Casa digital del escritor Luis López Nieves


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Calila y Dimna X-XII

[Cuento - Texto completo.]

Anónimo: Calila y Dimna

Capítulo X

Del rey Varamunt e del ave que dicen Catra

Dijo el rey al filósofo: “Ya oí este ejemplo pues dame ejemplo del que rescibió tuerto e cómo el que gelo fizo se debe guardar dél”. Dijo el filósofo: “Esto es el ejemplo del rey e del ave que decían Catra”. Dijo el rey: “¿E cómo fue eso?” Dijo el filósofo: “Dicen que un rey muy poderoso, que había nombre Varamunt, tenía un ave que decían Catra, et esta ave fablaba e era muy entendida, e había un fijo pollo. Et el rey mandó guardar a Catra e a su fijo en casa de su muger, la que era señora de sus mugeres, et mandó a ella que los mandase guardar. Desí acaesció que parió la muger del rey un fijo; et criaron se el niño con el pollo, e comían en uno e jugaban en uno. Et Catra iba cada día al monte, e traía dos frutos muy estraños que non sabía ninguno qué era, et daba el uno a comer a su fijo e el otro al infante. Et crescieron por esto más aína, et esforzáronse mucho, de guisa que lo entendió el rey, et amó más por ende a Catra.

Et acaesció un día que mientra Catra fue a buscar aquellos dos frutos entró su fijo a una casa do tenía el fijo del rey sus palominos. Et cuando vio entrar ende al fijo de Catra pesóle, e ensañóse e tomólo, e dio con él tierra e matólo. Et veno Catra, e falló su fijo muerto, e dio voces, e fizo grant duelo, e dijo: “¡Oh, qué mal barata el homne en vevir con los reyes, que non a en ellos verdad nin lealtad, et malastrugo es el que ha amor con ellos! ca nin son para amigo nin para vasallo nin para acostado, nin honran a ninguno, si non por algunt pro o por alguna esperanza. Et desque han acabado con él lo que han menester, non finca amor entre ellos nin amistad; mas solamente non es su fecho si non mentir e fallir e engañar e descreer e desconocer a los que los sirven, et cuentan los por pequeños. Et quiérome vengar deste falso traidor que mató a su compañero e a su amigo, con quien comía e bebía e jugaba”. Desí saltó a los ojos del niño e quebró gelos con sus uñas, e voló e posó en un lugar muy alto.

Et ficiéronlo saber al rey, e hubo muy grant pesar, et hubo esperanza que enartaría a Catra, de guisa que la enartando la mataría.

Et cabalgó el rey e fuese para ella, et llamóla por su nombre, a salva fe, e díjole que veniese. Et ella non quiso venir et dijo: “Rey, bien sabes que al traidor, si le yerra la justicia deste siglo, non le yerra la del otro. Et tu fijo fizo traición, e yo le di la pena en este siglo”. Dijo el rey: “Verdad dices, et bien sé yo que es así como tú dices; pues vente tú para nos e sei segura, ca non habemos desto cura”. Dijo Catra: “Non me llegaré a ti, ca los homnes de buen entendimiento defienden que se non llegue homne al homne que rescibió tuerto, et dijeron: “Cuanto más te falagare el que mala voluntad te tiene e al que feciste mal, et cuanto más fablando te fuere, tanto más lo estraña tú e lo aparta de ti; ca non ha tal seguridat del enemigo, como alongar se dél e guardarse dél”. Et dicen que el homne entendido debe contar a su padre e a su madre por amigos, e sus hermanos por compañeros, e su muger por solaz, e sus fijos por nombradía, e sus fijas por contendoras, et cuente así mesmo por solo señero. Et yo lievo hoy de ti muy grant carga de pesar, que ninguno non la lieva conmigo; e finca con salud”.

Dijo el rey: “Si tú comenzaras a facer el mal e el atrevencia, sería segunt tú dices; mas pues que lo non comenzamos, ¿qué culpa has tú, e qué te veda que non fíes de nos?” Dijo Catra: “Las malas voluntades han muy apoderados lugares en los corazones, así que la lengua non dice lo que es en el corazón con verdat, et el corazón afirma e testigua más derechamente lo que está en el otro corazón que la lengua; e yo, fallo que mi corazón non testigua nin acuerda con tu lengua, nin con tu corazón”. Dijo el rey: “¿No sabes tú que las malas voluntades son entre muchos homnes, et el que ha seso ha mayor sabor de amortiguar la malquerencia que avivarla?” Dijo Catra: “Bien es así como tú dices; pero el homne de buen acuerdo non se debe asegurar en aquel con quien está homiciado, et el homne de buen consejo témese de las artes e de los engaños. Et sabe que muchos homnes hay que degüellan los ganados que crían e comen sus carnes, e por cuantos dellos degüellan, non cesan los que fincan de seguir sus señores e de vevir con ellos. Otrosí las bestias salvajes ha homne dellas muchas, et cuando degüella algunas dellas non se parten por ende las que fincan del homne”. Dijo otrosí Catra: “Las malas voluntades temidas deben ser, et mayormente las que son en los corazones de los reyes, ca los reyes creen que vengar su homecillo es honra e grant prez. Et el homne entendido non se engaña en la tregua del homne que tiene mala voluntad, ca tal es la mala voluntad cuando non la mueven, como las ascuas del fuego cuando non echan leña. Et el que demanda su homecillo así es como el fuego que demanda la leña, e cuando gela echan de suso enciéndese luego. Et con todo esto algunt homiciero hay que ha esperanza de haber amor con su homiciado por algunt pro o por algunt ayuda que entiende que le faga; et yo só tan flaco que tú non puedes de mí haber ayuda nin pro, para que pierdas la mala voluntad que me tienes en tu corazón. Onde non veo mejor consejo que fuir de ti, et finca con salud”.

Dijo el rey: “Sabe que las criaturas non han poder de se nucir unas a otras, ca este poder es de Dios solo; et si ventura has de rescebir de nos algunt mal de que temas, non lo podrás fuir nin esquivar. Et si yo he puesto en mi corazón de te matar e de te prender, desí el juicio de Dios a contra de lo que quiero es, non lo podrás; así como ninguno puede criar ninguna cosa del mundo si non por mandamiento de Dios, así non la puede perescer nin matar. Et lo que tú feciste a mi fijo, non hobiste y culpa ninguna, ca fue por mandado de Dios; ca lo que fizo mi fijo, al tuyo, otro tal, ca fue por el juicio divino, et tú non debes reprehender lo que la ventura fizo”.

