Exemplo XXVIIº – El conde Lucanor – Versión original
[Cuento - Texto completo.]
Juan ManuelFablava el conde Lucanor con Patronio, su consegero, un día et díxole assí:
-Patronio, dos hermanos que yo he son casados entramos et biven cada uno dellos muy desbariadamente el uno del otro; ca el uno ama tanto aquella dueña con qui es casado, que abés podemos guisar con él que se parta un día del lugar onde ella es, et non faz cosa del mundo sinon lo que ella quiere, et si ante non gelo pregunta. Et el otro, en ninguna guisa non podemos con él que un día la quiera veer de los ojos, nin entrar en casa do ella sea. Et porque yo he grand pesar desto, ruégovos que me digades alguna manera porque podamos ý poner consejo.
-Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, segund esto que vós dezides entramos vuestros hermanos andan muy errados en sus faziendas; ca el uno nin el otro non devían mostrar tan grand amor nin tan grand desamor como muestran a aquellas dueñas con qui ellos son casados; mas como quier que lo ellos yerran, por aventura es por las maneras que an aquellas sus mugeres; et por ende querría que sopiésedes lo que contesçió al emperador Fradrique et a don Alvar Fáñez Minaya con sus mugeres.
El conde le preguntó cómo fuera aquello.
-Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, porque estos exiemplos son dos et non vos los podría entramos dezir en uno, contarvos he primero lo que contesçió al emperador Fradrique, et después contarvos he lo que contesçió a don Alvar Háñez.
-Señor conde, el emperador Fradrique casó con una donzella de muy alta sangre, segund le pertenesçía; mas de tanto, non le acaesçió bien, que non sopo ante que casasse con aquélla las maneras que avía.
Et después que fueron casados, comoquier que ella era muy buena dueña et muy guardada en el su cuerpo, començó a seer la más brava et la más fuerte et la más rebessada cosa del mundo. Assí que si el emperador quería comer, ella dizía que quería ayunar; et si el emperador quería dormir, queriese ellalevantar; et si el emperador querié bien alguno, luego ella lo desamava. ¿Qué vos diré más? Todas las cosas del mundo en que el emperador tomava plazer, en todas dava ella a entender que tomava pesar, et de todo lo que el emperador fazía, de todo fazía ella el contrario sienpre.
Et desque el emperador sufrió esto un tiempo, et vio que por ninguna guisa non la podía sacar desta entençión por cosa que él nin otros le dixiessen, nin por ruegos, nin por amenazas, nin por buen talante nin por malo quel mostrasse, et vio que sin el pesar et la vida enojosa que avia de sofrir, quel era tan grand daño para su fazienda et para las sus gentes, que non podía ý poner consejo; et de que esto vio, fuesse paral Papa et contól la su fazienda, también de la vida que passava, como del grand daño que binía a él et a toda la tierra por las maneras que avía la emperadriz; et quisiera muy de grado, si podría seer, que los partiesse el Papa. Mas vio que segund la ley de los christianos non se podían partir, et que en ninguna manera non podían bevir en uno por las malas maneras que la emperadriz avía, et sabía el Papa que esto era assí.
Et desque otro cobro no podieron fallar, dixo el Papa al emperador que este fecho que lo acomendava él al entendimiento et a la sotileza del emperador, ca él non podía dar penitençia ante que el pecado fuesse fecho.
Et el emperador partióse del Papa et fuesse para su casa, et trabajó por cuantas maneras pudo, por falagos et por amenazas et por consejos et por desengaños et por cuantas maneras él et todos los que con él bivían pudieron asmar para la sacar de aquella mala entençión, mas todo esto non tobo ý pro, que cuanto más le dizían que se partiesse de aquella manera, tanto más fazía ella cada día todo lo revesado.
