Los rodillos cayeron sobre los guijarros
Exactamente aquella mañana proyectada en almejas.
Mas no fue solamente sobre la isla de Santo
Domingo – denominada en el Mar Caribe
Cálidamente
Patria mía – sino mucho más lejos, traspasando
Las anchas cordilleras y las zonas volcánicas
De todo planisferio. Fue una conducta planetaria.
Un ecuménico establecimiento del abuso.
Puesto que si el derecho de propiedad
Está constituido por algunas palabras
Que estabilizan a las corporaciones y sostienen
Sobre la alta espuma a la marina mercante
Es porque algunos hombres bajo algunos almendros
Ejercen la razón de que su casa es suya.
Y continuando el argumento frío
Que sirve de pentagrama a este concierto
La patria
Es el derecho de propiedad más inviolable.
Y una patria es una sola patria
Que cubre el universo en varios pasaportes
Y no hay patria que se abalance sobre otra patria.
Y el tanque no es la norma física ni el portaviones
El orden natural. Ni el rascacielos constituye
Por razones de acero un mandamiento irrevocable.
Ni la cibernética le ocurre al hombre
Como una hemotisis. Puesto que entonces
La escala se desprende de las cuerdas
Y asciende en espiral a las frecuencias
Más vividas, resuenan los trombones, la atmósfera
Tiembla con la percusión desenfrenada del timbal
Subdesarrollado, la orquesta universal retumba,
Gran concierto de la humanidad sacude
Sus entrañas, el tímpano lanza un alarido,
Las leyes históricas trepidan bajo las patas
De los contrabajos mientras los violoncelos
Del corazón humano resuenan para estallar
Estrepitosamente en todos los confines
En un desentumecido solo de esperanza.
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