dame lo que tú quisieras, 
               y no lo que tú mandares.
TESEO:         ¿En danza?
ATÚN:                    Sí, porque tienen 
               dispuesto un sarao muy grande, 
               donde príncipes y nobles 
               entran con bravos disfraces 
               de galas y mascarillas, 
               porque los conozca nadie.  
               No de príncipe papel harás, 
               sino de danzante; 
               haz, por Dios, lo que te ruego, 
               aunque es forzoso que saltes.
TESEO:         Infeliz soy y dichoso
               en un tiempo, pues combaten 
               a mi pecho, entre imposibles, 
               amantes neutralidades.
               Fedra, a quien mi amor 
               erige rendimientos por altares, 
               adoraciones me intima, 
               afectos me persüade.
               Ariadna, a quien no le debo 
               menos que la vida, amante, 
               si no me rindo a su cielo, 
               de ingrato he de hacer alarde; 
               porque si fue el instrumento 
               para que yo me librase 
               dando muerte al Minotauro, 
               ¿en qué pecho noble cabe 
               recibir el beneficio, 
               para no saber pagarle?
               Pues en este Laberinto 
               donde vivo, ni aun señales 
               deja la duda al recelo, 
               para que riesgos me asalten; 
               pues con el hilo piadoso 
               que su amor supo fïarle 
               sólo a mi valor, mi vida 
               tuvo en su piedad rescate.  
               Por cuya fineza quiso, 
               para que yo me librase, 
               Fedra que yo de Arïadna 
               me mostrase fino amante;
               acción de amor generosa, 
               de tan subidos quilates, 
               que sólo para mis bienes 
               de sus injurias se vale, 
               solicitando su ofensa 
               tan agente, al resguardarme, 
               que a Arïadna le permite 
               lo que nunca es dispensable.  
               Su mal es grande estadista, 
               porque estudia infatigable, 
               en escuelas de tormentos, 
               políticas de pesares.
               Pues cuando firme pretende 
               que por quererla, a otra ame, 
               cobra sueldos de fineza, 
               sin tirar de amante gajes.

ATÚN:          Aunque pudiera, la muerte, 
               hoy por el hilo sacarte, 
               del bruto, tan bien la hiciste, 
               que el rey de ella está ignorante.
TESEO:         Pero di, el sarao que dices, 
               Atún, ¿de dónde lo sabes?
ATÚN:          Sélo, porque al Rey, Tebandro 
               avisó, que festejarle 
               querían Ariadna y Fedra 
               por divertir sus pesares, 
               y que habían dispuesto 
               un festín de aquellos que hacen, 
               con cortesanos adornos, 
               las palaciegas deidades.
TESEO:         Yo danzara, si tuviera 
               decente forma.
ATÚN:                         Millares, 
               de príncipes, has de ver, 
               que en forma y figura salen.
TESEO:         Para el caso galas tengo, 
               como tú sabes, bastantes; 
               pues por príncipe, aunque preso, 
               traje muy rico homenaje.
ATÚN:          Que no las tienes, presumo, 
               según es fuerza empeñarte.
TESEO:         ¡Qué sería que con Fedra 
               danzara!
ATÚN:                    Siendo el tu autem 
               de que tú salgas, espero 
               te baile el agua delante.
TESEO:         ¿En qué lo fundas?
ATÚN:                              ¡Qué lindo!
               En lo que llego a fundarme 
               es que se paga del viento, 
               y tienes tú muy lindo aire.

Sale LAURA con manto, tapada
LAURA:         Buscando vengo a Teseo; 
               mas, si no llego a engañarme, 
               éste que miro es Atún.
               ¡Cé, galán!
ATÚN:                       Anzuelo trae 
               para pescarme, sin duda, 
               este fregatriz donaire.
TESEO:         Mira que te busca; llega.
ATÚN:          ¿Buscona, y que llegue? ¡Tate!
               Pero llego. ¿Qué me quiere, 
               mi reina?
LAURA:                   Que a su amo llame.
ATÚN:          Es enfadoso, y conmigo 
               puede usted desenfadarse.
LAURA:         Mire que vengo de prisa.
ATÚN:          Despacio es razón que me hable.

LAURA:         No es fácil, Señor galán.
ATÚN:          Si es vuesarced, es muy fácil.
LAURA:         ¡Ce, Teseo!
ATÚN:                       Oigan las cees,
               las quees, las erres, las haches, 
               con el etcétera de otras 
               letras, para que yo cante.
TESEO:         Ordéneme vuestro gusto, 
               Señora, lo que mandareis 
               que a obedeceros me obligo.
LAURA:         Pues lo que os pido al instante 
               es que admitáis esta banda, 
               seña que será bastante 
               de la que, por conoceros, 
               aquesta súplica os hace.
TESEO:         ¿Cómo?
LAURA:                 Entrando en un sarao, 
               a que os cita.
TESEO:                        ¿A mí, citarme?
ATÚN:          Sí, Señor, y es muy bien hecho 
               que te cite de remate.
TESEO:         La duda que aquí padezco, 
               sin repugnar al dictamen, 
               es el que los presos tengan 
               excepción de libertades.
ATÚN:          Su esclavo he de ser muy libre.
LAURA:         ¿Él, mi esclavo?
ATÚN:                           No se enfade, 
               que pienso, si no lo acierto, 
               que por su esclavo he de herrarme.
LAURA:         Adiós, porque ya no puedo 
               detenerme.
ATÚN:                     Aquí ha de estarse 
               conmigo, como usted guste, 
               que no por banda ha de echarme.
LAURA:         No gaste flores conmigo.
ATÚN:          Aunque lo sean y las gaste, 
               para las damas mis flores 
               jamás han sido de azahares.
TESEO:         ¿Pues no sabré a quién le debo 
               tanto favor?
LAURA:                      Sólo baste
               deciros que es a una infanta.
ATÚN:          Si es infanta, a mí me cabe.  
               Venga la banda.
TESEO:                        ¿Hay tal loco?
ATÚN:          Con ella pueden atarme.
TESEO:         ¿De qué infanta?
LAURA:                        Oídme en secreto. 
               De Fedra.  Y adiós, que os guarde.  
               Si vais al sarao, después 
               por el cuarto que cae al parque 
               y corre hasta el laberinto 
               saldrá a veros.

Vase LAURA
TESEO:                         ¡Suerte grande!
ATÚN:          Una exhalación con manto 
               es la mozuela picante.
               Si a cuartos no me condena
               la dicha, más que me arrastre.

Sale CINTIA tapada con manto
CINTIA:        ¡Cé, galán!
ATÚN:                     ¿Qué es lo que miro?  
               Aquésta es segunda parte 
               de la comedia de Amor, 
               donde hay bellezas a pares.
CINTIA:        Llame a su amo, que le importa.
ATÚN:          ¿Y eso a mí puede importarme?
TESEO:         Atento estaré, Señora,
               a lo que vos me ordenarais; 
               y así, si he de obedeceros, 
               no dilatéis el mandarme.
CINTIA:        De vos una dama quiere 
               que, con esta pluma, alarde 
               hagáis de lo que os estima.
ATÚN:          Hombre de pluma lo hace.
CINTIA:        Pues para un sarao os convida.
TESEO:         La máscara he de quitarme, 
               aunque la lleve, sirviendo 
               a quien tanto favor me hace.  
               Mas, ¿no me diréis quién es 
               la que quiere hacer examen 
               ahora de mi obediencia, 
               sin embozarme su imagen?
CINTIA:        Basta deciros que es quien 
               os lo ruega.
ATÚN:                       No es bastante;
               que puede ser fea, y los ruegos 
               de las feas son en balde.
TESEO:         Si no cabe en lo soberbio 
               tal favor, ¿cómo en mí cabe?
CINTIA:        Sólo digo que una infanta 
               os lo pide.
ATÚN:                     Si el que nace 
               varón, infante se llama, 
               y ella es infanta, yo infante.
TESEO:         Necedades deja, loco.
ATÚN:          ¿Éstas llamas necedades, 
               pretender, sea como fuere, 
               desde lacayo infantarme?
CINTIA:        Adiós, no me detengáis,
               que es tarde ya; y perdonadme, 
               que me espera.
TESEO:                        ¿Quién?
CINTIA:                              La infanta
               Ariadna.
ATÚN:                    Clara es el ángel...
CINTIA:        El cuarto que corresponde, 
               aunque está un poco distante 
               de este laberinto, tiene 
               dispuesto para que os hable.  
               Y adiós.
TESEO:                   Esperad un poco.
CINTIA:        Adiós, adiós, que es muy tarde.

Vase CINTIA
TESEO:         Atún, ¿qué dices de aquesto?
ATÚN:          Lo que digo es que te apartes, 
               que entre tanta infantería, 
               es forzoso que dispares.
TESEO:         Las dos a una parte misma 
               me llaman.
ATÚN:                     Para este lance, 
               no de una, lo mejor fuera 
               ser hombre de muchas partes.
TESEO:         La banda es un fuerte empeño.
ATÚN:          La pluma es para cortarse.
TESEO:         La banda he de llevar sola.
ATÚN:          Plumas se las lleva el aire.
TESEO:         ¿Pero si soy conocido?
ATÚN:          ¿Pero si damos al traste?
TESEO:         Mi vida arriesgo, mas muera.
ATÚN:          ¿Morir? ¡Muérase un alarbe!
TESEO:         Pero un medio se me ofrece.
ATÚN:          Ni aun un real es bastante.
TESEO:         ¿Con máscara no se ha de ir?
ATÚN:          La fiesta es el descararse.
TESEO:         Pues tú has de ir de aventurero.
ATÚN:          ¡Hay desventura más grande!
TESEO:         Yo la banda he de ponerme, 
               tú la pluma, y muy iguales 
               en la gala y bizarría, 
               hemos de ir a este certamen.
ATÚN:          ¿Tengo cara de hechicero?
               No por cierto, luego es fraude, 
               sólo porque se te antoja,   
               el querer hoy emplumarme.
TESEO:         Quien ama no teme riesgos.
ATÚN:          Quien sirve, los teme tales.
TESEO:         Yo he de salir con la mía.
ATÚN:          Otros con la mía se salen.
TESEO:         ¿Pero si lo sabe el Rey?
ATÚN:          Luego al punto, si lo sabe...
TESEO:         ¿Qué ha de hacer?
ATÚN:          Por Dios que es lindo;
               que otra vez nos minotaure.
TESEO:         Las infantas son hermosas.
ATÚN:          Sí, pero el viejo es matante.
TESEO:         ¡Oh si logro la ocasión!
ATÚN:          ¡Oh si me quieren de balde!
TESEO:         ¡Oh si mereciese a Fedra!
ATÚN:          ¡Oh si Ariadna me rogase!

Vanse TESEO y ATÚN, y sale RACIMO
RACIMO:           Yo tengo un amo, Señores, 
               que con él, por mis pecados, 
               en buena filosofía, 
               he de conceder que hay Baco.  
               Yo no sé por qué ocasión, 
               saliendo aquí en un sarao 
               solicita ser de fiesta 
               hombre de tanto trabajo.  
               De aquí para allí corriendo, 
               por estar enamorado, 
               aunque me trae bien vestido 
               me trae siempre hecho pedazos.  
               Su amor no le da lugar 
               a mi amor, y es fuerte caso 
               el que se lo quiera todo 
               sin dejarme querer algo.  
               Por ser de Laura cautivo 
               me trata como un esclavo, 
               y quisiera algunas veces 
               ser con ella un libertado.  
               De este palacio, mondonga, 
               según los pies y las manos, 
               me ha parecido, porqué 
               de mondonga tiene callos.  
               Ya se va haciendo la hora 
               de la fiesta; ahora veamos 
               el cómo se han de ir siguiendo 
               los que han de salir bailando.

Tocan instrumentos y cantan dentro
MÚSICA:           "Del cielo lucida envidia, 
               gallarda afrenta del Alba, 
               el hermoso sol de Fedra 
               sale con el de Arïadna; 
               porque firme la dicha,
               de sus mudanzas 
               hace, con sus bellezas 
               de airosa, gala."

