Casa digital del escritor Luis López Nieves


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Calila y Dimna IV-VI

[Cuento - Texto completo.]

Anónimo: Calila y Dimna

Capítulo IV

De la pesquisa de Dimna; e es el capítulo del que quiere pro de si e daño de otro, que torna su facienda

E dijo el rey al filósofo: “Ya he entendido lo que me dejiste del mesturero e mezclador, e cómo metió enemistad e aborrencia con su lengua entre aquellos que mucho se amaban. Pues dime agora cuál fue su escusación de Dimna e qué cima hubo por este fecho”. Dijo el filósofo: “Fallamos en los libros de las historias quel león, pues que hubo muerto al buey, a pocos días pasados, repentióse por que lo matara rabiosamente, et membróse como era enviso et leal contra él, e velaba mucho con sus compañeros por tal de olvidar el cuidado que había. Et un león pardo que era de su mesnada, e de sus privados, e de los más honrados de su corte et con el que más se apartaba, salió una noche por demandar un tizón de la casa de Calila, e era maestro del león; e cuando llegó a la puerta, oyólo rebtando e maltrayendo a Dimna por su traición e por su mezcla, e demostrándole su mal consejo por lo que había fecho a Senceba sin pecado quél fiziese, e faciéndol entender que non estorcería del león, e que non podía ser que su mezcla non fuese descubierta, e que non habría quien gelo escusase nin quien lo amparase e que lo justiciaría e lo mataría.

E decial Dimna: “Ya acaesció lo que se non puede emendar, pues non acuites a mí e a ti, et guisa como esta cosa non le caya al león en corazón, ca a mí pesa mucho de lo que fize, mas la cobdicia e la envidia me forzaron a ello”. Cuando esto oyó al león pardo que ellos amos decían, tornóse e entró a la madre del león en su casa, et contól todo cuanto oyera, después quel fizo pleito e convenencia que non lo dijiese a ninguno. Et fuese la madre del león cuando amanesció e entró a su fijo, e violo estar triste e cuidoso, e entendió que non era si non por la muerte de Senceba. Díjole: “El cuidar e el pensar e la tristeza non facen cobrar nada, mas desgastan el cuerpo, e derraman el seso e la fuerza e enflaquécenlo; pues dime lo que has, et si fuere por cosa que debamos haber tristeza, yo nin ninguno de tus vasallos non estaremos sin cuidado, e si non es si non por que mataste a Senceba, manifiesta cosa es que lo feciste a tuerto e sin pecado que te él ficiese, nin culpa nin falsedat, nin te fue contrario en cosa; et si tú te hobieses refrenado cuando te dijeron dél, e hobieses pensado en su facienda, o vieras en esto alguna presunción, estonces era razón delo facer; que dicen que non es ninguno que mal quiera a otro o lo aborrezca, que otro tal non sienta en su corazón. E dicen los sabios: “Cuando quisieres saber el corazón de tu amigo, de amar o desamar que cates al tuyo et así lo judga”. Pues cata tú, rey, por tu seso e por tu voluntad verás lo que feciste al buey, si fue por enemistad o por achaque alguno que le tenías en el corazón, si merecía él esto; et tu voluntad te mostrará la verdat. Pues si tú lo feciste por derecho, por merescimiento quél fizo, non debes ser triste nin pesante por ello, ca derecho es justiciar a todo aquel que quiere ser atrevido contra ti por escarmentar los otros. Et tú, rey, sabes las cosas e entiendes las por tu seso e por tu sapiencia, e así lo vees como el homne vee su figura en el espejo claro. Pues dime: ¿cuál corazón lo tenías antes que lo matases?” Dijo el león: “Madre, mucho he pensado en facienda de Senceba, e con cobdicia de lo fallar en algunt pecado por esforzar la sospecha que le había, e non lo fallo; ca yo siempre tove a Senceba por de sano corazón, e fiaba por él, e pagábame de su consejo e aprendía dél, e feuciábame por él, e non desconocí ninguna cosa de cuantas le tenía en el corazón ante que lo matase nin después. Et soy mucho repentido por lo que fiz, e soy muy pesante e he grand dolor, et non dubdo que salvo era de lo que le apusieron e sin sospecha; mas fízomelo facer el falso traidor de Dimna con su mestura, diciéndome lo que Senceba non faría nin osaría. Mas dime si oíste alguna cosa o te fabló alguno deste fecho”.

Dijo la madre del león: “Dijeron me que era sospechado que lo que fizo Dimna en te enrizar contra Senceba, non fue si non por envidia que le había en su dignidad e en su privanza”. Díjole el león: “¿Quién te lo dijo, madre?” Dijo ella: “El que me lo dijo rogóme que fuese poridat, e yo así gelo prometí, et el que es rogado por poridad debe ser fiel, e quien descubre la poridat falsa su fieldat, et quien esto ficiere habrá mal paso en el otro siglo, et ninguno non le querrá descubrir más poridat”. Dijo el león: “Por Dios, así es, e verdat dices, mas esto non debe ser poridat, ca non se debe celar nin dubdar ninguna cosa de la verdat; mas el que la sabe debe la descobrir e testigüela e haberá perfecto galardón por ello. Nin debe desfacer la verdat quien la sabe, cuanto más en la sangre del que murió a tuerto; ca quien encubre la culpa del malfechor es su aparcero en el pecado. Et el rey non debe justiciar por sospecha nin en dubda fasta que claramente vea la cosa, ca la sangre de grand prez es. Et yo, maguera que a ciegas andude en Senceba, non quiero facer otro mal en Dimna sin prueba e sin certedumbre; et aquel que te lo fizo saber echado lo ha sobre tu alma” Dijo la madre del león: “Verdat dices, mas yo tenía que compliría asaz lo que te yo contaría, e me creerías”. Dijo el león: “Non digo yo que non es como tú dices, mas quiero que me digas qué es e folgará más mío corazón”. Dijo ella: “Si por tal me tienes, justicia aqueste falso como meresce tal como él”. Dijo el león: “Debes me decir quién te lo dijo, ca non es esto ningunt daño”. Dijo la madre: “¿Sabes qué es el daño que yo ende haberé?; que me menospreciará aquel que me lo encomendó e se fió por mí, quel falliré en ello, et, cuando yo ficiere esto, que fiará ninguno por mí”. Cuando esto oyó el león entendió que non le diría el nombre de quien gelo dijera. Díjol: “Vete”. Et ella fuese.

Et pues que amanesció envió el león por los mejores de su mesnada, e fueron y presentes, e envió por su madre, e vino y. Desí mandó llamar a Dimna e dujeron gelo. Desí abajó el león la cabeza con vergüenza de la muerte de Senceba. Cuando esto vio Dimna, fue cierto de morir, et dijo a uno de los que estaban cerca dél: “¿Por qué está el león triste e cuidando? ¿Acaesció alguna cosa que le fizo tristecer por que vos hubo de ayuntar?” Dijo la madre del león: “Esto que tú vees estar al león triste e cuidoso, non es si non por que te ha dejado sano e salvo fasta hoy, faciéndole tú engaño e enridándole con tu mestura, e con tu falsedad para matar a Senceba”.

Dijo Dimna: “Tengo que es verdad lo que dices; que el que se trabaja en buscar bien, más aína le viene el mal que a otri, et non pertenesce al rey nin a sus mesnadas sinon los malos. Ca dicen que quien face vida con los malos e non faz sus obras, non estuerce de su maldat por se aguardar; ca non galardona bien por el bien si non Dios sólo; et por ende se apartan los religiosos en los montes e se dejan de vevir con los homnes e de fablar con ellos, et aman más de facer las obras de Dios que las de los homnes. Mas la lealtanza e el amor que yo había al rey me le ficieron descobrir la falsedat del que le quería facer traición, et quería saltar en él, e fícele entender aquello que sospechaba e las señales que viera, e él violas manifiestamente, e non acayó nada de quél non fue bien cierto; et si él pesquiriere esta cosa, e preguntare por ella, e pensare en ella, sabrá la verdat quel fice entender; ca el fuego que yace en la piedra e en el fierro, non se saca si non con artes; et esto non es cosa celada, ca el cuerpo del homne, después que es pesquerido e buscado, paresce más quél es así como toda cosa fedrosa quier lodo, quier ál, que cuanto más movida es tanto más fiede.

“Et yo si culpado fuese, fuiría por la tierra, e habería anchura, e non aturaría a la puerta del rey; mas fiándome que era salvo non me quité ende nin me partí ende. Et non le ruego ál si non, maguer que esté en duda de mi facienda, que la mande pesquerir e catar, et aquel a quien este poder diere que sea fiel, et non haya ninguno en que le travar, nin faga engaño a ninguno, e que le muestre yo mi escusación e lo que oyere decir a los otros, e cátelo, e non quiera facer que los dichos de los que me acusaron e me hobieron envidia. Ca lo que el rey sopo, de como le ficieron dubdar en lo quél vio de la enemistad de Senceba, que meresció por ende morir, le debe tener de se non atrever así a matarme; ca ya hube yo del rey tal dignidad que me habían envidia por ella, e tal privanza. Et si él non me catare esta merced e fuere mal consejado en mi facienda, non he otro acorro nin otro refugio si non Dios, que sabe las poridades de los homnes e lo que tienen en corazones e en sus voluntades. E dicen quel que hace por dubda, que non es cierto, es tal como la muger que se dio a su siervo dubdando, e la aforzó”. Dijo el león a las mesnadas: “¿Cómo fue eso?”

La mujer y el siervo

Dijo Dimna: “Dicen que en una cibdat que decían Quertir, que es en tierra de Yabret, había un rico mercador e había su muger muy fermosa, e habla un vecino pintor, e era diudo della. Et díjol ella un día: “Si podrías facer alguna cosa por que te yo conosciese cuando vinieses a mí de noche, saldría a ti sin que me llamases tú, por tal que nos non sospechasen nin te oyesen”. Díjol su amigo: “Yo te faré una sábana tan blanca como la luz de la luna, et faré en ella unas pinturas; e cuando las tú vieres saldrás a mi, et ésta será señal entre mí e ti”. Et plóguela a ella desto quél dijo: Et oyólo un su siervo della, e aprísolo, e encubriólo en su corazón. Et venía a ella su amigo con aquella señal, e veíalo ella, et salía a él.

“E duró así un tiempo. Et después fuese su amigo para el rey a pintarle unas casas que había de menester; et fuese luego el siervo della a una manceba que tenía el pintor, en cuyo poder estaba la sábana, et era su conosciente, e demandól aquella sábana, e ella diógela. Et él fuese para su señora de noche, e luego que ella vio la sábana de suso dél, cuidó que era su amigo e salió luego a él, e yúgose con ella. E tornóse el siervo e dio la sábana a la manceba del pintor. E vino el amigo esa noche del palacio del rey para su posada, et cubrióse la sábana; desí vínose para ella. Et díjole ella: “¿Qué has esta noche que tornaste luego una vez en pos otra, habiendo fecho a tu guisa?” Et él entendió que era engañado, e tornóse para su posada, e priso su manceba, e firióla muy mal fasta que le dijo la verdat como le conteció; e tomó la sábana e quemóla en el fuego.

“Et yo non te do este ejemplo si non por quel rey non se acuite en mi pleito quel fue mostrado en dubda, e porná sobre sí grant cargo de pecado. E non digo esto que vos oídes con miedo de la muerte; ca maguer aborrida cosa sea, ninguno non la puede fuir, nin ha otro refugio, e todas las cosas del mundo han de finar. Et si yo ciento almas toviese, e sopiese que el rey tenía por bien que se perdiesen, yo le sería franco dellas”. Dijo uno de los de la mesnada: “Tú non dices esta escusación al rey por lo honrar; mas a ti es de menester de buscar con que salgas desto en que eres caído”. Dijo Dimna: “¡Mal sea de ti! ¿Es aleve a ningunt homne de se escusar, cuanto más por escapar de muerte? Et ¿quién es más cerca del homne que sí mismo? Pues si así mismo non buscare escusación, ¿para quién la buscará? E los sabios dicen que quien a sí non guarda, a otri non fará pro. Et paresce bien en ti la envidia e la malicia e la enemistad e la necedat que non podiste retener, e bien entienden los que te oyen que non quieres a ninguno bien e que eres enemigo de tu alma e de todos; e tal como tú, non es bien que esté sinon con las bestias mudas, cuanto más con el rey o ser a su puerta”.

Et pues que le hobo respondido Dimna así, salióse el otro muy triste e muy avergonzado de lo que le dijera Dimna. Dijo la madre del león: “Grant maravilla es de cómo fablas, e das ejemplos a lengua suelta, e respondes a los que te fablan, habiendo fecho traición e maldat e engaño”. Dijo Dimna: “¿Por qué catas con un ojo e oyes con una oreja e non piensas en la cosa como es, nin la sabes de cierto, mas faces a tu sabor non sabiendo la verdat? Mas parésceme que la mi mal andancia ha mudado a ti por razón de mí todas las cosas, et aun todos los otros, que ninguno non fabla nin razona si non a su sabor. Et éstos que son en la corte del rey tanto se fían en su poridat e en su mansedumbre e son seguros de su bondat, que se non temen de fablar a sus sabores a tuerto o a derecho, ca él non gelo contradirá. Et éste es el lugar del sermón si fuese creído e de los ejemplos si hobiesen pro”.

Dijo la madre del león: “Catad este falso, cuánta grant cosa ha fecho, e quiere cegar los homnes por desmentirlos e por se salvar dellos”. Dijo Dimna: “Los homnes que son tales son cinco: el uno es el que descubre a la muger la poridat; et el otro es el que viste los paños de las mugeres; e el tercero es la muger que viste los vestidos de los varones; et el cuarto es el huésped que se enfinió et cuida que es señor de la casa; et el quinto es el que denuncia a los homnes lo que le non preguntan nin le demandan”. Dijo la madre del león: “¿Non conosces tú, malfechor, por qué temas, nin catas cuán laida obra fecite, por que sepas que non estorcerás sin que sea tornada de ti venganza?” Dijo Dimna: “El homne que mal fecho face non quiere a ninguno bien, nin lo amparará del mal maguer que lo puede facer”. Dijo la madre del león: “¡Falso traidor, en atreverte tú a decir tal fecho antel rey! es maravilla cómo te deja vivo”. Dijo Dimna: “El traidor es aquel que asegura a su enemigo, et después lo mata”. Dijo la madre del león: “¿Has esperanza de estorcer de tu grant pecado con tales palabras mintrosas?” Dijo Dimna: “El que dice la que non fue meresce lo que tú dices, et yo dije verdat e mostrarélo por prueba, e díjelo al rey e complí el homenaje que le debía”. Dijo la madre del león: ¿E qué fue lo que tú dejiste, e qué fue la verdat que tú le mostraste?” Dijo Dimna: “Bien sabe el rey que si yo mintroso fuese, non le diría a él tal dicho nin me atrevería a decir lo que non era nin a sacar mentira; et yo he esperanza quél verá que yo so verdadero e salvo e de sano corazón”.

