Casa digital del escritor Luis López Nieves


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Calila y Dimna XVI-XVIII

[Cuento - Texto completo.]

Anónimo: Calila y Dimna

Capítulo XVI

Del hijo del rey e del fidalgo e de sus compañeros

Dijo el rey al filósofo: “Ya oí todos tus ejemplos; pero oí te decir que non ha cosa que más faga al homne ser bien andante e rico e abondado e en buen estado, que buen seso. Et si así es, ¿por qué veemos el nescio haber tanta de honra e riqueza, e cuanto cobdicia, cuanto non puede haber el cuerdo e el entendido e sabio e de buena mantenencia? Et veemos muchas veces que viene mucha rencura e mucha mengua e ocasiones e tribulaciones en este mundo a los sabios e cuerdos e de buen entendimiento, e más que a los negligentes e a los que non se albedrían e a los de flaco seso e a los aliviados”. Dijo el filósofo: “Señor, así como el homne non vee si non con sus ojos, nin oye si non con sus orejas, así el saber non se acaba si non con sofrimiento e con seso e con certedumbre; empero a todo esto vence la ventura que es prometida a cada uno. Así que algunos son a que Dios da buena andancia en su riqueza, et recabdan lo que quieren sin su albedrío e sin ninguna obra, et algunos son que se les acaba su buena andancia, que los guía Dios a ser envisos et los enderesca et los enseña de guisa que conoscen bien las cosas e las saben bien traer, et es les esto movido de la ventura que Dios dio e prometió por juicio; empero non haya ninguno esperanza en ninguna buena manera, nin en ninguna buena, bondad que homne haya, que dure sin seso e sin sufrimiento e sin buen acuerdo con que mantenga su facienda. Et ninguno non puede por arte nin por seso desviarlo que Dios le judgó e prometió de antes. Et esto paresce en el ejemplo del fijo del rey que fizo escribir sobre la puerta de su cibdat que decían Matrofil, que el buen entendimiento e la valor o la femencia e la arte en este mundo, todas son en poder de la ventura”. Dijo el rey: “¿Cómo fue eso?”

Dijo el filósofo: “Así fue que cuatro mancebos se ayuntaron en un camino: el uno era fijo de rey, e había de ser rey después que muriese su padre, et otro su hermano forzólo e echólo fuera del regno después de la muerte del padre; et él fuese escondidamente con cuita por guarir, con miedo que lo prendiese su hermano e lo matase; et el segundo mancebo era fijodalgo; et el tercero era fijo de un mercador; e el cuarto, fijo de labrador. Et falláronse todos cuatro en un camino, et andovieron tanto fasta que les menguó la despensa, e fueron muy lazrados et fambrientos, e non tenían cosa ninguna si non los paños que tenían vestidos. Et andando por el camino, fablando unos con otros, hubo de caer entre ellos contienda sobre las cosas deste mundo cómo andan, e en cuál guisa puede homne haber riqueza e gozo e alegría.

Dijo el fijo del rey: “Los fechos deste mundo todos son en el poderío de Dios et en la ventura que ha prometido a cada uno; et cuanto le es por él prometido, todo le ha de venir de todo en todo; onde ser el homne sofrido a la ventura e a entenderla es muy buen seso”. Dijo el fijodalgo: “A quien Dios quiere dar beldat e fermosura e apostura en todos sus miembros e buenas mañas, puede haber mucho bien por ello, et non ha cosa que más le ayude a haber algo que esto”. Dijo el fijo del mercador: “Non cuido yo que ha cosa en el mundo de que homne pueda haber grande algo, como en haber buen entendimiento e sabiduría e acucia, e comprar e vender”. Et dijo el fijo del labrador: “Yo non cuido que homne pueda haber de comer para un día si non labrare e trabajare”. Et en contendiendo así sobre esto llegaron a la cibdat a que iban, et asentaron todos cerca de la cibdat, de fuera, que non tenían cosa deste mundo si non los vestidos que vestían. Desí comenzaron se de arrufar uno contra otro por lo que se alabara, que debía facer cada uno dellos lo que dijera, Et dijeron al fijo del labrador: “Mezquino, vete e trabaja como dices, e gana, que comamos un día”.

Et fuese el fijo del labrador e entró en la cibdat et preguntó a unos homnes que estaban fablando, e díjoles: “Yo só homne estraño en esta cibdat, e tengo otros tres compañeros, e non tenemos ninguna cosa que comer. Decidme cuál obra faría por mis manos de la mañana fasta la noche, para ganar que comiésemos cuatro homnes”. Dijéronle: “La leña es muy cara en esta cibdat, e el monte es a una legua de aquí en tal lugar, e van allá los leñadores. Pues ve allá, faz leña con ellos e venderás cuanta pudieres traer, por un maravedí, et esto te cumplirá a ti e a otros tres”. Et fuese el fijo del labrador, e fizo leña, e trájola a cuestas cuanta le valió un maravedí, e hubo vianda cuanta cumplió a él e a sus compañeros aquel día.

Et cuando fue otro día de mañana dijeron: “Echemos suertes, e al que cayere la suerte vaya a averiguar su dicho”. Et echaron suertes e cayó la suerte al fijodalgo, que era muy fermoso e muy apuesto. Et dijéronle: “Liévate, e faz nos algo con tu fermosura e con tu beldat, e faz veridad lo que dejiste”. Et fuese el fijodalgo e llegó a la puerta de la cibdat. Desí pensó en su corazón e dijo: “Yo non sé facer nada nin sé qué faga por que dé a mis compañeros que coman, et habré vergüenza de tornar a ellos. Et pensó de se ir e dejar los; et arrimóse a un árbol que estaba en medio de la cibdat, et comenzó de catar a los que pasaban por ahí. Et pasó por ahí una dueña fijadalgo, caballera en su mula, e sus mugeres empós della e sus criados. Et vido lo ahí ser, e desconosciólo e entendió que era homne estraño, e vido lo tan fermoso e tan apuesto, e así tan cuidoso, e hubo compasión dél.