Salen el rey MINOS, TEBANDRO y acompañamiento, al son de músicos instrumentos, FEDRA y ARIADNA, CINTIA y LAURA con mascarillas y sombreros con plumas, TESEO, LIDORO, BACO Y ATÚN; a un lado las damas y al otro los galanes, y sentado el rey y los demás en pie, dicen
MINOS:         Hermosamente lucido,
               a contiendas de buen garbo, 
               el buen donaire y buen brío 
               se retan y eligen campo.

MÚSICA:           "Cuando la confïanza
               vive segura,
               hace aplauso, industriosa, 
               de su fortuna; 
               que fortuna que elige 
               la dicha, siempre 
               afïanzada, acredita 
               su buena suerte."
 
FEDRA:         Vuestra Majestad dispense 
               el embozo, que el recato 
               hará que tenga el festejo 
               más libre el desembarazo.
ARIADNA:       Ceremonia es, más que adorno, 
               este disfraz tan usado, 
               vinculado a los festines 
               cortesanos de palacio.
MINOS:         Atender a vuestro gusto 
               será mi mayor agrado.
TESEO:         El mérito de esta dicha
               lo hace grande vuestro aplauso.
BACO:          Mi obsequio, tendrá, rendido, 
               su obligación por resguardo.
LIDORO:        El velo de mi temor 
               correré con vos muy vano.
ATÚN:          Señora, a vos me rindiera 
               pero un rendido es cansado.

MÚSICA:           "Aunque el favor se emboce, 
               si la dicha se alcanza 
               sin afán de mudanza, 
               porque feliz la goce,
               sólo la logra aquél que la conoce."

FEDRA:         A la banda he de ponerme
               del más diestro aquí danzando.
TESEO:         (¿A la banda?  Aquésta es Fedra.       Aparte
               Voy a lograr lance tanto.)

Llégase TESEO a FEDRA y Sácala de la mano, y bailan hasta la punta del tablado, y se harán la reverencia los dos en llegando, y dirán
TESEO:            Mis confïanzas resueltas, 
               sin hallar neutralidades 
               de presas, al verse sueltas, 
               truecan en felicidades 
               de mi fortuna las vueltas.
FEDRA:            Vuestro crédito afïanza 
               darme lección entendido, 
               que estudio en vuestra importancia, 
               pues dichosa he conseguido 
               de vos tan feliz mudanza.

MÚSICA:           "Las que Venus procura 
               imitar, soberanas,
               gallardamente ufanas, 
               su primor asegura
               que salgan por milagros de hermosura."

BACO:             Por señas del vestido
               ésta es Ariadna. ¿Qué aguardo? 
               Sácola, porque con ella 
               mi fortuna airosa saco.

Saca BACO de la mano a ARIADNA, y bailan con el mismo orden
BACO:          Si atiendo a vuestra decencia 
               a quien estoy venerando, 
               por cortesana advertencia 
               me toca, con vos danzando, 
               sólo a mí la reverencia.
ARIADNA:       Libre a los desembarazos, 
               y a los compases sujeta 
               con primores nunca escasos, 
               me acreditaré discreta
               sólo en seguir vuestros pasos.

MÚSICA:           "Si se logra oportuna, 
               la ocasión afïanza 
               con segura esperanza,
               por ser como ninguna,
               hacer de sus mudanzas su fortuna."

LIDORO:        ¿Si será tanta mi suerte
               que este aire y este buen garbo 
               sea de Fedra?  No lo dudo.  
               A sacarla me adelanto.

Saca LIDORO a LAURA y danzan con el mismo orden
LIDORO:           Luces que ignoran ocasos 
               en sus gloriosos empleos, 
               sin que puedan ser acasos, 
               ser estudian sus paseos 
               de mi libertad los lazos.
LAURA:            Mi afecto, que os satisface, 
               cuando danzar consiguió 
               con vos, hizo que mirase 
               cortés, cuando me sacó, 
               que por vuestra me quedase.

MÚSICA:           "Mérito, que ha de serlo 
               porque quiso la suerte, 
               si el peligro lo advierte, 
               sin llegar a temerlo, 
               riesgo fue que estudió cómo no serlo."

ATÚN:             Danzando con esta dama,
               por Dios que he de echar el trapo, 
               que es muy sobrado de bueno 
               mi vestido por lo largo.

Saca ATÚN a CINTIA de la mano y bailan como los demás
                  Si en danza meterme trato, 
               mirando vuestro donaire, 
               sin que sea desacato, 
               a mí todo--es poco--al aire, 
               lo metéis en un zapato.
CINTIA:           Como vuestro esmero es 
               tan atento y cortesano, 
               diestro el garbo más cortés, 
               aunque os gane por la mano, 
               no os ha de ganar por pies.

Tocan, y van danzando todos, y cáesele la pluma a ATÚN y cógela BACO
BACO:             Esta pluma que a mis pies 
               se ha venido, la levanto.  
               Con ella rabio de celos, 
               porque puesta en el tocado 
               presumo que se la he visto 
               a Ariadna.  Indeterminado 
               estoy; ponérmela quiero, 
               y buscar el desengaño 
               si acaso es que por favor
               la trajo Lidoro.  Vamos 
               un poco despacio, celos, 
               y averigüemos mi agravio.

Pónese la pluma en el sombrero
FEDRA:         Conocido he por la banda 
               al Príncipe; hablarle trato.

Háblale en secreto
               Teseo, esta noche espero.
TESEO:         ¿Quién mereció bien,tan alto?
ARIADNA:       Según la pluma, es Teseo.

Háblale en secreto a BACO
               Príncipe, esta noche aguardo.
BACO:          ¿Hay más dicha?
ARIADNA:                      Sí, por señas
               de esta pluma.

BACO:                         Declarado
               ya con esto, está el enigma.  
               En llamas de celos ardo, 
               este favor fue a Lidoro.
ATÚN:          ¡Vive Dios, que estoy cansado!
LIDORO:        Sin duda, que Baco y Fedra 
               son los que allí se hablaron. 
               ¿Cómo, sabiendo sufrirlo, 
               ignoro cómo vengarlo?
TESEO:         Aunque culto, el bello idioma 
               de Fedra es tan colocado,
               que con lenguaje de luces 
               dicta palabras de rayos.
BACO:          Nunca aspire a ser dichoso 
               el que nació desdichado, 
               que es desaire a las estrellas 
               querer violentar los astros.
MINOS:         Permitidos galanteos
               son siempre los de palacio, 
               haciendo los rendimientos 
               gala del desembarazo.
               A las aras del respeto 
               llega el deseo tan sagrado, 
               que en veneración del culto 
               humos gasta el holocausto.  
               Discretos Baco y Lidoro 
               como príncipes tan altos, 
               son los que a la vista tengo; 
               esto es cierto, no hay dudarlo.
               Sin adularos, bien puedo 
               deciros lo que me he holgado, 
               que mi pesar divertido 
               templará mal tan tirano.
TESEO:         Señor, del festejo es dicha, 
               haber sabido aliviaros.
MINOS:         Grosero fuera el tormento 
               no admitiendo este agasajo.

MÚSICA:           "En todo lo que no creo 
               finjo a veces confïanza, 
               por ver si saco esperanza 
               de las fuerzas del deseo."

Repite TESEO la copla
TESEO:         Buena es la copla; el sentido 
               de ella me toca explicarlo.
BACO:          Es de mi asunto tan mía, 
               que para mí la cantaron.
LIDORO:        Certamen será ingenioso.
ATÚN:          Pues si ha de serlo, veamos 
               a los cuatro discurrir, 
               porque nos la dan de cuatro.
 
TESEO:            En todo lo que no creo, 
               finjo a veces confïanza,
               por ver si saco esperanza 
               de las fuerzas del deseo.
 
                  Aunque alivie mi dolor, 
               vuestro favor contradice, 
               que jamás un infelice 
               algo alcanza en su favor.  
               Presumirlo será error 
               o engaño de mi deseo; 
               pero a vista de mi empleo, 
               oponiéndome a mi daño, 
               pienso que padezco engaño 
               en todo lo que no creo.
FEDRA:            Por el bien que no malogro, 
               es contra un recelo injusto, 
               recomendación del gusto 
               la solicitud del logro.
               Feliz sin dudarlo cobro 
               fiel y segura esperanza, 
               porque de vuestra mudanza, 
               que mi voluntad aprecia, 
               con fe amante y nunca necia, 
               finjo a veces confïanza.
BACO:             Mi desdicha al declararse 
               es tal sin desvanecerse 
               que hubo menester perderse 
               un favor para encontrarse.  
               Por el modo de alcanzarse, 
               jamás mi pecho descansa, 
               mas si aliento confïanza, 
               será contra un fin sin medio, 
               por ver si encuentro remedio, 
               por ver si saco esperanza.
ARIADNA:          Si es forzoso despedirlo
               la voz, cuando sale al labio,
               lo difícil de un agravio 
               es no saber reprimirlo.
               No os combata resistirlo,
               pues yo que el bien no poseo, 
               valiéndome de otro empleo 
               cuando a mi defensa salgo, 
               en esta ocasión me valgo 
               de las fuerzas del deseo.
 
MINOS:            Cortesanos los conceptos, 
               con estilo más que urbano, 
               en lo que se han excedido 
               discretos se han igualado.  
               A repetir este asunto 
               vuelva la música, cuando 
               no es razón que falten de él
               los que en nada aquí han faltado.

MÚSICA:           "En todo lo que no creo, 
               finjo a veces confïanza, 
               por ver si saco esperanza 
               de las fuerzas del deseo."

LIDORO:           Si es gloria de mi trofeo 
               el bien que no merecí, 
               y es engano del deseo, 
               andaré discreto aquí 
               en todo lo que no creo.
LAURA:            Porque sosiego no alcanza 
               mi ciega seguridad 
               fundada en vana esperanza, 
               sin hacerla realidad, 
               finjo a veces confïanza.
ATÚN:             Mi fortuna la afïanza 
               sola la imaginación; 
               porque mi deseo la alcanza, 
               no por sacar posesión, 
               por ver si saco esperanza.
CINTIA:           Cuando vuestra razón veo 
               que agradecerla es razón, 
               se valdrá siempre mi empleo,
               si no de la ejecución, 
               de las fuerzas del deseo.
 
MINOS:            Vamos, porque ya es forzoso 
               pedir treguas de descanso, 
               por lo grande de su esmero,
               festejo que ha sido tanto.
TESEO:         Muy de Vuestra Majestad, 
               Señor, ha sido el reparo; 
               porque ya va descosiendo 
               la noche su negro manto.

Apartes de cada uno
FEDRA:         (Amor, busquemos alivios           Aparte
               para la dicha que aguardo.)
ARIADNA:       (Vamos a pensar, tormentos,        Aparte
               el modo de remediaros.)
LIDORO:        (Vamos a morir tan luego,          Aparte
               males, que no me deis plazo.)
TESEO:         (Fortuna, vamos aprisa             Aparte
               a gozar el bien despacio.)

Vanse, y quedan ATÚN Y RACIMO
ATÚN:          Solo he quedado; mas miento, 
               porque según este trasto 
               de media tijera, juzgo 
               --y juzgo bien--que es lacayo.  
               Quiero saber su intención,
               pues solo aquí se ha quedado.
               Oye; si sirve, me tenga 
               usted por su menor amo.

