Ancho y poderoso padre nuestro
que fluye majestuoso por su cauce.
Río de las Coronas agoreras
que bajan de los altos manantiales.
Columna vertebral de nuestra tierra
camino de luz serpenteante;
memoria azul que vino con la vida
desde la oscura selva hasta los valles.
Habla de un Dios antiguo suplantado
por el dios extranjero que robara
las vidas, las ofrendas, y hasta el nombre
que dejó confundido en la palabra.
Conoce el dolor acumulado
en siglos de opresiones y violencias
y sabe que arrastramos como un fardo
historia de grandezas y miserias.
Sabe que no vimos la cosecha
aunque la siembra fue bien prolongada.
Y el miedo que solo broten huesos
porque esa siembra ha sido la más larga.
Conoce las costumbres que tenemos
de siempre, de parecer de piedra,
de contar las heridas en silencio
y de pronto estallar como tormentas.
Sabe cuánto amor quedó enterrado
cuánto odio suelto, y nos muestra
su curso poblado de cadáveres
que año tras año se acrecientan.
Habla de cada crimen cometido,
conoce al asesino y sus secuaces;
ha visto a los hijos mutilados
y a las madres dolientes y leales.
Sabe que la lucha es prolongada,
que requiere sacrificio y riesgo.
Que no basta una chispa volandera
para el fuego que tiene que encendernos.
Conoce la tierra que abonamos
aunque roben sudores y trabajo.
Conoce la siembra clandestina
y cómo cuida el pueblo cada grano
para avanzar camino hacia el futuro
para buscar la luz y aprehenderla
porque debe llegar, porque no somos
esta trágica noche que nos puebla.
Por eso nos repite nuestra historia
la vida de los héroes calumniados
ejemplos de honradez y patriotismo
que vienen con su fuerza y su milagro.
Y extendidos los brazos fraternales
nos enseña con su ejemplo claro,
a unir todas las aguas en un cauce,
a ver en cada pueblo a nuestro hermano.
Es un río de vida nuestro río;
convoca y llama con su eterno avance.
Guía tenaz de tiempos venideros
va empujando la vida hacia adelante.
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