Et desque llegó a su posada envió una su muger a él, et la muger fue a él, e fallólo adormecido del cuidado que tenía. E despertólo e díjole: “Mi señora, doña Fulana, muger de don Fulano, me envía a ti, et ruégate que la vayas ver a su posada”. Et dijo él: “¿Qué me quiere tu señora, o para qué me manda llamar, ca nin sabe quién me so nin me conosce?” Dijo la muger: “Cuida de ti una cosa, e quiere peguntar por tu facienda, e por saber tu estado, e por te facer lo que debe tal dueña a tal como tú”. Et levantóse el mancebo e fuese con ella a la posada de la dueña. Et esta dueña era muy noble; et desque fue entrado preguntóle ella e rogóle que le dijese su facienda e su nombre. Et él recontó, le en qué manera veniera a aquella cibdat, él e sus compañeros, e que eran estraños, e que non conoscían a ninguno. Et mandóle aquella dueña dar posada para él e para sus compañeros, e mandóles dar que despendiesen él e ellos cient maravedís. Et estovieron así algunos días a su placer, fasta que fueron comidos los dineros.

Desí dijeron al fijo del mercador: “Averigua lo que dejiste, e ayúdate de tu agudez e de tu sabiduría, e gana que comamos”. Et dijo él: “Facer lo he si Dios me ayudare”. Et fuese el mancebo e demandó por el lugar do mercaban los de aquella cibdat. Et vido arribar una nave, e ayuntáronse unos mercadores de la cibdat por comprar de los señores de la nave cuanto ahí traían, et comenzaron los precios dello, e iba él empós dellos. Desí asentáronse a parte, e consejáronse e dijeron unos a otros: “Vayamos nos ahí e non compremos cosa alguna, e ellos vernán a facer nos mercado de cuantas mercadorías hayan, e haber las hemos rafez de buen mercado”. Et desque fueron idos, fuese el fijo del mercador para la nave, e igualóse con los dueños de las mercadorías, e prometióles cuanto los otros les daban por ellas e gelas non quisieran dar. Et cuando los mercadores lo sopieron, venieron se luego para la nao e fallaron que la había comprado aquel mancebo; et dieron le mill maravedís de ganancia, et tornóse con ellos para sus compañeros. Et mejoraron su estado, e tovieron que comer, e moraron allí.

Et después dende a días venieron al fijo del rey et dijeron le: “¿Fasta cuándo atenderás tú la ventura e cuándo ganarás por ella que comamos?” Et díjoles él: “Por buena fe non sé qué faga, nin puedo nada ganar, nin espero ál, salvo la ventura que me ha de venir de lo que Dios me judgó e me dio en parte, et non dubdo que me verná de todo en todo”. Et salió de allí, et andovo fasta que llegó a la puerta de la cibdat. Et acaesció que murió ese día el rey desa cibdat, et non dejó si non un fijo que había de heredar el reino después dél, ca todos sus parientes eran muertos e finados fueras aquel, et aquel fijo había de heredar. En pasando por allí, llevando el cuerpo a enterrar, estaba aquel mancebo asentado en los poyos de la puerta de la cibdat, et non se movía por aquel duelo nin mostró pesar. Et desconosciéronlo, et preguntó le un duque e díjole: “¿Quién eres e por qué te sentaste aquí e non te moviste por el duelo del rey cuando pasó por aquí?” Et el mancebo non le respondió; e ensañóse el duque, et denostó lo e echó lo fuera de la cibdat.

Et desque fue pasado el llanto tornóse el mancebo e asentóse en su lugar, et tornáronse los otros después que hobieron enterrado al rey, et él estaba asentado en su lugar. Et vido lo aquel duque, et vénose para él e díjole: “¿Non te defendí, que non estuvieses en aquel lugar?” Et fízolo prender, et mandólo levar a la prisión. Et cuando fue otro día alzaron por rey al fijo del rey que finó; et comenzó cada uno de los ricos homnes e de los fijosdalgo a bendecir al rey e a decir cada uno la mejor razón que sabía. Et fabló ahí aquel duque, et díjole: “Señor, quiero te decir lo que me acontesció ayer, cuando levábamos el cuerpo del rey: vi a un mancebo asentado en un poyo, cerca de la puerta de la cibdat, et él parescióme homne estraño en su gesto e en sus vestidos, e fabléle e non me respondió, e echélo dende. Et después que tornamos, fallélo en aquel lugar, e preguntélo por qué lo ficiera, e non me respondió, e tove que era esculca, e fícelo prender e poner en la prisión”.

Cuando esto oyó el rey envió por el mancebo, e mandó lo soltar de la prisión, et que gelo trojiesen; et trojieron gelo. Et el rey preguntóle quién era e de qué tierra; et díjole: “Yo só Fulano, fijo del rey deMarmia, e yo era heredero del rey; et desque él fue finado, echóme mi hermano del reino. Et con miedo de muerte tove de fuir e venir me para vuestro padre, en esperanza que me ayudaría e me ampararía. Et cuando vine e lo vide ayer llevar a enterrar, pesóme tanto, de guisa que desesperé e perdí el seso e el entendimiento. Et asentéme allí cerca de la puerta de la cibdat cuidoso e maravillándome de las cosas que guisa la ventura”. Cuando esto hubo dicho, conosció lo el rey e los otros nobles homnes que el mesmo era, e dijeron lo todos al rey. Et el rey rescibiólo bien, et prometióle grande algo, et que él guisaría en cuanto pudiese como aquella esperanza que había para cobrar su reino, que él lo faría. Et mandóle dar posadas e bestias e haber.

Et era la costumbre de aquella tierra que cuando alzaban rey de nuevo traían lo por la cibdat cabalgando en un elefante, dende a siete días; et cabalgaban con él sus caballeros e sus ricos homnes, lo mejor guisados que ellos podiesen, et con muchas maneras de juglares et facían grant fiesta, et era llamado por nombre del rey. Et después que aquel rey nuevo hubo pasado los siete días, e quisieron lo traer en el elefante como acostumbraban facer a los otros reyes, mandó el rey guisar un elefante para aquel infante que era echado de su reino, et que lo trojiesen en él, así como a él; et dijo a los suyos: “Este infante es rey en su tierra, así como yo en ésta, et ficieron lo así como a mí”.