Quitase el sombrero y conoce que perdió la pluma
               (¿Pero qué es esto?  La pluma,    Aparte
               ¡vive Dios! que me han hurtado 
               y que el galán que la lleva 
               tiene gentil garabato.)
RACIMO:        Yo tengo amo a quien servir.
ATÚN:          Dígame quién es.
RACIMO:                          Es Baco.
ATÚN:          Servirle no puede ser,
               si no es estando borracho.
RACIMO:        ¿Cómo habla de esa manera?
ATÚN:          Estilo mejor no gasto.
               Pero ¿cómo no está en cueros 
               quien en Baco se ha empleado, 
               cuando se quejan los montes 
               de que los va despoblando?
RACIMO:        Los montes, ¿por qué ocasión?
ATÚN:          Por los lobos que ha tomado.
               (Mas la noche llega, y quiero      Aparte
               dejar este mentecato.)
               Adiós.
RACIMO:               Os iré sirviendo.
ATÚN:          Si es de balde, sea volando.
RACIMO:        Fuerza es que de balde sea, 
               porque de vos no me pago.  
               Voy.
ATÚN:                Exceso es terrible.
RACIMO:        Forzoso es ir.
ATÚN:                         Será en vano.
RACIMO:        Baste ya de cumplimientos.
ATÚN:          ¿Cumplimientos? ¿Pues son años?
RACIMO:        Usted no pase de aquí.
ATÚN:          ¿Qué es de aquí?  No he de dar paso.
RACIMO:        Yo he de quedarme.
ATÚN:                             Ha de irse
               usted con todos los diablos.

Vanse. Salen FEDRA y ARIADNA, cada una por su puerta
FEDRA:            Si encuentro sombras, y la luz no veo 
               de un bien que se dilata, por ser mío, 
               cuando más cerca está, más me desvío 
               de un peligro que toco y que no creo.
                  Si es cobarde, y se alienta mi deseo 
               teniendo por razón mi desvarío, 
               y de la noche mi ventura fío, 
               lóbrego ensayo de medroso empleo,
                  quien está, como yo, tan asistida 
               de un mal tan firme y un penar tan vario, 
               sólo espera una muerte repetida;
                  que el esperar, que es muerte de ordinario
               siendo el mayor contrario de mi vida, 
               más allá de la muerte es mi contrario.
ARIADNA:          El manto de la noche, en sombras tinto, 
               que medroso vistió de mis temores 
               tupido laberinto de pavores,
               no es mayor que mi obscuro laberinto.
                  Parecido a mi suerte, no es distinto 
               el color de sus trágicos horrores, 
               porque sin luz me pinta los rigores 
               que yo sin descansar hago y me pinto.
                  Sin que hagan intermisión mi amor constante 
               de alivio, mi tormento, que es la herida 
               que apetezco, más viva y penetrante
                  me lisonjea, cuanto más sentida; 
               pues por vivir muriendo, tengo amante 
               mi tormento por alma de mi vida.

FEDRA:            ¡Qué largas que son las horas 
               de la esperanza, y qué fijos 
               en el alma los tormentos 
               de un mal, cuando está remiso!
ARIADNA:       La noche con los horrores 
               y las sombras que ha tejido 
               de miedos y confusiones, 
               de mi muerte es vaticinio.
FEDRA:         Si llego a vivir y muero 
               triunfando de lo que vivo,
               nunca mejor vence amando 
               un corazón, que vencido.
ARIADNA:       Mi fortuna es un achaque 
               tan de gusto, en asistirlo, 
               que el remedio de mi daño 
               es de mi daño incentivo.
FEDRA:         Tanto apetezco mis males, 
               que hidrópicamente aspiro 
               a sed de nuevos tormentos 
               que bebo y no desperdicio.
ARIADNA:       Tanto me hallo con la pena 
               del dolor que no mitigo, 
               que imaginando el descanso, 
               me cansa lo que imagino.
FEDRA:         No hallo a mi mal bien que pueda 
               tan feliz sustituirlo; 
               lo que necesito, es sólo 
               del bien que no necesito.
ARIADNA:       Esperar quiero a Tesco.
FEDRA:         Con Teseo determino
               que en él y en mi amor se logren 
               recíprocos los cariños.
ARIADNA:       Hora será de que venga.
FEDRA:         ¿Si a esta cuadra habrá salido?
               Porque en esta cuadra es donde
               con maña y con artificio
               cae de su prisión la puerta,
               donde logrará propicio 
               mi amor la dicha de verlo, 
               sin mostrarse el hado esquivo.
ARIADNA:       Descuidada dejé a Fedra; 
               que no quiero más testigos 
               de mi pasión amorosa, 
               que mis amantes suspiros.
FEDRA:         Temiendo estoy que Arïadna 
               me eche menos, porque libro 
               en su descuido el descanso 
               que sin ella solicito.

Sale TESEO
 
TESEO:         Hora será de que salga 
               el sol de Fedra divino, 
               que salir el sol de noche, 
               es gala de su prodigio.
               En esta parte pretendo 
               aguardarla, pues me dijo 
               que me esperaba esta noche. 
               ¡Oh, llegue ya, porque vivo 
               no tengo más que el tormento 
               que por ella paso, esquivo!  
               Pero hacia aquí, me parece,
               que he sentido de su aliño 
               pasar un crujir de seda.
ARIADNA:       Un bulto hacia aquí percibo.
TESEO:         0 es que hago con el deseo 
               verdad lo que aun no averiguo, 
               o siento ruido.
ARIADNA:                      ¡Oh, si fuera!
               Que asusta el bien por temído.
TESEO:         Llego a hablarle.
ARIADNA:                         A hablarle llego.
FEDRA:         A aquella parte he sentido 
               pasos. ¿Si será Teseo?
ARIADNA:       Mi bien es, o yo lo finjo.
TESEO:         Un infeliz, que cobarde 
               contra la razón de tibio, 
               teme, si aspira a dichoso, 
               riesgos de su precipicio.
ARIADNA:       Amor, ¿en qué me detengo?
TESEO:         Llego ciego al Sol que miro.
               ¡Hermoso sol, a quien hace, 
               con mucho aplauso festivo, 
               apagados rendimientos 
               de la noche el negro abismo, 
               mariposa enamorada, 
               a tornos de vuestros giros 
               libando ardores que bebo 
               qué dulce pira me erijo, 
               Ícaro de vuestros rayos, 
               si tan feliz me derrito! 
               ¡Oh qué gallarda es la muerte, 
               de un peligro tan altivo!
ARIADNA:       Cortesanías amorosas
               que al silencio las remito, 
               las halla mejor callando, 
               siempre un corazón ladino.
TESEO:         Si calláis a mis congojas, 
               que no pongáis, os suplico,
               a los oídos candados, 
               poniendo a las almas grillos.
ARIADNA:       Dar crédito a la fineza 
               es interés, con motivo 
               de logro, porque afïanza
               la aceptación de bien quisto.
FEDRA:         Si son Teseo y Arïadna, 
               Amor, ¿qué fiero cuchillo 
               a la garganta me has puesto 
               para morir a sus filos?
TESEO:         Tormenta corre anegado
               mi pecho, infeliz navío 
               con lastre de pensamientos 
               y velas de mis suspiros, 
               que al pecho, el cordel más flojo 
               le da, apretando nocivo, 
               cuando galantea su muerte, 
               razones de bien herido.
FEDRA:         Desdoro es de mi pasión 
               ser mi pesar tan sufrido; 
               pero vamos poco a poco, 
               tormentos, que es requisito 
               saber resistir amando, 
               el pesar que no resisto;
               pues si arriesgo lo que quiero, 
               peligro lo que he querido.  
               Mas contra mi pundonor 
               este desaire es indigno 
               de mi amor; pues ¡ea, pesares, 
               mirad que os desacredito! 
               ¡Vierta la ponzoña el labio!  
               Pero ¿tal pronuncio y digo? 
               ¿Yo aventurar lo que quiero?
               No, Amor. ¿Pues qué haré?  Sufrirlo.
TESEO:         Mi corazón hace alarde
               de que se ve a un tiempo mismo, 
               tan avaro de placeres 
               como de pesares rico.
               Baste ya, divina Fedra.
ARIADNA:       (¿Qué escucho? ¡Ah ingrato!  El juicio Aparte
               pierdo con desdén tan fiero.
TESEO:         ¿No respondéis?
ARIADNA:                      (¿Quién se ha visto     Aparte
               en lance tan apretado?
               Pero fingir determino
               que soy Fedra. ¡Oh qué costoso 
               examen el de un martirio!
FEDRA:         ¿No me nombraron?  Sí, pienso, 
               si, que el eco bien distinto 
               de mi desgraciado nombre 
               me trajo este infausto aviso.  
               Yo no me engaño. Arïadna 
               es la que--según colijo 
               por los ecos--con Teseo 
               logra el bien de que me privo.
ARIADNA:       Cuando llego a responderos,
               de vuestro amor no me obligo, 
               porque os hallo para amante 
               con señas de poco fino.
TESEO:         Quien por culto os rinde un alma 
               tan postrada, el sacrificio,
               que se acredita de vuestro, 
               amitidlo, no por mío.
ARIADNA:       Agravio es, más que fineza 
               el vuestro, que si lo admito, 
               con lo mismo que obligarme 
               intentáis, me desobligo.
TESEO:         No os entiendo.
ARIADNA:                      Si más cuerdo
               no lo miráis, y preciso 
               estudiáis, como ignorante 
               aprended mejor estilo.
TESEO:         ¿Qué es esto que me sucede, 
               Señora?  Si en el bajío 
               de lo infeliz dio mi nave, 
               mi suerte lo habrá querido.
               Aunque por amaros sea 
               como descollado pino 
               que--verde gigante--un rayo 
               su vana pompa deshizo; 
               como la flor, que a la Aurora 
               le bebió el blanco rocío, 
               para morir a la tarde 
               de achaque de haber nacido; 
               como en cuna azul el sol, 
               purpúreo rubí encendido, 
               que después en el ocaso, 
               topacio agoniza tibio; 
               como la menuda grama, 
               cuyo verde, hermoso aliño 
               en seco polvo convierte 
               el brasero del estío; 
               como cristal que, en verano 
               corriendo, armónico vidrio,
               comprimido en el invierno
               suspende lo fugitivo;
               así seré.  Porque yo,
               nave en golfos de peligros, 
               pino mi altivez errada, 
               flor mi amor, mi daño estío, 
               rayo el incendio del pecho, 
               cristal el mar de suspiros, 
               si encuentro por mis desgracias, 
               entre males tan nocivos, 
               para mi cristal invierno, 
               para mi escollo desvíos, para 
               mi sol triste ocaso, 
               para mi nave bajíos, 
               para mi flor desalientos, 
               para mi verdor olvidos, 
               todos aquestos contrarios 
               de mi amor fieros ministros, 
               me parecerán lisonja 
               cuando los logre castigo.

Asómase LÁURA con BACO al paño
LAURA:         Bien podéis entrar, que aquéste 
               es el señalado sitio.
BACO:          Lo que aquí os debo, no dudo 
               satisfaré agradecido.
LAURA:         Entrad, que ya voy volando 
               a darle a mi ama aviso 
               de que aquí estáis.  (Con Teseo,     Aparte
               a su amor albricias pido.)

Sale BACO
BACO:          Por ver si me dan las sombras 
               la luz, que águila registro, 
               vengo; pues de Ariadna hermosa 
               citado esta noche he sido.
ARIADNA:       Hacia allí he sentido pasos.
TESEO:         Hacia aquí siento rüido.
ARIADNA:       Si me ven, perdida soy.
TESEO:         Mucho pierdo si soy visto.
BACO:          Llego, que según las señas, 
               presumo, sin ser delirio, 
               que me alumbra a ser dichoso
               la estrella de quien me fío.  
               Llego, pues que Ariadna es ésta.

Llégase a FEDRA
               Permitid, sol más divino, 
               que no os oculten las sombras, 
               porque del sol siempre han sido 
               unos bastardos borrones 
               que se pierden desmentidos.  
               A obedeceros dichoso
               vengo; porque han sido siglos 
               los que he tardado viniendo 
               esclavo, sólo a serviros.
FEDRA:         (¿Si es éste, Teseo?  Pues antes,      Aparte
               averiguarlo es preciso.)
               Extraño vuestra venida.
BACO:          ¿Qué decís?
FEDRA:                    Lo que yo os digo 
               es que la venida extraño.
BACO:          Ya sé, a costa de suspiros, 
               que es Lidoro solamente 
               de vuestros favores digno.
FEDRA:         (Teseo ha sabido, sin duda,        Aparte
               que me pretende.)  Atrevido,
               sobre hallaros desatento, 
               estáis.
ARIADNA:               Yo cierro el postigo 
               de esta puerta, que mi padre 
               sé que no está recogido.  
               Dejaros quiero.
TESEO:                        ¿Qué escucho?
               ¿Cómo este pesar recibo? 
               ¿Os vais?