Dijo Catra: “Así es como tú dices, que todas las cosas por mandado de Dios se facen; en pero el enviso débese guardar de las cosas temederas, ca ayuntan con la creencia apercibimiento, et yo sé bien que me dices con la boca lo que non tienes en el corazón. E tú quieres vengar lo que fize a tu fijo, e mi alma aborresce la muerte. Et dicen que las malas venturas e las tempestades son pobreza et pesar e certidumbre de enemigos, e partimiento de amigos, e enfermedad e vejez, et cabeza de todos estos males es la muerte. Et non ha ninguno que sepa mejor el corazón del cuitado que el que sintió lo que él siente. Et por lo que yo tengo en el corazón conosco lo que tú tienes en el tuyo. Et non me es bien la tu compaña, ca nunca vez te nembrarás de lo que fice a tu fijo, nin yo de lo que tu fijo fizo al mío, que non se nos muden los corazones”.

Dijo el rey: “Non es homne de buena parte el que non puede olvidar lo que tiene en el corazón, de guisa que le non faga pesar”. Dijo Catra: “El homne que tiene en la planta del pie la llaga, non puede escusar de se non facer mal, maguer que pune de non andar sobre ella. Et non conviene al homne cuerdo de dejar la guarda de su cuerpo e ser engreído, que el que se engríe en su fuerza e quiere andar los caminos peligrosos, anda buscando su muerte; et el que come o bebe más de lo que debe e yace con mugeres sin mesura, quiere se matar. Et quien mayor bocado face en su boca de lo que puede tragar, derecho es que se afogue con él. Et quien se deja de guardar e se engaña por palabra de su enemigo, mayor enemigo es de sí mesmo que non su enemigo.

“Et non debe homne parar mientes en las aventuras que non sabe si le vernán; más débese entremeter de ser enviso e fuerte en su facienda. Et el homne entendido non se debe meter a los miedos, fallando otra carrera para sin miedo; et yo he muchas carreras do vaya, así que non iré a parte del mundo que non falle mío vito. Ca cinco cosas son, que debe el homne facer e haber, doquier que vaya; e si las face conórtanle cuando es en tierra estraña, e fácenle ganar vito e amigos; la primera es resestirse de mal facer; la segunda es enseñamiento; la tercera es esquivar las colpas; la cuarta es franqueza de corazón; la quinta es sotileza e acuciamiento, en su obra.

“Et el homne entendido, cuando se teme de perescer, de grado desampara la muger e los fijos e el haber e la tierra, ca todo lo puede cobrar, e el anima nunca. Et el peor haber es el que non despiende dello, e la peor de las mugeres es la que non se aviene bien con su marido, et el peor fijo es el desobediente, et el peor amigo es el que desampara a su amigo a la hora de la cuita, et el peor de los reyes es el que teme el que non ha culpa, et la peor tierra es la temerosa do non se asegura el homne; et yo sé que mi alma non ha seguranza nin sofrimiento en ser cerca de ti”. Desí despedióse del rey e voló et fuese”.

Capítulo XI

Del rey Cederano e de su aguacil Belet e de su muger Helbed

Dijo el rey al filósofo: “Va oí este ejemplo. Dime agora de cuáles cosas debe el rey más usar para guardar a sí e a su reino e su poder, si es mesura o nobleza de corazón, o esfuerzo o franqueza”. Dijo el filósofo: “Sepas que la cosa con que debe el rey guardar su reino e sostener su poder e honrar a sí mesmo, es mesura; ca la mesura guarda la sapiencia e la honra, et la materia de la honra es aconsejarse con los sabios e con los entendidos, e facer su obra de vagar Et la más santa obra e la mejor para cada uno es la mesura, cuanto más para los reyes, que propiamente se deben consejar con los sabios e con los fieles, por tal que les departan el buen consejo e gelo muestren, e que los ayuden con la nobleza de corazón.

Ca el homne maguer sea esforzado e escorrecho, si non hobiere mesura e fueren sus consejeros menguados de seso, maguer que la ventura le guise bien sus cosas e lo metan en alegría e en placer, e en vencimiento e en gozo, non puede ser que a arrepentimiento e a peligro non torne, ca la ventura es raíz de las cosas et es apoderada en ellas. Et el homne que más se debe alegrar en su consejo es el sabio que aconseja todavía con los sabios. Et cuando el rey fuere sabio e fuerte, e su consejero sabio e leal e desengañador, a ése da Dios lo que quisiere de seso e de ganancia, e vevirá siempre en bien e en buena andanza, et non le podrá nocir su enemigo, nin haber poder sobre él. Et si él quisiere facer alguna cosa que non debe, que sea a daño de sí e a provecho de su enemigo, estorcerá della por consejo de sus privados, así como estorció el rey Cedrán por su privado Belet e su muger Helbed”. Dijo el rey “¿Cómo fue eso?”

Dijo el filósofo: Dicen que un rey de los reyes de India era muy granado e de grant prez e vencedor, e de muy grant mantenimiento, e sostenedor de su reino. Et había un privado que decían Belet, et era muy sesudo, et punaba toda vía en facer servicio a Dios e al rey. Et aquel rey, yaciendo en su lecho durmiendo, vido en sueños una visión siete vegadas, una empós de otra, e despertó muy espantado. Et la visión era ésta: dos truchas bermejas que venían contra él enfiestas en las colas, e dos ánades volando empós dellas, e que se le paraban delante, et una culebra que le saltaba a los pies. E veía otrosí que su cuerpo estaba todo bañado en sangre, e que le habían lavado el cuerpo con agua. Et vio que estaba en pie encima de un monte blanco. Et veía que tenía en la cabeza una cosa que le semejaba fuego, et veía una ave blanca que le picaba en la cabeza con su pico.

Cuando fue despierto fizo llamar una gente de una seta que él había estroído e perseguido tanto, que les había estragado e echado de sus tierras e muerto muchos dellos, et decían les Albarhamiun. Et trajeron gelos después que los fizo buscar con grant escodruño. Et cuando ellos venieron fallaron al rey con gran cuita e muy espantado de la visión que viera. Et demandóles que le declarasen aquella visión. Et ellos dijeron: “Señor, esta visión es muy fuerte, e es mucho de temer; e si lo por bien tovieres, señor, mandar nos has salir de aquí, e disputar nos hemos unos con otros, e leeremos unos libros e el entendimiento que fallaremos, et después de algunos días tornaremos a ti por facer su departimiento et qué acaescerá ende, et pugnaremos como escapes de su mal”. Et el rey fue pagado desto que le dijeron, et mandóles ir.