Et andovieron con él por aquella cibdat en aquella fiesta. Et desque el rey fue tornado a su alcázar mandó facer grant hospedadgo al infante, e que le diesen cuanto había menester, fasta que él catase por su facienda. Et el infante buscó a sus compañeros e trájolos a su posada e fízoles mucha honra. Et el rey pagóse todavía del infante, et casólo con su fija, et desque fue casado, honrólo et dióle algo, a él e a sus compañeros, a cada uno en su estado. Et a poco de tiempo el rey mandóle dar a su yerno muchos caballeros e grant haber, para que lo levasen, a él e a su muger, a su regno; et escogió el rey para esto los mejores de su reino, e los más esforzados e mejores e más sabidores en lidiar.

Et tornóse el infante para su tierra; et cuando lo sopo el hermano que venía con tanta honra e con tan grant poderío, saliólo a rescebir e pidió le merced e tregua, e desamparó le su regno. Et pusieron entre amos sus pleitos, e prometieron su fe en uno, e prometióle el hermano ciertas parias; et regnó el infante en paz en aquella tierra. Et mandó escrebir a la puerta de la cibdat estas palabras: “Lacerio de un homne que fará por sus manos en un día, puede ganar a él e a tres compañeros de comer e de beber; et complimiento en el homne de beldat e de buen enseñamiento e grant linaje face le ganar amor de los homnes, e fácele perder soledat, maguer sea estraño e fuera de su tierra, et fácele ganar en un día cient maravedís; et el seso e la apostura e la sabiduría et el entendimiento en mercaduría fácele ganar en un día veinte maravedís; et el encomendar se homne a Dios, e meter su facienda en su mano e atender su juicio, face al rey que perdió su reino cobrarlo, e tornar en mejor estado que era. Et todas las cosas son por el juicio de Dios et por ventura así; ca non ha cosa de cuantas Dios crió que se pueda mudar un paso, nin cuidar facer alguna cosa si non por el mandado de Dios et por lo que ha prometido e judgado. Et todas las cosas son en su poder, e él las mantiene, et él se torna; que ninguno non sabe cómo las ordena ni cómo las confirma”.

Desí mandó llamar a sus compañeros, aquellos con quien andovo el camino, et díjoles: “Desque fuemos llegados en un camino e fecimos compañía siempre fuemos en encomienda de Dios, et cuanto cada uno de nos dijo e fizo por averiguar su fecho, fízolo por Dios e por que le era prometido; ca si non fuse por la aventura de Dios e por su juicio, non dijérades lo que dejistes, nin acordara Dios a ninguno de vos a facer lo que dijera, nin averiguar lo que se alabara a sus compañeros. Et yo tenía por muy grant cosa de ganar algo; ca non podía nin sabía, ca era forzado de mi hermano e era fuído con miedo de muerte, así que non sope ál que facer, si non de me amparar al poderío de Dios, e tener me por pagado de su juicio, et que él me acarreó de ir a aquella cibdat, non a sabiendas de mí. Desí fízome ir al su rey, et mostróme razonar con él, et membróme a le decir por qué me hubo merced, e creó lo que le dije, non pensando en ello nin sabiendo en qué fenescería mi facienda; mas fue e cosa que me puso Dios en corazón, e me Él fizo decir, de guisa que gané amor de aquel rey con quien nunca había fablado. Et guisóle por la ventura de Dios que hobe de ser rey en mi tierra, e vencí a mis enemigos, sin poder que yo hobiese e sin fuerza, mas fue por el juicio de Dios que se hubo de complir. Pues loado sea Dios, en cuya mano son todas las cosas; ca ninguno non puede por su fuerza nin por su arte contrastar lo que ha de ser por su mandado”.

Desí mandó el rey llegar los grandes homnes de su regno e sus cabdillos e alcalles e religiosos, por facerles sermón. Et fizo su sermón breve e bien departido con grant sabiduría, et predicóles e acucióles a facer buenas obras con quo se llegasen a Dios e le non fuesen desobedientes. Et levantóse un homne bueno religioso de los que el rey mandara y venir, et díjole: “Señor, has fablado con buen entendimiento e con seso e con acuerdo, et sabemos que cuanto dices todo es verdat, ca Dios guisó, e guisó que regnases en nos, et tú que los merescías con seso e con el acuerdo que Dios te dio, et por tú esperar su merced e fiar en él; ca cuando Dios quiere dar mejoría al homne en buen entendimiento e sofrimiento e buen seso, e le da por naturaleza de ser piadoso e mesurado a sus pueblos, derecho es de reinar. Et el mejor andante homne deste mundo e del otro es aquel a quien Dios quiere facer merced en le dar seso e acuerdo e saber. Et ha nos Dios fecho merced en que te nos dio por rey, en vez de que murió; por ende rogamos a Dios que te faga piadoso sobre tus pueblos e bien aventurado a su servicio.

Las palomas y el tesoroDesí levantóse otro religioso e loó a Dios e agradesciólo. Desí dijo: “Yo había, ante que entrase en la orden de religión, dos maravedís. Et metióme Dios en corazón de amar el otro siglo, e facer las buenas obras. Et dije en mi corazón: “Non es ninguna cosa que de mejor merescimiento sea, segunt Dios, que comprar un alma e franquear la por el amor de Dios”. Et fui al mercado, e fallé un pajarero que tenía dos palomas e querría las vender, et azomélas, e daba le por ellas un maravedí e non me las quiso dar si non por dos maravedís, et yo non tenía más, et fízose me muy grave de comprar las por cuanto tenía, et compré la una por un maravedí. Et hobe piedat dellas, et dije: “Por aventura son parejas, maslo e fembra; et si las partiere una de otra morrán más, con pesar que habrán la una de la otra, et si las dejare al pajarero comprar las ha otro para comer e matar las ha”. Et comprélas et tomé las por dos maravedís. “Et dije: “¿Cómo faré dellas? Ca si las diere de mano por lo poblado cerca de los homnes, he miedo que non podrán volar, por que son flacas e magras de la premia que han rescibido e del atar, et non só seguro que las non cace alguno otra vez, et non les terná pro el bien que les yo quiero facer”. Desí levé las a un campo a un lugar do había buen pasto, e lueñe de los homnes, e dejélas ir, et comenzaron a volar, catando las yo. Et cuando las palomas se alongaron de mí, posaron en tierra et fueme para ellas, et con miedo que las non tomase alguno. Et cuando fuí cerca dellas volaron e posaron en un ramo de un árbol, e seguílas fasta que fue cerca dellas, et asentáronse en tierra et comenzaron, de picar e de ferir a la raíz de aquel árbol.

