A menudo pisamos los valles de Castalia y de antiguas cañas oímos la música silvana, ignorada del común de las gentes; e hicimos nuestra barca a la mar que Musas tienen por imperio suyo, y aramos libres surcos por ola y por espuma, y hacia lar más seguro no izamos reacias velas hasta bien rebosar nuestro navío. De tales despojados tesoros algo queda: la pasión de Sordello y el verso de miel del joven Endimión; altivo Tamerlán portando sus jades tan cuidados, y, más aún, las siete visiones del Florentino. Y del Milton severo, solemnes armonías.