E ellos fuéronse, et ayuntáronse en uno, et dijeron unos a otros: “Este rey ha matado de nos más de doce mil personas e ha destruído nuestra ley e ha muerto nuestros sacerdotes, et agora descubriónos su poridad, et habemos fallado carrera como nos podamos vengar dél. E seamos todos de un consejo, que le metamos miedo e que le soltemos el sueño a nuestra guisa; et el miedo le fará facer cuanto nos quisiéremos e dijéremos. Et digamos le así: “Éste que tú viste, señor, es tu muerte e perdimiento de tu regno, ca tornará en tus enemigos. E esto non lo puedes desviar en guisa del mundo si non matares a Helbed, tu más honrada muger, madre del tu más amado fijo Gembrir, e a Gembrir tu fijo, e el fijo de tu hermana, que tú mucho amas, e a Belet, tu privado alguazil, et a tu escribano, que sabe tus poridades; et que quebrantes la tu mejor espada del tu mayor prescio, e que mates el tu elefante blanco que cabalgas, e a los otros dos elefantes presciados, e el tu buen caballo corredor, e a Caimerón el filósofo; desí que fagas poner la sangre déstos en una tina e que te bañes en ella siete veces e que estemos nos enderredor de ti e que te escantemos fasta que te mundifiquemos de los pecados que feciste; por que meresces de Dios perder el reino e tu honra”. Et si nos él creyere e lo ficiere, non le fincará después fuerza nin honra, et si lo quisiéremos matar, podemos lo facer”. Et ficiéronlo así, et entraron a él et dijéronle: “Señor, siempre hayas buenos agüeros e acabada honra. Si por bien tovieres de te apartar conusco, decir te hemos lo que nos demandaste”. Et mandó el rey salir dende cuantos con él estaban. Et dijéronle todo lo que habían comedido de facer: de matar a todos sus amigos e a sus bien querientes. Et díjoles: “Más valdría la muerte que la vida, si yo matare a éstos, que amo tanto como a mí mesmo; et yo mortal só sin falla, ca esta vida breve es, e non seré rey por siempre. Et morir o perder mis amigos una cosa es”. Dijéronle los de Albarhamiud: “Señor, si tú te non ensañares, facer te hemos saber que lo que tú dices non es derecho, mas es yerro en amar tú a otrie más a ti mesmo. Sabes tú que en seyendo tu reino en tu poder cobrarás tus amigos et ellos non podrán cobrar a ti. Pues oye lo que te decimos e créenos e faz lo que te mandamos, e mueran tus bien querientes por que tú estuerzas, ca otros podrás haber después en cambio dellos, et si tú los dejas, e dejas a ti perder, nunca habrá cambio de ti”.

Et cuando el rey vido que los de Albarhamiud lo acuitaban tanto, cuidó que le decían verdad e hubo muy grant pesar. E levantóse de entre ellos, et fuese para la casa que tenía apartada para sus tristezas e para pensar en los acaescimientos del mundo. Et echóse de cara en tierra, e revolvíase como pece cuando lo sacan del agua, et comenzó de decir en su corazón: “¿Cuál destas cosas me será más fuerte: desamparar me a muerte o matar a mis amigos? ¿Cuánto es lo que yo puedo haber en mi regno?, ca yo non puedo vevir siempre, et ¿cómo habré yo alegría e placer cuando yo non viere a Helbed, mi muger, et a Gembrir, mi fijo, e al fijo de mi hermana? ¿E cómo podré fincar en mi regno si mi privado Belet muere, e el sabio Caimerón, e el caballo corredor e los elefantes? ¿Et non habré vergüenza de me llamar rey, perdiendo yo aquéstos? ¿Et cómo veviré después de ellos?” Et estovo siempre cuitado fasta que fue sabido por toda la tierra, et lo entendieron sus ricos homnes et toda su compaña.

Cuando vio esto Belet, fuese para la muger del rey et dijo: “Yo non sé qué ha el rey, et yo nunca le vi facer cosa pequeña nin grande, después que lo conosco, que non metiese a mí en consejo e que non fablase comigo todas sus poridades, por que sabía que le era leal e que me dolía de su mal, e nunca portero nin mandadero había entre nos donde quier que él fuese o estoviese, e aun con sus mugeres estando. Et agora, de pocos días acá, ha se apartado con los de Albarhamiud, e témome que le aconsejaron su daño e el nuestro et de todo el pueblo. Pues liévate e vete para el rey, e pregúntale de su facienda, e desí dime lo que sopieres, ca non puedo entrar a él nin estar con él. Et por ventura los Albarhamiun le mandaron facer algunt pecado e algunt fecho laido; et el rey ha por costumbre que cuando se ensaña non se sufre en ninguna guisa, nin se da lugar, onde por ventura aquellos le farán verter algunas sangres.

Dijo Helbed: “Hobe unas palabras con el rey, e por eso non le quiero comenzar a fablar”. Dijo Belet: “Non debes agora parar mientes a los rieptos que hobiste con él, ca non es agora tiempo, estando nos tan cerca de lo que tememos; ca non puede ninguno entrar al rey si non tú, que yo le oí muchas veces decir: “Cuando só en cuita e en cuidado e veo a Helbed, todo lo pierdo, e tórnase me en alegría”. Pues liévate, buena dueña, e vete para el rey, e espacia su corazón, e conórtalo e aconséjalo, et dile la que entendieres, e le fará pro; et faz nos merced a todo el pueblo”.

Et ella levantóse e fuese, e entró al rey e asentóse a su cabeza, e alzógela de tierra, et díjole: “¿Qué has, señor loado, o qué oíste decir a los Albarhamiud, por que tienes cuidado e dolor? E yo non lo sé, ca si lo sopiere estaría triste contigo. Et tanto veo de la tu tristeza e pesar e cuidado, que me pesa de corazón. Et non puedo ser triste por lo que non sé, ca el rey es tan con el pueblo como la cabeza con el cuerpo; cuando la cabeza está bien el cuerpo está bien. Et nos non podemos ser alegres seyendo nuestro rey triste e con pesar”.