“Et llegué al árbol por ver qué facían, e cabé con una vara en aquel lugar do ellas picaban, e fallé y una jarra llena de maravedís, e descobríla e vi lo que había, e entendí que non lo habían fecho si non por me galardonar lo que les ficiera. Et rogué a Dios que les ficiese fablar, de guisa que fablase con ellas, e fablaron, et díjeles: “Vos, aves, que así sabedes lo que es so tierra, ¿cómo caíste en la red del pajarero?” Et ellas dijéronme: “Homne bueno, ¿non sabes que la aventura del juicio de Dios vence toda cosa e que ninguno non le puede contrastar? Et cuanto viste que acaesció de nos e de ti fasta que llegaste a la raíz deste árbol non fue si non por la aventura que nos fue prometida. Pues la más bien aventurada criatura es aquella a quien Dios promete en su juicio bien, et la más mala aventurada es aquella a quien Dios promete lo contrario”.

Capítulo XVII

De las garzas e del zarapico

Dijo el rey al filósofo: “Ya oí este ejemplo dame agora ejemplo de los dos aparceros que se fían uno de otro, cuando el uno es engañoso al otro e le tiene mala voluntad, et puna en haber mejoría en aquella cosa en que son aparceros e la quiere haber todo en su cabo, sin el otro aparcero”. Dijo el filósofo: “Una de las cosas por que homne bien estuerce e es salvo, es ser enviso; et una de las cosas por que es el homne enviso es ser sospechoso del compañero fasta que sea bien cierto que le tiene buena voluntad. Et quien cuida bien de su aparcero non lo habiendo bien probado, non es bien seguro; ca la fianza e la grant creencia lo echó en grant pesar. Et la semejanza desto es el ejemplo de las garzas del zarapico. “Dijo el rey: “¿Cómo fue eso?”

Dijo el filósofo: “Dicen que cerca de la ribera de la mar había un piélago donde entraban muchos ríos, et era apartado de los pescadores, e non llegaba y homne del mundo. Et nasció y un cañaveral, e ficiéronse y muchos peces. Et las aves que solían venir a las riberas e a los piélagos e a las marismas non venían nin se allegaban a él, nin pescaban y pescado tiempo había; ca tenían sus nidos e sus fijos en la mar, e teníanse por abastados de lo que fallaban en el mar. Así que una ave que decían garza hubo sabiduría dél, e vido que era lugar muy apartado de la carrera de los pescadores e muy yermo, et hubo gran sabor de morar y, e de mudar ahí su nido. Et dijo en su corazón: “Cuando yo trajere mi nido e mi fembra a este lugar, escusaremos, con lo que aquí ha, de facer embargo a las otras aves en el pescado del mar, e habremos este lugar por heredamiento para nos e para los que de nos venieren, et ninguno otro non habrá a ello derecho, ca nos lo habremos más con derecho”.

Et puso en su corazón de mudar su fembra e su nido para allí; et cuando fue tornado a la mar, dijo a su fembra lo que viera e lo que tenía en corazón de facer. Et la fembra había puesto su nido en la ribera, en que tenía sus huevos, et era ya la sazón en que los debía sacar. Et había ella un zarapico mucho su amigo que ella mucho amaba, e sin él non veía placer, et a quien facía parte en todas sus cosas. Et después que su marido hubo dicho su acuerdo a la muger, pesóle mucho por se apartar del zarapico, et quiso que hobiese parte en aquel vicio, et guisó cómo le ficiese saber aquello que el marido e ella quería facer, por que él guisase cómo se fuese con ellos para aquel lugar. Et dijo al marido: “Ya es tiempo que yo debo sacar mis pollos; et dijéronme una cosa que, faciendo gela al tiempo que han de salir, seremos seguros que les non acaescera ocasión; et yo quiero ir buscar aquella melecina que dijeron, por llevar la comigo al lugar que nos mudaremos”. Et dijo el marido: “¿Et qué es?” Dijo la fembra: “Un pece de los peces de Fulana isla; ninguno non lo conosce si non yo. Pues échate sobre los huevos en mi lugar, mientra yo vo a aquel lugar”. Dijo el marido. “Non debe el homne entendido enfiuzarse en cuanto los físicos dicen; ca a las veces dicen graves cosas e muy caras, que ninguno non puede haber, si non a grant peligro de sí; ca en algunas veces dicen que han menester unto de león e de otros vestíblos; et non debe el homne entendido meterse a peligro por buscar león e vestíblo en ningunt lugar para todo cuanto provecho ha en todos sus untos. Et tú non te faz fuerza de te ir a esa isla. Levemos nuestro nido así como está al lugar donde lo queremos levar; ca hay muchos peces e grant cañaveral, e es encubierto lugar, e muy apartado de las carreras. Et sepas que quien cree a los físicos en buscar las melecinas e se mete a peligro, non es seguro que le contesca lo que acontesció al simio que buscaba el celebro de la serpiente”. Et dijo la fembra: “¿E cómo fue eso?”

El simio y la medicina

Dijo el marido: Dicen que en una isla había un simio e estaba muy vicioso de fruta. Et acaesció que ensarneció, de guisa que se cuidó perder, e non podía buscar su vito, tanto era enflaquescido. Et pasó por ahí otro simio et díjole: “¿Por qué te veo en tal estado? ¿Qué te ha tornado tan magro e tan flaco?” Dijo el simio: “Non sé por qué es, si non la ventura que me fue prometida; ca ninguno non puede fuir nin escusar el juicio de Dios”. Dijo el otro simio: “Yo conoscí un simio a que contesció esto que a ti acontesció, e non falló melecina que lo guaresciese fasta que le trojieron celebro de una serpente negra, e fizo dello ungüento. Et si tú pudieres haber celebro de serpenta negra, ésta es tu melecina”. Dijo el simio: “¿Et cómo podré yo haber celebro de serpenta negra? Ca yo non puedo haber mi vito destos árboles que son aquí cerca, si non cuando me dan limosna los vestíblos las bestias fieras con que me desvito; et si non por esto, muerto sería de la flaqueza e de la magrez”.

