Casa digital del escritor Luis López Nieves


Recibe gratis un cuento clásico semanal por correo electrónico

Con la música por dentro


Georgina Lázaro León

[Literatura infantil. Texto completo.]

Juancito parecía un niño igual que los demás, pero era algo diferente. No solo era un poco gordito y algo bajito para su edad, sino que a veces las cosas no le salían bien. Era simpático, juguetón y bastante travieso, como sus hermanos, pero muuuuy distraído…

“¿Qué le pasa a este niño?”, se preguntaba don Juan, su papá.

-Juancito, ¿me estás escuchando?

-Es que lleva la música por dentro –decía doña Emilia, su vecina.

Cuando cumplió siete años, sus papás lo enviaron a la escuelita del maestro Gómez, para que aprendiera a leer y escribir. Juancito memorizó el abecedario rápidamente. Lo recitaba como si fuera una canción, pero no reconocía las letras. Para él eran garabatos sin sentido. Cuando los demás alumnos leían la cartilla, la mente de Juancito se iba lejos tarareando melodías e inventando nuevos ritmos.

-No tienes interés en estudiar. Así no aprenderás a leer -se quejaba el maestro cuando sorprendía a Juancito distraído, mirando por la ventana deseoso de jugar en la calle.

Un día, mientras su abuelo le leía un cuento, Juancito descubrió que si aprendía el nombre y el sonido de cada una de las letras, podría entender lo que decían todos los libros de su biblioteca. Entonces aprendió a leer y se convirtió en un buen estudiante.

Juancito y su familia de siete hermanos vivían en una hermosa casona, frente a la catedral de Nuestra Señora de la Guadalupe, en Ponce. Tan pronto hizo la primera comunión, se convirtió en monaguillo. Como vivía tan cerca de la iglesia, muchas veces era él quien repicaba las campanas. Lo hacía con tanta gracia y armonía, que todos en el pueblo comentaban admirados: “¡Juancito está tocando las campanas! Ese niño lleva la música por dentro”.

Como era la costumbre en aquella época, hace ya más de cien años, don Juan, que era notario, quiso que su hijo aprendiera un oficio. Por eso lo envió al taller de orfebrería de su amigo don Roque, que era platero y relojero. El pobre Juancito se moría de aburrimiento, encerrado entre aquellas cuatro paredes.

Un día, se le ocurrió hacer flautines y pitos de lata con los instrumentos de trabajo de don Roque. A pesar de que sonaban como música de ángeles, a don Roque no le hizo mucha gracia su ocurrencia y, muy enojado, lo mandó con su música a otra parte.

Entonces su padre comprendió que la verdadera vocación de Juancito era la música y lo envió a estudiar solfeo. El niño se entusiasmó tanto que a todas horas se lo escuchaba tarareando las notas musicales: do – re – mi – fa – so – la – si. Su vecina, doña Emilia, cuando ya no resistía la continua cantaleta, le ofrecía una monedita de cobre para que dejara de practicar por un rato.

Por su interés y perseverancia, Juancito aprendió a tocar con gran habilidad la flauta, el contrabajo, el bombardino, el cornetín y el piano. Hacía sonar los instrumentos de una forma muy especial. No solo interpretaba la música que le asignaban, sino que le añadía melodías y ritmos novedosos. Así, se convirtió en el primero de su clase.

Era tal su destreza que, todavía siendo un niño, lo invitaron a formar parte de una orquesta para tocar el bombardino. Una noche fue como músico a una fiesta, a la que asistió una muchacha tan hermosa que todos querían bailar con ella. El empeño de todos los caballeros por llamar la atención de la joven provocó una pelea, y el baile terminó como el rosario la aurora. Al día siguiente, inspirado en la experiencia, Juancito escribió, como una broma, su primera danza, que tituló El sopapo.

Así fue la niñez del hombre que hoy conocemos como Juan Morel Campos. Aquel niño, travieso y juguetón, se convirtió en un hombre serio y disciplinado sin dejar de ser simpático, ingenioso y libre. Recorrió casi toda Latinoamérica como director de orquesta y hoy es considerado como un genio musical.

Es, además, uno de los creadores de la danza puertorriqueña. Aquel niño distraído logró con su empeño convertir en melodía toda aquella música que llevaba por dentro y que se ha quedado con nosotros para siempre.

FIN


Georgina Lázaro publicó su primer libro, El flamboyán amarillo, en 1996. Desde entonces ha publicado más de sesenta libros en Puerto Rico, Estados Unidos, América Latina y España. Algunos han sido traducidos al inglés. Ha traducido del inglés al español libros en rima de autores como Dr. Seuss, Shel Silverstein, Billy Crystal, Leslie Patricelli, Margarita Engle y Juan Felipe Herrera. Reconocida y premiada por el Museo de Arte de Ponce, el PEN Internacional, el Ateneo de Ponce, la Cámara de Comercio de Ponce, el Senado y la Cámara de Representantes de Puerto Rico, la Asociación de Bibliotecarios Norteamericanos, la Asociación para Servicios Bibliotecarios a Niños, el Instituto de Cultura Puertorriqueña, la Academia Norteamericana de la Lengua Española, el International Book Award y por Kirkus. Es la moderadora de Foro Cuento Infantil en Ciudad Seva. Vive en Ponce, Puerto Rico. Más información en: georginalazaro.com.



Más Obras de Georgina Lázaro León