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 I 
Tres eran, mas la Inglaterra 
Volvió a lanzarse a las olas, 
Y las naves españolas 
Tomaron rumbo a su tierra; 
Sólo Francia gritó: «¡Guerra!» 
Soñando ¡oh patria! en vencerte, 
Y de la infamia y la suerte 
Sirviéndose en su provecho 
Se alzó erigiendo en derecho 
El derecho del más fuerte. 
II 
Sin ver que en lid tan sangrienta 
Tu brazo era más pequeño, 
La lid encarnó en su empeño 
La redención de tu afrenta, 
Brotó en luz amarillenta 
La llama de sus cañones, 
Y el mundo vio a tus legiones 
Entrando al combate rudo, 
Llevando por solo escudo 
Su escudo de corazones. 
III 
Y entonces fue cuando al grito 
Lanzado por tu denuedo, 
Tembló la Francia de miedo 
Comprendiendo su delito. 
Cuando a tu aliento infinito 
Se oyó la palabra sea, 
Y cuando al ver la pelea 
Terrible y desesperada 
Se alzó en tu mano la espada 
Y en tu conciencia la idea. 
IV 
Desde que ardió en el oriente 
La luz de ese sol eterno 
Cuyo rayo puro y tierno 
Viene a besarte en la frente, 
Tu bandera independiente 
Flotaba ya en las montañas, 
Mientras las huestes extrañas 
Alzaban la suya airosa, 
Que se agitaba orgullosa 
Del brillo de sus hazañas. 
V 
Y llegó la hora, y el cielo 
Nublado y obscurecido 
Desapareció escondido 
Como en los pliegues de un velo. 
La muerte tendió su vuelo 
Sobre la espantada tierra, 
Y entre el francés que se aterra 
Y el mexicano iracundo, 
Se alzó estremeciendo al mundo 
Tu inmenso grito de guerra. 
VI 
Y allí, el francés, el primero 
De los soldados del orbe, 
El que en sus glorias absorbe 
Todas las del mundo entero, 
Tres veces pálido y fiero 
Se vio a correr obligado, 
Frente al pueblo denonado 
Que para salvar tu nombre, 
Te dio un soldado en cada hombre 
¡Y un héroe en cada soldado! 
VII 
¡Tres veces y cuando hundida 
Sintió su fama guerrera, 
Contemplando su bandera 
Manchada y escarnecida. 
La Francia, viendo perdida 
La ilusión de su victoria, 
A despecho de su historia 
Y a despecho de su anhelo, 
Vio asomar entre otro cielo 
Y entre otro mundo la gloria. 
VIII 
Que entre la niebla indecisa 
Que sobre el campo flotaba, 
Y entre el humo que se alzaba 
Bajo el paso de la brisa, 
Su más hermosa sonrisa 
Fue para tu alma inocente, 
Su canción más elocuente 
Para entonarla a tu huella, 
Y su corona más bella 
Para ponerla en tu frente. 
IX 
¡Sí, patria! desde ese día 
Tú no eres ya para el mundo 
Lo que en su desdén profundo 
La Europa se suponía, 
Desde entonces, patria mía, 
Has entrado a una nueva era, 
La era noble y duradera 
De la gloria y del progreso, 
Que bajan hoy, como un beso 
De amor, sobre tu bandera. 
X 
Sobre esa insignia bendita 
Que hoy viene a cubrir de flores 
La gente que en sus amores 
En torno suyo se agita. 
La que en la dicha infinita 
Con que en tu suelo la clava, 
Te jura animosa y brava, 
Como ante el francés un día, 
Morir por ti, patria mía, 
Primero que verte esclava. 
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