Dijo el otro simio: “Yo oí un homne encantador en Fulán lugar en esta isla, cerca de la cueva de una serpenta negra; et yo conosco e creo que la ha muerta. Et yo iré a la cueva, e entraré en ella, et si fallare la serpente muerta, tomaré su celebro e aducir te lo he”. Dijo el simio sarnoso: “Si pudiere ser, faz lo, ca me farás en ello grant merced, e habrás por ello buen galardón de Dios”. Et fuese el simio, e llegó a la cueva, e era muy ancha, et vido el rastro de los encantadores, et non dubdó que la serpiente era muerta, et desque fue adelante falló la serpenta viva, e saltó a él e tragólo.

“Et yo non te di este ejemplo si non por que sepas quel homne entendido, maguer grant nescesidat haya, non le conviene que meta su alma a peligro, buscando la melecina en los lugares donde se teme la enfermedat que nunca habrá melecina”. Dijo la fembra: “Entendido he lo que dejiste, mas non puede ser que yo non vaya a aquella isla, ca non has que temer en ir yo a aquel lugar, ca es pro de nuestros pollos, e guarda de toda ocasión”. Dijo el marido: “Pues que éste es tu acuerdo, non lo fagas saber a ninguno lo que tenemos en corazón de facer, ca dicen los sabios: “Comienzo de todo bien es el buen entendimiento, et la señal del buen entendimiento es celar la poridat”. Desí fuese la fembra al zarapico, que era en la mar buena pieza, et fizo le saber lo que tenía en corazón ella e su marido de mudar se en aquel piélago de aquellos peces e aquel cañaveral e aquel apartamiento en aquel lugar tan apartado e tan seguro. Et díjole: “Si pudieres guisar que seas y con nosotros, con consentimiento de mi marido e con su placer, fazlo”. Et el zarapico hubo grant sabor de aquel lugar, e quiso ser cerca de la garza fembra por el amor que había entre ellos, et díjole: “¿Por qué demandaré yo licencia de tu marido para esto? Ca él non ha mayor derecho en aquel lugar que yo, que es piélago comunal a él e a todos, et tamaña parte habemos nos allí como él, o más. Et vete tú al piélago, et si es tan vicioso e tal como tú dices ir me he yo allá, e faré yo mi nido allí; et si tu marido contendiere comigo, facer le he yo entender que aquel lugar non lo ha por herencia de su patrimonio, nin ha mayor derecho a él ella que yo”. Dijo la fembra: “Yo sé que es así como tú dices; empero quiero tu vecindat e tu solaz. Et si tú fueres allá contra voluntad de mi marido e a su pesar, temo que nascerá entre nos enemistad e mal querencia, e turbar se ha la pura amistad e el puro amor que te cuido haber, e la alegría tornar se ha en tristeza, et en vez de amor habremos aborrencia e desamor”.

Dijo el zarapico: “Verdat dices, en cuanto a mí paresce; mas ¿cómo guisaremos que le plega a él, e que él mande que haya yo un nido en aquel piélago?” Dijo la fembra: “Yo te diré cómo fagas. Vete para mi marido e dile, así como que non sabes que él se quiere mudar en aquel lugar: “Yo pasé por un piélago en tal lugar donde hay muchos peces e muy apartado de los homnes e de las aves, et quiero allá mudar mi nido. ¿Quieres te ir allá comigo? Ca es tal lugar que con lo que ahí está escusaremos de facer embargo a las otras aves en los otros peces de la mar”. Et decir te ha él que ante fue él allá que tú, que él se quiere mudar allá. Et cuando él te dijere aquesto, dile tú: “Pues que así es, mayor derecho has tú en lo haber que yo; empero si tú quisieres, moraré yo contigo e seré tu vecino, e habré un nido cerca de ti; ca fío por Dios que non habrás de mí daño, mas habrás solaz e esfuerzo en mí”. Et fízolo así el zarapico, et fuese contra el marido. Et fuese la fembra e pescó un pece e levólo al marido, et díjole: “Éste es el pece de los peces que nos dijeron para melecinar nuestros pollos”.

Et en llegando al marido falló y al zarapico, que le había ya otorgado lo que le rogara. Et fizo muestra la fembra que le pesara, por toller de sí la mala sospecha de su marido. Dijo la fembra: “Nos no hobimos sabor de aquel lugar, si non por que es apartado de las aves. Et si tú faces ahí parte al zarapico, temo que vernán ahí muchas aves otras e habrán ahí parte conusco, et sabes que lo más por que dejamos aquel lugar nuestro e nos mudamos ende, non es así si non por fuir de su compañía”. Et dijo el marido: “Bien entiendo lo que dices; mas fío por el zarapico que habremos en su vecindat esfuerzo e solaz, e ayuda contra otros; ca nos non somos seguros de las aves de la mar que non nos contrallen este lugar e nos lo embarguen, et non es mal haber al homne ayuda e amigos de quien fíe. Ca non debemos ser engañados en la fuerza e valentía que habemos más que las otras aves; ca por aventura los flacos, cuando se ayudan, pueden con el fuerte e con el valiente, así como pudieron los gatos con el lobo”. Et dijo la fembra “¿E cómo fue eso?”

Los gatos y el lobo

Dijo el marido: Dicen que en una ribera de la mar había muchos lobos. Et había entre ellos uno que era más fuerte e más lozano e más glotón, et que menos se tenía por pagado de su estado. Et salió un día a venar por haber mejoría de los otros, et llegó a un monte donde había muchos vestíblos e muchas bestias salvages, et non habían salida nin carrera para otro lugar, et yacían y encerrados comiendo de aquellas yerbas e de aquellas frutas, e faciendo sus fijos. Et cuando vido el lobo que non había otra salida, fue cierto que sería muy vicioso e abondado, et moró y un tiempo. Et había en aquel monte muchos gatos, e eran fechos a comer las carnes de aquellas bestias, et habían un rey de sí.