Cuando vio la madre del león que el león non fablaba nada en el pleito de Dimna, callóse ella, e dijo: “Por ventura mienten contra él, e es salvo de lo que le aponen; e el que se escusa delante de los caballeros e non refiertan ninguna cosa de lo que dice, semeja que es verdadero en lo que dice; et callar a las razones del contendor semeja conoscer la verdat que dice. Et dicen los sabios que quien calla otorga”. Desí levantóse por salir ende sañosa. Et mandó estonces el león que prendiesen a Dimna e que le pusiesen fierros; desí leváronlo a la cárcel, e mandó catar su pleito, et facer sobre él pesquisa, e que gel mostrasen; et yogo Dimna en la cárcel, e mandó lo guardar a un caballero. Desí dijo la madre del león a su fijo: “Non se puede encobrir mestura de Dimna e su mal fecho en todas las cosas, mayormente en fecho de Senceba el leal sin culpa. Et ya me fue a mí dicho deste falso mintroso lo que dicen dél todos por una boca, ca non es cosa que se calle a ninguno; desí fácemelo más verdat sus mentiras e sus escusaciones e sus salvas que son contrafechas sin verdat; et si tú lo oyes, amparar se te ha con razones falsas, et lo que a mí dijo el fiel verdadero es la verdat. Pues si quieres folgar dél, non contiendas con él e mátalo”. Dijo el león: “Cállate, que yo cataré su pleito e lo pesquisaré, ca es muy sotil e muy artero e sabio e entendido; et yo quiero ser bien cierto de su pleito e non quiero pasar a él rabiosamente, nin quiero mi daño en seguir voluntad de otro de que non sé su verdat nin su mentira. Et mucho aína puede ser que esto sea por envidia que le han, et témome de lo matar por dicho dellos, ca habría ende grant pecado et daño. Pues dime: ¿Quién es aquel que te lo dijo? Ca los homnes se han envidia unos a otros e se mezclan et quieren pujar el uno más quel otro en las dignidades”. Dijo la madre del león: “El fiel verdadero que me contó la historia es tu amigo el león pardo, tu leal e paro vasallo que sabe tu poridad”. Dijo el león: “Asaz hay, et tú verás lo que yo faré e lo que dél mandaré facer; pues vete”.

Et pues que se fue la madre del león para su casa e pasó la media noche, dijeron a Calila como Dimna era preso, e pesóle mucho por la grant amistad que había con él e por la compañía e por el mal que le acaesciera, et fuese para la cárcel encubiertamente. Et cuando entró e lo vio preso lloró, et dijo: “Ya llegado ha tu facienda a tal lugar que non he cura ya de te fablar broznamente nin dejarte de decir que te pese, et en secreto fablando díjete: Miémbrate lo que te yo decía e te castigaba e te consejaba e non tornabas y cabeza a cuanto te decía, nin feciste por ello por el grant desdén que en ti había, ca te tenías por muy acabado en tu consejo e por artero. Et dicen los sabios: “Conviene al homne que es buen caballero que non se meta por su esfuerzo en lugar que non pueda salir nin estorcer”. Et dicen que la falsedat ante muere de su plazo, e non por que fenesca la vida, mas por esto en que estás, que la muerte es más folganza que ello. ¡Ay de tu mesura e de tu seso e de tu saber, cómo te han privado dellos, e eres llegado a la muerte! Dijo Dimna: “Nunca cesaste de decir verdat e mandarla facer, mas yo non escuchaba nin creía tu consejo, por la grant envidia e la cobdicia que había en haber dignidat, et por la tribulación e la laceria en que era, et si non por eso en lo que me tú castigabas asaz complimiento había, que si lo ficiera levara la cima dello. Et quien es tentado de golosía non escucha de sus amigos, quel han piedat e lo aman, así como tú. Et dicen los sabios que el que non cree a sus amigos e a sus leales consejeros e a sus bien querientes, torna su facienda a repentencia, et ya vees en cuanto mal só hoy; mas ¿qué podías facer con la golosía e la cobdicia que vence al seso del mesurado e el saber del sabio? Así como el enfermo que entiende que su daño es en su gula, que ha de comer, e sabe que le acrescerá en su dolor, e non lo deja de comer, e acresce su enfermedad e por ventura muere ende. Et yo non me duelo hoy de mí, mas duélome de ti, ca he miedo que serás tú compreso por razón de mí et por el amor e por el parentesco e la amistad que habíamos en uno, et serás atormentado e lazrado, e non podrás estar que les non descubras mi facienda et matarán a mí por que te creerán e tú non estorcerás después de mí”.

Dijo Calila: “Ya pensado he en tu facienda, et bien dices verdad en lo que dices et yo te consejé lealmente. Et el homne con cuita cuando le acaesce la tribulación acúsase de lo que fizo, con esperanza de vevir e de ser aliviado de la pena. Et yo quiero me ir ante que entre alguno de la mesnada e me vea estar contigo, et mándote e aconséjote que te confieses de tu pecado e conoscas tu mal fecho; ca morir debes sin falla, et mejor es de ser justiciado en este mundo que ir a la pena durable en el otro”. Dijo Dimna: “Bien me has aconsejado e dices verdat; empero veré a qué tornará la mi cima de mi facienda e qué mandarán de mí facer”. Tornóse Calila a su posada muy triste e muy cuidoso con miedo de ser preso por el pecado de Dimna, e prísol menazón e murió esta noche.

Et yacía en la cárcel un lobo preso, e estaba durmiendo cerca de Dimna, et oyó todo lo que se decían e aprísolo. Desí la madre del león entró a su fijo otro día de mañana et díjole: “Miémbrate lo que me dejiste anoche e prometiste en pleito deste falso traidor, et de cómo dejiste a tus mesnadas que debe el homne facer las cosas con temor de Dios, e non se le debe meter en vagar, et yo non sé mayor bien que librarlo e folgar dél”. Et estonce mandó el rey al león pardo e el alcalde que se asentase a juicio, e que llamasen a Dimna ante ellos e que feciesen su pesquisa e, fecha, gela llevasen a él. E el león pardo fizo llamar a la mesnada e a Dimna; et así todos juntos ante él, díjoles el león pardo: “Después que el rey mató a Senceba siempre estovo triste e cuidoso por que lo mató sin culpa, salvo por que Dimna lo enridó e lo mezcló con envidia que le había; pues si alguno de vos sabe alguna cosa dígalo, e nos mostraremos al rey, que el rey non matará a ninguno salvo después que feciere pesquisa e sea cierto dello, nin querrá facer a su sabor nin por albedrío”. Dijo el alcalde: “Ya oíste lo que dijo el león pardo; faceldo así e ninguno de vos non encubra ninguna cosa de lo que sopiere, por muchas razones; la primera por que vos non debedes haber pesar que el juicio caya contra quien debe, nin maguer sea contra nuestras voluntades e non menospreciando cosa dello; ca la muy pequeña verdat gran cosa es, e la cosa que más pesa a Dios es matar al sabio sin culpa por mestura del falso mentiroso; et la segunda es, cuando el malfechor es penado por lo que face, non se atreven a facer otro tal los otros con miedo de la justicia, et esto es pro de la mesnada et de los pueblos; et la tercera es, que cuando el falso mentiroso traidor es justiciado, fuelga el rey e los suyos, ca el tal vevir entre ellos es les gran daño e gran peligro. Pues diga cada uno de vos lo que sabe e non encubra la verdat nin afirme la mentira”. Et desque las mesnadas oyeron esto, catáronse unos a otros, e dijo Dimna: “¿Por qué estades todos tartaleando? Diga cada uno de vos lo que sabe, e si yo malfechor fuese placerme hía que callásedes. Pues que sé que soy salvo e sin culpa, pues decid lo que sabedes, que sabed que cada razón ha su respuesta, et el que dice lo que non vio nin sabe, razón es que le contezca lo que le contesció al físico necio”. Dijo el alcalde et el león pardo: “¿Cómo fue eso?”

El médico ignorante que envenenó a la hija del rey

Dijo Dimna: “Dicen que en una cibdat había un físico que era bien andante e de buen donario en su melecinamiento e morióse, e estudiaron en sus libros algunos por aprender, et vino ende un home que se enfingió que era un buen físico e non era tal. Et el rey desa tierra había una fija que amaba mucho, e hubo de adolecer, et el rey envió a llamar muchos físicos para que curasen de su fija. Et vino un físico muy sabio que era ciego, et dijéronle la dolencia de la niña e mandóles que le diesen a beber cierto jarope a que dicen remasera. Et tornáronse para el rey e dijeron gelo, et él buscó un físico que le diese a beber aquella melecina, et vino ahí aquel homne que se alababa de físico e sabio de melecinas e de confasiones et mandó traer las arcas en que estaban las melecinas del físico muerto, et trojieron gelas e pusieron las delante, e abriólas e tomó dende una dellas que falló en un saqueto en que había ponzoña mortal, et compuso dél e de las otras una melecina e dijo: “Esta es remasera”. Cuando el rey vido que lo ficiera tan aína, cuidó que era sabio e agudo e mandól dar algo e buenos paños. Et él dio a beber la melecina a la dueña, e luego, como la bebió, fueron los sus entestinos despedazados e murió. Et cuando el rey la vido muerta mandó que le diesen a beber al físico de aquella melecina, e bebióla e luego fue muerto”. Dijo Dimna: “Di vos este ejemplo porque non diga ninguno de vos lo que non sabe por facer placer a otros nin por otra cosa. Et todo homne haberá galardón por lo que ficiere, et yo só salvo de lo que me apusieron. Et he me entre vuestras manos, pues temed a Dios, cuanto pudieres”. Fabló el cocinero mayor fiándose en su dignidad, et dijo: “Oíd, sabios e ricos homnes, et parad mientes en lo que vos diré: ca los sabios non dejaron ninguna señal de los buenos e de los malos que la non departiesen, et las señales de la falsedat son manifiestas en este mal andante, e de más que ha mucho mala fama”. Et dijo el alcalld al cocinero: “Ya lo oímos eso, et pocos son los que las non conocen. Pues dinos las señales que vees en este lazrado”. Dijo el cocinero: “Fulán dijo en los libros de los sabios que el que ha el ojo siniestro pequeño e guiña dél mucho, e tiene la nariz inclinada faza la diestra parte e tiene las cejas alongadas e entre las cejas tres pelos, e cuando anda abaja la cabeza e cata siempre en pos de sí, e le salta todo el cuerpo, et el que estas señales ha en sí es mesturero e falso e traidor, et todas estas señales son en este lazrado apercebidas”. Dijo Dimna: “Por unas cosas jugda el homne otras, et el juicio de Dios derecho es e sin tuerto.

Et vos sodes sabios e mesurados en razonar, et ya oíste lo que éste dijo; pues oíd a mí, ca él cuida que non es ninguno más sabio que él, et cree que non ha otro más saber que el suyo; pues si todos los bienes e los males que el homne face non son si non por las señales que son en el homne, manifiesta cosa es que non habrá él religioso su buen gualardón por el servicio que face a Dios, nin el que mal face non habrá pena por sus malas obras, et que non son los homnes bien andantes si non por las señales que son vistas en ellos, et el que mal face non se puede dello dejar nin puede estar que lo non faga, et que non es ninguno virtuoso, maguer puñe en bien facer, que le tenga pro, nin ningunt malfechor, maguer que peque, quel faga daño. Et non mande Dios que así sea, et si a los homnes fuese dado pornían en sus cuerpos las mayores señales que ellos pudiesen. Et yo só salvo de lo que me apusieron, et de mí non salió ál si non verdat; et bien veen los que aquí son presentes cuán nescio e cuán torpe eres de las cosas, ca tú non sabes mejor las cosas nin eres más enviso que los que aquí son presentes, mas fablaste e erraste et eres tal como el homne que dijo a su muger: “Cubre tú lo que non debe parescer de ti e deja las cosas agenas e enmienda las tuyas, que conosces mejor”. Dijo el cocinero: “¿Cómo fue eso?”

El labrador y sus dos mujeres

Dijo Dimna: “Dicen que en una cibdat que decían Maruca corriéronla los enemigos, e cativaron e mataron mucha gente della. E cayó en suerte a un homne de los que la conquistaron, un homne labrador que tenía dos mujeres, e facíales mal, e non las fartaba de comer, e traíalas desnudas. Et enviólas un día con el homne a coger leña así desnudas, et falló la una dellas un trapo viejo, e cubrió con él su vergüenza. Et dijo la otra al marido: “Catad cómo cubre ésta su natura; e non lo face si non por que hayas sabor della e yoguieses con ella”. Dijo el marido: “Astrosa, non paras mientes en ti que estás descubierta, e riebtas a la otra que cubrió su vergüenza con lo que pudo haber”. Dijo Dimna: “E tú debes parar mientes en cobrir a ti e callar; ca es grant maravilla de tu facienda por que te llegas al comer de nuestro señor, habiendo en ti tales tachas malas, et seyendo tan lijoso. Et non vi yo sólo las tus tachas, mas cuantos aquí son de la mesnada del rey lo saben.

Et yo encobrílo fasta hoy, e non lo dejé de mostrar si non por que decía en mi corazón: a mí non nuce la honra quel rey face a otri, nin me face pro afrontarlo, mas débolo encobrir; mas pues que me ha parescido de ti enemistad, e dejiste abusión, e fablaste en falso e a tuerto e sin sabiduría, quiero yo decir las tachas que ha en ti, por que non debes llegar al comer del señor e deben los homnes fuir de ti”.

Dijo el cocinero: “¿A mí lo dices lo que oyo?” Dijo Dimna: “A ti lo digo, ca ayúntanse en ti todas malas tachas; ca eres potroso e has el mal del figo e eres tiñoso e has albarraz en las piernas; onde non debes llegar a la puerta del rey”. Cuando el cocinero mayor oyó lo quel decía, afogóse con sus lágrimas e comenzó de llorar por que se atrevía Dimna a él e le fablaba tan villanamente. Cuando esto vio Dimna díjol: “Por grand derecho lloras, que sabes que si el rey esto sabe alongarte ha de sí e nunca te pararás antél”.

Cuando esto oyó el fiel del león, que trasladaba lo que decía Dimna e lo que decían dél, et éste había nombre Xaar, escribió todo aquello e levólo al león. Cuando aquello vio el león, mandó desponer al cocinero mayor de su oficio, et que non paresciese antél nin entrase en su casa. Et escribió el alcall e el fiel otrosí lo que dijo Dimna. Et mandó a Dimna tornar a la cárcel, e fuéronse ese día.