Dijo el rey: “Buena dueña, non me acrescientes en mi dolor, nin me preguntes en mi facienda”. Dijo Helbet: “Señor, ¿por qué me lo non dices? ¿Has sospecha en mí? Et non cuidaría yo que llegaría en estado que me sospechases en tu fecho; ca cuando el homne alguna cosa de cuita le viene, débese aconsejar con sus amigos e con los sesudos homnes, por que le desengañen de su facienda. Et tú, señor, non debes haber dolor nin facer lo haber a tus amigos e a los de tu regno, et facer haber alegría a tus enemigos e a los que han en ti venganza”. Dijo el rey: “Buena dueña, hasme fecho pesar, et non es a ti nin a mí bien en te decir desto nada”. Et dijo Helbed: “Más es bien para mí e para ti. Et si me lo dijeres partirás comigo el pesar e el cuidado”. Dijo el rey: “Pues que lo quieres saber, este es el pesar e el cuidado que tengo. Mandáronme los Albarhamiud que mate a ti e a tu fijo e a mi sobrino e a mi privado Belet, e a cuantas cosas honradas e presciadas yo he, tan bien de mis bestias como de las otras cosas. Et dijeron que con esto estorceré e seré salvo de mis pecados”.

Et cuando Helbed esto oyó non le mostró ningunt miedo, mas sonriósele en la cara e díjole: “Señor, por esto non debes estar triste, ca nuestras almas ofrecidas te son, et de grado las dejaremos por librar a ti de tristeza e porque finques en tu regno. Et tú has otras mugeres sin mí, diez e seis mil con Jorfate la buena dueña, que habrás en vez de mí. Mas una cosa te quiero rogar e pedírtela en merced, et faz me la pedir el amor que e he; que desque esto hobieres fecho non fíes nin creas por los de Albarhamiud, nin te aconsejes, nin creas por ellos en cosa del mundo, et que non mates a ninguno arrebatadamente, por que después non te arrepientas; ca non podrás resucitar al que matares.

“Et dicen que el homne cuando fallere algunt vedrio en tierra e dubdare que non es vedrio, que lo non debe echar fasta que lo muestre a los que lo conoscen, e conoscen las piedras preciosas. Et miémbrate, señor, que los de Albarhamiud nunca bien te quisieron, et tú has muerto dellos doce mil e non les debías decir tu visión nin otra cosa, nin creer lo que dicen; ca por la mala voluntad que te han, quieren matar tus amigos e tus privados e tus bien querientes, por tal de se vengar de ti. Et quieren te facer perder todas las cosas que mantienen tu reino, e con que tú estás apoderado, et cuando hobieses muerto éstos, apoderar se han de ti e habrán tu reino así como lo ante habían; mas aquí está Caimerón, muéstrale tu facienda e demándale consejo, que es sabio destas cosas, e es otrosí dellos, e nos non le sospechamos que te dé leal consejo. Et pregúntale por lo que viste en sueños; et si él te mandare lo que los otros te mandaron, fazlo, et si te mandare ál, verás que aquellos mentirosos son tus enemigos que quieren desfacer del tu reino”.

Et cuando el rey oyó esto que le aconsejaba la reina, tovo que le aconsejaba bien, et cabalgó en su caballo, et fuese para Caimerón, que era cerca dél. Et cuando llegó a su puerta descabalgó e entró a él e humillóse le. Et dijo el Caimerón al rey: “¿Qué te acontesció, rey, que veniste acá, e por qué eres tan demudado e tan triste, et non te veo traer la corona en la cabeza nin la diadema que sueles?” Et el rey díjole la visión que viera e lo que le mandaron los Albarhamiud.

Díjole Caimerón: “Non temas, señor, nin te mates, nin hayas miedo desto; ca non morrás nin perderás el reino, et yo te soltaré el sueño. Sepas, señor, que las dos truchas bermejas que se enfestaban en las colas e venían facia ti es un mandadero del rey de Niazor que verná a ti con una arqueta en que habrá piedras presciosas, prescio de mil libras de oro. Las dos ánades que viste que volaban delante e se asentaban delante ti, serán dos caballos que te enviará el rey de Balaf, que non habrá semejantes dellos. Et la culebra que se llegaba a tus pies es una espada muy fina que te presentarán de Alhinde, que non le sabrá homne poner prescio. Et la sangre en que te veías bañado es que te enviará el rey de Cadaron unos paños muy ricos que son llamados alholla que relucen en tiniebla. Et lo que veías que te lavabas con el agua, es un rey romano que te enviará unos paños de lino muy albos de vestiduras de los reyes, que non les sabrá homne poner precio; et lo que vías que estabas sobre un monte blanco es un elefante blanco que te enviará el rey Candor, que correrá más que caballo. Et lo que tenías en la cabeza que semejaba fuego es una corona de oro que te enviará un rey de Armenia. Et la ave que viste que te picaba en la cabeza, esto non te soltaré agora, mas non temas dello, que non te verná dello mal ninguno, ca non es ál si non que te ensañarás contra alguno de tus amigos, desí tornará en tu gracia e en tu amor. Et estos mandaderos que te digo vernan de aquí a siete días”.

Cuando esto oyó el rey, fizo presces e gracias a Dios, e loó a Caimerón el sabio, e hubo grande alegría et mal trájose por que descubrió su poridat a los de Albarhamiud. Et cuando pasaron los siete días, así como dijo Caimerón el sabio, venieron los mandaderos con los presentes fasta que se cumplió todo de la guisa que dijo Caimerón. Et el rey fue muy ledo e hubo grant placer e dijo: “Si non que me hubo Dios merced e me acorrió con consejo de Helbed, fuera perdido en este siglo e en el otro. Et por esto conviene al homne cuerdo que se aconseje toda vía con sus amigos que sabe que lo desengañarán; ca Helbed me consejó muy bien, et yo creíla e falleme ende bien, et afirmó Dios mi regno con el buen consejo de los buenos amigos leales, et vi manifiestamente cómo es Caimerón sabio”. Desí fizo el rey llamar ante sí a todos aquellos que le aconsejaron los Albarhamiun que matase, et díjoles: “Tengo por bien de partir entre vosotros estos presentes, pues que vos ofrecistes a la muerte por amor de mí”.

