El cielo es de ceniza. Los árboles son blancos, y son negros carbones los rastrojos quemados. Tiene sangre reseca la herida del Ocaso, y el papel incoloro del monte está arrugado. El polvo del camino se esconde en los barrancos, están las fuentes turbias y quietos los remansos. Suena en un gris rojizo la esquila del rebaño, y la noria materna acabó su rosario.