Compañera de mis días austeros,
mi decrépita paloma,
sola en la espesura de los pinares,
hace ya tiempo que me esperas.
Triste, junto a la ventana de tu buhardilla,
te apostas como un centinela.
En tus manos surcadas de arrugas,
la labor de las agujas se retarda.
Contemplas la olvidada cancela
sobre el sendero negro y lejano:
la tristeza, los presagios, los afanes
oprimen tu pecho a todas horas.
Ahora te parece que…