Dijo Beled: “Señor, non nos debes loar por nos dejar morir antes que tú, ca nos non somos si non para ti, et los presentes non pertenescen a nos, mas solamente a los reyes”. Dijo el rey: “Yo quiero que comas del fruto de la tu paciencia, tú e los otros, en querer morir de grado por escapar yo. Et yo he jurado que estas joyas non entren en mi respuesto fasta que cada uno de vos tome su parte”. Díjole Belet: “Pues que así es, señor, comienza tú e toma lo que a ti pertenesce, e de lo que fincare faz lo que a ti te pluguiere”. Et tomó el rey el elefante blanco, e dio a Gembrir, su fijo, un caballo, et al escribano el otro caballo; dio a Belet la espada, et envió a Caimerón los paños de lino. Et la corona e los paños dorados que non pertenescían si non para las mugeres, mandó a Beled que llamase a Helbed e Orfate, que eran las más honradas de sus mugeres, et asentólas cabe sí, et mandó a Belet que pusiese los paños e la corona ante Helbed, et que tomase cual quisiese. Et ella pagóse mucho de lo uno e de lo otro, e non sopo cuál tomar, et cató a Belet que le mostrase cuál era mejor, et él fizole del ojo que tomase los paños.

Et tornando el rey la cabeza, vido como le ficiera del ojo; et ella cuando vido que el rey había visto las señas que le fizo Belet, dejó los paños e tomó la corona, porque non hobiese sospecha della. Et duró después Belet cuarenta años que cada vegada que entraba al rey, cerraba él un ojo e decía que era vizco, por que non barruntase el rey que había, con Helbed ninguna cosa. Desí albergó el rey una noche,en casa de Helbed, ca así era su costumbre del rey, que una noche estaba con Helbed e otra con Orfate. Et la noche que veno a albergar con Helbed, guisóle un manjar de arroz, ca los reyes de India suelen comer mucho arroz; et entró a él su escudillo de oro en la mano con el arroz et la corona de oro en la cabeza, et estovo en pie antel rey, la escudilla en la mano, et comenzó él a comer dello. Et Orfate cuando sopo que el rey estaba con Helbed, hubo ende celos et vestióse aquellos vestidos e adereszóse lo mejor que pudo et entró en la cámara donde estaba el rey con Helbed. Et lucía la cámara de los paños que ella traía, que relumbraban como el sol cuando nasce.

Et el rey cuando la vido pagóse mucho della e cobdicióla, et dijo a Holbed: “Nescia fueste en tomar la corona e dejar los paños, que nunca homne tales los vido, et bien paresce que Orfate es de mejor seso que tú e de mejor acuerdo e más semeja muger de rey”. Cuando Helbed vido que el rey alababa a Orfate e denostaba a ella, pesóle de corazón et ensañóse, e dio al rey con la escudilla de arroz que tenía en la mano, por encima de la cabeza, et corrióle el arroz por el rostro e por la barba e por el cuerpo; et esto fue averiguamiento de lo que non quiso soltar Caimerón, et con ello se cumplió la visión. Et el rey mandó llamar a Belet, su alguacil, e díjole: “Ves lo que me fizo esta muger, e cómo me deshonró e me afrontó, e menospreció. Levadmela e descabezadmela, e non me demandades más consejo de su facienda nin entredes a mí fasta que la hayades muerto”.

Et salió dende Belet, e llevó a Helbed, et dijo en su corazón: “Non me conviene matar esta dueña fasta que se amanse la saña del rey, ca es muger muy sesuda e bien aventurada, tal que non ha su semejante entre las reinas, et el rey non se podrá sofrir sin ella. Et Dios ha librado por ella a muchos de muerte, et habemos aun esperanza en ella de aquí en adelante, si visquiere. Et non sé seguro de rebtarme el rey e de culpar me, si apresuradamente la mataré; pues quiero la dejar viva fasta ver qué terná el rey por bien de facer, et si se arrepentiere por lo que ha fecho e le pesare e se quejare, tornargela he, et si viere que de todo en todo es acordado en la matar, cumpliré yo su mandado. Et si la yo libraré de muerte, faré en ello tres cosas buenas: la una, que la libraré de la muerte, et la otra, que me presciará el rey más por ello sobre todos los homnes del mundo; la tercera, que sabrá el rey que non debe facer las cosas apresuradamente. Et levóla para su posada, et encomendóla a dos homnes fieles del rey que guardaban sus mugeres, que la guardasen.

Et mandó a su muger que la guardase e la honrase e conortase fasta que él sopiese la voluntad del rey. Desí veno Belet con su espada sangrienta, et entró al rey muy triste. Et el rey díjole: “¿Compliste lo que te mandé?” Et dijo: “Señor, complí”. Et a poco de hora amansó le la saña al rey e membróse de Helbet, como era mesurada e sesuda e entendida e muy apuesta, et fue en grant cuita. Et comenzó de conortarse e de esforzarse, et había vergüenza de preguntar a Belet qué ficiera del pleito de Helbed. Et díjole Belet: “Non hayas pesar, señor, nin tristeza por la muerte de Helbed, nin te acuites, ca el pesar nin la cuita non te tiene pro, e desgastan el cuerpo e desátanlo. Pues encomiéndate a Dios e non fagas de guisa que hayan pesar los que te bien quieren, et que hayan alegría tus enemigos, ca si lo oyeren non lo ternán por seso nin por acuerdo; onde ha menester que seas pacífico e non tomes pesar, et si quieres dar te he un ejemplo que semeja a tu facienda”. Dijo el rey: “Di, Belet”.