Vase ARIADNA
                          Pero me parece
               que ha venido gente.  Indicio 
               de su afrenta y de su agravio 
               es, y vengar determino,  
               a despecho de mis celos, 
               esta injuria.  Aquí escondido 
               he de examinar mi daño.

Escóndese TESEO
FEDRA:         (Con desdenes, con desvíos        Aparte
               he de probar su fineza.)
               Idos luego.
BACO:                       Resistiros
               mal podré.
TESEO:                   Sin duda es Fedra, 
               que sintió que había venido 
               quien con otro hilo, pendiente 
               tiene mi vida en un hilo. 
               ¿Para qué fue el de Arïadna? 
               ¡Oh, engañoso basilisco, 
               que disfrazando los ojos, 
               me has muerto por el oído!
FEDRA:         Si a mi vista os he encontrado 
               tan amante y tan rendido 
               como os he atendido, en vano 
               será el que os escuche.  Idos.
BACO:          No entiendo lo que decís.

Sale ARIADNA
ARIADNA:       (Vengo, por ver si consigo         Aparte
               despacio hablar con Teseo.)
BACO:          (Para este empeño es preciso          Aparte
               el valerme de una industria.)
               Aquel favor, si fue mío 
               de enviarme vos una pluma, 
               decidme, ¿qué fue el motivo?
ARIADNA:       (Peor es esto; ésta es sin duda       Aparte
               Fedra, y Teseo el atrevido 
               que con ella aquí está hablando.  
               Erré en irme; pero libro 
               mi defensa en mi venganza.  
               Pensando que habla conmigo, 
               es Teseo; no hay dudarlo. 
               ¿Cómo rayos no fulmino, 
               pues yo la pluma le envié?)
FEDRA:         ¿Yo, pluma? Ése es desvarío. 
               ¿Banda es lo mismo que pluma?
TESEO:         ¿Banda escuché? ¿Esto es fingido?
               ¿Si es Fedra pensando que 
               soy yo?  Claro es el indicio.
ARIADNA:       Con la pluma solamente 
               tengo mi engaño entendido. 
               ¡Oh falso! ¡Oh aleve amante!
FEDRA:         (Quiero estorbar un peligro        Aparte
               aquí, para que se vaya 
               con sólo mudar de estilo.)
               Esto no ha sido otra cosa, 
               que examinamos de fino.

Sale CINTIA
CINTIA:        Señora, mira que es Fedra.
ARIADNA:       ¿Qué dices?
TESEO:                    (Que es Fedra ha dicho  Aparte
               esta voz; pues ¿a qué aguardo? 
               ¡Muera el traidor enemigo!)

Sale ATÚN al paño
ATÚN:          Poco a poco abro la puerta 
               de este que parece el limbo, 
               porque ya tarda mi amo.
BACO:          Tan vuestro me sacrifico, 
               que nadie podrá estorbarle.

(Sale TESEO al paño con la espada desnuda, y riñen
TESEO:         Si no es yo.

FEDRA:                      Hombre atrevido, 
               ¿quién eres que de esta suerte 
               haces gala de un delito?
BACO:          Yo sabré aquí castigarlo.
TESEO:         Verás cómo vengativo, 
               con esta lengua de acero 
               mi ofensa esta vez te digo.
FEDRA:         ¡Laura!
ARIADNA:                 ¡Cintia, ven aprisa!
FEDRA:         ¡Luces!
TESEO:                   Si no me retiro,
               dama y vida arriesgo a un tiempo.

Sale LIDORO al paño
LIDORO:        Asaltado de improviso
               rondando la luz de Fedra, 
               hacia esta parte he sentido 
               ruido de espadas; ya es fuerza 
               salir.

Sale, y riñe con BACO
                     ¿Qué es esto?
ATÚN:                              En conflicto
               está mi amo.  ¡Señor!
TESEO:         ¿Eres Atún?
ATÚN:                      Soy el mismo.
TESEO:         Pues por sagrado nos valga, 
               esta vez, el laberinto.  
               Entrémonos, que las luces 
               sacan ya.
ATÚN:                    ¡Por Dios, que es lindo!  
               Acaba que si nos miran, 
               hemos de ser muy mal vistos.

Éntranse ATÚN y TESEO en el laberinto, y salen LAURA y CINTIA con con luces
LAURA:         Señora, aquí están las luces.
CINTIA:        ¿Qué mandas?
BACO:                      ¿Pero qué miro?
               ¿No es Lidoro el que aquí veo?
LIDORO:        ¿No es Baco éste?  El enemigo 
               con quien él se acuchillaba, 
               ¿adónde está?  Encanto ha sido.
FEDRA:         Valdréme de mi respeto 
               en empeño tan crecido.
ARIADNA:       De mi decoro me valgo, 
               que éste es remedio preciso.
FEDRA:         ¡Fuerte lance es, si lo vieron!
ARIADNA:       Teseo no ha sido visto
               de alguno. ¡Fue suerte grande 
               con que él aquí está escondido!
FEDRA:         Este aprieto, con mi enojo 
               aquí alentar determino.
               ¿Vos, Lidoro, de esta suerte?
ARIADNA:       ¿Vos, Príncipe, desmedido 
               profanando este sagrado?
BACO:          Yo, Señora, sólo digo...
LIDORO:        Yo, Señora, a vuestra voz...
BACO:          Atento siempre y rendido, 
               he venido.
LIDORO:                   No he faltado.
ARIADNA:       Mi padre, con el castigo 
               de atrevimiento tan grande, 
               satisfará este delito.
LIDORO:        ¿Qué es lo que a mí me sucede?
BACO:          ¿Qué es lo que me ha sucedido?
               (En Lidoro he de vengar            Aparte
               los celos que aquí averiguo.)
               Por darle a Su Majestad 
               una nueva, había venido, 
               que me escribieron de Atenas.
LIDORO:        La misma a mí me han escrito.
LAURA:         (Esto entre los dos se llama       Aparte
               herir por los mismos filos.)
BACO:          (¡Que de mi industria se valga!)    Aparte
LIDORO:        (Su disculpa me ha valido.)        Aparte
FEDRA:         ¿Pues qué hace a lo descompuesto, 
               la nueva?
BACO:                    Haber presumido
               algún rüido en palacio.
LIDORO:        Este alboroto fue el mismo 
               que me trajo de esta suerte.

Apartes de cada uno
BACO:          (Lidoro ha perdido el juicio;      Aparte
               pero de celos reviento.)
LIDORO:        (¿Quién sería el escondido           Aparte
               que reñía aquí con Baco? 
               ¿Es soñado lo que miro?)
FEDRA:         (Sólo en librarse Teseo               Aparte
               toda mi fortuna libro.)
ARIADNA:       (Estando Teseo sin riesgo,         Aparte
               ya no temo algún peligro.)
LIDORO:        (Vamos a pensar, venganzas,        Aparte
               el modo de concluíros.)
BACO:          (Busquemos breve, tormentos,       Aparte
               remedio para el alivio.)
FEDRA:         (Adelantemos, rigores,             Aparte
               memorias contra el olvido.)
LIDORO:        (Pues amarte contra el riesgo...)  Aparte  
BACO:          (Resuelto contra mí mismo...)         Aparte
FEDRA:         (Opuesta contra mi estrella.)      Aparte
ARIADNA:       (Determinada me alisto.)           Aparte
BACO:          (...yo a morir...)                 Aparte
LIDORO:                     (...yo a padecer...)  Aparte

BACO:          (...por amante.)                   Aparte
LIDORO:                       (...por rendido.)
FEDRA:         (¿Pero, sabrá mi congoja...)          Aparte
ARIADNA:       (Pero, sabrá mi delirio...)       Aparte
LAS DOS:       ...sentir que en mis confusiones,
               amor es más Laberinto?

 

FIN DE LA SEGUNDA JORNADA


JORNADA TERCERA

 

Sale RACIMO con un papel
RACIMO:           ¡Cielos, que tenga yo un amo 
               de tan extraño caletre, 
               que siendo único Señor
               de Tebas, adonde tiene 
               tabernas y bodegones 
               adonde a sus anchos puede 
               comer a qué quieres boca, 
               beber a tente bonete,
               a Creta se haya venido
               a campar de pretendiente, 
               y con el vino y amor
               ande obligando a que piensen,
               viéndole Baco y amante, 
               que asomado está dos veces!  
               Y ahora, porque Lidoro 
               le ha causado celos, quiere 
               que este maldito papel 
               de desafío le lleve 
               al dicho príncipe yo; 
               pero mi miedo, que tiene 
               su poco de zahorí, 
               sin haber nacido en viernes, 
               temiendo que el tal Lidoro    
               quiera, por el porte, hacerme 
               merced de ensayar conmigo 
               la pendencia, me parece
               que es mejor buscar algún
               paje que el papel le lleve,
               y antes que él me dé los tajos,
               darle yo con los reveses.

Sale ATÚN
ATÚN:          A darle un recado a Fedra
               vengo, y temo que me encuentre 
               alguno; pero no importa, 
               pues conocerme no puede 
               alguno, porque en palacio 
               es la cosa mas corriente 
               que se están viendo las caras 
               y no pueden conocerse.
               Y si acaso me preguntan,
               fácil será responderles 
               que soy uno de los que 
               son entrantes y salientes, 
               sin que sepan ellos mismos 
               por qué van ni por qué vienen; 
               a los cuales, un autor 
               de chistes y de sainetes, 
               no halló más definición, 
               que llamarles mequetrefes.
RACIMO:        Hacia acá viene un lacayo.
               ¡Oh, quiera el cielo que acierte 
               a urdir bien esta tramoya!
               ¿Oye, hidalgo?
ATÚN:                         ¿Qué me quiere?
RACIMO:        ¿Quién es?
ATÚN:                    Mequetrefe soy.
RACIMO:        ¿Y a quién sirve?
ATÚN:                          A Mequetrefe.
RACIMO:        ¿Quién es Mequetrefe?
ATÚN:                                Yo.
RACIMO:        Miente.
ATÚN:                 No miento.
RACIMO:                          Sí miente.
ATÚN:          ¿Qué haces, hombre?  Mira que 
               ofendes a mucha gente; 
               porque es muy largo el linaje 
               de los Meques y los Trefes.
RACIMO:        Yo sé que sirve a Lidoro.
               (Así le obligo a que lleve       Aparte
               el papel.)
ATÚN:                    Así es verdad,    
               que le sirvo; no se altere.
               (¿Qué mal puede estarme               Aparte
               a mí que aquéste me Lidoree?)
RACIMO:        En fin, ¿le sirve a Lidoro?
ATÚN:          Como cuatro y tres son siete.
RACIMO:        Pues llévele este papel; 
               que yo sé que por él lleve 
               unas famosas albricias.
ATÚN:          ¿Albricias?  Pues que me tuesten, 
               si éste no es de alguna infanta.
RACIMO:        (Inclinación de alcahuete         Aparte
               tiene.)
                      Claro está, y no menos 
               que de Fedra.  (Así, al pobrete   Aparte
               le obligo a la diligencia.)
               Adiós.

Vase RACIMO
ATÚN:                Adiós.  Lindamente 
               me ha sucedido este caso; 
               mas ¿qué fuera que me diese 
               cualque cadena o diamante, 
               por el porte del billete?  
               Que a los príncipes de Epiro, 
               alguno quitar no puede 
               que, al uso de los de España, 
               ensortijen y encadenen.
               Voy a buscar a Lidoro.

Sale TESEO
TESEO:         Atún, ¿ qué papel es ése?
               ¿Viste a Fedra? ¿Es suyo acaso?
ATÚN:          (Es del diablo, que me lleve,      Aparte
               pues tan desgraciado soy.  
               Mas, puesto que ya no tiene 
               remedio, diré que sí, 
               y que escrito para él viene.
TESEO:         ¿De qué te turbas, Atún?
ATÚN:          Estoy pensando si tienes 
               alguna joya que darme 
               de albricias, que las merece 
               el papel.
TESEO:                   Dame.  La nema
               está tan fresca, que puede 
               abrirse el billete, sin que 
               llegue el papel a ofenderse.