Et había y una bestia quel decían Jauzava e era amigo de Calila, e fuese para Dimna e fízole saber la muerte de Calila. E lloró Dimna muy mucho et dijo: “¿Qué quiero yo hoy vevir más seyendo muerto mío hermano e mío puro amigo? Et cómo dijo verdat el que dijo: “Cuando al homne viene la tribulación, de todas partes le viene el mal e cúbrelo e cércalo, la cuita et el mal” como a mí acaesció en yo perder a Calila, ca ése era mi bien o todo mi conorte, e sabía toda mi poridat de bien e de mal. Et si Dios esto fizo, loado sea El, que me dejó a vos e su lugar, que me queredes bien, e me querredes, et seredes en apiadarme segunt que era Calila. Pues si hobieres por bien de llegar a la casa de Calila e traerme cuanto y fallares suyo e mío”. E él fízolo así. Et dióle Dimna la parte de Calila, et dijo le: “Más la meresces tú que otri”. E rogól e pidiól en amor que fuese antel león e que dijese bien dél e quel ficiese saber lo que diría la madre del león dél. Et prometió gelo a rescibió lo que le diera, e fuese Jausaba de mañana al león et falló al león pardo e al alcall que vinieran con los escriptos e gelos pusieron delante.

E el que los cataba mandó a su escribano que los trasladase e dar los al león pardo; e dijo a él e al alcall: “Id vos así como ayer e facer llamar a Dimna e ponedlo ante la mesnada e venid me decir lo que se face e cómo se salva”. Es pues que sallieron ende vino la madre del león, e leyóle él aquellos escriptos. Dijo ella: “Non melo tengas a mal, fijo, si te yo estultare de mi palabra, ca veo que non sabes qué te tiene pro nin daño, por el engaño deste falso. Pues líbralo e folgarás; ca si lo a vida dejas confonderá tu mesnada”. E tornóse muy sañuda contra él.

Desí fuese Jauzaba e llegó a Dimna a la cárcel, fízol saber cuanto dijera la madre del león cuandol leyeran los escriptos. Et en seyendo así fablando vino el mandadero del alcall e del fiel, e leváronlo a la casa del juicio e paráronlo ante la mesnada e el pueblo, e ayuntáronse estando Dimna antellos. Dijo el mayor de la mesnada: “Ya sope yo tu pleito, e es entendida la verdat, et non habemos más que pesquerir de ti; ca tú con traición e con falsedad e con mestura feciste al rey, nuestro señor, que matase a Senceba, su amigo, et era leal e verdadero, sin culpa que ficiese. Et si non fuese por la su grant merced e por la su gran piadat que nos mandó que sopiésemos más de tu facienda, ya el juicio manifiesto fuera dado de nos contra ti”. Dijo Dimna: “Non fablas como quien ha piadat nin merced, nin como quien cata al pleito del que rescibió tuerto, nin como quien sigue la verdat nin el derecho; mas usas de voluntad e quieres me matar. Non eres cierto de lo que me apusieron, nin son pasados los tres días que debedes pesquerir por mí. Et non eres de culpar, ca el malo non ama los buenos nin a los que facen las obras de Dios”. Dijo el alcall: “Debe el señor galardonar al homne por su bondat e honrarlo e conoscerlo; ca todo bien quel face, merécelo, e debe justiciar al malfechor por su mal fecho e penarlo por ello, por tal que los buenos tomen mayor cobdicia de facer bien, e que los malos fuyan del mal facer. Et por buena fe más te vale ser justiciado en este mundo que ser justiciado en el otro. Pues otorga tu pecado e confiesa el mal que feciste, ca farás mejor cima por ende. Si Dios a esto te guiare librarás tu alma de la persecución del otro siglo, et fablarán siempre de ti, de cómo te razonabas buenamente para estorcer, et de cómo ante facías escusaciones con que te amparases. Desí por confesar de tu pecado e ganar la salud del otro siglo; ca morir por lo que Dios manda más vale que vevir en lo que defiende”.

Dijo Dimna: “Alcalld bueno e derecho, verdat dices e fablaste como sabio; e por buena fe una de las bien andancias del homne es non vender él otro siglo por aqueste que ha de finar, e de complir un poco después con luenga pena. Mas fállase en los libros de la ley que non debe el homne ayudar a su muerte, e que es grant pecado al que lo face, a más que yo só salvo de lo que me apusieron. Pues ¿cómo me mandaré matar, e ser en ayuda contra mí, seyendo acusado a tuerto, e non deciendo mentira, nin la sacando por la boca, nin seyendo conoscido por tal? Tengo por muy fuerte de conoscer lo que non fiz, e otorgar que fiz mal, e ser en ayuda contra mí e aparcero del que me quiere matar.

“Et tú sabes cuamaña pena ha el que esto face, en el otro siglo, et yo so salvo en mi fama, e mi escusación es cierta e manifiesta. Pues si matar me quisieres acusado a tuerto. Dios me haya merced. Et por ventura si esto me ficieren, non haberé otro mal en este mundo nin en el otro. Et yo digo lo que ayer dije; et temed a Dios, e membrad vos del juicio del otro siglo et de la pena, et non vos metades a cosa de que vos arrepentades do vos non terná pro la repentencia; ca los alcalls non judgan por lo que cuidan, nin el cuidar non tiene pro en la verdat; et yo más sé de mí que vos.

Mas guardad vos que vos non acaesza lo que acaesció al que dijo lo que non sabía nin viera”. Dijo el mayor de la mesnada e el alcalld: “Et ¿cómo fue eso?”

Los papagallos acusadores

Dijo Dimna: “Dicen que había en una villa un rico homne quel decían Morzubem, et era noble e de gran fecho, et había una muger muy fermosa e buena e leal. Este rico homne había un sirviente azorero, e amaba a su señora, e había le demandado su amor muchas veces, et ella non tornaba cabeza por él, e amenazóla muy mal. Et cuando fue desfuciado della, pensó de buscarle mal con el marido. El salió un día a cazar e priso dos pollos de papagallos. Et apartólos el uno del otro, et enseñó al uno decir: “Yo vi al portero yacer con mi señora en el lecho”, et enseñó al otro decir: “Pues yo non quiero decir nada”. Et aprendieron esto los pollos en lenguaje de Balaf, que non sabían los de aquella tierra. E tomólos e diólos a su señor, e cantaban antél, e placíale con ellos, e non sabía qué decían. Et un día vinieron le huéspedes de tierra de Balaf; et después que hobieron comido mandó traer las aves antellos por les facer placer, e cantaron. Cuando ellos oyeron lo que los pollos cantaban, catáronse unos a otros e abajaron las cabezas de vergüenza que hobieron; díjol el uno dellos: “¿Sabes que dice el uno destos papagallos? Non te ensañes contra nos si te lo dijéramos, ca fablan en lenguaje de Balaf” Dijo él: “Non me ensañaré, ca ante me placerá”. Sabed que dice: “El portero yace con mi señora en el lecho de mi señor”; et el otro dice: “Pues yo non quiero decir nada”. Et nos habemos por ley de non comer en casa de homne que su muger sea mala”. Cuando esto hobieron dicho, dijo el siervo que estaba y cerca: “Verdad es, et yo so ende testigo, que lo vi muchas veces e non lo osé decir”. Et el señor de casa, cuando esto vido, mandó matar a su muger.

Et ella enviól rogar que pesquisase bien lo que le dijeran, et dijo: “Demanden et pregunten a los papagallos si saben más deste lenguaje de Balaf, et fallarán que esto ha fecho tu azorero; ca él me pidió mío amor e yo non quise”. Et ellos ficieron lo así et vieron que non sabían más fablar, et entendieron quel azorero los enseñara. Et cuando esto vieron entendieron que la mujer era sin culpa e el azorero era mintroso, et mandaron lo llamar. E él entró muy atrevido e traía en la mano un azor. Et díjole la muger: “Di tú, ¿me viste facer esto que dices?” Dijo él: “Sí”. Cuando esto hubo dicho saltóle el azor al rostro e sacóle los ojos con las uñas. Dijo la muger: “Vees, traidor, las justicia de Dios, que aína te avino e te compreendió, porque testimoniaste falso contra mí de lo que non sabías nin acaesció”.

Dijo Dimna: “Di vos este ejemplo por que vos guardedes de facer como fizo el azorero; ca el que tal face, justícialo Dios en este mundo e en el otro”. Et el alcall fizo escrebir todo lo que dijera Dimna e todo lo otro que y pasó; e enviáronlo a la cárcel et fuéronse los mayores de la mesnada a la casa del rey e leyeron antél todo lo que se razonó. E tovieron a Dimna en la cárcel siete días; e cada día le demandaban e non le rescebían ninguna escusación de su pecado et nunca lo pudieron vencer nin facer que manifestase. Desí la madre del león cuando le mostraron el escripto entró al león e díjole: “Si dejas a Dimna vivo, faciendo tal traición, atrever se han a ti tus mesnadas e ninguno non se temerá de tu justicia por grant pecado que faga”. Et fizo ella venir al león pardo, e testimonió de Dimna lo que le oyó decir e lo que le respondió Calila. E pues que gelo hubo dicho muchas veces al león, entendió él que Dimna lo había metido a ello, e quel ficiera andar a ciegas, e mandó que lo matasen con fambre e con sed, e murió mala muerte en la cárcel.

Desí dijo el sabio: “Paren mientes los entendidos en esto et en otro tal, et sepan quel que quiere pro de sí a daño de otri, a tuerto por engaño o por falsedat, non estorcerá de mala andanza et fará mala cima, et rescebirá galardón de lo que ficiere, en este mundo et en el otro”. Aquí se acaba el capítulo de la pesquisa de Dimna.

Capítulo V

De la paloma collarada, e del galápago, e del gamo, e del cuervo; e es capítulo de los puros amigos

Dijo el rey al filósofo: “Ya oí el ejemplo de los amigos, cómo los departe el mesturero, falso, mezclador, e a qué tornó su facienda; pues dime de los puros amigos, cómo comienza su amistad entrellos, e cómo se ayudan et se aprovechan unos de otros”. Dijo el sabio: “El homne entendido non eguala con el buen amigo ningund tesoro nin ninguna ganancia; ca los amigos son ayudadores a la hora que acaesce al homne algund mal. Et uno de los ejemplos que me semejan a esto es el ejemplo de la paloma collarada e del mur e del galápago e del gamo e del cuervo”. Dijo el rey: “¿Et cómo fue eso?”

Dijo el filósofo: “Dicen que en tierra de Duzat, cerca de una cibdat que decían Muzne, había un lugar de caza, do cazaban los pajareros, e había y un árbol grande de muchas ramas e muy espesas, e había y un nido de un cuervo que decían Geba. Et estando el cuervo un día en aquel árbol vio venir un homne muy feo e de mala catadura e muy despojado; e traía al cuello una red, e en la mano lazos e varas e asomaba faza el árbol. Et el cuervo hubo pavor, et dijo “Alguna cosa adujo a este pajarero a este lugar, et yo non sé si es por mi muerte o por muerte de otri; mas estaré quedo en mi lugar, e veré qué fará”. E armó el cazador su red, e esparció y trigo, e echóse en celada y cerca. Et a poca de hora pasaron y unas palomas que habían por cabdillo e por señora una paloma que decían la collarada. E vio la collarada el trigo, e non vio la red, e posó ella e todas las palomas, e trabáronse en la red.

Et vino el pajarero muy gozoso por las tomar, e comenzaron las palomas a debatirse cada una a su parte, e punaban por estorcer. Díjoles la collarada: “Non vos desamparedes en vos querer librar, nin haya ninguna de vos más cuidado de sí que de su amiga; mas ayuntemos nos todas en una e quizá arrancaremos la red, et librar nos hemos las unas a las otras. “Et ficieron lo así: ayuntáronse e arrancaron la red, e leváronla en alto por el aire. Et vio el cazador lo que ficieron, e siguiólas por las haber, e non se desfució dellas e cuidó que luego a poca de ora les apesgara la red e cayeran. Dijo el cuervo, entre sí: “Seguir las he fasta que vea en qué torna su facienda et del cazador”. Et la collarada paró mientes et vio al cazador que las seguía. Dijo ella a las otras: “Veo que nos viene a buscar; e si fuéremos por lo escampado non perderá rastro de nos nin dejará de nos seguir; e si fuéremos por el lugar de los muchos árboles e por lo poblado, perderá rastro de nos, e desperará de nos, e tornar se ha. Et si se fuere, aquí cerca hay una cueva de un mur que es mi amigo; e si allá vamos tajará esta red et librarnos hía della”. Et ficieron las palomas lo que les ella mandó.

Et perdiólas el pajarero de vista e desfució se dellas, e tornóse. Et siguiólas el cuervo como ante facía por ver si farían alguna arte para sallir de aquello en que eran caldas, e la aprendiese e se ayudase della si él cayese en otro tal. Et llegaron las palomas a la cueva del mur, et mandólas la collarada que se posasen. Et fallaron que el mur tenía ciento cuevas para los miedos. Et llamólo la collarada por su nombre, e decíanle Zira, e él respondió e díjole , “¿Quién eres?” Díjole la collarada: “Tu amiga la collarada”. Salió luego a ella, et cuando vido la red díjole: “Hermana, ¿quién te echó en esta tribulación?” Díjole la collarada: “¿Non sabes que non hay cosa en este mundo que en ventura non haya aquello que le contesce? E así la ventura me echó en esta tribulación, ca ella me mostró los granos e me encubrió la red de guisa que me travé en ella, yo e mis compañeras. E non es maravilla en me non amparar yo de la ventura, ca non se ampara della quien es más fuerte que yo et de mayor guisa; ca a las veces se escuresce el sol e la luna, e pierden su color, e sacan los peces de fondón de la mar do ningunos non nadan, e facen descender las aves que vuelan por el aire, si lo han en parte. Onde la cosa que face cobrar al perezoso lo que le es menester, esa mesma la face perder al anviso, et así las aventuras me metieron en esto que vees”. Desí comenzó el mur de roer los lazos en que yacía la collarada. Et ella díjol: “Amigo, comienza en las otras palomas, e taja sus lazos; desí tajarás los míos”. Et dijo gelo muchas veces, e él non tornaba cabeza por lo quel decía, nin le respondía. Et tanto gelo dijo, fasta que le respondió el mur e le dijo: “Semeja que non has duelo nin piedat de ti nin debdo con tu alma”. Díjol la collarada: “Non me culpes de lo que te digo, ca yo só cabdillo destas palomas, et asegurélas que estorcerían desta cuita por mí; et es grant derecho que lo faga, así como ellas ficieron su derecho en obedescer a mí lealmente, ca con su ayuda e obedescimiento nos libró Dios del pajarero. Et yo temo me, si comenzares a roer mis lazos, que cansares e te enojares de los que fincaren; et sé que si ante royeres los lazos dellas et fuere yo la postrimera, maguera que canses e te enojes, non querrás estar que non me libres desto en que só”. Dijo el mur: “Por esto otrosí te deben amar tus amigos, e haber mayor cobdicia de ti”. Et comenzó a roer e a catar la red fasta que la acabó. Tornóse la collarada e las otras palomas a su lugar, salvas e seguras.