Et de que el emperador vio que por ninguna guisa esto non se podía endereçar, díxol un día que el quería ir a la caça de los çiervos et que levaría una partida de aquella yerva que ponen en las saetas con que matan los çiervos, et que dexaría lo ál para otra vegada, cuando quisiesse ir a caça, et que se guardasse que por cosa del mundo non pusiesse de aquella yerva en sarna, nin en postiella, nin en lugar donde saliesse sangre; ca aquella yerva era tan fuerte, que non avía en el mundo cosa viva que non matasse. Et tomó de otro ungüento muy bueno et muy aprovechoso para cualquier llaga et el emperador untósse con él antella en algunos lugares que non estavan sanos. Et ella et cuantos ý estavan vieron que guaresçía luego con ello. Et díxole que si le fuesse mester, que de aquél pusiesse en cualquier llaga que oviesse. Et esto le dixo ante pieça de omnes et de mugeres. Et de que esto ovo dicho, tomó aquella yerva que avía menester para matar los çiervos et fuesse a su caça, assí como avía dicho.
Et luego que el emperador fue ido, començó ella a ensañarse et a enbraveçer, et començó a dezir:
-¡Veed el falso del emperador, lo que me fue dezir! Porque él sabe que la sarna que yo he non es de tal manera como la suya, díxome que me untasse con aquel ungüento que se él untó, porque sabe que non podría guaresçer con él, mas de aquel otro ungüento bueno con que él sabe que guarescría, dixo que non tomasse del en guisa ninguna; mas por le fazer pesar, yo me untaré con él, et cuando él viniere, fallarme ha sana. Et só çierta que en ninguna cosa non le podría fazer mayor pesar, et por esto lo faré.
Los cavalleros et las dueñas que con ella estavan travaron mucho con ella que lo non fiziesse, et començáronle a pedir merçed, muy fieramente llorando, que se guardasse de lo fazer; ca çierta fuesse, si lo fiziesse, que luego sería muerta.
Et por todo esto non lo quiso dexar. Et tomó la yerva et untó con ella las llagas. Et a poco rato començól a tomar la rabia de la muerte, et ella repintiérase si pudiera, mas ya non era tiempo en que se pudiesse fazer. Et murió por la manera que avía porfiosa et a su daño.
Mas a don Alvar Háñez contesçió el contrario desto, et porque lo sepades todo como fue, contarvos he cómo acaesçió.
Don Alvar Háñez era muy buen omne et muy onrado et pobló a Ixcar, et morava ý. Et el conde don Pero Ançúrez pobló a Cuéllar et morava en ella. Et el conde don Pero Ançúrez avía tres fijas.
Et un día, estando sin sospecha ninguna, entró don Alvar Háñez por la puerta; et al conde don Pero Ançúrez plógol mucho con él. Et desque ovieron comido, preguntól que por qué vinía tan sin sospecha. Et don Alvar Háñez díxol que vinía por demandar una de sus fijas para con que casase, mas que quería que gelas mostrasse todas tres et quel dexasse fablar con cada una dellas, et después que escogería cuál quisiesse. Et el conde, veyendo quel fazía Dios mucho bien en ello, dixo quel plazía mucho de fazer cuanto don Alvar Háñez le dizía.
Et don Alvar Háñez apartósse con la fija mayor et díxol que si a ella ploguiesse, que quería casar con ella; pero ante que fablasse más en el pleito, quel quería contar algo de su fazienda. Que sopiesse, lo primero, que él non era muy mançebo et que por las muchas feridas que oviera en las lides que se acertara, quel enflaqueçiera tanto la cabeça que por poco vino que viviesse, quel fazié perder luego el entendimiento; et de que estava fuera de su seso, que se asañava tan fuerte que non catava lo que dizía; et que a las vegadas firía a los omnes en tal guisa, que se repentía mucho después que tornaba a su entendimiento; et aun, cuando se echava a dormir, desque yazía en la cama, que fazía ý muchas cosas que non enpeçería nin migaja si más linpias fuessen. Et destas cosas le dixo tantas, que toda muger quel entendimiento non oviesse muy maduro, se podría tener del por non muy bien casada.
Et de que esto le ovo dicho, respondiól la fija del conde que este casamiento non estava en ella, sinon en su padre et en su madre.
Et con tanto, partiósse de don Alvar Háñez et fuesse para su padre.
Et de que el padre et la madre le preguntaron que era su voluntad de fazer, porque ella non fue de tan buen entendimiento como le era mester, dixo a su padre et a su madre que tales cosas le dixiera don Alvar Háñez, que ante quería seer muerta que casar con él.