Lee
               "Príncipe, descubiertos ya los engaños, 
               con que sirviendo a las dos Infantas me 
               ofendéis, con la una en el gusto y con 
               la otra en el pundonor, no me queda a 
               qué apelar, sino a la venganza.  En el 
               parque os espero.
                                        Baco."

               ¿Qué es esto que escucho? 
               ¿Pues así, infame, tú te atreves 
               a burlarme?

Dale
ATÚN:                     ¡Ay de mis cascos!  
               Espera, Señor, advierte 
               que soy Atún y no pulpo, 
               que con golpes se enternece. 
               ¿Aquéstas son las albricias?
TESEO:         Las que tu traición merece 
               son, villano.  Pero, ¿cómo 
               mi cólera se detiene, 
               que no voy a castigar 
               al que atrevido me ofende?

Vase TESEO
ATÚN:          Allá vas, y nunca tornes. 
               ¿A quién, cielos, le sucede 
               buscar vueltas de cadena 
               y encontrarlas de puñetes?  
               Pues sin duda alguna, 
               Fedra expresaba claramente, 
               en él, de Lidoro el nombre, 
               y con favores corteses 
               le trataba; por lo cual 
               mi amo, vuelto una sierpe, 
               quiere que le pague yo 
               lo que Lidoro le debe.  
               Pero el papel está aqui,
               que al querer darme impaciente, 
               se le debió de caer. 
               ¡Oh quién ahora supiese 
               leer, para saber todas 
               las locuras que contiene!
               Pero pues él a Lidoro
               se escribió, y está de suerte 
               que puede otra vez cerrarse 
               sin que llegue a conocerse, 
               ¡vive Dios! que he de llevarlo 
               a Lidoro, que no siempre 
               tengo de ser desgraciado; 
               que bien puede sucederme 
               que, pues del pan y del palo 
               todos participar suelen, 
               y aquí encontré con el palo, 
               allá con el pan encuentre.

Vase ATÚN. Salen BACO y el rey MINOS
BACO:             ¿Qué es, Señor, lo que mandáis?
MINOS:         Conozco vuestra prudencia, 
               y un cuidado fiaros quiero.
BACO:          (¡Cielos, que ahora me venga        Aparte
               el Rey a estorbar que vaya 
               donde Lidoro me espera!) 
               ¿Qué manda Tu Majestad?  
               Pues sabe que es la respuesta
               de la voz de su precepto, 
               el eco de mi obediencia.
               (¡Quién pudiera despedirse!)           Aparte
MINOS:         Sabed, Príncipe, que apenas 
               tuve el gusto de pensar 
               que quedaba satisfecha, 
               en la muerte de Teseo, 
               con mi venganza, mi ofensa, 
               cuando un confidente mío 
               que tengo dentro de Atenas, 
               me avisa que así que supo 
               de su príncipe la nueva, 
               se alteró el reino, de modo 
               que no hubo persona exenta 
               que no se alistase, haciendo 
               homenajes y promesas 
               de no volver a la patria 
               sin dejar antes a Creta, 
               o convertida en cenizas 
               o reducida a pavesas.
               Y en fin, que embarcados todos 
               en una armada tan gruesa 
               que quedando el mar poblado, 
               queda desierta la tierra, 
               navegan ya; pero yo 
               prevenirme, de manera 
               que la prevención, cordura 
               y no recelo parezca, 
               quisiera, porque los míos, 
               viéndome temer, no entiendan 
               que ya empieza a ser vencido 
               quien a recelarse empieza.
               Mas venid, veréis las cartas, 
               para que mejor con ellas 
               confiramos lo que hacerse 
               debe, que aquestas materias 
               se han de resolver despacio, 
               y ejecutarse de priesa.
BACO:          Vamos. (¿Qué dirá Lidoro              Aparte
               de mi tardanza?  Mas fuerza 
               es seguir al Rey ahora; 
               pues aunque quede mal puesta 
               mi opinión, sabrá después 
               volver mi valor por ella.)

Vanse el rey MINOS y BACO. Sale TESEO
TESEO:            Cansado estoy de esperar 
               a que venga mi enemigo, 
               que de esperar me fatigo 
               aun más que de pelear.
                  ¡Válgame Dios! ¿Quién diría 
               a Baco cuanto pasó; 
               que Arïadna me libró 
               y que Fedra me quería?
                  Pues... Pero acá un caballero, 
               si no me engaño, llegar 
               veo; justo es aguardar,
               por si no fuere el que espero.

Sale LIDORO con un papel
LIDORO:           Agora, de recibir
               acabo aqueste papel, 
               y a dar la respuesta de él 
               quiere mi valor salir.
                  Porque sin duda, pretende 
               Baco mi juicio trocar, 
               pues me llega a mí a acusar
               de lo mismo en que él me ofende;
                  porque cuando él inconstante, 
               con Fedra ofende mi amor, 
               me acusa de que, traidor, 
               de Arïadna soy amante.
                  Sin duda, su engaño piensa, 
               fingiendo que le compito, 
               hacer común el delito 
               por hacer menor la ofensa.
                  Mas pues yo no se la hice, 
               y él a mí sí, morirá 
               por la causa que me da,
               y no por la que me dice.
                  Pero mi vista previene 
               hacia allí un bulto.
TESEO:                             ¿Quién va?
LIDORO:        Sin duda es Baco el que está.
TESEO:         Sin duda es Baco el que viene.
LIDORO:           Príncipe.
TESEO:                      ¡Acabad, por Dios,
               de llegar!  Reñir podéis, 
               que en ver que quien soy sabéis, 
               conozco yo quien sois vos.

Riñen los dos
LIDORO:           ¡Qué valor!
TESEO:                        ¡Destreza rara!
LIDORO:        Valiente sois.
TESEO:                        Tengo honor.
LIDORO:        A no tener mi valor,
               pienso que el vuestro envidiara.
TESEO:            No tenéis que envidiar, cierto; 
               que un Hércules en vos veo.
LIDORO:        Cumplir con quien soy deseo.  
               Mas, ¡ay de mí!, que me has muerto.

Cae
TESEO:            ¡Cielos, mi peligro es fuerte 
               si hallan que fui su homicida, 
               pues sobre deber mi vida, 
               he cometido otra muerte!
                  pienso que el mejor modo 
               de enmendarlo, es apartarme;
               pues con sólo retirarme 
               queda remediado todo.

Vase TESEO. Sale BACO
BACO:             ¡Qué cansado ha estado el Rey!  
               No sé cómo lo he sufrido; 
               porque, como eran tan otros 
               sus cuidados de los míos 
               por más que me consultaba 
               sus políticos designios, 
               no pasaban sus razones 
               de aquel exterior rüido 
               que no pasa a la atención 
               aunque llega a los oídos.
               ¿Pero qué quietud es ésta?  
               A nadie en el Parque miro. 
               ¿Qué fuera que de cansado 
               de esperarme, se haya ido 
               Lidoro?  Pero ¿qué es esto?  
               A los rayos mal distintos 
               de la luna, miro un hombre 
               que en mortales paroxismos, 
               da entre las muestras de muerto, 
               escasas señas de vivo.
               ¿Quién será? ¡Válgame el Cielo!

Dentro, una voz
VOZ:           Hacia el Parque fue el rüido.

Salen TEBANDRO y GUARDAS
TEBANDRO:      Hacia aquí dicen las voces; 
               y no mal, cuando distingo 
               un hombre embozado, y otro 
               a sus pies, muerto o herido.  
               Llegad a reconocerlos.
TODOS:         Daos a prisión.
BACO:                         Mal reprimo 
               la cólera.

Descúbrese
                         Ved, Tebandro,
               que soy yo, y que a aqueste sitio 
               llegué apenas, cuando en él 
               vi lo que vos habéis visto.
TEBANDRO:      Que vos lo digáis, Señor, 
               me basta; pero es preciso 
               reconocerlo.
BACO:                       Llegad.
TEBANDRO:      ¿Qué es esto, cielos divinos? 
               ¿Qué es lo que miran mis ojos? 
               ¿No es el príncipe de Epiro 
               Lidoro, el que casi ya 
               en los últimos suspiros, 
               está haciendo de su sangre 
               infelices desperdicios?
BACO:          Cielos, ¿cómo pudo ser?
TEBANDRO:      Señor, pues cuando vos mismo 
               habéis sido el agresor, 
               ¿os admiráis?
BACO:                         Pues me admiro,
               claro está que no fui yo; 
               que mal pudiera mi brío 
               querer, con negar la culpa, 
               hacer bajeza el delito.
TEBANDRO:      Ved, Príncipe, que en palacio 
               estaban ya muy sabidos 
               los disgustos de los dos, 
               por causas que no averiguo. 
               Y a un hombre como Lidoro, 
               ¿quién hubiera que, atrevido,
               osara darle la muerte, 
               sino vos?

Llega uno de los guardas con el papel
GUARDA:                   Allí caído 
               estaba aqueste papel, 
               que es factible que haya sido 
               de Lidoro, y que por él 
               saques algo.
TEBANDRO:                   Bien has dicho.  
               Quiero ver lo que contiene.  
               Llega la luz.
GUARDA:                     Ya te sirvo.

Lee
 

		   "Príncipe, descubiertos ya los engaños, 
               con que sirviendo a las dos Infantas me 
               ofendéis, con la una en el gusto y con 
               la otra en el pundonor, no me queda a 
               qué apelar, sino a la venganza.  En el 
               parque os espero.
                                        Baco."

TEBANDRO:      Veis, Príncipe, cómo para 
               sustanciar este delito, 
               ya sobran las evidencias 
               si faltaban los indicios.
               Mas, supuesto que no soy 
               aquí yo más que un ministro, 
               que en vos no puedo tener 
               jurisdicción ni dominio, 
               sólo me toca dar cuenta 
               al Rey de lo sucedido, 
               y si por vos me pregunta, 
               decirle que no os he visto;
               aun bien, que vos no sois hombre 
               que puede estar escondido.
               Vosotros ese cadáver
               llevad.

Vanse y queda BACO
BACO:                  ¿Habrá sucedido 
               a alguno tal confusión,
               como hallarse de improviso, 
               sin haber tenido culpa, 
               convencido de un delito?  
               El papel que yo a Lidoro 
               escribí del desafío,
               es el que más me condena.
               ¿Quién creerá, cielos divinos, 
               que la culpa no es verdad 
               y que es verdad el indicio? 
               ¿Hase visto igual aprieto 
               como estar a un tiempo mismo, 
               por una parte inocente, 
               por otra parte convicto 
               del delito que no tengo?
               Decir que yo vengativo 
               le di la muerte, demás 
               de dar fuerzas al peligro, 
               es mentira y es bajeza; 
               y es de mi valor indigno, 
               que una bajeza cometa 
               por complacer un delirio.
               Si digo que no, el papel 
               es tan terrible testigo, 
               que aunque yo escribirlo pude, 
               nunca podré desmentirlo.
               Demás de que no he de haceme 
               tanto desaire yo mismo, 
               como decir la verdad 
               donde no he de ser creído.  
               Pues ya que no tengo medio, 
               ni puede hallar el jüicio, 
               ni pruebas para negarlo 
               ni razón para decirlo, 
               irme de Creta es mejor, 
               puesto que tengo navíos 
               en que poder embarcarme, 
               antes que corra peligro 
               en reino extraño mi vida, 
               o sabiendo los de Epiro 
               de su Príncipe la muerte, 
               hallando desprevenidos 
               a mis estados, en ellos 
               se venguen.  Adiós, hechizo 
               de Creta, que en este Alcázar 
               no hay un solo Laberinto.