Las dos palomas

Et dijo Belet: “Dicen que dos palomas, maslo e fembra, trajeron de los campos e de las eras trigo e cebada a su nido fasta que lo fincheron”. Dijo el maslo a la fembra: “Agora, mientra falláremos en el campo qué comer, non comamos desto nada. Et cuando veniere el invierno e non falláremos ninguna cosa en los campos, tornarnos hemos a lo que tenemos, e comer lo hemos”. E a la fembra plúgole dello et ficieron uno a otro tal pleito entre sí. Et cuando cogieron el trigo e la cebada, estaba liento, et finchóse con ello el nido. Desí fuese el marido de aquel lugar a otro, et tardó allá todo el invierno, fasta el verano, por que fallaba bien de comer allá; et después tornáronse cada uno de su parte al nido en el tiempo del verano, seyendo el trigo e la cebada seco e menguado. Et desque lo vido el macho que estaba menguado, cuidó que lo había comido su muger et díjole: “¿Non nos partimos amos con postura que non comiésemos de lo que había en el nido fasta que nos fallesciesen los campos? Et veo que te lo has comido”. Dijo la fembra,: “Non comí dello nada, nin me llegué a ello, mas cuando lo ahí pusimos estaba liento, et agora por la diversidad del tiempo está seco”. Et él non la quiso creer et conmenzóla de picar e de ferir, fasta que la mató. Et después que veno el tiempo del invierno e las aguas, e relentesció el trigo e la cebada, e finchóse el nido así como estaba de antes; et cuando el marido lo vido lleno, arrepentióse por lo que ficiera en matar a su muger, et echáse cerca della e non comió nin bebió fasta que murió. Et quien es sabio non se debe apresurar a facer la justicia o la pena, mayormente en la cosa que se puede arrepentir. Et tú, señor, non busques la cosa que non podrás fallar, pues olvida esto en que estás et sey pagado con lo que te fincó, e non seas tal como el simio con las lantejas”. Et dijo el rey: “¿Cómo fue eso?”

El simio y las lentejas

Dijo Belet: “Dicen que un homne traía un saco de lentejas e entró con él en una espesura de árboles, et puso el saco en tierra e echóse a dormir por que era cansado. Et estando durmiendo descendió un simio de un árbol e tomó un puño lleno dellas; desí subióse en el árbol a comer las. Et cayó se le una lantija de la mano e descendió por buscarla, e trabándose a las ramas del árbol para descender, derramáronse le todas las otras que tenía, e non hubo la primera et perdió todas las otras que tenía. “Et tú, señor, has diez e seis mil mugeres, e dejas de te solazar con ellas e buscas la que nunca fallarás”. Et cuando esto oyó el rey, non dubdó que Helbed era muerta et dijo a Belet: “¿Por una ira que yo hobe feciste lo que te mandé luego, e te trabaste en una palabra?” Dijo Belet: “Uno es el que dice la palabra e se cumple”. Dijo el rey: “¿E quién es ese?” Dijo Belet: “Dios, cuyas palabras non se cambian”. Dijo el rey: “Grant pesar he por la muerte de Helbed”. Dijo Belet: “Dos son los que deben haber pesar grande: el que face pecado et el que nunca buena obra face; ca estos ambos han poca alegría en este siglo, desí van a pesar durable”. Dijo el rey: “Si a Helbed viese viva, nunca habría pesar jamás”. Dijo Belet: “Dos son los que non deben haber pesar: el que puna en buenas obras e el que nunca pecó”. Dijo el rey: “Nunca veré a Helbet más de lo que la he visto”. Dijo Belet: “Dos son los que non se veen: el ciego e el que non ha seso; ca así como el ciego non vee nada, otrosí el nescio non vee su pro nin su daño”.

Dijo el rey: “Si viese a Helbed, muy grant gozo e grant placer habría”. Dijo Belet: “Dos son los que veen: el que ha los ojos claros e el sabio”. Dijo el rey: “Nunca me farté de ver a Helbed”. Dijo Belet: “Dos son los que nunca se fartan: el que otro cuidado non ha si non apañar haber, et el quiere comer lo que non falla e demanda lo que non puede ser”. Dijo el rey: “Debemos nos alongar de ti, Belet”. Dijo Belet: “De dos se debe el homne alongar: del que niega el juicio e la pena e el galardón del otro siglo, e del que non tuelle los ojos de lo que non es suyo, nin sus orejas de escuchar, nin su vergüenza de las mugeres agenas, nin su corazón del pecado e de la cobdicia que se le antoja; ca estos atales irán a la pena perdurable”. Dijo el rey: “Fecho só vago sin Helbed”. Dijo Belet: “Tres son las cosas vagas: el río que non ha agua, et la tierra que non ha rey, e la muger que non ha marido”. Dijo el rey: “Muy cierto respondes, Belet”. Dijo Belet: “Tres son los que responden cierto: el que cumple su mandamiento en su regno e en su poderío, et el homne que sabe la ley e face sus obras, et el maestro bueno que face bien la obra e en comparación del que non la sabe”.

Dijo el rey: “Muy grant pesar rescibo en tú ser cerca de mí”. Dijo Belet: “Tres son los que deben haber pesar: aquel que ha gordo caballo e fermoso e ha malas mañas; et el que ha mucho caldo e poca carne, por que pierde el sabor del comer; e el que se casa con la muger de grant linage e fermosa e non la puede honrar, onde le ha ella de decir lo que le pesa”. Dijo el rey: “Perdióse Helbed de balde e sin razón”. Dijo Belet: “Tres son los que se pierden sin razón: el homne que viste los buenos paños e anda descalzo e de pie, et el que casa con la muger niña e fermosa e se va para otra tierra e non se veen, et el que tiene buena tierra e la deja eriazo por sembrar”. Dijo el rey: “Meresces ser penado, Belet”. Dijo Belet: “Cuatro deben ser penados: el malfechor, et el que justicia al que non face por qué, et el que se asienta a la mesa que non es convidado, et el que demanda lo que non puede haber, et aun que le dicen que non lo puede haber non se deja de lo demandar e aún más de recio”. Dijo el rey: “Debieras te sofrir fasta que amansara mi ira”. Dijo Belet: “Tres son los que se deben sofrir: el que sube al monte, et el que pesca o caza, e el que cuida grant fecho”.

Dijo el rey: “¡Quién pudiese ver a Helbed!” Dijo Belet: “Dos son los que cobdician lo que non pueden haber: el lujurioso que non teme a Dios et quiere cuando muriere haber la divinidat de los santos, et el homiciero que quiere haber la fama de los justos”. Dijo el rey: “Mucho me menosprecias, Belet”. Dijo Belet: “Tres menosprecian a sus señores: el que les face escarnio o dice cosa a sin razón, et el vasallo que es más rico que su señor, et el siervo que denuesta a su señor e lo maltrae”. Dijo el rey: “Mucho so escarnido de ti, Belet”. Dijo Belet: “Cuatro son los que deben ser escarnidos: el que se alaba más que es esforzado e que lidió, e non ha en él señal de lanzada nin de ferida; et el que esfinge que sabe la ley e que es de religión, e es corporiento e gordo e pescozudo, ca el que religión mantiene enmagresce e adelgaza; et la muger virgen que escarnesce a la maridada; et el que dice de lo que es ya fecho e pasado: “Quisiese Dios que non fuese”.