Cuando el cuervo vido lo quel mur ficiera, e como librara a las palomas, hubo cobdicia de haber su amor, et dijo en su corazón: “Non só yo seguro de non acaescor a mí lo que acontesció a las palomas, e non puedo escusar el amor del mur”. Et llegóse a la puerta de la cueva e llamólo por su nombre; e dijo el mur: “¿Qué quieres o quién eres?”. Dijo el cuervo: “Yo só el cuervo, et sepas que me acaesció desta guisa e desta. Et cuando vi la lealtad que hobiste a la collarada e a sus compañeras, e de lo que fueron libradas por ti, hube grant cobdicia de tu amistad e de tu compañía, e vine te la a demandar”. Dijo el mur: “Non ha entre mí e ti carrera por amor, et el homne entendido non debe trabajarse si non de lo que ha fiucia que fará, et dejarse de buscar lo que non podrá haber, ca será por nescio contado, así como el homne que quiso facer correr las naves por la tierra, e las carretas por el agua, e non es en guisa. Et ¿cómo será entre nos carrera de amor, yo seyendo tu vianda e tú seyendo mi comedor?” Dijo el cuervo: “Piensa con tu entendimiento que en comerte yo, maguer que tú seas mi vianda, non me abastarás nada, et que en viviendo tú e habiendo yo tu amor, haberé solaz e consolación e seguranza mientra que viva. Et pues que yo vine pedirte tuyo amor e gracia, non me debes enviar vago, ca me ha parescido de ti grant bondat e buenas costumbres; et maguer que tú non quesiste mostrar esto de ti, el homne bueno non se encubre su bondat, maguer la encubra e esconda cuanto pueda, así como el musgo, que maguer es cerrado e sellado, por eso non deja su olor de recender; pues tú non mudes contra mí tus costumbres, nin me viedes tu amor”. Dijo el mur: “La mayor enemistad es de la natura que es en dos maneras: la una es egual así como la enemistad del elefante con el león, ca a las veces mata el león al elefante, e a las veces mata el elefante al león; et la otra es del daño de la una parte contra la otra, así como la enemistad que es entre mí e ti. Et esta nuestra enemistad non es por daño de mí contra ti; mas por la mala andancia que nos fue prometida en parte que hobiésemos de nos enemistar de la natura; e la paz e la tregua del que ha algo menester, las más veces en enemistad se torna, e non debe el homne fiar por tal tregua, nin ser engañado por ella; ca el agua, maguer sea bien escalentada con el fuego, non deja por eso del amatar el fuego si de suso se le echan. Et solamente tal es el que face amistad con su enemigo como el que lleva la culebra en su seno, que non sabe cuando se le ensañará e lo matará. Et non se consuela el homne entendido con la amistad del que lo ha menester, mas antes se aparta dél e lo esquiva”.

Dijo el cuervo: “Entendido he lo que dejiste, e tú debes facer segund la bondat de tus costumbres, e conoscerás que verdad te digo, e non me encarezcas la cosa nin la aluengues entre mí e ti en decir que non hay carrera para haber yo e tú nuestro amor de so uno; ca el amor que es entre los buenos depártese muy tarde e ayúntase aína, et es en esto tal como el vaso de oro que se quiebra muy tarde e se emienda muy aína, maguer que se quiebra e se abolle; e el amor que es entre los malos depártese mucho aína e ayúntase muy tarde, así como el vaso de tierra que se quiebra por cualquier guisa mucho aína, desí nunca se emienda. Et el homne de buena parte ama al homne de buena parte de una vez que se vean, e por conoscencia de un día e non más, et el homne vil non pone su amor con ninguno si non por cobdicia o por miedo, e tú eres noble e de buena parte, et yo he menester tu amor, et aquí estaré a tu puerta, que non comeré nin beberé fasta que me otorgues tu amor”.

Dijo el mur: “Ya rescibo el tu amor, que yo nunca envié al que algo hobo menester de mí sin ello, et non te comencé a decir esto que oíste si non por me escusar, e si me quisieres facer traición non dirás: fallé el mur de flaco consejo e rafez de engañar”. Desí salió de su cueva e paróse a su puerta. Dijo el cuervo: “¿Qué te tiene a la puerta de la cueva que te vieda de salir a mí e solazarte comigo? ¿Has sospecha o miedo de mí aún?” Dijo el mur: “Los homnes deste siglo danse entre sí unos a otros dos cosas: la una es el amor e la otra es el algo. Et los que se dan el amor son los que pura e lealmente se aman, e los que se dan el algo son los que se ayudan e se aprovechan unos de otros. Et el que non face bien si non por haber bien, et por ganar alguna alegría deste siglo e algund pro, es tal en esto como el pajarero que echa los granos a las aves, non por les facer ayuda, si non por que quiere ganar. Onde dar homne su amor mejor es que dar su algo. E fío en tu amor, e dote otra tal de mí; e non me tiene de salir a ti mala sospecha que haya en ti; mas yo creo que tú has compañeros que son de tu natura, e non son contra mí como tú, e he miedo que me vea contigo alguno dellos e me mate”. Dijo el cuervo: “Esta es la señal del amigo: ser amigo del amigo e enemigo del enemigo, et non me es a mí amigo nin compañero quien a ti non amare e non hobiere sabor de ti. Muy rafez me partiría yo de su amor del que tal fuere; et el que siembra las yerbas odoríferas, si con ellas nasce alguna cosa que las dañe e las afogue, arráncala”.

Desí salió el mur al cuervo, e abrazáronse e saludáronse el uno al otro e solazáronse e seguráronse e fablaron e contáronse nuevas, fasta que pasó una hora del día. E después que pasaron algunos días dijo el cuervo al mur: “Esta tu cueva es cerca de la carrera por do pasan los homnes, e témome que te farán mal. Et yo sé un lugar apartado e muy vicioso do ha peces e agua et hay un galápago mi amigo; si quisieres vamos a él, e veviremos con él salvos e seguros”. Dijo el mur: “Pláceme e yo te he de decir muchas historias e fazañas que te departiría si fuésemos ya llegados do tu quieres”. Et priso el cuervo al mur por la cola, e voló con él fasta que llegó cerca de la fuente en que yacía el galápago. Cuando vido el galápago un cuervo e un mur con él espantóse, e non sopo que su amigo era, e metióse en el agua. Et puso el cuervo el mur en tierra, e posóse en un árbol e llamó al galápago por su nombre, e decíanle Asza, e él conosció su voz, e salió a él et preguntóle dónde venía, e díjole él lo que le acaesciera desque siguiera a las palomas, e lo que le acaesciera después del fecho del mur. E maravillóse el galápago del seso del mur e de su lealtad, et llegóse a él e saludólo, e díjole: “¿Qué te adujo a esta tierra?” Dijo el mur: “Hube cobdicia de tu compañía e de vevir contigo”. Desí dijo el cuervo al mur: “Las historias e las fazañas que me dijiste que me dirías, dímelas agora e cuentamelas, e non te receles del galápago, que así es como si fuese nuestro hermano”. El mur cuenta historiaDijo el mur en comenzando a contar la primera historia: “Do yo nascí fue en casa de un religioso que non había muger nin fijos. Et traíanle cada día un canastillo de comeres, e comía dello una vez, e dejaba lo que fincaba, e colgábalo de una soga en un canastillo. Et yo acechábalo fasta que salía: desí veníame para el canastillo, e non dejaba y cosa de que non comiese e que non echase a los otros mures. E punó el religioso muchas veces de lo colgar en lugar que lo yo non pudiese alcanzar, e non podía. Desí posó con él un huésped una noche, e cenaron amos, e estando fablando dijo el religioso al huésped: “¿De qué tierra eres e a do quieres ir agora?” E éste su huésped había andado a muchas partes, e había visto maravillas, e comenzol a contar; e el religioso en este comedio sonaba sus palmas a las veces por me facer fuir del canastillo. Ensañóse el huésped por ende, e díjole: “¿Escarnio facedes de mí, que me demandades que vos cuente nuevas, e vos faciéndose esto?” “Et escusósele el religioso e díjole: “Gran sabor he de oír tus nuevas; mas fágolo por espantar unos mures que ha en esta casa, que me facen grand enojo, e nunca dejan cosa en el canastillo que me lo non coman e me lo royan”. Dijo el huésped: “¿Un mur es, o muchos?” Dijo el religioso: “Los mures de casa muchos son, mas hay uno que me ha fecho grand daño e non lo puedo facer ningund arte”. Dijo el huésped: “Por alguna cosa face este mur lo que face, et miémbrome agora a lo que dijo un home: “Por alguna cosa cambió esta muger el sínsamo descortezado por el por descortezar”. Dijo el religioso: “¿Cómo fue eso?”.

La mujer del sésamo

“Dijo el huésped: “Posé una vez con un hombre en una cibdat, e cenábamos amos, e feciéronme una cama, e fuese el hombre a yacer con su muger. Et había entre nos un seto de cañas, et oí dezir al home que dijo a su muget: “Yo quiero cras convidar una compaña que yante comigo”. Et dijo la muger: “¿Cómo lo farás, que non ha en esta casa cosa que les cumpla, et tú eres un hombre tal que non guardas nin condesas?” Dijo el marido: “Non te repientas por cosa que demos a comer nin despendamos, que el apañar e el condesar por aventura facen tal cima como la cima del lobo”. Dijo la muger: “¿Cómo fue eso?

El lobo y el arco

Dijo el marido: “Dicen que salió un ballestero, con su arco e con sus saetas a buscar venados, et luego acerca falló un venado et tiróle et matóle; et él en levándolo para su casa atravesó un puerco la carrera, et el ballestero tiróle e firióle. Et tornó se el puerco al home, e matóle con sus dientes, e así fueron allí todos tres muertos. Et en esto pasó por allí un lobo fambriento, e desque les vio ansí todos muertos, dijo: “Esperanza tengo de ser vicioso”. E dijo: “Así conviene condesar desto cuanto podiere; que el que non cuida nin condesa, non es enviso, e yo quiero facer provisión desto que fallé, que me complirá asaz comer la cuerda del arco para hoy”. Estonce llegó al arco por comer la cuerda, e desque la hubo tajada, desempolgóse el arco, e diole el otro cabo en la cabeza e matóle. Et yo non te di este ejemplo si non por que sepas que la gran cobdicia del apañar e del condesar face mala cima”.

“Dijo la muger: “Pues así tú lo quieres, téngolo por bien. En casa tenemos arroz e sínsamo de que dar de yantar a seis o siete homes, et yo mañana madrugaré e faré de que coman tus convidados los que quieras”. Et la muger, luego que amaneció cogió sínsamo, lo descortezó e lo extendió al sol para que se secase, e díjole a un esclavo pequeño que tenía: “Cuida de ese sínsamo, et que non se lo coman los pájaros, nin se acerquen a él los perros”. Et fuese la muger a otras faciendas de la casa. Et mientras, el mochacho que estaba en guarda del sínsamo descuidóse, et vino un perro et meóse en ello. Desí vino la muger et probó el sínsamo, et fallólo amargo et non quiso guisarlo para comer. Et fuese al zoco et camió aquel sínsamo por otro sin mondar, cantidad por cantidad. Et fallábame yo en el zoco en la sazón et oí a un home que dijo: “¿Por qué razón habrá esta muger camiado el sínsamo ya mondado por el sin mondar?” “Et otrosí te digo yo deste mur que salta en el canastillo, do quier que le pongas, e que sube en él, e los otros non, que por alguna cosa lo puede facer. Pues búscame un azadón, e cavaré en esta cueva e quizá sabré algo de su facienda”.

“Et estonces demandó el religioso un azadón, e trájole al huésped, et yo estando en otra cueva ajena, oyendo lo que decían. E había en la mi cueva mill maravedís, et yo non sabiendo quién los posiera ahí; empero yo meneábalos e zanecía con ellos cuando quier que me venía emientes. Así quel huésped cavó la cueva fasta que llegó a ellos e sacólos e dijo: “Este mur non podría saltar do saltaba si non por que yacían aquí estos maravedís. Ca el haber es criado para acrecer en la fuerza e en el seso; et tú verás que de hoy en adelante non podrá saltar como solía nin habrá fuerza nin memoria más que los otros mures”. Et yo oí lo que decía el huésped, et sope que decía verdat, e desesperé de mí mismo, e sentíme muy quebrantado e muy menguado en mi fuerza. Et cuando los maravedís fueron sacados de la cueva, mudéme a otra cueva, e cuando amanesció llegaron se los mures que me solían servir, e dijeron me: “Fambre habemos, e habemos perdido lo que nos solías dar, e tú eres nuestra esperanza, pues para mientes en nuestra facienda”.

“E fueme al lugar donde solía saltar al canastillo, e trabajéme de saltar muchas veces, a non lo podía facer. Et vi manifiestamente que mi estado era ya mudado, e despreciaron me los mures, e oíles decir unos a otros: “Aterrado es éste por siempre, pues quitemos nos dél e non esperemos dél nada; ca non cuidamos que pueda facer lo que solía, mas que haberá menester quien lo gobierne”. E dejaron me, e fueron se a mis enemigos e comenzaron a decir mal de mí e de mi aviltar a los que me habían envidia, e alongáronse de mí, e non tornaron por mí cabeza. Et dije en mi corazón: “Veo que la compaña e los amigos e los vasallos non son si non con el haber, e non paresce la nobleza del corazón nin el seso nin la fuerza si non con el haber; ca yo veo quel que non ha haber, si se entremete de alguna cosa, torna a la pobredat atrás, así como el agua que finca en los ríos de la lluvia del verano, que non va al mar nin al río, que non ha ayuda.

Et vi quel que non ha amigos non ha parientes, e el que non ha fijos non es memoria dél, et el que non ha haber non ha seso, nin ha este siglo nin el otro. Ca el homne, cuando le acaesce alguna pobredat e mengua, deséchanlo sus amigos, e parten dél sus parientes e sus bien querientes, e desprécianlo, e con cuita ha de buscar vida, trabajándose para haberla para sí e para su compaña, e de buscar su vito a peligro de su cuerpo e de su alma, pues quél ha de perder este siglo e el otro.

“Non es ninguna cosa más fuerte que la pobredat; que el árbol que nasce en el aguazal, que es comido de todas partes, en mejor estado está que el pobre que ha menester lo ageno. Et la pobredat es comienzo e raíz de toda tribulación, e face al homne ser muy menudo, e muy escaso, e fácele perder el seso e el buen enseñamiento, e han en él los homnes sospecha, e tuelle la vergüenza, e es suma de todas tribulaciones. Et aquel a que acaesce pobredat non puede estar que non pierda la vergüenza; et quien ha perdido la vergüenza pierde la nobleza del corazón; et quien pierde la nobleza es fecho muy vil; et quien es fecho vil rescibe tuerto; e quien rescibe tuerto e daño ha grand pesar; e quien ha de pesar enloquece e pierde la memoria e el entendimiento; et al que esto acaesce, todo cuanto dice es contra sí, e non ha pro de sí.

