Como a un grito roto desde adentro
te tiraron al patio.
Temí que allí quedaras
descuajeringado.
Un sol recién nacido
no quiso ensuciarse:
se negó a entrar
ancló en la calle
y se quedó temblando
en cualquier charco
más limpio que tu cara.
Pensé que te dejarían
allí para semilla
de pudrideros.
¡Pero no! Te liberaron.
Ni la suela de la historia
más sucia
quiso recoger tu nombre.
Ni como papel picado
van a rejuntarte,
desgraciado.
¡Abriste la boca
y te tragaste la vergüenza!