Vase. Salen ARIADNA y ATÚN
 
ATÚN:             Lo que te digo ha pasado, 
               Señora, y tengo por cierto,
               que Lidoro queda muerto 
               y el palacio alborotado.
ARIADNA:       ¿Y es Teseo quien le ha dado 
               la muerte?
ATÚN:                     No hay que dudar, 
               porque yo al verle bajar 
               al parque, armado y crüel, 
               bajé escondido tras él 
               y se lo vide matar.
                  Demás, que él ahora ha entrado 
               mostrando indicios no escasos 
               con apresurados pasos 
               y con aliento turbado, 
               el acero ensangrentado, 
               el rostro pálido y fiero, 
               el labio mudo, parlero, 
               el color tal, que pensara 
               cualquiera, que de la cara 
               se fue la sangre al acero;
                  que de esta manera ahora 
               allá dentro lo dejé.
ARIADNA:       ¿Y sabes tú, por qué 
               fue la pendencia?
ATÚN:                           No, Señora.
ARIADNA:       ¡Ay de aquélla que le adora, 
               y una vida que advertida 
               guardó, ve casi perdida!  
               Pues si le prenden, no queda 
               hilo ya con que se pueda 
               restaurar el de su vida.
                  Temo le prendan; porqué 
               entonces el duro filo 
               cortará a su vida el hilo 
               que yo con otro anudé; 
               y porque mi industria fue 
               Laquesis, en mal tan fuerte, 
               ¿qué razón hay, si se advierte,
               que al mirarla combatida, 
               la Laquesis de su vida 
               sea Atropos de su muerte?
                  Cuánto es mejor el crüel 
               lance huir, pues con huír, 
               a él lo libro de morir, 
               y a mí de morir con él; 
               de manera, que fiel 
               a los dos soy este día, 
               pues de su nobleza fía 
               mi amor, que me restituya, 
               viendo que libro la suya, 
               en él la suya y la mía.
                  Parte, Atún, y dí a Teseo
               que venga a verme al momento.
ATÚN:          Será con mi movimiento 
               un tullido tu deseo; 
               pues sólo tu ingenio, creo, 
               que nos podrá dar favor, 
               sacando de tu labor 
               vida que darnos, y agudo 
               darla en un dedal, quien pudo 
               darla en un devanador.
                  Pero si acaso ha salido 
               mi amo fuera, ¿qué haré?
ARIADNA:       Díle que no entre, porqué 
               puede de lo sucedido 
               resultar algún rüido, 
               y en todo caso será 
               bien que esté fuera; pues ya 
               no es segura la prisión, 
               que yo estaré en el balcón, 
               que al parque cae.
ATÚN:                            Bien está.

Vase ATÚN
ARIADNA:          Amo a Teseo, y temo de manera 
               su muerte, que me fuera más ligero 
               tormento si, muriendo yo primero, 
               los riesgos de su vida no temiera.
                  Mil veces mi temor lo considera 
               blandido sobre el cuello el duro acero,
               y tantas veces yo del susto muero 
               cuantas presumo que él morir pudiera.
                  Y no es el mayor daño, si se advierte,
               estar de tantos riesgos combatida, 
               que otro mal tengo que temer más fuerte;
                  que es pensar que con alma fementida, 
               en algún tiempo puede darme muerte, 
               a quien yo tantas veces doy la vida.

Vase ARIADNA. Salen TESEO y FEDRA
FEDRA:            ¿Qué dices? ¿La muerte a Baco 
               le diste tú?
TESEO:                      Sí, Señora,
               que lo que atestigua el brazo, 
               mal lo negará la boca.  
               Recibí un billete suyo, 
               en que su pasión celosa 
               brevemente se explicaba, 
               por querer presuntüosa 
               remitir la explicación 
               de su cólera a las obras; 
               bien, que expresaba que yo, 
               por gusto o por vanagloria, 
               a las dos os sirvo, y que 
               le ofendo en entrambas cosas; 
               en la opinión con la una, 
               y en el gusto con la otra.
               El cómo llegar pudiese
               él a saber nuestra historia, 
               no me toca averiguarlo, 
               aunque sentirlo me toca.  
               Salí, en fin, al desafío, 
               fue mi espada más dichosa, 
               di la muerte; ya lo sabes 
               todo.  Pues escucha ahora 
               a lo que vengo.  Bien sabes, 
               adorada Fedra hermosa, 
               que desde el primer instante 
               que te vi, te entregué toda 
               el alma, tan sin reservas, 
               que aun mis ansias amorosas 
               no fueron mías, ni pude 
               merecer en las congojas;
               porque a ninguno le pueden 
               dar mérito ajenas obras, 
               y siendo tuyas las mías 
               pareciera acción impropia 
               si quisiera mi cariño 
               que te obligaras de cosa 
               que era tuya; de manera, 
               que incapaz la vanagloria 
               quedó de poder servirte, 
               pues reducida a una sola 
               acción, la mayor fineza 
               fue no poder hacer otra.
               También sabes que Arïadna, 
               o por noble o por piadosa, 
               hizo empeño de librarme 
               con finezas tan heroicas, 
               con industrias tan agudas 
               y acciones tan generosas, 
               que a hallarme con alma, 
               fuera darle el alma paga corta; 
               pues cuando tan soberanas 
               son las prendas que la adornan, 
               obró tan fina conmigo 
               como si no fuera hermosa; 
               pues bien sabes que en los duelos, 
               que allá disputáis vosotras, 
               ofende a su punto quien 
               con finezas enamora.
               Y aun juzgo que ésta es la causa 
               porque de ingratas blasonan 
               todas las hermosas, dando 
               a entender presuntüosas, 
               que a quien la beldad no falta, 
               todo lo demás le sobra.
               Y siendo... Pero, ¿qué es esto, 
               que parece que te enojas 
               porque alabo su hermosura?  
               La desatención perdona, 
               y no tengas por delito, 
               cuando el alma le es deudora, 
               que pues no puede en afectos, 
               en aprecios corresponda; 
               que muy bien puede un amante 
               que en esta duda zozobra, 
               ser fino con la que quiere, 
               sin ser grosero con otra.
               Y si todo esto no basta, 
               baste el ver que vengo agora 
               a rogarte que, supuesto 
               que ya la traza ingeniosa 
               que conservaba mi vida 
               se acabó, pues tú no ignoras 
               que quien se lo dijo a Baco 
               se lo dirá a otras personas,
               y añadiéndose a este riesgo 
               el que es muy factible cosa 
               que sepan que fui yo quien 
               le maté, con que se dobla 
               el riesgo; pues quien le dio 
               a él de mis acciones todas 
               cuenta, no es mucho que de él 
               supiese que con celosa 
               resolución me retó, 
               y de aquí infiera con poca 
               dificultad el suceso, 
               sin quedar a mis congojas, 
               ni consuelo que las temple 
               ni asilo que las socorra.
               Y no pienses que es el riesgo 
               de mi vida quien me asombra, 
               pues me llamara feliz 
               a peligrar ella sola; 
               pero bien ves que Arïadna 
               y tú, en las inquietas olas 
               zozobráis de los peligros 
               de la vida y de la honra; 
               y por evitar tan grande 
               riesgo, discurro, Señora, 
               que sólo puede la fuga 
               libertar nuestras personas.
               Si es verdad, hermosa Fedra, 
               el amor de que blasonas, 
               si no te ofenden mis ruegos, 
               si te mueven mis congojas, 
               vamos a Atenas, que allá 
               puestos, no es dificultosa 
               empresa alcanzar perdón 
               de tu padre, que aunque agora 
               se muestra tan enemigo, 
               si una vez las armas toma 
               mi valor, yo sé que es fácil 
               conseguirlo; porque hay cosas 
               que se niegan en la paz 
               y que en la guerra se otorgan.  
               Pues yéndote tú conmigo, 
               pensarán que tú, amorosa, 
               me diste la libertad, 
               y con eso de la sombra 
               de la sospecha Arïadna 
               queda libre, y la corona 
               ceñirá a solas de Creta, 
               y tú, de Atenas Señora 
               serás, y del alma, que es 
               posesión más generosa. 
               ¿Qué dices?
FEDRA:                    Digo, Teseo,
               que mi vergüenza deudora
               te queda de la atención; 
               pues cuando son tan notorias 
               las razones que me obligan 
               a que la fuga disponga, 
               y que casi me forzaran 
               a decírtelo animosa, 
               con de irlo tú me excusas 
               el que yo te lo proponga; 
               porque no sé qué se tiene 
               el disponer amorosas 
               resoluciones, que suena 
               siempre mejor en la boca 
               del galán que de la dama, 
               pues para ostentar heroica 
               de amante, conceder basta, 
               porque proponer es cosa 
               en que se aja la hermosura 
               o el respeto se abandona.  
               Y la que a su amante ruega, 
               aunque sepa que él la adora, 
               sí no queda desairada 
               no quedará muy airosa; 
               que el decoro de las damas 
               tiene tantas ceremonias, 
               que para cumplir con ellas 
               sin agraviarse a sí propia, 
               ha menester una dama, 
               aun cuando amante se nombra, 
               dar a entender que se vence,
               mas no mostrar que se postra.
               Esto supuesto, dispón
               de mi vida y mi persona, 
               que a quien dice que te quiere, 
               todo lo demás le sobra.
TESEO:         Dulce imán de mis sentidos, 
               deja que a tus plantas ponga 
               mis labios.
FEDRA:                      Alza del suelo
               que no es razón, cuando gozas 
               todo el dominio del alma, 
               que así estés.
TESEO:                        Si generosa
               doblas los favores tú, 
               ¿por qué te admira si dobla 
               la recompensa mi amor?
               Adiós, mi bien, que ya es hora 
               de disponerme.
FEDRA:                        Ven luego
               que alguna nave dispongas, 
               en que nos podamos ir, 
               supuesto que hay tanta copia 
               en el puerto siempre de ellas, 
               y no dudo que entre todas, 
               haya alguna de tu reino, 
               la cual podrás con mis joyas 
               fletar; pues con el disfraz 
               no es fácil que te conozcan.
TESEO:         Pues yo voy.
FEDRA:                      Y cuando vuelvas
               no entres, que yo cuidadosa 
               te esperaré en esa puerta
               del parque, que así se logra 
               mejor el no ser sentido.
TESEO:         Pues adiós, mi prenda hermosa; 
               y pues eres deidad, manda 
               que se anticipen las horas 
               que voy a estar sin tu vista.
FEDRA:         Diligencia fuera ociosa, 
               a poder ser, pues sin ti, 
               aunque a un solo instante todas 
               se redujesen, sería 
               eternidad de congojas.

Vanse TESEO y FEDRA. Sale BACO embozado
BACO:             ¡Que cuando de un delito convencido
               me miro, sin haberío cometido,
               y cuando en la desdicha de Lidoro 
               la muerte sé y el agresor ignoro 
               que en el parque matándolo primero, 
               impidió la venganza de mi acero, 
               y cuando por librarme
               del riesgo, deterrnino el ausentarme 
               de Creta, a cuyo efecto prevenida 
               dejo una nave en que salvar mi vida, 
               pueda tanto el amor de aquesta ingrata 
               que con desdenes y belleza mata, 
               que cuando a más no verla me resuelvo 
               segunda vez a su palacio vuelvo, 
               a despedirme de sus duras rejas, 
               que quizá más piadosas a mis quejas,
               sus hierros dar podrán, enternecidos,
               a yerros de mi amor gratos oídos!