“Et veo quel homne, cuando empobrece, sospéchalo el que fiaba por él, et cuida mal dél como cuidaba bien, et si otro alguno ha culpa, apónenla a él. E non ha cosa que bien esté al rico que mal non esté al pobre; ca si fuere esforzado dirán que es loco, e si fuere franco dirán que es gastador, e si fuere mesurado dirán que es de flaco corazón, et si fuere sosegado dirán que es torpe, et si fuere fablador dirán que es parlero. Pues la muerte es mejor al homne que la pobreza que face al homne pedir con cuita, cuanto más a los viles escasos; ca el homne de grand guisa, si le ficiesen meter la mano en la boca de la serpiente e sacar ende el tósigo e tragarlo, por más ligera cosa lo ternía que pedir al escaso. Et dicen quel que padesce grant enfermedat en su cuerpo, tal que nunca la perdiese, o que perdiese sus amigos e sus bien querientes, o que fuese en agena tierra do non supiese casa nin albergue, nin hobiese esperanza de se tornar, mejor le sería todo esto que pedir a los viles; que la vida les es muerte e la muerte les es folgura. Et a las veces non quiere el homne pedir seyéndole mucho menester, e fázel esto furtar e robar, que es peor que pedir; ca dicen que más vale callar que decir mentira, et mejor es la torpedad de la laceria que la infamia, et mejor es la pobredat que pedir haberes agenos.

“Et yo vi quel huésped, cuando sacó los maravedís de mi cueva, que los partió con el religioso. E vi que puso su parte dellos en una bosa a su cabecera, e hube cobdicia de haber algunos dellos por que cobrase mi fuerza, e por que se tornasen a mí mis amigos. E fueme, seyendo él adormido, fasta que llegué acerca dél, e despertó a mi roído. Et tenía cerca de sí una vara, e firióme con ella en la cabeza muy mal; e rastréme fasta que entré en la cueva. Et después que se me fue amasando el dolor que había, contendieron comigo la golosía e la cobdicia, e vencieron me de mi seso. Et lleguéme con otra tal cobdicia como la primera, fasta que fue cerca, e en veyéndome diome otro tal golpe de cabo en la cabeza, que me cubrió de sangre. Et fueme a tumbos, e rastréme fasta que fue en la cueva, e caíme amortecido sin seso e sin recabdo.

“E hube tamaño miedo que me fizo aborrescer el haber, así que cuando oía nombrar haber, había grant pavor e grand espanto. Desí pensé e fallé que las tribulaciones deste mundo non las han los homnes si non por golosía e por cobdicia, e siempre están por ellas en tribulación e en laceria. Et vi que había entre la escaseza e la franqueza grand diversidad, et vi que más ligera cosa es meterse homne a las grandes aventuras e al grand peligro, e a grand ocasión, e a luengas carreras, en buscar el algo deste mundo, que parar su mano a pedir. Et vi que non ha mejor cosa en este mundo que tenerse homne por abastado con lo que ha. Et oí a los sabios decir que non es ninguna obra tan buena como asmar, nin ningund temor de Dios tal como retenerse de mal facer, nin ningund linaje como buenas costumbres, nin ninguna riqueza como tenerse por abastado con lo que Dios le da. E dicen que la cosa que el homne con mayor derecho debe sofrir es aquella que por ninguna guisa non puede mudar.

“E dicen que la obra más santa es piedad, et raíz del amor es la fianza, et el más provechoso entendimiento es saber lo que fue e lo que ha de ser, e dejarse homne de grado de las cosas que non haberá por ninguna guisa. Así que torné mi facienda a tenerme por pagado e por abastado de lo dije había, e mudéme de la casa del religioso al campo; e había una paloma por amiga, e por el amor suyo me fue echado este cuervo, e fizo me saber el gran amor que te tenía e como se quería venir para ti, e hube sabor de te venir ver con él. Et non quise venir solo, ca non es ningunt alegría en este mundo que empareje con la compañía de los amigos, nin es ninguna tristeza deste mundo que empareje con perder los. Et probé e sope que ninguno non debe querer deste siglo nin buscar más de cuanto le cumpla, con que perda pobredat et que non sea mal traído. Et si a un homne diesen todo este siglo con cuanto en él ha, non le faría pro sinon lo poco, tanto que non hobiese menester lo ageno, que todo lo ál en sus lugares se queda, e non ha dello, si non la vista del ojo, así como otro homne cual quier. Et vine con el cuervo con este acuerdo, et yo ser te he amigo e compañero, e tú otrosí quiero que en tal lugar me tengas”.

Et pues que hubo acabado el mur lo que decía, respondió el galápago muy blandamente e a sabor, e díjole: “Ya oí lo que dejiste muy bien, empero véote estar así como triste, e remiémbraste de cosas que tienes en el corazón; e por que aquí eres connusco en ageno lugar non seas de tal acuerdo, e déjate ende e sepas que el buen decir non se acaba si non con las buenas obras. Ca el enfermo que sabe su melecina cuál es, si non se melecina con ella non se aprovecha de otra ninguna nin siente folgura nin alibiamiento; onde ha menester que uses de tú entendimiento e de tu saber. Et non hayas pesar por que hayas poco haber; ca el homne de noble corazón a las veces honran lo los homnes sin haber, así como el león que es temido maguer domado sea; e el rico que non es de noble corazón, non le tiene pro su haber, así como el can que es menospreciado de los homnes, maguer que traya collar e sonajas.

“Et pues non tengas por grand cosa en tu corazón ser en agena tierra, ca el homne entendido non es estraño, en ningund logar, seyendo vivo de grand corazón, así como el león, que non va a ningund logar que su fuerza non lleve consigo, con la cual vive do quier que vaya. E amonesta tu alma a bien, por que sea digna e meresciente de bien. Et sepas que cuando esto ficieres venir te ha el bien buscar de todas partes, así como busca el agua el lugar más bajo de la tierra. Et el hombre bien enviso nunca puede mal caer en ningunt logar que sea, e non cae mal si non el homne malo perezoso, como la muger mala que non se paga con el viejo por marido. E non hayas pesar por decir: “Era señor de grand algo e non he nada; ca el haber et todo el algo deste siglo todo ha de fenescer. Et el haber aína viene e aína se va, así como la pella que se alza muy aína, e desciende más aína.

“Et dicen los sabios que algunas cosas son que non han fermedat nin turan; la una es sombra de las nubes, e otra es amistad de los malos, e otra es la fama mintrosa, e la otra es grand haber; et non debe el homne entendido alegrarse por grand haber, nin haber pesar por lo poco; mas el su haber con que se debe alegrar e su entendimiento. Et non debe descuidarse del otro siglo, e de facer por que haya bien de Dios; ca la muerte non viene si non a so hora e sin sospecha, e non ha plazo sabido. Et tú puedes bien escusar mi castigo, et sabes bien que es tu pro; empero tengo por bien de te decir lo que te debo, e de te ayudar a las buenas obras, e tú eres buen amigo e hermano, e todo cuanto tenemos tan bien como para nos es para ti”.

Cuando el cuervo oyó esto que decía el galápago, e cómo respondió al mur tan bien e tan sabrosamente, plógole et alegróse por ende, et díjole: “Alegrate, que fecho me has grand bien et siempre lo feciste así. Et otrosí te debes alegrar con amor de tal mur tan sesudo e tan franco e tan bueno, ca los homnes que más sabrosa vida e más alegría han, son los que nunca se quitan de sus buenos amigos. Ca el homne de buena parte, si trompieza, non se levanta si non con los homnes de buena parte, así como el elefante, que si cae en el lodo non lo sacan si non los elefantes. Et el homne entendido siempre es conoscido su buen facer; e maguer que mucho sea, e maguer que se meta a grand peligro, e non le es tenido esto por aleve; mas sepa que ame más lo que ha de durar que lo que ha de fenescer, e que ha comprado lo más por lo menos e se alegra con ellos; e non es contado por rico quien de su haber non face parte; onde non es contada pérdida la que ganancia trae, nin es contada por ganancia la que pérdida trae”. E díjole muchas cosas e muchas buenas razones e fazañas para afirmar su amor con el mur.

E estando así fablando el cuervo, asomó contra ellos un gamo andando, e espantáronse dél; e saltó el galápago en el agua, e metióse el mur en la cueva, e voló el cuervo e posó en el árbol. E llegó el gamo al agua e bebió della. Desí alzó la cabeza muy espantado; e voló el cuervo por el aire por catar si vería a alguno que buscase al gamo e non lo vido. E llamó al galápago e al mur que saliesen e díjoles: “Non hay cosa que pesar nos faga, e non temades”. E salieron e ayuntáronse. Dijo el galápago al gamo cuando lo vido catar al agua e non se allegaba a ella: “Bebe si has sed, e non temas, que non hay por qué”. E llegóse el gamo a él e salváronse, e díjole el galápago: “¿Dónde vienes?” Dijo el gamo: “Estaba paciendo en este campo, e siguieron me los ballesteros de un lugar en otro, e vi hoy un viejo, e hube miedo cuidando que fuese venador, e vine fuyendo mucho espantado”. E dijo el galápago: “Non temas, que non vimos nunca en esta parte venador; pues sey conusco e dar te hemos nuestro amor e habrás aquí buena morada, et aquí es el pasto cerca de nos”. Et el gamo hubo sabor de su compañía, e estovo con ellos.

E había un parral do se acogían e se ayuntaban, e se solazaban e denuciaban sus cosas. Desí ayuntáronse un día el cuervo e el galápago e el mur so el parral, e tardó el gamo. E ellos atendieron lo una hora e non vino. Et hobieron grant cuidado de su tardanza e hobieron temor que le acaesciera alguna cosa. E dijeron al galápago e el mur al cuervo: “Vuela e cata aquí aderredor de nos”. Et el cuervo voló a todas partes et vio al gamo yacer en unos lazos e descendió luego e llegó se a él e díjole: “Amigo, ¿quién te echó en estas sogas e en esta tribulación seyendo tú tan sabidor e tan ligero?” E dijo: “¿Qué pro ha homne en ser ligero con las aventuras encubiertas que non son vistas?” Et en departiendo asomaron el galápago e el mur. Dijo el gamo: “Non feciste bien en venir amos acá, que el venador, si allegare, et hobiere el mur acabado de tajar los lazos, escaparía yo e fuiría el mur a muchas cuevas que están por aquí, e el cuervo volaría, e tú que eres cosa pesada, non te ayudarías de nada, e nos habríamos duelo de ti”. Dijo el galápago: “Non es contado por entendido nin por vivo quien a la hora que se parten dél sus amigos non se puede ayudar de consolación. E una de las cosas que ayudan al homne a consolarse de sus cuidados e asosegar su corazón a la hora que le acaescen las tribulaciones es verse con su amigo, e apurar cada uno dellos al otro su voluntad, e acorrerse en las cuitas. E cuando el amigo se parte del otro pierde su alegría, e pierde la lumbre de sus ojos”. E ante que acabase el galápago de decir su razón, asomó el venador; e en esto había el mur tajado la red al gamo, et estorció el gamo de los lazos e voló el cuervo, e metióse el mur en la cueva. E desque llegó el venador e vido cortados los lazos, maravillóse, e non vido si non el galápago, et tomólo, et atólo e levólo.

E ayuntáronse el cuervo e el mur e el gamo, e vieron levar al galápago, e hobieron por ende grand pesar. E dijo el mur: “Desque habemos pasado una tribulación, luego caemos en otra; e cómo dijo verdad el que dijo que mientra está el homne aventurado viénenle las cosas a su guisa; e desque comienza a caer, todavía va de mal en peor. E la mi ventura que departió entre mi compañía e mis fijos e mi haber e mi lugar, non se ternía por pagada fasta que partiese entre mí e entre la compaña del galápago en que yo vevía, cuyo amor non era por galardón, nin por merescimiento, mas por su nobleza de corazón e lealtad e buen entendimiento, cuyo amor era mayor que non había el padre con el fijo. Et tal amor non le puede departir salvo la muerte. Et este cuerpo que es siempre a las tribulaciones, que siempre está en movimientos e en angostura, así que ningún placer non le dura nin le finca con él, así como non dura al ascendente de las estrellas su asención nin al descendente su descención, mas siempre se mudan el ascendente en descendente e el descendente en ascendente, e el oriente en ocasu, e el que es en ocasu en oriente. Et este dolor me face membrar todos mis dolores, así como la llaga que sobre sana e le acaesce ferida, que se le ayuntan dos dolores, un dolor de la ferida e otro de la llaga que se refresca”.

Dijeron el cuervo e el gamo al mur: “Nuestro dolor e el tuyo uno es, e maguer mucho se diga non le tiene pro al galápago; deja esto e busca algund arte con que salgamos desto en que somos; ca dicen que los esforzados non se prueban si non cuando lidian, nin los fieles si non en dar e en tomar, nin los fijos e la familia si non cuando la pobredat, nin los amigos si non cuando las cuitas”. Dijo el mur al gamo: “Veo por bien que vayas e estés en el camino por do ha de pasar el venador, e que te eches así como que estás llagado e muerto, et verná el cuervo e posará sobre ti e fará como que come de ti; et yo iré siguiendo al cazador tanto que sea cerca dél, ca fío por Dios que si te él viere, que dejará la ballesta e la red e el galápago, e irá a ti por te tomar. Et cuando fuere cerca de ti, comenzarás a fuir poco a poco de guisa que non se desfucie de ti, e velo atendiendo. Et yo punaré de cortar la red, e fío por Dios que ante que él torne habré yo cortado las cuerdas al galápago, e irme me he con él e que tornaremos a nuestro lugar”. E fizo el gamo así como dijo el mur, e siguiólos el venador grant pieza, e el mur tajaba en tanto los lazos del galápago. E desque el venador non pudo haber al gamo, desfucióse dél e tornóse, habiendo ya el mur las cuerdas tajadas e el galápago ido. Cuando esto vio el venador, e vido sus cuerdas tajadas, e pensó en el fecho del gamo que se le mostrara, e del cuervo que se posó sobre él, e como que comía dél, e como le tajaran en antes sus cuerdas en que yacía el gamo, espavorescióse e dijo: “Esta tierra es de fechiceros o de dimonios”. E echó todo lo que traía e tornóse espantado, que non volvió cabeza a ninguna cosa. E ayuntáronse el cuervo e el gamo e el galápago e el mur en su parral, salvos e seguros.

Dijo el rey al filósofo: “El arte de las más flacas bestias llegó a tanto en se ayudar unos a otros, en ser leales e pacientes. E como estorcieron los unos por los otros de grand tribulación, cuanto más lo deben facer los homnes en ayudarse los unos a los otros, e estorcerán de las ocasiones e tribulaciones que en el mundo son e acaescen”.

Capítulo VI

De los cuervos e de los búhos

Es ejemplo del enemigo que muestra humildat e gran amor a su enemigo, e se somete fasta que se apodera dél, e después le mata Dijo el rey al filósofo: “Ya entendí este ejemplo. Dame agora ejemplo del homne que se engaña en el enemigo que le muestra humildat e amor”. Dijo el filósofo, al rey: “El homne que es engañado por su enemigo, maguer que le muestre grand homildat o grand amor e grand lealtad, si se segura en él, contescer le ha lo que contesció a los búhos e a los cuervos”. Dijo, el rey: “¿E cómo fue eso?”