“Et ellos cuando vían que tamaño daño rescebían por la vecinidat del lobo, ayuntáronse et aconsejáronse en que manera folgarían de aquel lobo. Et había en aquellos gatos tres que habían mejoría de todos los otros e con quien se aconsejaban todos los otros. Et dijo el rey al primero dellos: “¿Qué paresce que debemos facer a este lobo que nos ha fecho tan gran daño en nuestro vito?” Et dijo el gato: “Non veo ál por bien si non sofrir e ser pagados de lo que la ventura face; ca non podríamos lidiar”. Dijo el rey al segundo: “¿Qué consejo nos das tú?” Dijo el gato: “Tengo por bien que nos mudásemos deste monte e buscásemos otro, et quizá fallar lo híamos tan vicioso; ca si nos toviésemos por pagados con el relieve de la caza del lobo, faremos muy estrecha vida e peresceremos de fambre”. Dijo el rey al tercero: “Et tú, ¿qué tienes por consejo?” Dijo: “Otra cosa”. Dijo el rey: “¿E qué es?” Dijo: “Non tengo por consejo dejar nuestros lugares, nin tener nos por pagados deste estado en que vivimos, mientra que hobiéremos esperanza de ser más abondados, nin otrosí sofrir lo en que vevimos, nin fuir; mas tengo por seso e por consejo, si me tú quisieres creer, et los que contigo son, una cosa, por que fío en Dios que venceremos nuestro enemigo et tornaremos al mejor estado que nunca fuemos”. Et dijo el rey: “¿Qué consejo es?”

“Dijo él: “Tengo por consejo que paremos mientes al lobo, cuando cazare alguna bestia e la llevare por comer la, que lo sigamos tú e yo contigo, et pieza de los gatos que son conoscidos por fuertes e valientes e esforzados, sofridores, atrevidos, así como que imos buscar la relieve de lo que él come, ca es muy seguro de nos, et será engarrado de nos. Et cuando fuéremos cerca dél, saltaré yo en sus ojos, e quebrantar gelos he con mis uñas. Desí saltarán cada uno de los otros gatos, e pensarán del logar do trabaren, et non nos quitemos dél fasta que lo dejemos muerto; ca maguer que alguno de nos se pierda, el rey e los otros que quedaren cobro habrán de nos, sol que fuelguen deste lobo”. Et ficieron lo así. Et en venando el lobo una bestia por comerla, et llegando la a una ribera saltó en él aquel que diera el consejo al rey, et quebrantó le los ojos con las uñas e cególo. Desí saltó en él el rey et tóvole la cola, con los dientes, et llegáronse cada uno de los otros e echaron mano dél, e non lo dejaron nin se partieron dél fasta que lo dejaron muerto.

“Et yo non te di este ejemplo si non por que sepas que en la vecindat del zarapico habremos solaz e pro e esfuerzo”. Et plogo a la fembra, como placía a su marido, la morada del zarapico con ellos. Et mudáronse las garzas et el zarapico a aquel lugar. Et ficieron ahí sus nidos. Et apartóse el zarapico con su nido del nido de las garzas, et hobieron grant sabor de aquel apartamiento en que eran, et mostrábanse unos a otros muy grande amor e grant solaz e grant honra; empero el amor que era de la fembra al zarapico era más verdadero e más firme, que non entre el zarapico e el marido, et fiaban unos por otros por el amor antiguo.

Desí acaesció que se secó un río de los que caían en aquel piélago, et apocóse el pescado. Et el zarapico dijo en su corazón: “Maguer que es grant debdo de guardar homne los amigos e de amarlos, mayor derecho ha de guardar a sí mesmo; ca dicen que quien así mesmo non es leal, menos lo será a otro. Et quien non para mientes en sí, et non está presto antes que las ocasiones le vengan, cercar le pueden por ventura tantos de perdimientos que non se podrá dellos amparar. Et estas dos garzas que han comigo aparcería en este piélago facen me daño, en los peces, tanto que quizá con cuita habréme de tornar, como de cabo, a la mar; et yo só pagado deste lugar, et seráme fuerte cosa de me partir dél, pues es convenible; onde non veo más fuera matarlas, e folgaré sin ellas, e fincaré en este piélago sin aparcero e sin contendor; mas comenzaré primero en el marido, e guisar lo he con su fembra, ca ella es de flaco seso e fíase mucho en mí e créese por mí, et desque él muerto fuere, ligera cosa es de matar a ella; tanto fía por mí”. Desí vénose el zarapico e la fembra muy cuidoso e muy triste, et dijo la fembra: “¿Qué has, porqué estás triste, mío amigo?” Dijo el zarapico: “Estó triste por las tribulaciones que corren en este mundo. ¿Viste nunca ninguno que estorciese de los pensamientos del mundo e de las mal andancias deste siglo, en sí o en sus amigos, et viste a alguno que esté a miedo que durase en alegría o en vicio porque hobiese de durar años?” Dijo la fembra: “Grant cosa es ésa por que tú estás triste”. Dijo el zarapico: “Así es como tú dices, et non es por ál, si non por ti; mas si tú me creyeres e ficieres lo que yo dijere, por ventura desviaremos el mal que cuido e temo que te ha de acontescer. Dijo la fembra: “¿E qué es?”

Dijo el zarapico: “Maguer que nos seamos de sendos linages, es tanto de amor que puso Dios entre nos, e tanto solaz, que es más que si fuésemos parientes caronales. Et en el parentesco acaesce a las veces tamaña enemistad e tamaña malquerencia, que es mayor daño que el espada tajante e el tósico mortal. Et dicen: “Quien non ha hermano non ha enemigo, et quien non ha parientes non le ha ninguno envidia”. Et yo quiero te facer un poco de pesar por tu provecho, por mejorar tu estado, como quiera que lo tengas por fuerte cosa e por muy desaguisada; mas pienso en lo que me lo face decir. Et pienso en que las venturas que vienen a las criaturas en este mundo facen más que esto; onde quien es certero de la ventura desampárase a los mandamientos de Dios, et fuelga. E escúchame e guíate por mí, et non me demandes la razón de lo que te yo mandare facer, fasta que sea acabado”.