Sale ARIADNA abriendo un balcón
ARIADNA:          Mientras más tarda Teseo, 
               más en mí crece la angustia; 
               que si esperar sólo, mata, 
               ¿qué hará quien espera y duda?
               Mas si la vista no miente 
               o me engaña la confusa
               sombra, hacia acá viene un hombre,
BACO:          Hacia allí han abierto una 
               ventana, llegarme quiero.
ARIADNA:       Pues se llega, él es sin duda. 
               ¿Sois vos, Señor?
BACO:                            (Fingir quiero   Aparte
               que soy por el que preguntan.)
               Yo soy.
ARIADNA:              ¿Pues cómo tan tarde 
               venís, Señor, cuando turban 
               tantos temores mi pecho, 
               después que supe la injusta 
               muerte que a Lidoro disteis?
BACO:          (¡Cielos! ¿Qué es esto que escuchan    Aparte 
               mis oídos?  La que habla 
               me conoce, pues pronuncia 
               esto. ¿Quién será?
ARIADNA:                           Y aunqué
               no sé la causa, quién duda
               que por el amor de Fedra
               mi hermana, cuya hermosura,
               en agravio de mi amor,
               solicitáis, y en injuria 
               de mi fe.
BACO:                    (Viven los cielos,       Aparte
               que es Ariadna, y me acusa 
               de falso, porque quizá supo 
               aquella necia industria 
               de solicitar a Fedra.
               Mas ¿cómo cuando sañuda, 
               por la muerte de su amante 
               Lidoro, mi amor la juzga, 
               sin lamentar su desdicha, 
               celosamente me culpa?)
ARIADNA:       Mas supuesto que no es tiempo 
               de celosas conjeturas, 
               sino sólo del remedio 
               de los riesgos que me asustan 
               --pues veis que muerto Lidoro, 
               ninguna industria asegura 
               vuestra vida ni mi honor, 
               que ondas de riesgos fluctúa-- 
               hurtémonos a este riesgo, 
               huyamos aquesta furia, 
               y lo que el valor no puede 
               salvar, sálvelo la fuga.
               Naves hay siempre en el puerto; 
               prevenid, Príncipe, alguna, 
               en que nos podamos ir.
BACO:          (Cielos, ¿tan grande ventura       Aparte
               es posible que yo tenga?
               ¿Ariadna, que tan dura 
               fue, se muestra tan amante 
               que a seguirme se aventura? 
               ¿Pues yo de su misma boca 
               no escuché que amaba--¡Oh, nunca 
               me acordara!--a mi enemigo? 
               ¿Pues cómo agora asegura, 
               que me tiene amor a mí? 
               ¿Mas qué es lo que dificulta 
               mi dolor? ¿A los principios 
               no me trató con blandura, 
               y aun dio indicios de quererme? 
               ¿Pues no puede ser que alguna 
               ocasión la motivase 
               a lo que vi; pues hay muchas, 
               que en el crisol de los celos, 
               el oro de amor apuran?
               Y en fin, aunque esto no sea, 
               ¿qué indicio quedó de culpa 
               que darle, a quien a seguirme 
               se resuelve?  Y aunque turba 
               mi corazón el pensar 
               que lo quiso, es conjetura 
               necia; pues aunque así sea, 
               galanterías tan justas 
               desazonan, mas no ofenden, 
               lastiman, mas no deslustran.
               Yo me resuelvo a llevar
               todo el cielo en su hermosura; 
               pues que ya muerto Lidoro, 
               ningún recelo me asusta.)
ARIADNA:       ¿Qué piensas, que no respondes?
BACO:          Señora, en el puerto hay surtas 
               naves--la que yo previne 
               servirá--la coyuntura 
               logremos, que prevenirla 
               no es menester, que antes muchas 
               quieren ya hacerse a la vela; 
               y si tú ahora aventuras 
               el poder salir, después 
               se puede ofrecer alguna 
               dificultad.
ARIADNA:                    Pues espera,
               que ya bajo. ¡Noche oscura, 
               ampara mi amor, pues siempre 
               empeños de amor ayudas!

Vase ARIADNA y BACO se llega a la puerta por donde sale FEDRA
FEDRA:            ¡Válgame Dios, qué resuelto 
               y valiente es el Amor, 
               pues a una mujer obliga 
               a tan temeraria acción, 
               como que deje a su patria 
               y que abandone su honor 
               por seguir a un hombre!  
               Pero ya imagino que llegó
               Teseo, pues hacia acá
               se llega un hombre. ¿Sois vos, 
               Señor?
BACO:                  Pues quién puede ser 
               sino aquel que girasol 
               tan fino es de vuestros rayos, 
               que aun cuando su resplandor 
               con las sombras se disfraza, 
               conoce en la noche al sol.
FEDRA:         Pues vamos, antes que sepa 
               mi padre que fuisteis vos 
               el autor del homicidio.
BACO:          Seguidme, pues.

Vanse apartando y sale TESEO, llegándose a la puerta
TESEO:                        Ya quedó
               en el puerto prevenida 
               la nave, porque el Amor 
               es agente tan activo 
               que no sufre dilación.
               En esta puerta me dijo 
               Fedra que esperaba; yo 
               quiero llegar.

Sale ARIADNA por la misma puerta que salió FEDRA
ARIADNA:                      ¡Qué turbados 
               pasos da mi confusión! 
               ¡Qué mucho, si va en mi culpa 
               tropezando mi temor!
               Pero acá se acerca un bulto, 
               si no me engaña el horror 
               de la noche; hablarle quiero. 
               ¡Mas, ay, que la turbación 
               me ha dejado el sobresalto, 
               y se ha llevado la voz!
TESEO:         (¡Vive Dios, que está esperando   Aparte
               a la puerta! ¿Qué valor 
               al suyo iguala?) Señora.
ARIADNA:       ¿Quién es? ¡Ay de mí!
TESEO:                               Yo soy 
               el que soy porque soy vuestro, 
               porque mi ser, de mi amor 
               depende, y a no ser vuestro, 
               pienso que no fuera yo.
ARIADNA:       Pues vamos, porque he sentido 
               en el palacio rumor, 
               y dudo qué pueda ser.
TESEO:         Vamos.

Sale ATÚN
ATÚN:                    La respiración 
               me falta ya de cansado 
               de buscar a mi señor, 
               aqueste príncipe duende, 
               que cuando lo buscan no 
               parece, y cuando se enfadan 
               se aparece cual visión.
               Avisaré del suceso
               a Arïadna, que al balcón
               puesta está al sereno; pienso 
               que por templar el calor 
               que él le causa.  Pero allí 
               va un hombre; no, sino dos, 
               y muy cabales por cierto, 
               pues por ir con perfección, 
               cada uno de su costilla 
               lleva la transformación.
BACO:          Hacia nosotros dos bultos 
               vienen, señora; mejor 
               es retirarnos aquí 
               mientras pasan.
FEDRA:                         Sin mí voy.

Lléganse a un lado BACO y FEDRA, y pasan por delante de ellos ARIADNA y TESEO, y llégase ATÚN a TESEO
 
ARIADNA:       Camina aprisa, Teseo.
ATÚN:          (Teseo dijo esta voz.              Aparte
               ¿Mas si éste fuese mi amo, 
               que llegando antes que yo
               haya sacado a la infanta? 
               Que como la descarnó 
               ya de su padre, no es mucho 
               que sirva de sacador.
               Quiero llegarme con tiento.)
               ¿Oyes? ¿Eres tú, Señor?
TESEO:         Éste es Atún. ¿Qué me quieres?
ATÚN:          Di si eres tú, que el temor, 
               hasta ver si tú eres tú, 
               no dirá si yo soy yo.
TESEO:         Teseo soy. ¿Quieres más?
FEDRA:         (Teseo dijo. ¿Pues no              Aparte
               es Teseo quien me lleva?
ATÚN:          Pues díme Señor, por Dios, 
               dónde has estado esta noche, 
               que Arïadna me envió 
               a buscarte, y no te hallé.
BACO:          (¿Quién a Arïadna nombró?)       Aparte
TESEO:         A solicitar si había 
               alguna navegación 
               a Atenas, al puerto fui; 
               porque deje mi valor 
               a Creta en tinieblas, 
               pues en Fedra le llevo el sol.
ATÚN:          ¿Luego es Fedra y no Arïadna 
               la que llevas?
ARIADNA:                      (¡Ah, traidor!       Aparte
               ¿Así te equivocas?  Bien 
               se ve que en el corazón 
               tiene a Fedra, pues a mí 
               me dice Fedra. ¡Ah, rigor! 
               ¡Qué presto empiezo a pagar 
               mi ciega resolución!)
BACO:          (Que si es Fedra, y no Arïadna      Aparte
               preguntan. ¡Qué confusión!)
FEDRA:         (Si es Fedra o es Arïadna           Aparte
               la que llevan, preguntó. 
               ¿Quién será quien esto dice?)
ARIADNA:       Vamos, antes que el rigor
               del Rey mi padre nos busque.
TESEO:         Ven, hermosa Fedra.
ARIADNA:                           Yo 
               Arïadna soy, no Fedra.  
               No segunda vez tu voz
               mi nombre equivoque ingrato.
BACO:          (¿Qué es esto, Cielos?  Ya no     Aparte
               puedo dejar de saberlo.
               Tú, Ariadna, mientras voy 
               a reconocer quién pasa 
               espera. 
TESEO:                 Válgame Dios,
               ¿cómo puede aqueso ser? 
               ¿Que no eres Fedra?
ARIADNA:                           No soy, 
               sino Arïadna.
BACO:                         (¿Qué escucho?          Aparte
               ¡Válgame el Cielo!)
FEDRA:                             (Ni yo         Aparte
               Arïadna, sino Fedra, 
               y pues engañada voy 
               con éste, que no sé quién 
               es, y con el mismo error 
               lleva Teseo a mi hermana, 
               déle voces mi dolor.)
               ¡Teseo, Señor, esposo, 
               mira que aqueste traidor 
               robada te lleva a Fedra!
TESEO:         Pues, ¿qué espera mi valor? 
               ¡Muere, atrevido, a mis manos!
BACO:          Muere tú, pues escuchó
               mi honor, que engañada llevas 
               a Arïadna.
ARIADNA:                  (¡Qué rigor                 Aparte
               de mi estrella es éste!)
FEDRA:                                  (Pues     Aparte
               aquél es Teseo, yo
               quiero ponerme a su lado.)
ARIADNA:       (¡Ay de mí!  Con el horror        Aparte
               de la noche, no se cuál 
               es Teseo de los dos.)

Truécanse las damas y sale RACIMO huyendo
RACIMO:           ¿Adónde podré esconderme?
               Que por crïado de Baco 
               corre esta vez el Racimo 
               peligro de ser colgado.

Salen TEBANDRO y SOLDADOS
TEBANDRO:      Matadlo si se resiste,
               que esta orden el Rey ha dado.
RACIMO:        ¿Quién dice que es resistirse 
               el correr más que de paso?
TEBANDRO:      Pero ¿qué es esto?  En el parque, 
               resueltos y temerarios 
               dos hombres están riñendo.
               ¿Quién sois vosotros que, osados, 
               os atrevéis de este sitio 
               a quebrantar el sagrado?
               Daos a prisión.
TESEO:                        Mal conoces
               mi valor.
BACO:                    Qué mal mis manos
               conocéis.
TEBANDRO:                Pues mueran luego.
               ¿Qué esperáis?
TESEO:                        Si aquí alentado
               no me resisto, la vida 
               y a Fedra pierdo.
BACO:                           Si osado 
               no me defiendo, a Arïadna 
               pierdo, y la vida.

Riñen
FEDRA:                             Tirano
               cielo, acaba, con mi muerte, 
               vida que te ofende tanto.
ARIADNA:       Si blanco infeliz mi vida     
               es de tus tiros airados, 
               y es el blanco el que te ofende, 
               acaba de herir el blanco.
SOLDADO 1:     ¿Resistencia a la justicia?

Sale el rey MINOS y acompañamiento
MINOS:         ¿Qué es esto? ¿En todo el palacio, 
               sólo se escuchan pendencias; 
               sólo se miran estragos?
TEBANDRO:      Señor, aquestos dos hombres 
               son, que intentan obstinados 
               resistirse a la justicia.
MINOS:         Pues prendedlos o matadlos.
TEBANDRO:      Con estas damas, por quien 
               se estaban acuchillando, 
               según juzgo.
MINOS:                      ¿Por mujeres?  
               Prendedlas.
TESEO:                     Ya es el librarnos 
               imposible; pues nos vemos 
               por todas partes cercados.
MINOS:         Descubrid esas mujeres.
ARIADNA:       ¡Cielos, hoy la vida acabo!
FEDRA:         ¡Adiós, infelice vida!