E dijo el filósofo: “Dicen que en un monte había un árbol muy alto e muy grueso, e era muy espeso, lo más que pudiese, de ramos e de fojas. Et había en él nidos de mil cuervos, et habían un rey de sí mismos. Et había en aquel monte muchos nidos de búhos, et habían otrosí un rey de sí. E salió el rey de los búhos una noche por la enemistad que entre los cuervos e los búhos siempre hubo, e corriólos a tanto que mató dellos e llagó muchos dellos. E después que amanesció ayuntáronse los cuervos e díjoles el rey: “Ya vedes que habemos pasado e sofrido de los búhos, e cuántos amanescieron de nos muertos, e otros alas quebrantadas, e otros mesados. E lo peor que nos acaesció dellos es que son atrevidos ya a nos, e saben nuestro lugar; onde es menester que vos acordedes e que paredes bien mientes en nuestra facienda”.

Et había en estos cuervos cinco dellos a que todos los otros cuervos conoscían mejoría en consejo, e por quien se guiaban e con quien se acorrían en sus cuitas, e con quien el rey se consejaba, e por cuyo consejo facían lo que habían de facer. Dijo el rey al primero de los cinco: “¿Qué tienes por bien en esto?” Dijo el cuervo: “El consejo que a mí paresce, muchas veces se adelantaron a él los sesudos que fueron ante que nos, que es que al enemigo con que homne non puede, non hay otro consejo si non fuir dél”. Desí dijo el rey al segundo: “¿Qué vees tú?” Dijo: “Lo que éste conseja non lo tengo yo por seso, que hermemos nuestros lugares e que nos sometamos a nuestros enemigos por la primera mal andancia; mas acordemos nos e aparejemos nos contra nuestros enemigos, e pongamos nuestras atalayas e nuestras guardas entre nos e ellos, e guardemos nos de sobrevienta otra vez. E si vinieren contra nos, lidiemos, así que mataremos dellos algunos.

Desí dijo el rey al tercero: “E tú, ¿qué es tu consejo?” Dijo: “Non tengo por seso lo que estos amos dijeron, mas tengo por bien de aguciar nuestras atalayas e nuestras escuchas entre nos e nuestros enemigos, e veamos si rescebirán de nos paz o parias, que les demos alguna cosa, e será bien, e así perderemos miedo dellos e seremos seguros en nuestros lugares. Et uno de los buenos consejos que es para los reyes es que si su enemigo es más fuerte, e se temiere de rescebir daño e perder sus pueblos, que faga de los haberes escudos para los pueblos e para las tierras”.

Et después que acabó el tercero su razón dijo el rey al cuarto: “E tú, ¿qué tienes por bien desta paz que éste dice?” Dijo: “Más tengo por bien de dejar nuestros logares e sofrir extremidad e vida lazrada, ca nos es mejor que non aviltar nuestro linaje e someternos al enemigo de quien somos más nobles. E aun sé yo bien que maguer que gelo demostrásemos, non nos lo rescebirán si non con grandes posturas. Et dicen: “Date a tu enemigo algund poco, e haberás dél lo que quisieres; e non te le des todo, ca se atreverá contra ti, e someter se le han tus mesnadas”. Et esto es así como la viga que está parada en el sol, e si la irguieren un poco, acrescerá su sombra, e si más de su derecho la enclinares, menguará su sombra. E nuestro enemigo non se terná por contento de nos con menor enclinamiento; onde el consejo es esquivar esto e sofrir”.

Dijo el rey al quinto: “E tú, ¿qué tienes por bien: la paz o la lid, o fuir, o ál?” Dijo: “Digo vos que non es en guisa de lidiar con aquel que non se semeja en fuerza e en valentía; ca el que se atreve contra su enemigo teniéndolo por flaco, engáñase, e quien se engaña apodera a otri en sí. Et yo temo mucho los búhos e ante que ellos viniesen a nos, todavía los temía; ca el homne entendido non se segura en su enemigo, maguer que poco poder haya, e maguer que sea solo, non se segure en su arte. E los más delibres homnes son aquellos que non quieren facer su facienda por lid, mientra que otra carrera fallan; ca la despensa que se face en la lid es de las almas, e en las otras cosas es la despensa de los haberes.

Onde lidiar con los búhos non querades facerlo, que quien lidia con el elefante e non ha fuerza, él trae la muerte a sí mesmo”.

Dijo el rey: “Pues ¿qué tienes por bien?” Dijo: “Que te consejes, que el rey que se aconseja vence en consejándose con los entendidos e con los leales de su casa, mas que otro rey con sus mesnadas e con su grand poder. Et el rey enviso acresce su consejo en consejándose con su compaña, así como acresce el agua de la mar con los ríos que caen en ella. Et los reyes non deben cesar de facer su facienda e facienda de sus enemigos, e parar e mostrar las cosas a su corazón, e pasar e atreverse a las cosas o foírlas segund su corazón mostrare, e consejarse con sus vasallos leales o con aquellos en que fían. E tú, señor, por la bondad e la nobleza que te Dios dio, eres el rey que de mejor consejo sea e el que mejor mantiene sus pueblos; e tú mandástenos consejo en cosa atal que non podemos estar que te non respondamos. Et yo responderte he alguna cosa dello en poridat, e lo que me non aborrece diré consejeramente: que así como non tengo por bien la lid, otrosí non tengo por bien someter nos e dañarse et ser soseido del siglo; ca el entendido por mejor tiene la muerte muriendo honrado e guardando, su derecho, que la vida viviendo sometido e soseido. E tengo por bien que non lo pongas en traspaso, que es raíz de la pereza. E lo que quiero que sea poridat téngolo en poridat; ca dicen que los reyes non vencen si non seyendo envisos, e ser enviso es celar las poridades. E la poridad non es descubierta si non por cinco personas: por el señor, o por los que le consejan, o por los mandaderos, o por los que la oyen, o por los que veen qué se fará por ende. E quien encubre su poridat logrará por la celar una de dos cosas, o vencer lo que quiere o estorcer del daño della, si non recabdare lo que le es menester. Et el homne a quien acaesce alguna tribulación non se puede esquivar de se aconsejar con el leal homne; que el homne entendido, maguer que sea de buen seso e de buen consejo e de buen acuerdo, acresce su entendimiento e su consejo consejándose, así como acresce el fuego en la luz e con la grosura e con el olio. Et el homne que se quiere consejar debe concordar con aquel que se conseja, en el buen acuerdo; e débelo contrastar por el malo con mansedumbre e con falago, e debe usar su acuerdo en las cosas dubdosas fasta que se le enderecen las cosas.

“Et debe el homne a aquel que le demanda consejo, que gelo dé el mejor que pudiere e sopiere, e que lo desengañe de su facienda; et si viere que la trae mala, que gela desvíe; et si viere que yerra en alguna cosa, que lo desvíe e que le muestre su yerro e que non le conseje fasta que lo cate bien e que lo asme bien. Et cuando non fuere tal el consejador, es enemigo de aquel que le demanda consejo e de sí mismo. Et si aquel consejero tal non fuere contra el que se aconseja con él, es tal como el homne que conjura al diablo por meterlo en alguno, et si bien non le sabe conjurar, entre el diablo en él mismo. Et cuando el rey toviere bien sus poridades, e se consejare con sus privados leales, e fuere temido de sus pueblos e muy caro en non saber ninguno su corazón, e que galardone bien al que le ficiere servicio, e que escarmiente al que ficiere mal, e que sea mesurado en su despensa, con estas cosas le puede durar la merced que Dios le fizo.

“Et las poridades, señor rey, son e hay de dos grados: hay poridat que la deben saber muchos, e hay poridat que la non deben saber si non dos homnes. Et tengo por bien que non sepan esta poridat tan alta si non cuatro orejas e dos lenguas”. E el rey apartóse con él e demandó le consejo e preguntóle primeramente por qué fue la enemistad entre los cuervos e los búhos. Dijo el cuervo: “Señor, sabed que la enemistad entre los cuervos e los búhos fue por una palabra que dijo un cuervo”. Dijo el rey: “¿E cómo fue eso?” Dijo el cuervo: “Dicen que todas las aves quisieron haber rey a que diesen su poder, e acordaron de facer rey a uno de los búhos; et estando en esto asomó un cuervo de alueñe, e dijo una dellas: “Esperemos fasta que venga este cuervo, e demandar le hemos consejo”. E llegó el cuervo a ellos, e demandaron le consejo, e dijeron le de como acordaban de facer al búho rey.

Dijo el cuervo: “Si todas las aves fuesen muertas e perdidas e aterradas, e muriesen los pavones e las grúas e las ánades e las palomas e todas las otras aves, non estaríades en tan grand cuita en facer reinar al búho, que es la más laida ave e la más fea e de peor donaire e de menos seso e la más sañuda e de menos piedat e de mayor saña; e ha grand enfermedat durable que non vee nada de día, e lo peor della que es de mala mantenencia. Et non tengo por bien que él sea rey si non lo ficiéredes de una guisa, que lo fagades rey e que non fagades nada por su mandado nin por su consejo, así como fizo la liebre que se alabó que la luna era su rey”. Dijeron las aves: ¿E cómo fue eso?”

Las liebres y la fuente de la luna

“Dijo el cuervo: “Dicen que en una tierra de elefantes aportaron años de seca, e menguó el agua en aquella tierra, e secáronse las fuentes; e hobieron los elefantes muy grand sed, e querelláronlo a su rey. E envió el rey de los elefantes sus mandaderos e sus atajadores a recabdar agua, e tornóse para él un su mandadero e díjole que en lugar señalado fallara una fuente que es llamada la fuente de la luna, e había y mucha agua. E fuese el rey de los elefantes con toda su compaña aquella fuente para beber della.

E había en aquella tierra muchas liebres, e estragáronlas los elefantes dentro en sus cuevas, e murieron las más dellas. Et ayuntáronse las que fincaron con su rey, e dijéronle: “Bien sabedes lo que nos avino del rey de los elefantes; pues dadnos consejo e remedio ante que torne a esta tierra otra vegada e nos mate a todas”. Dijo el rey: “Diga cada una de vos su consejo e su seso”. “Et vino una liebre dellas, que había nombre Feyrus, e conoscíala el rey por de buen acuerdo e de buen consejo, e dijo: “Si lo por bien toviéredes, señor, enviadme a los elefantes, e enviad comigo un fiel, e vea lo que faré e que diré, e decir lo ha a vos”. Dijo el rey: “Tú eres mío fiel, e yo pagado só de tu consejo, e creer te he de lo que me dijeres. Pues vete para los elefantes, e diles de mi parte lo que quisieres, e faz tu seso. E sey blando e manso, quel buen mandadero ablanda er corazón si mansamente fabla”. Et fuese la liebre una noche en que facía lunar, fasta que llegó a do eran los elefantes. E non quiso llegar a ellos por que la non pisasen con los pies, e subióse encima de un monte muy alto. E llamó al rey de los elefantes por su nombre, et díjole: “La luna me envió para vos, e el mandadero non debe ser culpado maguer que departa palabas bravas”. “Dijo el rey de los elefantes: “¿Qué es la mandadería que me traes?” Dijo: “Dice vos la luna que quien conosce cuánta mejoría ha en su fuerza sobre los flacos, e se engañan por esto los fuertes, su fuerza es cobardez e mala andancia contra sí. Et porque sabedes cuánta mejoría ha la fuerza que habedes sobre las otras bestias, fuestes atrevidos contra mí, e venistes a la fuente que le dicen el mi nombre, e tomastes mi agua e bebistes la, vos e vuestras compañas. Yo vos defiendo que non vengades y más, e si non, yo vos cegaré e vos mataré. E si habedes dubda desto que vos envío decir, id a la fuente, e ahí fallaredes que yo seré convusco luego”. “E maravillóse el rey de los elefantes de lo que le decía la liebre, et fuese con ella para la fuente, e vido la luz de la luna en el agua. Dijo la liebre: “Tomad del agua con vuestra manga e lavad vuestro rostro, e adorad la luna e pedid le merced que vos perdone”. Et cuando tomó del agua con su manga, movióse el agua e semejóle que tremía la luna, e dijo el elefante a la liebre: “¿Qué ha la luna? ¡Si se ensañó contra mí porque metí la manga en el agua!” Dijo la liebre: “Así es como vos decides”. E repentióse el elefante de lo que ficiera e enclinóse a ella, e echó se en preses, e fízole pleito e homenaje que nunca tornaría más en aquel lugar él nin los otros elefantes.

Dijo el cuervo: “E de más de cuanto vos he dicho del búho, es por natura falso e engañoso e terrero, e el peor rey sí es el engañoso; e quien apodera al engañoso, acaescer le ha lo que acaesció a la gineta e a la liebre que ficieron su alcalld al gato religioso ayunador”. Dijeron las aves: “¿E cómo fue eso?”

La gineta, la liebre y el gato

“Dijo el cuervo: “Yo había una gineta por vecina en una cueva cerca de un árbol do había mi nido, e religioso veíamonos muchas veces, e fuemos vecinos grand tiempo. Desí perdíla, e non sope dónde se fuera, e cuidé que era muerta. E vino una liebre a la cueva de la gineta, non sabiendo qué se ficiera, et moró ahí la liebre un tiempo. Et después tornóse la gineta a su lugar e falló y la liebre, e dijo: “Este lugar mío es, pues múdate ende”. Dijo la liebre: “Yo só tenedor del lugar; prueba lo que dices e demándame por derecho”. Dijo la gineta: “El logar es mío, e desto he pruebas”. Dijo la liebre: “Menester habemos alcalld”. Dijo la gineta: “Cerca está el alcalld de nos. “Dijo la liebre: “¿Dó es?” Dijo la gineta: “Aquí cerca deste río hay un gato religioso. Vayamos nos para él, que es homne que face oración e non face mal a ninguna bestia nin come ál fueras yerba”. Dijo la liebre: “Pláceme”. “E fuese la liebre con la gineta, e seguílos yo por ver qué les judgaría. Cuando el gato vido la liebre e la gineta asomar de alueñe, paróse en pie a orar; e maravillóse la liebre de lo que vido de su bondad e de su homildad, e llegáronse cerca dél, et non mucho de guisa que les non pudiese facer mal.

Díjoles el gato: “Yo soy muy viejo e non oyo bien. Llegad vos a mí e oiré lo que decides, que non oyo, nin veo bien”. Llegáronse a él e dijeron otra vez su razón. Dijo el gato: “Entendido he lo que dejistes, e quiero vos consejar lealmente ante; et mando vos que non demandés si non verdat, ca el que demanda verdat barata bien e va adelante, maguer que sea juicio contra él. Et el homne bueno non ha deste mundo ninguna cosa nin ningund poder nin ningund amigo, si non las buenas obras e non más. Et el homne entendido debe demandar la cosa que ha de turar e que le torne en pro del otro mundo. E que desprecie todo lo ál, ca el homne de buen seso por tal ha el haber como el caedizo que cae en el ojo, et las mugeres ajenas como las víboras, et lo que quiere para sí, quiere para los otros homnes. E non cesó de les pedricar e de se llegar a ellos e asolazarse con ellos, fasta que saltó en ellos ambos e los mató.

