Padre Noé, que plantaste las viñas, y tú, Loth, que bebiste en la cueva tanto que Amor, que siempre trampas lleva, hizo que “conocieras” a tus niñas (no es un reproche, no, dulce inconsciente) y Archetreclin, borracho diplomado, os ruego recibáis pomposamente al alma de Cotart el buen finado.
Nació hace mucho del linaje vuestro, bebió de lo más caro y más preciado y en no pagar de todos fue el más diestro. Caballero del vino fue, arrojado: nunca temblaba al escalar toneles y el vaso defendía encarnizado. Abrid del Paraíso los canceles al alma de Cotart el buen finado.
¡Cuántas veces lo he visto tambalearse cuando se iba a dormir el bullanguero! Una vez un chichón hizo al golpearse contra el puesto de un maestro carnicero. No creo que en el mundo pueda hallarse del vino un hombre más enamorado. Dejadla entrar, cuando la oiréis quejarse, al alma de Cotart el buen finado.
Nunca al suelo llegó cuando escupía. Gritaba: ” ¡Mi garganta se ha incendiado!” Saciar su sed el alma no podía, el alma de Cotart el buen finado.
|