Dijo el rey: “Non eres homne de seso, Belet”. Dijo Belet: “Solamente debe ser tenido por sin seso el zapatero que see en alto et cuando le cae alguna cosa de su menester, estórbase de su labor buscándola”. Dijo el rey: “Non feciste derecho en matar a Helbet, Belet”. Dijo Belet: “Tres son los que non facen derecho: el que cree al que non dice verdat, et el que come aína e labra tarde, et el que non amansa su ira antes que faga justicia”. Dijo el rey: “Si ficieras segunt ley, non mataras a Helbed”. Dijo Belet: “Cuatro son los que facen segunt ley: el siervo que ha sabor del manjar e quiere lo antes para su señor, et el homne que se tiene por contento con una muger, et el rey que demanda consejo a los filósofos, et el homne que fuerza su saña”.

Dijo el rey: “Mucho me temo de ti, Belet”. Dijo Belet: “Cuatro son los que se temen de lo que non deben: el avecilla que yace en el árbol et alza un pie con miedo que le caerá el cielo de suso e que lo terná con él; et la grúa que se para en un pie con miedo que se sumirá la tierra con ella; et el gusano que está toda vía en la tierra e non se farta della et está siempre fambriento con miedo que le fallescerá la tierra e que quedará sin vito; et el morciélago que vuela de noche e escóndese de día por que cuida que non ha ave tan fermosa, et ha miedo que lo tomarán los homnes e lo criarán en sus casas”.

Dijo el rey: “Non se debe homne volver contigo, Belet”. Dijo Belet: “Cuatro son los que non se vuelven unos con otros: el santo con el de mala vida, et la luz con la tiniebla, e el día con la noche, e el bien con el mal”. Dijo el rey: “Mucho has afirmado mala voluntad en mi alma contra ti, porque mataste a Helbet”. Dijo Belet: “Cuatro son los que tienen mala voluntad afirmada: el lobo e el cordero, et el gato e el mur, e el azor e la paloma, e los cuervos e los búhos”. Dijo el rey: “Si alguno me mostrare a Helbed, facer lo hía rico”. Dijo Belet: “Cinco son los que cobdician la riqueza e la prescian más que a sí mesmos: el lidiador, que non ha otro pensamiento nin otro albedrío si non ganar e robar; et el ladrón que forada las casas e tiene los caminos, e le han de cortar la mano o de matarlo; et el mercador que se mete sobre mar por buscar las cosas temporales; et el que cría los árboles e cobdicia toda vía que crescan por tal de haber ende algo; et el alcalld que rescibe presente por que judgue tuerto”.

Dijo el rey: “Confondido me has la vida por lo que feciste en Helbed”. Dijo Belet: “Los que son tales como tú dices son siete: el que non es conoscido por sabio e es sabio de guisa que aprendan dél; et el rey que non face bien a ninguno; et el que niega el bien et el servicio que le facen; et el siervo que ha el señor muy brozno e sin piedat; et la muger que ama al fijo malo e falso, e gelo encubre; et el que se asegura en el home traidor e falso e atrevido a facer los grandes pecados, e se fía en él; et el que se enoja aína de los mandamientos de Dios e non teme a Dios nin a los divinos”. Dijo el rey: “Non sabré qué es sueño, con dolor de Helbed”. Dijo Belet: “Siete son los que non duermen: el que ha grant haber e non ha repostero, e al que han de matar cras de mañana, et el que acusa al homne a tuerto, et el que ha grant enfermedat e non puede haber su melecina, et el homne que tiene tuerto a su muger, et el homne que ama los niños a mala parte, et el homne que pechó lo que despreció debiéndolo”.

Dijo el rey: “Dañaste la sapiencia de Helbed”. Dijo Belet: “Cuatro son los que dañan sus fechos: el homne que face los buenos fechos e daña los con los malos, et el rey que honra al vasallo desleal e malo, et el padre e la madre que prescian más al mal fijo que al bueno, et el que dice su poridat al mesturero que sabe que non gela terná”. Dijo el rey: “Cúmplete esto, Belet, ca en dubda me has dejado de mi facienda. Creo que lo faces por me probar”. Dijo Belet: “En nueve cosas se prueban los homnes solamente: el atrevido, en lidiar; et el sabidor, en obrar; e el siervo, en facer vida con su señor; et el rey, en su ira, qué fará e qué seso habrá; et el mercador, en facer compañía con su compañero; e los amigos, en sofrir afán; e el que entiende, en las persecuciones, qué arte fará e cómo estorcerá; et el religioso, en temer a Dios e despreciar las cosas mundanales; et el franco, en dar e en partir”. Desí en este lugar calló el rey, et bien entendió Belet que el rey tenía grant pesar por Helbed. Et dijo entre sí: “Ya lo he muy bien entendido e le he dado ejemplos por lo conortar de Helbed”. Et dijo: “Veo que ha grant deseo della; por que debo traer gela, pues tanto la ama e tan grant cobdicia ha de verla; demás que le he dicho muchas cosas e le he estultado de mi palabra. Onde non ha en el mundo rey que le semeje de cuantos fueron e serán, pues que la saña non le fizo que me matase, seyendo yo tan rafez e de tan pequeña guisa, mas siempre fue cuerdo e sosegado e manso e sesudo e mesurado; et non dijo más que debía nin lo mandó, ca es manso le amador de salud e de bien a todos. Et si le acaesce alguna mala andancia de parte de las estrellas, non pierde corazón nin se teme, e tiénese por pagado de lo que Dios le quiere dar en parte”.

Et díjole: “Señor: tú, por bondad de linage de ti mesmo et por honestas costumbres, eres señor de la lealtad en sofrirme lo que me oíste decir, por ser yo de tan menor guisa; onde do gracias a Dios primeramente, desí a ti, señor, que me non mandaste matar. Et heme aquí donde estó entre tus manos. Et lo que yo fiz non lo fiz por ál, si non por lealtad, et amando e queriendo tu pro; et si fice en esto desobediencia, razón has de me justiciar o de me perdonar. Et sabe, señor, que Helbed es viva, e dejéla de matar por miedo que te non arrepentieses de su muerte e me ficieses daño por ello”. Et cuando esto oyó el rey, hubo grant placer, e dijo: “Maguer que fizo muy gran cosa e fue mal razonado, bien sé que lo non fizo por enemistad nin por me buscar daño, e fízolo con buen celo, et non debiera yo tornar cabeza por ello, mas debiéralo yo sofrir. Et lo que me fizo que te non matase, non lo cabsó salvo que cuidaba que la habíes muerta porque te lo yo había mandado, e tenía yo toda la culpa; pero has me fecho gran servicio e yo te lo agradeceré bien. Et tú quesísteme probar et temiste de muerte, si lo descubrieses, et non mandara Dios que yo así lo feciera, que me has fecho grant servicio et soy tenudo de te lo galardonar; pues vete e tráemela”.

