Amigo: sé que existes, pero ignoro tu nombre.
No lo he sabido nunca ni lo quiero saber.
Pero te llamo amigo para hablar de hombre a hombre,
Que es el único modo de hablar de una mujer.
Esa mujer es tuya, pero también es mía.
Si es más mía que tuya, lo saben ella y Dios.
Sólo sé que hoy me quiere como ayer te quería,
Aunque quizá mañana nos olvide a los dos.
Ya ves: ahora es de noche. Yo te llamo mi amigo;
Yo, que aprendí a estar solo para quererla más;
Y ella, en tu propia almohada, tal vez sueña conmigo;
Y tú, que no lo sabes, no la despertarás.
¡Qué importa lo que sueña! Déjala así, dormida.
Yo seré como un sueño sin mañana ni ayer.
Y ella irá de tu brazo para toda la vida,
Y abrirá las ventanas en el atardecer.
Quédate tú con ella. Yo seguiré el camino.
Ya es tarde, tengo prisa, y aún hay mucho que andar,
Y nunca rompo el vaso donde bebí un buen vino,
Ni siembro nada, nunca, cuando voy hacia el mar.
Y pasarán los años favorables o adversos,
Y nacerán las rosas que nacen porque sí;
Y acaso tú, algún día, leerás estos versos,
Sin saber que los hice por ella y para ti.
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