Unos pasan, amigo, estas noches de enero junto al balcón de Cloris, con lluvia, nieve y hielo; otros la pica al hombro, sobre murallas puestos, hambrientos y desnudos, pero de gloria llenos; otros al campo raso, las distancias midiendo que hay de Venus a Marte, que hay de Mercurio a Venus; otros en el recinto del lúgubre aposento, de Newton o Descartes los libros revolviendo; otros contando ansiosos sus mal habidos pesos, atando y desatando los antiguos talegos. Pero acá lo pasamos junto al rincón del fuego, asando unas castañas, ardiendo un tronco entero, hablando de las viñas, contando alegres cuentos, bebiendo grandes copas, comiendo buenos quesos; y a fe que de este modo no nos importa un bledo cuanto enloquece a muchos, que serían muy cuerdos si hicieran en la corte lo que en la aldea hacemos.
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