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 Como naciste para la claridad 
te fuiste no nacido. 
Te perdiste sereno, 
antes de mí, 
y cubriste de siglos 
la agonía de no verte. 
No quisiste la orilla de la angustia 
ni el por qué de unas horas que pasan lentamente 
en la vida, 
sin dejar un sollozo, 
ni un recuerdo, 
ni nada. 
No quisiste la aurora. 
No quisiste la muerte. 
Rechazaste el olvido, 
y en la flauta del aire avanzaste perpetuo. 
No quisiste el amor en féretro de las olas 
ni quisiste el silencio que deja el túnel breve 
donde ha dormido el hombre. 
Tuyo, inmensamente tuyo, 
como naciste para la claridad 
te fuiste no nacido, 
nardo entre dos pupilas que no supieron nunca 
separar el eco de la sombra. 
Manantial sin rocíos lastimeros, 
pie fértil caminando para siempre en la tierra. 
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