Arranca la poesía del canto,
el árbol de las voces,
las quimeras del sueño,
arráncame a mí de mí misma,
para que vea mi corazón, latido
sanguíneo y dulce,
bajar al valle.
Mis misterios fueron los de Orfeo
y de otros pitagóricos ascetas
con sus mensajes de paz
por pantanos deshechos.