Dijo la fembra: “Tanto miedo me has puesto e tan grant espanto, que cuido que me sumirá la tierra. Et só placentera de perder mi alma por ti; ca dicen que quien su alma non desampara por su amigo para que le ayude a las cuitas, este tal, segunt Dios, es engañoso e falso”. Dijo el zarapico: “Aconséjote que guises en como mates a tu marido, e folgarás dél; ca en matarlo será tu grant pro, et librarás a ti e a mí de una tentación que he pavor que nos averná, segunt que yo he barruntado en él, que nos tiene encubierta. Onde non me quieras preguntar nada, salvo facer lo que te aconsejo. Sepas que si non fuese por la grant pro que y ha, non me atrevería yo a tan grant cosa. Et bien te faría yo saber la razón por que te dé yo este consejo, si tú hobieses acabado lo que te yo mando facer. Et yo te buscaré después un marido de mis amigos los garzos, e escogerte he el que yo por mejor pudiere, e el que más face por mí, et el que de mejor voluntad vivirá conusco en este piélago, et te guardará et te honrará por mi amor. E tú eres muy sesuda e muy buena; et sepas que si tú non faces lo que te digo e non me creyeres, acaescer te ha lo que acaesció al mur que non quiso creer al gato que le consejaba lealmente”. Dijo la garza: “¿Et cómo fue eso?”

El ratón y el gato

Dijo el zarapico: “Dicen que en una tierra había un religioso en una choza, e eran los homnes muy pagados de aquella choza e de le dar de sus comeres. E habían y muchos mures que le venían a comer su vito, e hubo el religioso un gato, e atólo en la choza por amortarlos e por matarlos dende. Et entre aquellos mures había un mur que era muy grande e muy fuerte, e más atrevido que todos, et cuando vido al religioso atar el gato en la choza, sopo que faría y él mal de morar con el gato, et llamólo e díjole: “Yo sé bien que el religioso non te tiene si non por matar a mí e a mis compañeros, et yo amo tu compañía e tu solaz e quiero haber tu amor por ser seguro de ti e de tu artería. Et moraré aquí con placer de ti, et prométote que te non encubra mi buen consejo nin el pro que te pueda facer”. Dijo el gato: “Bien entiendo lo que dices, et por que tú hobiste sabor de mi amistad, yo te fago tal pleito que te yo non busque mal; empero non te quiero prometer lo que te non podré tener, ca el religioso me fizo fiel de su choza, e me compró por desmanar el daño que le facías, tú e tus compañeros, et yo nunca le seré traidor, contra lo que cree de mí. Onde es menester que busques por donde salgas a los campos o a otra morada de las que son aquí enderredor, si tú quisieres que sea yo tu amigo, ca ser lo he en otro lugar. Et si así non lo ficieres, non habrás de mí homenage nin seguranza, ca yo non podré estar que lealmente non sirva a mi señor en lo que me puso por guardar”. Dijo el mur: “Yo te comencé a rogar e pedir por merced, e tú debes rescebir mi ruego, et non quieras que vaya sin tu amor”.

Dijo el gato: “Derecho es que yo resciba tu ruego, e facer lo que tú quisieres; mas ¿en cuál guisa lo faré? Ca vos todos los mures vos ayuntades contra mi señor, et él es muy sañudo contra todos vosotros; et si yo non le fuere leal en vos matar, temo que me matará. Onde te apercibo, e te aconsejo que te mudes desta casa, salvo e seguro para donde quisieres, et dote plazo de tres días a que busques buen lugar en que te acojas e donde mores. E yo ir te ver e requerir, e mostrar te he mi amor más que tú me pediste”. Dijo el mur: “Fuerte cosa es dejar el homne su lugar; mas estarme he yo en mi forado, e guardar me he de ti cuanto pudiere”. Et cuando fue otro día salió el mur del forado para buscar su vianda, e vido lo el gato, e non se le movió por non le falsar el plazo que le diera, et fue en esto el mur engañado, et salió muchas veces. Et cuando el tercero día fue pasado, estando el gato en celada, salió el mur a andar por la casa, e saltó el gato en él e matólo.

Et yo non te di este ejemplo si non por que sepas que el homne entendido non debe refertar la palabra de su amigo leal, nin tener por dura la palabra del castigador; ca dicen que tal es la palabra del leal amigo, en cuanto la ha por dura el consejado, como la melecina amarga que tuelle al cuerpo la mala enfermedat. Et tú guárdate e non seas engañada en el amor que te muestra tu marido; ca si lo matares verás luego la folgura manifiestamente e habrías mejor marido con que mejor placer hobieses”. Et cuando oyó la fembra lo que le dijo el zarapico, hubo muy grant pavor; empero prísole gana del marido nuevo que le prometiera, et dijo: “Entendido he lo que tú dejiste, et non te sospecho en nada, e lo que tengo en corazón de amor contra ti me muestra el amor que tú me has, ca yo sé bien que tú non me aconsejarías tan desabridamente e tan esquiva si non con amor e con lealtad que me has. Et si fuese esto que me consejas cosa tal de que hobieses mayor pro de ti solo sin mí, debíalo facer por tu amor e seguirme en tu voluntad, cuanto más seyendo cosa en que yo he parte. Mas ¿con qué guisa podré yo matar a mi marido e con qué podré con él?”

Dijo el zarapico: “Yo te mostraré una arte tal, que si la ficieres recabdarás lo que quisieres”. E dijo la fembra: “¿Cuál es?” Dijo el zarapico: “Yo sé en Fulán lugar un piélago do hay muchos peces, e andan ahí muchos pescadores. Et cuando pescan algunt pece grande toman una estaca e espetan lo en ella desde la cabeza fasta la cola. Et tú vete a aquel lugar, e toma uno de aquellos peces que así vieres, e tráelo al marido e dágelo a tragar, et cuando lo tragare, atravesar se le ha el estaca en la garganta e morrá”. Et fizo la fembra cuanto le aconsejó el zarapico, e voló et fuese allí donde los pescadores andaban, e tomó un pece de aquellos espetados, e adujo gelo et puso lo cerca del maslo su marido. Et él tragólo, et rompióle el palo la garganta, e murió. Et fincaron el zarapico e la fembra en uno algunos días, et él mostrábale grande amor e facíale grande honra.

