Apenas si las distancias, apenas si entre los campos
se suman el mar y el cielo componiendo lejanías…
Todo está cerca, las manos alcanzan a todas partes.
Sólo es profundo el estar junto a ti, tú no lo eres.
Lo que tú tienes de hondo no es la suma de tus aguas,
sino el grosor de su pulpa, la espesura de su cuerpo.
Lo vivo tuyo se abarca buceándote unos metros,
pero lo eterno -en lo breve- necesita de milenios.
Es lo que produces tú, lo que a tu costado acude.
Una distancia se mide, la profundidad se aprecia.
Nunca el mágico soñar, el desvarío que arrolla
fugitivas realidades que rechazas por inhóspitas.
Ante ti se desintegran las frágiles avenidas
de cosas, y de criaturas que son cosas más que seres.
Tu sal excesiva opone el suelo a la planta débil
para mantenerla firme, y que flote descuidada.
Eres pequeño y robusto como un campesino antiguo
que llegó desde las tierras de Ulises y Nausicaa.
Nadie te agota, y vinieron a dársete muchedumbres
de labriegos que alimentas con peces de tus «corrales».
Profusamente habitado por una fauna preciosa
palpitas junto a los campos de almendros y de olivares.
Siempre iguales, siempre juntos. Indiferentes al tiempo.
Sois la eternidad perfecta. Vine y me iré. Quedaréis.
¡Quedándote eres profundo, como sólo un mar lo puede;
como solamente un cielo que te crece de la boca!
Apenas si la distancia cuenta contigo, mar mío.
Todo está cerca y lo mismo: un gran sueño con orillas.
Los poemas de Mar Menor, 1959
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