Et Belet salió dende muy alegre, et mandó vestir a Helbed muy ricos paños e afitarla bien, e trájola al rey. Et cuando el rey la vio fue muy alegre et díjole: “Faz lo que quisieres, que nunca contra tu voluntad faré cosa”. Dijo Helbed: “Señor, siempre hayas salud e dures en tu reino; et ¿qué fuera de mí sinon por las tus buenas costumbres e por la tu buena mesura en arrepentirte del mal que habías fecho? Que bien mereciera ser desmembrada por el mal que había acometido, et con la grant piadat me has perdonado de todo ello; et si non que se fió Belet en tus buenas costumbres e en tu grant piadat, compliera tu mandamiento”. Et estonce dijo el rey a Belet: “Tú me has fecho tanto servicio porque te yo tengo siempre de alabar, porque me diste la vida en non matar a Helbed, et nunca soy tanto pagado de ti como hoy día, et sey apoderado en mío reino et faz dél lo que quisieres”. Dijo Belet: “Señor, non he menester de lo tuyo cosa, salvo que tu merced quiera ser vagoroso cuando se ensañare, et que pienses la cosa antes que la mandes ejecutar”. Dijo el rey: “Recibo tu consejo; pues toma aquellos paños de Jorfa et dalos a Helbed; que yo quiero que ella sea poderosa sobre todas las mugeres de mi reino, et cuanto ella mandare de mi reino, que sea fecho, et que tú tengas el sello de mi reino”. Et luego mandó matar a los Mermidones por la maldat que le mandaban facer, porque perdiese a su reino e a sí mismo, et siempre loó mucho a Belet por lo que feciera e por el gran seso que toviera”. Dijo el filósofo: “Piensan los entendidos e los enseñados cuánta pro tiene la mesura que, aunque home sufra algunt pesar, sofriéndose en los comienzos de las cosas, loa home su cima et es cosa de loar a todos los homes, cuanto más a los reyes primeramente”.

Capítulo XII

Del arquero e de la leona e del axara

Dijo el rey al filósofo: ¿Ya oí este ejemplo dame ejemplo del que se deja de facer mal por lo que ha pasado e sentido, e por el castigo que recibió en sí por non facer mal a ninguno”. Dijo el filósofo al rey: “Señor, non se entremete de facer daño a las gentes sinon los homes necios e los torpes, porque non piensan en las cimas de las cosas, et acaéceles por ende a tanto de mal que se non puede decir; et si alguno dellos estuerce por muerte que le acaesca ante que le venga el mal, va a la pena del otro mundo, et el necio non se castiga si non con el daño que rescibe en sí, et con esto se refrena de mal facer a ninguno; et esto semeja al ejemplo del arquero e de la leona e del anxara”. Dijo el rey: “¿Cómo fue eso?”

Dijo el filósofo: “Dicen que una leona vevía en un soto ribera del mar, et criaba dos leoncillos, et en saliendo un día a buscar que comiesen, dejó sus fijos en el soto, et pasó por ahí un ballestero et viólos et armó su ballesta et matólos e desollólos, e echó sus pieles a cuestas, e fuese para su posada. Et cuando la leona tornó e vio sus fijos desollados, pesóle de muerte, e hubo tamaño dolor que se echó en tierra e comenzó a dar grandes voces. Et tenía cerca de sí un su vecino que le decían anxahar, e oyóle dar voces e alaridos, e salió a ella e díjole: “¿Por qué lloras o qué te acaeció?”

Dijo la leona: “Pasó por aquí un arquero et vio míos fijos, e matólos, e dejómelos desollados e muertos e levó los cueros consigo”. Dijo el anxahar: “Non te quejes nin hayas tamaño dolor, et faz derecho de ti mesma, que cuanto el arquero fizo en tus fijos, fecho has tú otro tal a los otros, que han pesar dello sus madres e sus amigos, bien así como tú has de los tuyos, que dicen en el proverbio: “Cual fecieres tal habrás”; et cada uno ha de haber de su fruto, quier de pena, quier de galardón”. Dijo la leona: “Depárteme eso que has dicho”. Dijo el anxahar: “¿Tú de qué te mantienes o de qué vives?” Dijo la leona: “Con la carne de las bestias salvajes”. Dijo el anxahar: “¿Seméjate que esas bestias que tú matabas e comías habían alguna dellas padres o madres?” “Sí”, dijo ella. Dijo el anxahar: “Pues ¿por qué non oía yo dar tamañas voces e tamaños gritos a aquellos padres e a aquellas madres como fago a ti? Et sepas que non te acaeció esto salvo porque pensaste mal en las cimas de las cosas, et fuiste negligente e desacordada”. Et cuando la leona oyó lo que le decía el anxahar, sopo que le decía verdat, et aquello que le había acaecido non era salvo en pena de lo que ella ficiera; et dejó el venar et quitóse de comer carne, e comió fruta e fizo vida de religioso. Et cuando esto vio el anxahar et falló que la leona había fecho gran estragamiento en la fruta del monte fuese para ella e díjole: “Creo que los árboles otro año non levarán fruta por tu causa, porque siendo comedera de carne comes fruta; et si así ha de pasar, ¡guay de las frutas e de los árboles e de las bestias salvajes que las comen!, que priado perecerán”. Et cuando la leona oyó lo que decía el anxahar, dejóse de comer fruta et metióse a comer yerba e a facer vida de religioso.

“Et yo, señor, dijo el filósofo, non te di este ejemplo, salvo porque sepas que el necio non se deja de facer mal fasta que le acaece algún daño, et así siente que tamaño daño fizo a otro, así como la leona que nunca se dejó de facer nin de matar a las bestias salvajes fasta que le dio Dios mal quebranto en sus fijos, e con aquello fizo después vida de religiosa”.



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