Descúbrelas TEBANDRO
MINOS:         ¿Qué es esto que estoy mirando? 
               ¿Mis hijas?  Mas no lo son, 
               pues obran--¡todo me abraso!-- 
               tan bajamente. Pues, ¿cómo... 
               ¡Volcanes del pecho exhalo! 
               ¡Oh, si al pronunciar mi afrenta!
               ¡Oh, si al decir dolor tanto, 
               lo articularan los ojos 
               y lo ignoraran los labios! 
               Pues, ¿cómo, vuelvo a decir, 
               aleves monstruos, ingratos 
               instrumentos de mi afrenta, 
               imágenes de mi agravio, 
               en tal sitio--¡qué tormento!-- 
               a las dos--¡qué desacato!--
               disfrazadas--¡qué indecencia!-- 
               solas con dos hombres hallo?
               Hablad. ¿No me-respondéis?  
               Decid, ¿quién son los villanos 
               que dejándome la vida todo 
               el honor me han robado?  
               Hablad, aleves; no os sirva 
               la vergüenza de embarazo, 
               que a quien le faltó al hacerlo, 
               no ha de tenerla al contarlo.
ARIADNA:       Señor...(El temor, de hielo            Aparte
               me ha vuelto).
FEDRA:                        Señor... 
                                    (En mármol   Aparte
               me ha transformado el temor.)
ARIADNA:       Si por mi culpa...
BACO:                           (¿Qué aguardo,   Aparte
               que no me descubro, viendo 
               a Arïadna en riesgo tanto?)

Descúbrese
               Señor, justo es que castigues 
               sólo al que hallares culpado, 
               que soy yo; pues Arïadna, 
               vencida de mis halagos, 
               convencida de mis ruegos 
               y obligada de mi llanto, 
               me sigue.
ARIADNA:                 (¿Qué es lo que escucho?     Aparte
               ¿Yo, divinos cielos, cuándo 
               a Baco seguí?  Mas quiero 
               callar, por si en riesgo tanto 
               su industria salvarme puede.)
TESEO:         (¿Qué es esto? ¿Cómo está Baco  Aparte
               vivo, si yo le di muerte?)
FEDRA:         De verle vivo me espanto.
MINOS:         Luego, príncipe, juzgué 
               que tú eras el inhumano 
               autor de la ofensa mía; 
               ¿pues quién se atreviera osado 
               a mi honor, sino tú sólo, 
               que de lo grande ha buscado, 
               para volar bajamente, 
               las alas de sér tan alto?  
               Mas yo dejaré, en tu muerte, 
               ejemplo a los temerarios, 
               vengando al muerto Lidoro, 
               y mi honor desagraviando.
TESEO:         (Cuando a la muerte se entrega     Aparte
               él por su dama, arrojado,
               no será bien que se piense
               de mi ardimiento bizarro,
               que cuando él se llega al riesgo,
               yo del peligro me aparto.)

Descúbrese
               Señor, si por Arïadna
               se entrega a la muerte Baco, 
               no será bien que Teseo 
               no haga por Fedra otro tanto.
FEDRA:         ¡Ay de mí! ¿Qué es lo que has hecho?
ARIADNA:       (¿Qué miro?  ¿Por Fedra osado     Aparte
               se entrega a la muerte?  
               Muera, que mi amor desengañado 
               de su ingratitud, convierte 
               en odio todo el agrado.)
BACO:          ¡Cielos! ¿Con vida Teseo, 
               y de Fedra amante, cuando 
               le juzgué muerto?  Sin duda 
               es ella quien lo ha librado.
TEBANDRO:      ¿Es sueño lo que estoy viendo?
ATÚN:          (Todos se han quedado helados,     Aparte
               y más que pudiera muerto, 
               espanta resucitado.)
RACIMO:        ¿Qué fuera que con Lidoro 
               nos sucediera otro tanto, 
               y tuviéramos en Creta 
               el Día de los Finados?
 
MINOS:            De suerte me ha suspendido 
               caso tan inopinado, 
               que me usurpa lo admirado 
               las acciones de ofendido. 
               ¿Que estás con vida? ¿Que ha habido 
               tan villana compasión 
               que libertó tu traición?
               En vano el pecho respira, 
               si cuando busco la ira, 
               topo con la admiración.
                  Hidra que mi enojo incitas, 
               pues cuando mi enojo piensa 
               matar contigo una ofensa, 
               con tantas me resucitas. 
               ¿Por qué mi cólera irritas? 
               ¿No te bastaba, traidor, 
               para agravar mi dolor 
               cuando tu industria me engaña, 
               haber burlado mi saña, 
               sin haber muerto mi honor?
                  ¿Qué más agravios intentas
               a la sangre hacer, que infamas, 
               si en Atenas la derramas, 
               y en Creta osado la afrentas? 
               ¿Qué engaños nuevos inventas 
               para dejarla agraviada, 
               pues llevándola robada, 
               a tu intención homicida 
               no bastó verla vertida, 
               hasta mirarla afrentada?
                  Mas a todos el castigo 
               les dará mi enojo grave, 
               que como contigo acabe, 
               ¿qué importa acabar conmigo?  
               Y sea el mundo testigo
               de que con mi sangre lava 
               mi honor su afrenta, y que acaba 
               con los que agraviarle intentan, 
               y mueran las que me afrentan, 
               pues ya murió el que me honraba.  
                  Todos perderéis la vida,
               y hasta Baco, que traidor, 
               de Arïadna fue raptor 
               y de Lidoro homicida.  
               Una es la culpa atrevida 
               que vuestras vidas condena 
               y así, que muráis ordena 
               el enojo a que me incito; 
               y pues tenéis un delito, 
               llevad una misma pena.
                  Llevadlos.
BACO:                       ¡Fiero rigor!
TESEO:         ¡Con qué pena el alma lucha!
ARIADNA:       Nada su crueldad escucha.
FEDRA:         Nada atiende su rigor.
MINOS:         ¡Mueran, y viva mi honor, 
               pues lo han querido agraviar!
TESEO:         ¡Que aquesto llego a escuchar!
RACIMO:        ¡Que esta pena llego a oír!
ARIADNA:       ¡Penas, callar y morir!
FEDRA:         ¡Amor, morir y callar!

(Tocan cajas y salen asustadas CINTIA y LAURA y dos SOLDADOS
SOLDADO l:        Señor, ¿cómo tan despacio 
               te estás, cuando la rüina 
               de toda Creta, al cercano 
               peligro tuyo te avisa?
SOLDADO 2:     Ocupado tu Palacio
               todo está ya de enemigas 
               escuadras, que por la parte 
               que cae hacia la marina, 
               tuvieron disposición 
               de entrarse sin ser sentidas; 
               porque Atenas, de la muerte 
               de su príncipe ofendida, 
               viene brotando venganzas.  
               Mas, Señor, salva la vida, 
               que ya llegan.
MINOS:                       ¡Ay de mí!
               ¿Quién ha visto--¡suerte esquiva!-- 
               que yo pague las ofensas, 
               y las ofensas reciba?
LAURA:         El alboroto y el susto 
               amenaza mucha ruina.
CINTIA:        Siendo tan libre, sintiera 
               esta vez verme cautiva.

Salen LICAS, de general, y SOLDADOS atenienses
LICAS:         Hasta hallar al mismo rey, 
               no se sosiegan mis iras, 
               para vengar con su muerte 
               la sangrienta tiranía 
               de la muerte de Teseo.
TEBANDRO:      ¡Cielos, notable desdicha!  
               Ya es imposible la fuga.
LICAS:         ¿Mas no es el rey el que miran 
               mis ojos? ¡Muere a mis manos!
FEDRA:         ¡Teseo!
TESEO:                   Nada me digas,
               que no es bien que por tu ruego, 
               deje la acción de ser mía.
MINOS:         ¿No hay nadie que me socorra?
TESEO:         Sí hay, gran Señor. Tente, Licas, 
               que no hay que vengar mi muerte, 
               cuando me encuentras con vida.
               Teseo soy, ¿no lo ves?  
               Vivo estoy.
LICAS:                    ¡Tan grande dicha
               llego a ver, Señor! ¿Pues cómo 
               te hallo vivo?
TESEO:                        Compasivas
               me libraron las infantas.
               (No es bien que Arïadna diga        Aparte
               sola, mi voz, porque es dar 
               sospecha, y no es acción digna, 
               cuando no puedo pagarlas, 
               blasonar de sus caricias.)
LICAS:         Luego ¿no fue el rey el que 
               te perdonó?
TESEO:                        Fue su hija,
               que es lo mismo, pues él dio
               el sér a quien me dio vida, 
               y cuando aquesta razón 
               no me moviera, la misma 
               acción hiciera, por dar 
               a entender mi bizarría, 
               que tiene más valor quien 
               perdona, que quien castiga.  
               Y así, haz, Licas, recoger 
               la gente.
MINOS:                   ¿Qué agradecida, 
               te podrá el alma ofrecer, 
               Teseo, cuando cautiva 
               de tu razón mi venganza, 
               aun no acierta, de corrida, 
               a mirarte?
TESEO:                   Aunque era justo
               darse por desentendida 
               mi altivez del beneficio, 
               hay razón que no permita 
               ese garbo a mi valor
               y así la galantería 
               perdone, que hay ocasiones 
               en que es justa la codicia.
MINOS:         ¿Pues qué aguardas?  Pide todo 
               el reino.
TESEO:                   Cosa más rica
               pido, Señor, que es a Fedra 
               cuya hermosura divina
               es sólo el premio que quiero.
MINOS:         Por mí ya está concedida.
ARIADNA:       (¿Con Fedra se casa? ¡Ah, ingrato!   Aparte 
               Murió la esperanza mía.
               Mas pues no tiene remedio, 
               pagar de Baco la fina 
               atención quiero.)  Señor,
               pues mitigadas, tus iras 
               han perdonado a mi hermana,
               también yo a tus pies rendida 
               pido perdón, y te aviso 
               de que no fue el homicida 
               Baco, de Lidoro, sino 
               Teseo.
MINOS:               ¿No ves que implica, 
               siendo de Baco el papel?
ARIADNA:       Quien lo vio, Señor, lo afirma. -
               Dílo Atún.
ATÚN:                    Aquí entro yo.
               (¡Gracias a Santa Lucía,          Aparte
               que tengo lugar de hablar!)
               Sí, Señor, que mi codicia, 
               pensando que era de Fedra, 
               le llevó el papel.
RACIMO:                         No digas 
               más, que también entro yo, 
               que urdí toda la mentira 
               de miedo. y se lo entregué 
               a éste.
ATÚN:                  Y yo por las albricias, 
               a Lidoro lo llevaba, 
               cuando la desdicha mía 
               con mi amo me encontró, 
               que leyendo a toda prisa 
               el papel, no pude oír 
               qué era lo que contenía; 
               y viendo que estaba fresca 
               la nema, y que bien podía 
               cerrarse, volví a cerrarlo, 
               y a Lidoro con la misma 
               ignorancia lo entregué; 
               el cual, luego, echando chispas 
               bajó al Parque; y con mi amo, 
               que también fue...
MINOS:                         No prosigas.
               Déle la mano, Arïadna
               a Baco. Y tú, agradecida,
               a Teseo.
FEDRA:                   Ésta es mi mano,
               príncipe.
TESEO:                   Ya a recibirla,
               el alma, que es vuestra, sale.
ARIADNA:       Y aquésta, Baco, la mía.
BACO:          En ella me dais, Señora,
               todo el premio de mis dichas.
RACIMO:        Cintia, ya ves que no ha habido 
               lugar de galanterías 
               de lacayos y fregonas; 
               pero, si quieres ser mía, 
               dispensando de galán 
               las amantes baratijas, 
               aquí estoy.
CINTIA:                    Y yo te admito, 
               porque fuera bobería 
               perder aquesta ocasión.
ATÚN:          Laura, no es bien que la envidia 
               nos quede a nosotros.
LAURA:                               Tienes 
               razón; no es bien que baldía, 
               cuando se casan los otros, 
               quede persona tan digna 
               como yo; y así, mi mano 
               es ésta.
TEBANDRO:                Y perdón, rendida,
               os pide la pluma que, 
               contra el genio que la anima, 
               por serviros escribió, 
               sin saber lo que escribía.

FIN DE LA TERCERA JORNADA

FIN DE LA COMEDIA



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