Desí demandó ella al zarapico el marido que le prometiera, et él voló e fuese a un árbol que era y cerca, et falló un lobo cerval que buscaba qué comiese, et llamólo e díjole: “Cuitado, ¿qué has e qué es lo que quieres?” Dijo el lobo: “Busco de comer”. Dijo el zarapico: “Yo he una amiga de las garzas, la más gorda que ser puede, e quiero la engañar de guisa que te la traiga a la cueva, ca es de Fulán lugar. Pues vete a aquella cueva e estáte y en celada, et cuando llegare la garza allá, salta en ella e mátala”. Et fizo así el lobo cerval, e fuese para la cueva e metióse en celada.

Et tornóse el zarapico a la fembra e díjole: “Fue a un garzo que es mucho mi amigo en Fulán lugar, et díjele de ti cuánt fermosa eres, e cuánt enseñada, e cuánt complida, e del amor que has comigo, e del lugar en que somos, e de cómo has menester marido; et rogóme que te llevase a él, que te quería ver. E vayamos para él”. Et ella acordóse con él, e volaron amos e llegaron a aquel lugar. E dijo el zarapico a la fembra: “En aquella cueva yace, et si agora non es ahí, luego verná”. Et ella, con deseo del marido, fuese luego para aquel lugar. Et el lobo que yacía en celada saltó en ella detrás de una peña do estaba, et levóla en la boca e matóla.

Et este es el ejemplo del que se fía por el aparcero falso, que se non debe fiar, cómo peresce”.

Capítulo XVIII

De la golpeja e de la paloma e del alcaraván; e es el capítulo del que da consejo a otro e non lo tiene para sí

Dijo el rey al filósofo: “Ya entendí este ejemplo. Dame agora ejemplo del homne que da consejo a otro e non lo da a sí mesmo”. Dijo el filósofo: “Este ejemplo es tal como el de la paloma e de la gulpeja e del alcaraván”. Dijo el rey: “¿E cómo fue eso?” Dijo el filósofo: “Dicen que una paloma sacaba palomillos de un su nido que había en una palma muy alta, et la paloma, para mudar su nido allí, había grant trabajo; tanto era de alto. Et cuando ponía sus huevos sacábalos, e desque los tenía sacados veníase una gulpeja a ella, que la solía requerir a la sazón que salían e que andaban ya sus palominos e parábase a la raíz de la palma, e daba voces amenazando la que subiría a ella si le non echaba los palominos. Et ella echaba gelos con grant miedo que había, por amor de vevir; ca le decía que si non gelos echase que sobiría e que comería a ellos e a ella.

Et estando ella así un día e sus palominos, eguados, asomó un alcaraván e posó en la palma, e vido la paloma estar muy triste e muy cuitada, et díjole: “¿Por qué estás demudada?” Dijo ella: “Ha me deparado mi ventura una gulpeja, et sol que sabe que mis palominos son criados, viéneme amenazar e a dar voces a la raíz desta palma, e yo con miedo echo gelos”. Et dijo el alcaraván: “Cuando veniere a facer lo que dices, dile tú: “Non te echaré mis fijos, si non que subas por ellos e que los comas, e si non yo te echaré ninguno”. Et desque le hubo aconsejado el alcaraván esta arte, voló e asentó ribera de un río. Et la gulpeja veno a la paloma como solía facer, et paróse a raíz de la palma e dio voces e gritos, e amenazaba como solía facer. Et la paloma respondióle e díjole lo que el alcaraván le enseñara.

Et díjole la gulpeja: “¿Quién fue el que te dijo esto?” Dijo la paloma: “El alcaraván me lo dijo, que está a la ribera del río”.

Et la raposa fue a buscar lo et fallólo parado en pies, et díjole: “Dios te salve, amigo. ¿Qué faces aquí? ¿Sabes por qué te vine a buscar? Porque me dijeron que sabes muchos bienes para se guardar home de los acidentes de los aires del cielo, et vine a ti por decoger algunt bien de ti”. Et dijo el alcaraván: “¿Et qué quieres saber de mí?” Dijo la gulpeja: “Cuando has frío a los pies, ¿qué es lo que faces?” Dijo el alcaraván: “Alzo el un pie e métolo así a carona de mi vientre; et cuando aquél es caliente, alzo el otro e quito aquél, et súfrome desta guisa”. Et díjole: “Cuando el viento te da del diestro, ¿qué faces e dónde pones la cabeza?” Dijo el alcaraván: “Póngola al siniestro”. “¿Et cuando te da del siniestro?” Dijo: “Póngola al diestro”.

Dijo la gulpeja: “Et cuando te da el viento de todas partes, ¿dónde la pones?” Dijo el alcaraván: “Póngola so mi ala”. Dijo ella: “¿Et cómo la puedes poner so tu ala, ca non me paresce que se podrá facer?” Dijo él: “Por Dios, muy bien”. Dijo la gulpeja: “Pues demuéstrame cómo faces, ca en verdad grant mejoría habedes las aves sobre nos, ca sabedes en una hora lo que nos non sabemos en un año, et aun metedes vuestras cabezas so vuestras alas por viento e por frío. Pues muestra me cómo facer”. Et metió el alcaraván su cabeza so su ala, et dio salto en él la gulpeja e matólo. Et díjole: “Enemigo de Dios; mostraste carrera como te matasen, et diste consejo a la paloma para que estorciese de la cuita en que estaba”.

En este calló el rey. Et dijo el filósofo: “Señor, hayas poder sobre las mares, e déte Dios, mucho bien con alegría, e goce tu pueblo contigo, et hayas buena ventura; ca en ti es acabado el saber e el seso e el sufrimiento e la mesura e el tu perfecto entendimiento. Ca en tu consejo non ha falla, nin en tu dicho yerro nin tacha, et has ayuntado en ti fuerza e mansedumbre; así que en la fid non eres fallado cobarde nin en las priesas non eres aquejado. Et yo te he departido e glosado e esplanado las cosas, et te he dado respuesta de cuanto me preguntastes, et por ti loé mi consejo e mi saber en complir lo que debía, e el derecho que debo con buena memoria de ti, trabajando mío entendimiento en el consejo e en el castigo leal e en el sermón que te dije”. Aquí se acaba el libro de Calila e Dimna, et fue sacado del arábigo en latín e romanzado por mandado, del infant don Alfn, fijo del muy noble rey don Fernando, en la era de mil e docientos e noventa e nueve años.

El libro es acabado. Dios sea siempre loado.

FIN

 



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