Quién eres tú que pasas por la orilla desierta de mi noche gritando?
Yo estoy solo en el mundo y te escucho de lejos,
en la hora maldita en que se derrama el llanto,
cuando para llorar debajo de las piedras buscamos otros ojos;
otras lágrimas mansas como dóciles ríos…
¿Quién eres tú y qué mano
asida por la ira te arrojó entre esas sombras,
sobre esa solitaria ribera en que te miro?
Caída de lo alto —vertiginosamente— como un trino sin alas,
como una flor vencida; caída de lo alto, demonio solitario,
o desterrado arcángel por la gracia de Dios sobre mi propia orilla.
De éste o de aquel cielo: tú tienes esa misma soledad con que lloro;
con que pueblo mi abstracta muchedumbre sombría,
mi humanidad sin nombre,
sin alba todavía.
Ahora sin embargo, quiero existir sin ella, sin los otros, sin nadie,
en medio del silencio de mi mundo de hojas,
donde el viento desdobla sus cabellos de mimbre.
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