I
Palidece el sol latino…
y un eco de angustia suena,
como en desierto que atruena
y levanta el torbellino.
Cierra el mar todo camino,
la ola se desencadena,
y la multitud condena
su origen y su destino.
Enmudece la plegaria,
penetra en el templo yerto
la onda revolucionaria…
¡Y, perdida en el desierto,
huye la Cruz solitaria,
buscando al glorioso muerto!
II
Con la tradición expira
la fe, como la inocencia,
y arde la ley con la ciencia
del sacrificio en la pira.
Todo bulle, todo gira,
todo busca otra existencia
y del alma en la honda esencia
algo se va que suspira.
¡Es Avatara que zumba!
¡Es el último gemido
del pueblo que abre su tumba!
Azotado y perseguido,
¿dónde irá que no sucumba,
el espíritu vencido?
III
La tormenta abrasadora
lleva el germen que difunde;
eterno, el sol que se hunde
lleva en sí la nueva aurora.
En la raza vencedora
la nuestra viva se infunde
y estará en cuanto fecunde
su alma regeneradora.
Logrado el feliz concierto,
se alzará sobre su ruina
el templo alegre y abierto…
¡Y, junto a la cruz divina,
resurgirá el pueblo muerto,
con Dios y su alma latina!
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