“Et los búhos han en sí todas tachas malas, e lo más que reina en ellos es traición e falsedad; pues non querades facer lo reinar”. Las aves dejáronse de aquel consejo que habían acordado, e oyeron e rescibieron lo que les dijo el cuervo, e non ficieron rey al búho que era elegido para lo ser. Dijo el búho al cuervo: “¡Cómo te has homiciado comigo muy mal, e non sé por qué razón! E sepas quel azadón corta el árbol, e renasce; e el espada taja la carne e quebranta el hueso, e sobresana e suéldase; et la llaga de la lengua nunca sana. E todo mal se puede amatar, ca el agua mata el fuego, et al tósigo válele el atriaca, e al dolorido válele el conorte, e al enamorado válele el departimiento, e la enemistad siempre arde en el corazón. Et tal enemistad es puesta entre vos los cuervos e nos, que nunca haberá fin mientra el mundo durare”.

“Et fuese el búho muy sañudo. Desí repintióse el cuervo por lo que le dijera además, e dijo: “Loco fuí en decir lo que dije, et non era yo el ave que más debía trabajarse en pleito del rey de las aves. Et por aventura otras aves vieron lo que yo vi, e sopieron lo que yo sope, e dejáronse de lo mostrar con miedo de lo que yo non temí, e parando mientes en lo que yo non paré, ca el homne entendido, maguer que se fíe por su fuerza e por su valentía e por su seso, non debe ganar enemistad afeuciándose en su seso e en su fuerza, así como el homne, maguer tenga la triaca e las melecinas, non debe beber la vedegambre a fucia dellas, ca la bondad es dicha de los que bien facen, e non de los que bien dicen; ca el que face el fecho, si le menguare el dicho, mostrar se ha su bondad a la prueba, e el que dice, maguer que bien diga, non gelo alaban si non le cumple con el fecho. Et yo fuí loco en atreverme a fablar en tan alta cosa non me consejando con ninguno, et yo sé que el que demanda consejo a los sesudos e a los homnes que sabe que lo desengañarán, fállase ende bien, e non puede errar, e loa su cima de su facienda. ¡Ay! ¿Cómo pudiera yo escusar esto que hoy gané, e esta tristeza en que só entrado?”

“Et aquesta, señor, es la razón por que se levantó enemistad entre nos e los búhos”. Dijo el rey: “Ya entendí esto, mas piensa en lo que nos es menester agora del acuerdo en que somos”. Dijo el cuervo: “Ya sabes mi acuerdo en la lid cuál es e cómo la aborrezco; mas cuido que por arte podremos haber folgura desta laceria en que somos, ca mucho aína puede homne haber por arte lo que non puede haber por fuerza, así como ficieron los tres homnes que engañaron al religioso cuando le llevaron el ciervo que traía. Dijo el rey: “¿E cómo fue eso?”

El religioso y los tres ladrones

Dijo el cuervo: “Dicen que un religioso compró un ciervo para facer sacrificio, e llevólo consigo por una cuerda. E viéronlo tres homnes engañosos, e consejáronse entre sí cómo lo engañarían. Et fuéronse al camino por do él había de ir, et paróse el uno delante e díjole: ¿Qué can es éste que traes contigo? ¿Quiéreslo vender?” Et el homne bueno non respondió, e fuese su camino al encontro con el otro. Et díjole: “¿Queredes ir a cazar con este can?” Et después encontróse con el otro. Et díjole: “Bien creo que éste, aunque trae hábito de religioso, que non es así. Ca los religiosos non traen canes”. Et pues que esto le hobieron dicho, non dubdó si non que era can, et dijo en su corazón: “Por aventura aquel que me lo vendió me encantó e me engañó”. E soltólo e tomáronlo ellos e degolláronlo e partiéronlo entre sí.

“Et yo dite este ejemplo por que he esperanza que habremos lo que querremos por arte e por engaño. Et tengo, señor, por bien que fagas saña entre mí e ti ante toda tu mesnada, e que me mandes picar e ferir atanto que me bañen todo en sangre, e que me mesen todo, e que me echen a pie de un árbol, e que vayas tú e tu mesnada a tal logar, fasta que yo me venga para ti e te faga saber todo lo que hobiere fecho”. Et el rey fízolo así facer, e fuese con sus cuervos al logar que les dijo el cuervo. Desí vinieron luego esa noche los búhos, e non fallaron a los cuervos, e non sintieron al cuervo a pie del árbol. E temióse que se irían ante que lo viesen, e que se habría atormentado de balde, et comenzó a dar voces e gemir atanto que lo oyeron los búhos.

E después que lo vieron ficiéronlo saber al rey, e fuese el rey con alguna compaña de los búhos, por le preguntar por los cuervos. Cuando fue cerca mandó a un búho que le preguntase quién era e dónde eran los cuervos. Dijo el cuervo: “Yo so Fulán, fijo de Fulán, et vedes qué me han fecho los cuervos”. Dijo el rey de los búhos: “Tú eres privado del rey de los cuervos, e de su consejo; pues ¿qué fue el pecado que feciste por que mereciste esto que te han fecho?” Dijo el cuervo: “Mi mal seso me lo fizo”. Dijo el rey: “¿E qué fué?” Dijo el cuervo: “Después que nos vencistes, así como sabedes, demandó nos consejo nuestro rey, e dijo nos: “¿Qué vedes por consejo?” Et yo era privado del rey, et dije: “Yo veo que non podremos lidiar con los búhos, ca son más valientes que nos e más esforzados. Do vos por consejo que punedes por salir desta premia e que les dedes parias si vos las resciben; si non, fuid por las tierras”. E dijeron los cuervos que mejor es de lidiar convusco, e que era peor para vos. E yo consejéles que se vos sometiesen, e díjeles así: “Al enemigo fuerte e valiente non es cosa deste mundo con que se contraste su fuerza, mejor que sometérsele. ¿Et non vedes que la paja non estuerce del fuerte viento si non con su blandez, e por se tornar con él doquier que se él torna?”

“E desobedecieron mi consejo e alabáronse que querían lidiar, e sospecháronme e dijeron: “Tú eres contra nos, e nos has engañado”. E menospreciaron mi lealtad, e ficieron me esto que veis”. Et después que oyó el rey al cuervo, dijo a un su privado: “¿Qué te paresce que fagamos a este cuervo?” Dijo: “Non tengo por bien que razones con él, ca éste, por que es de muy grand acuerdo, se fizo atormentar así. Et en lo matar habremos espacio e folgura, e seremos seguros de su falsedat, e habrán grant pérdida los cuervos en él, ca dicen que el que tiene su enemigo en su poder e non se espacia dél non loará la cima de su fecho”. Dijo el rey a otro su privado: “A ti, ¿qué te semeja deste cuervo?” Dijo: “Mi consejo es de lo non matar, que el homne deshonrado, maguer que enemigo sea, razón es de haber homne piadat dél e que le deje a vida; que el homne que ha miedo e demanda acorro, merece ser segurado e acorrido; que las aventuras a las veces traen al homne a tal estado que demande acorro a su enemigo e metérsele en poder, así como la muger del viejo que fuyó e se fue para él, maguer que lo quería mal”. Dijo el rey: “¿Cómo fue eso?”

La mujer del viejo

Dijo: “Dicen que era un mercadero rico, e era muy viejo, e había una muger muy fermosa que él mucho amaba. Así que una noche entró un ladrón en casa del mercadero, et él estando dormiendo. Et su muger estaba despierta, et ella hubo gran miedo del ladrón, e ella saltó con el marido en la cama et abrazóse con él tan reciamente que le despertó. Et él dijo entre su corazón: “¿Cómo me dio Dios esta buena andanza?” Et entonce vio al ladrón, et sopo por qué le viniera, et dijo al ladrón: “Toma cuanto podieres levar, e vete en buena hora, e por que me has fecho que mi muger me abrace”. Et desí preguntó el rey al tercero privado qué era su acuerdo cerca de aquel cuervo. Dijo “Tengo por bien que lo dejes vivir, e que le fagas algo, que él nos será gran cuidador contra los cuervos; que una de las cosas con que se home apodera de sus enemigos, es haber home algunos dellos por vasallos, por que sean contra los que fincan; e recebir home algunos de sus enemigos es majamiento de los que fincan, e nace por ello discordia entre sí, et así como la discordia que nació entre el diablo e el ladrón, maguer amigos e aparceros eran; e por aquella discordia estorció el religioso”. Dijo el rey: “¿Cómo fue eso?”

El diablo y el ladrón

Dijo el privado: “Dicen que un religioso hobiera de un rico home una vaca con leche que le diera; e en levándola a su posada, siguióle un ladrón por gela furtar, e fizo compañía en un camino con el diablo que andaba en forma de home. Dijo el ladrón al diablo: “¿Quién eres?” Dijo: “El diablo: vo en pos deste religioso por le afogar cuando dormiere”. Dijo el ladrón: “Yo seguíle por le furtar aquella vaca que lieva”. Et fuéronse amos en uno, fasta que llegaron a casa del religioso, et el religioso entró en su casa e metió la vaca dentro, e cenó e echóse a dormir. E el ladrón temióse que si esperase que el diablo que iría a afogar al religioso, e que despertaría, et que non podría furtar la vaca; así que habría perdido su afán et que non levaría cosa. Dijo al diablo: “Súfrete un poco fasta que yo furte la vaca, et después de yo salido ve e afógalo”.

“Et el diablo hubo miedo que si el ladrón fuese a furtar la vaca, que despertaría el religioso, e que non podría acabar cosa de lo que quería. Dijo entonces al ladrón: “Espera tú un poco, fasta que yo afogue al religioso, et entonces podrás mejor acabar lo que quieres”. Et non quiso el ladrón; et sobre cuál comenzase primero, hobieron gran discordia; e estudieron así en esta discordia atanto que llamó el ladrón al religioso e le dijo: “Espierta, ca está aquí el diablo que te quiere afogar”. Et llamólo el diablo, e díjole: “Este ladrón te quiere furtar la vaca”. E despertóse el religioso e fuéronse el ladrón e el diablo, et así estorció sin daño por discordia dellos”. Et desque acabó el tercero consejero su razón, dijo el primero que diera consejo que matasen al cuervo: “Engañados nos ha este cuervo e enartados con su palabra, et vos querés menospreciar el buen consejo. Parad mientes así como facen los agudos, e non vos engañen las palabras de nuestro enemigo, nin vos destorbe vuestro fecho; ca los homnes de cansada natura ablándanse sus corazones con lo que oyen decir a sus enemigos de lisonja o de homildat. Et engañan se en esto atanto que los llevan a mal, e creen más lo que oyen que lo que saben, así como el carpintero que se desmintió de lo que viera e sopiera, e creó la lisonja que oyó e fue engañado”. Dijo el rey: “¿E cómo fue eso?”

El carpintero engañado

Dijo el búho: “Dicen que un carpintero había una muger que amaba mucho, et enamoróse della un homne, et atanto llegó la cosa que se hubo de saber, e fuele fecho saber al marido e él quísolo probar. Dijo a su muger: “Yo quiero ir a tal aldea alejos de aquí, a labrar con un rico homne, e estaré allá algunos días, et guísame conducho que lleve”. E ella plúgole e adereszógelo. E cuando anocheció díjole: “Cierra bien tu puerta e guarda bien tu casa fasta que yo venga. “E sallió ante ella; e ella parando mientes fasta que lo vio ir bien lejos. Desí tornó él por otra parte e entró en casa, e metióse so el lecho en que yacían él e ella.

Et luego ella envió por su amigo e díjole: “El carpintero es ido a tal lugar, e tardará allá muchos días”. Et vino el amigo, e dióle ella a comer e a beber, desí yógose con ella. E habíase estonces adormido el marido so el lecho, e non sopo cuándo entró el amigo. Et él, como estaba así dormiendo, sacó el pie de so el lecho, e vídolo la muger e temióse, e dijo a su amigo en poridat: “Pregúntame a voces e dime: ¿A cuál quieres más, a mí o a tu marido? E yo non te querré responder, e tú dirásmelo muchas veces fasta que te lo diga”. Et el amigo fizo así, e ella díjole: “Amigo, ¿quién te metió en demandar tal demanda? Ca quizá diré cosa con que te pesará”. E él díjole: “Por el amor que ha entre mí e ti que me lo digas”. E todo esto oyendo el carpintero e callaba por oír lo que decían. E dijo ella: “Nos todas las mugeres non amamos a los amigos si non por complir nuestras voluntades, nin catamos a sus linages nin a ningunas de sus costumbres, nin por otra cosa ninguna. Et desque complimos nuestra voluntad non los presciamos más que a otros homnes; mas al marido tenémoslo en lugar de padre e de fijos e de hermano, e mejor aún; et mala ventura haya la muger que non ama más la vida de su marido que su vida misma.

E desque esto oyó decir el marido a su muger, hubo piedat, e creó que lo amaba de todo en todo, e non se quitó de aquel lugar fasta que amanesció e se fue el amigo. E sallió él de so el lecho e falló a su muger adormida; e asentóse cerca della e comenzóla de aventar. E removióse ella por despertar, e él díjole: “Por Dios, amiga. Dormid, ca mucho velaste esta noche, e mucho lazraste. Et por buena fe, si non que me temí de te facer pesar, yo matara aquel homne por lo que te fizo”. Et vos guardad vos de creer lo que el cuervo dice, e sabed que muchos enemigos hay que non pueden nocir a sus enemigos de alueñe, et acércanse a ellos e vénganse dellos. Et digo vos yo de mí que nunca tamaño miedo hube de los cuervos como desque vi este cuervo e vos oí decir dél lo que decides”. E con todo esto non tornaba cabeza el rey de los búhos, nin los otros sus privados, por lo que le decía. Et mandólo el rey levar a su posada e honrarlo fasta que guaresciese de sus llagas. Dijo el privado que consejaba su muerte: “Pues non lo queredes matar, tenedlo en cuenta de enemigo temido, e guardat vos dél; ca es sesudo e artero e engañoso, e creo que él non quiere morar con nusco si non por buscar su pro e nuestro daño”.

Et el rey en esto non tornó cabeza por lo que éste decía, e mandó facer al cuervo mayor honra e mayor bien que ante. E comenzó el cuervo a fablar cada día con los búhos, e decir les cosas con que lo amaban e fiaban más por él. Desí dijo un día a una compaña de los búhos, estando y el que consejaba su muerte: “Diga alguno de vos de mi parte al rey que los cuervos se han homiciado comigo de mala manera, e yo non folgaré fasta que alcance mi derecho dellos. Et yo pensé en esto, e veo que lo non podré facer nin podré con ellos, seyendo yo un cuervo solo. Mas dicen algunos que el que de buena voluntad se quema en el fuego, face a Dios grand sacreficio, e nunca rogará a Dios por cosa que lo non oya. Et si lo el rey por bien toviere, mande me quemar; desí rogaré a Dios que me mude en búho, por tal que me vengue de mis enemigos, e faré mi voluntad e compliré mi saña cuando me mudare en forma de búho”. Dijo el búho que consejaba su muerte: “Non me semejas en el bien que muestras e en el mal que encubres, si non al vino de buen olor e de buen color, e yace en él el tósigo mortal, e cuando lo bebe el homne mátalo. ¿E tú dices que si te quemásemos que se cambiaría tu natura? Non puede ser; ca tú tornarías a tu sustancia e a tu raíz, así como fizo la rata, cuando le dijeron que se casase con quien quisiese, con el sol o con las nubes o con el viento o con el monte, e dejólo todo e casó con un ratón”. Dijo el cuervo: “¿Cómo fue eso?”

La rata cambiada en niña

Dijo el búho: “Dicen que un buen homne religioso cuya voz oía Dios, estaba un día ribera de un río, e pasó por y un milano, et levaba una rata, e cayósele delante de aquel religioso. E hubo piedat della, et tomóla e envolvióla en una foja, e quiso la levar para su casa. Et temióse quel sería fuerte de criar, e rogó a Dios que la tornase niña. E fizo la Dios niña fermosa e muy apuesta; e levóla para su casa, e crióla muy bien, e non le dijo nada de su facienda como fuera. E ella non dubdaba que era su fija. Et desque llegó a doce años díjol el religioso: “Fijuela, tú eres ya de edad, et non puedes estar sin marido que te mantenga e te gobierne, e que me desembargue de ti, por que me torne a orar como ante facía sin ningund embargo. Pues escoge agora cuál marido quisieres, e casar te he con él”. Dijo ella: “Quiero un tal marido que por ventura non haya par en valentía e en esfuerzo e en poder”. Díjole el religioso: “Non sé en el mundo otro tal como el sol, que es muy noble e muy poderoso, alto más que todas las cosas del mundo; e quiérole rogar e pedir le por merced que se case contigo”.

“E fízolo así, e bañóse et fizo su oración. Desí oró e dijo: “Tú, sol, que fueste criado por provecho e por merced de todas las gentes, ruégote que te cases con mi fija, que me rogó que la casase con el más fuerte e con el más noble del mundo”. Díjole el sol: “Ya oí lo que dejiste, homne bueno, et yo só tenudo de te non enviar sin respuesta de tu ruego, por la honra e por el amor que has con Dios et por la mejoría que has entre los homnes; mas enseñar te he el ángel que es más fuerte que yo”. Díjole el religioso: “¿E cuál es?” Díjol: “Es el ángel que trae las nubes, el cual con su fuerza cubre mi fuerza e non me la deja extender por la tierra”. Tornóse el religioso al lugar do son las nubes de la mar, e llamó a las nubes, bien así como llamó al sol, e díjoles bien así como dijo al sol. E dijeron las nubes: “Ya entendimos lo que dejiste, e tenemos que es así, que nos dio Dios fuerza más que a otras cosas muchas; mas guiar te hemos a otra cosa que es más fuerte que nos”. Dijo el religioso: “¿Quién es?” Dijeron le: “Es el viento que nos lieva a do quiere, e nos non podemos defender dél”.

“Et fuese para el viento, e llamó lo así como a los otros, e díjole la mesma razón. Díjole el viento: “Así es como tú dices, mas guiar te he a otro que es más fuerte que yo, e que puné en ser su egual e non lo pude ser”. Díjole el religioso: “¿E quién es?” Díjole: “Es el monte que está cerca de ti”. Et fuese el religioso para el monte, e díjole como dijo a los otros. Díjole el monte: “Atal só yo como tú dices, mas guiar te he a otro que es más fuerte que yo, que con su grand fuerza non puedo haber derecho con él, e non me puedo defender dél, que me face cuanto daño puede”. Díjole el religioso: “¿E quién es ése?” Díjole: “Es un mur, ca éste me face cuanto daño quiere, que me forada de todas partes”. Et fuese el religioso al mur, e llamólo así como a los otros, e díjole el mur: “Atal só yo como tú dices en poder e en fuerza; mas ¿cómo se podrá guisar que yo casase con muger seyendo mur e morando yo en covezuela e en forado?” Dijo el religioso a la moza: “¿Quieres ser muger del mur, que ya sabes cómo fablé con todas las otras cosas, e non fallé más fuerte quél, e todas me guiaron a él? ¿Quieres que ruegue a Dios que te torne en rata e que te case con él? E morarás con él en su cueva, et yo requerir te he e visitar te he, e non te dejaré del todo”. Díjol ella: “Padre, yo non dubdo en vuestro consejo. Pues vos lo tenedes por bien, facer lo he”. Et rogó a Dios que la tornase en rata, e fue así, et casóse con el mur, e entró se con él en su cueva, e tornóse a su raíz e a su natura. Et tú, traidor, falso, mintroso, atal serás, ca tornarás a tu raíz e a tu natura”.

Et por todo esto non cató el rey nin los otros a este ejemplo. Et díjol el rey de los búhos al cuervo: “Amigo leal, non has menester que te quemes en fuego, ca nos te daremos venganza de los cuervos, e más que venganza”. Et el cuervo fue siempre entre ellos muy blando e muy manso, et cresció la honra entre ellos al cuervo fasta que sanó e engordó e le cresció las alas e guaresció, e sopo sus poridades e su ardimento de los búhos, e todo lo que quiso saber de su fecho dellos. Desí salióse a furto, e fuese para los cuervos, et dijo al rey de los cuervos: “Dígote buenas nuevas, que he acabado todo lo que quise para matar a los búhos. Mas finca lo que tú e tus compañas debedes facer; e si fuéredes bien agudos e sabidores en vuestro fecho, muertos son los búhos”. Dijo el rey de los cuervos: “Nos faremos cuanto tú mandares”.

Dijo el cuervo: “Los búhos son en tal lugar, e ayúntanse de día en una cueva del monte, e yo se do cerca de aquel lugar hay mucha leña seca. Lleve cada un cuervo cuanto pudiere llevar della a la boca de la cueva do ellos son de día, et ahí cerca hay grey de ganado, e yo haberé fuego e echar lo he ahí en la leña, e vosotros todos non cesedes de aventar con vuestras alas e de soplar el fuego fasta que se encienda bien, et cuantos y estudieren quemar se han, e los que dentro estudieren afogar se han con el fumo”. Et ficiéronlo así, e mataron a todos los que y estaban; desí tornáronse los cuervos a sus lugares salvos e seguros.

Dijo el rey de los cuervos al cuervo: “¿Cómo podiste sofrir de haber vida con los búhos? Ca los buenos non sufren ser en compaña de los malos”. Dijo el cuervo: “Así es como tú, señor, lo dices; mas el homne cuerdo, cuando se vee en cuita que se teme de perder el cuerpo e los parientes, non ha cosa que non debe sofrir por salir de aquella cuita e estorcer a sí e a sus parientes e amigos de muerte”. Díjole el rey: “Di me de sus entendimientos de los búhos”. Dijo el cuervo: “Non fallé ninguno dellos sesudo, si non uno que consejaba mi muerte, e eran de muy flaco consejo e de mal acuerdo que nunca pensaron en ninguna cosa de mi facienda, habiéndoles el de buen seso consejado, e desobedesciéronle e non entendieron su mal nin creyeron al entendido. Et dicen que conviene al rey de guardarse del homne en que ha alguna sospecha, de lo non meter en su poridad, nin le debe mostrar sus cartas, nin le debe dejar llegar al agua con que se lava, nin a su lecho, nin a sus paños, nin a su bestia, nin a sus armas, nin a lo que ha de comer, nin a ninguna de sus cosas”.

Dijo el rey de los cuervos: “Non murieron los búhos si non por desdén e flaqueza de consejo”. Dijo el cuervo: “Verdat es que pocos son los que vencen que non se engreyan, et pocos son los que han sabor de las mugeres que afrontados non sean, et pocos son los que mucho comen que non costriben, et pocos son los que han malos privados que en peligro de muerte non cayan”. Et dicen: “Non haya esperanza en engreído e el desvergonzado de haber buena fama, nin el falso de haber amigo, nin el mal enseñado de haber nobleza, nin el escaso a varón en ser honrado, nin el cobdicioso de non haber pecados, nin el rey que ha privado nescio en durar su regno”. Dijo el rey: “Grand lacerio has sofrido en facer vida con los búhos”.

Dijo el cuervo: “El que sufre alguna laceria esperando algund pro, débela endurar, así como fizo la culebra que sufrió la rana cabalgar sobrella”. Dijo el rey: “¿Et cómo fue eso?”

La culebra y las ranas

Dijo el cuervo: “Dicen que una culebra envejeció et enflaqueció, e non podía cazar et vínose para una fuente do había muchas ranas de que ella solía cazar, e se mantenía dellas. E echó se cerca de la fuente, a semejanza de triste e de pesante. Díjole una rana “¿Qué has que estás triste” Dijo ello: “¿E cómo non seré triste que la mi vida non era de ál, si non de las ranas, et agora vino me grand ocasión de guisa que non puedo comer nin tomar si non las que me dan en limosna”. E fuese la rana, e fízolo saber al rey de las ranas, e él vino le preguntar aquesto, e llegóse a ella e preguntóle: “¿Cómo te acaesció esto que dices?”

Díjole: “Fuí en rastro de una rana por la tornar, e ella metióse en casa de un religioso, et yo entré en pos ella, e la casa estaba oscura. E estaba en la casa un niño. E cuidando que mordía a la rana, mordí al niño en la mano et murió. E salí dende fuyendo, et salió el religioso empos de mí, e maldijo me, et díjome: “Así como mataste este niño sin culpa ninguna con tu traición, maldígote que seas triste e confondida, e que seas cabalgadura del rey de las ranas, e que non hayas poder de tomar ninguna rana, si non las que te diere su rey por limosna”. “Et yo por ende vine a ti que cabalgues en mí, e de lo rescebir, só placentera dello”. Et hubo el rey de las ranas gran cobdicia de cabalgar en la culebra, e tovo que era grant honra e grant nobleza, e cabalgó la unos días. Desí díjole la culebra: “Ya vees que só mal aventurada, que non puedo comer de las ranas si non la que tú me dieres. Pues mándame poner alguna ración de que viva”. Dijo el rey: “Sí, me vala Dios, seyendo tú mi cabalgadura, non puede ser que te non ponga yo algunt vito de que te gobiernes e te mantengas”. Et mandóle dar cada día dos ranas. Et pasó con esto e non le nució someterse a su enemigo por vevir.

“Et yo otrosí sofrí lo que sofrí por la grant pro que nos veno dello que hobimos venganza de nuestros enemigos”. Et dijo el rey: “Agora veo que la fortaleza del engaño derraiga al enemigo más que la fortaleza del fuego; que el fuego non puede más quemar con toda su fuerza e con toda su calentura, cuando da en el árbol, si non cuanto está más sobre tierra, et el agua con su humidat e con su friura derraiga cuanto está so tierra. Et dicen que cuatro cosas son que non se deben tener en poco, por lo poco dellas, ca se puede pujar a lo mucho; et son el fuego e la enfermedad e el enemigo e el debdo. Et yo lo que fice fue por tu buen seso e por tu buena ventura. Et dicen que cuando dos homnes demandan una cosa e la acaba el uno dellos, tienen que aquél es de mayor seso; et si amos son eguales en el seso, tienen por mejor aquel que la recabda primero, e de mejor ventura.

“Et dicen que el que quiere contender con el rey enviso e agudo, e sabio, que non se engree por bien que Dios le dé, nin se desmaya su corazón por grant miedo, su muerte lo trae por él, cuanto más si es tal como tú, sabidor de las cosas. Et sabes do debes ser bravo, e do debes ser manso, e do debes ser airado, e do debes ser pagado, e do debes ser apresuroso, e do debes ser vagaroso, e que cates lo que es presente e lo que es por venir e las cimas de tus fechos”. Dijo el rey al cuervo: “Mas con tu buen seso e con tu consejo fue fecho, e siempre por tal te conoscimos e por tal te razonamos. Et dejiste como dice homne gracioso e leal, et acabate grant fecho con mansedumbre e con ingenio e con buen pensamiento, tanto que nos libró Dios de nuestros enemigos, e feciste tal fecho que pocos son los que podrían facer. Et los esforzados e los valientes, cuando llegan a la lid, entran con diez o con veinte, e facen su buen fecho, e con tanto salen por buenos. Et el homne blando agudo, tal como tú, mata con sabiduría al rey de grant prez et de grant mesnada. Et este atal face mayor daño a los enemigos que los mucho esforzados e valientes; ca el consejo que de ti nasció, seyendo uno dellos, fizo mayor daño en matar nuestros enemigos, que eran tantos e tan dañosos, que la nuestra fuerza de todos. E de lo más que me maravillo de ti, cómo moraste con ellos e sofriste tanto pesar cuanto veías e oías, e non te moviste a ninguna palabra”.

Et dijo el cuervo: “Señor, siempre me atove al tu buen enseñamiento en acompañar al pariente e al estraño con mansedumbre, e siguiendo su sabor e consentiendo al su talente”. Dijo el rey: “A ti he por obrero, e a los otros priva os por decidores, et fízonos Dios por ti grant bien e grant merced. Et bien sepas que fasta que tú tornaste non nos sopo bien comer nin beber nin dormir; ca dicen que el enfermo non ha sabor de dormir fasta que guaresce; nin el que anda camino a que el rey faz fucia de dar algo o de lo poner en algunt oficio, fasta que gelo cumple, nin el homne que se teme de su enemigo e que está a suerte de haber la facienda con él, fasta que lo mata. Et dicen que el que pierde la fiebre fuelga su corazón, et quien se descargó de la pesada carga fuelga su hombro, et quien es seguro de su enemigo fuelga su corazón”.

Dijo el cuervo: “Ruego a Dios, el que mató a tus enemigos, que te apodere en tu regno, e esto que sea a provecho de tu pueblo, et ellos que hayan parte en la alegría que tú hobieres en tu reino”. Dijo el rey: “¿De qué vida era el rey de los búhos?” Dijo: “El era muy desdeñoso e engreído e perezoso, e presciábase mucho, e era de mal acuerdo, e sus privados eran tales como él, si non aquel que consejaba mi muerte”. Dijo el rey: “¿E qué viste dése por que entendiste que era de buen seso?” Dijo: “Por dos cosas: la una por que consejaba mi muerte, e la otra por que consejaba lealmente a su señor e le non celaba nadi maguer que le pesaba, nin fablaba a guisa de loco nin de soberano, mas fablaba mansamente e cuerdamente, así que a las veces le demostraba sus tachas mansamente de guisa que le non ensañaba, e dábale ejemplos de otros, así que conosciese el rey lo que estaba mal, e non fallaba carrera, para ensañar se le. Et esta fue una de las cosas que le oí consejar al rey: “Non te debes descuidar del fecho deste cuervo, que muy grant fecho es, e tal que lo non acaban si non muy pocos, nin se contrasta si non con muy grant sabiduría; et es mucho aliviado, así, como el simio que non sosiega una hora en ir e en venir, et es tal como el viento en mudarse, et es tal como el amor del homne dioso, et en el mal galardón e en el mal salto que el homne atiende de su ira, et es así como la mordedura de la culebra, e en se ir más aína es así como el destello de la lluvia”.



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