Et el conde non lo quiso dezir esto a don Alvar Háñez, mas díxol que su fija que non avía entonçe voluntad de casar.
Et fabló don Alvar Háñez con la fija mediana; et passaron entre él et ella bien assí como con el hermana mayor.
Et después fabló con el hermana menor et díxol todas aquellas cosas que dixiera a las otras sus hermanas.
Et ella respondiól que gradesçía mucho a Dios en que don Alvar Háñez quería casar con ella; et en lo quel dizía quel fazía mal el vino, que si, por aventura, alguna vez le cumpliesse por alguna cosa de estar apartado de lasgentes por aquello quel dizía o por ál, que ella lo encubriría mejor que ninguna otra persona del mundo; et a lo que dizía que él era viejo, que cuanto por esto non partiría ella el casamiento, que cunplíale a ella del casamiento el bien et la onra que avía de ser casada con don Alvar Háñez; et de lo que dizía que era muy sañudo et que firía a las gentes, que cuanto por esto non fazía fuerça, ca nunca ella le faría por que la firiesse, et si lo fiziesse, que lo sabría muy bien sofrir.
Et a todas las cosas que don Alvar Háñez le dixo, a todas le sopo tan bien responder, que don Alvar Háñez fue muy pagado, et gradesçió mucho a Dios porque fallara muger de tan buen entendimiento.
Et dixo al conde don Pero Ançúrez que con aquella quería casar. Al conde plogo mucho ende. Et fizieron ende sus vodas luego. Et fuesse con su muger luego en buena ventura. Et esta dueña avía nombre doña Vascuñana.
Et después que don Alvar Háñez levó a su muger a su casa, fue ella tan buena dueña et tan cuerda, que don Alvar Háñez se tovo por bien casado della et tenía por razón que se fiziesse todo lo que ella querié.
Et esto fazía él por dos razones: la primera, porquel fizo Dios a ella tanto bien, que tanto amava a don Alvar Háñez et tanto presçiava el su entendimiento, que todo lo que don Alvar Háñez dizía et fazía, que todo tenía ella verdaderamente que era lo mejor; et plazíale mucho de cuanto dizía et de cuanto fazía, et nunca en toda su vida contralló cosa que entendiesse que a él plazía. Et non entendades que fazía esto por le lisonjar, nin por le falagar por mejor estar con él, mas fazíalo porque verdaderamente creía, et era su entençión, que todo lo que don Alvar Háñez quería et dizía et fazía, que en ninguna guisa non podría seer yerro, nin lo podría otro ninguno mejorar. Et lo uno por esto, que era el mayor bien que podría seer, et lo ál porque ella era de tan buen entendimiento et de tan buenas obras, que siempre acertava en lo mejor. Et por estas cosas amávala et preçiávala tanto don Alvar Háñez que tenía por razón de fazer todo lo que ella querié, ca sienpre ella quería et le consejava lo que era su pro et su onra. Et nunca tovo mientes, por talante nin por voluntad que oviesse de ninguna cosa que fiziesse don Alvar Háñez, sinon lo que a él más le pertenesçía, et que era más su onra et su pro.
Et acaesçió que una vez, seyendo don Alvar Háñez en su casa, que vino a él un so sobrino que vivía en casa del rey, et plógol mucho a don Alvar Háñez con él. Et desque ovo morado con don Alvar Háñez algunos días, díxol un día que era muy buen omne et muy complido et que non podía poner en él ninguna tacha sinon una. Et don Alvar Háñez preguntól que cuál era. Et el sobrino díxol que non fallava tacha quel poner sinon que fazía mucho por su muger et la apoderava mucho en toda su fazienda. Et don Alvar Háñez respondiól que a esto que dende a pocos días le daría ende la repuesta.
Et ante que don Alvar Háñez viesse a doña Vascuñana, cavalgó et fuesse a otro lugar et andudo allá algunos días et levó allá aquel su sobrino consigo. Et después envió por doña Vascuñana, et guisó assí don Alvar Háñez que se encontraron en el camino, pero que non fablaron ningunas razones entre sí, nin ovo tiempo aunque lo quisiessen fazer.
Et don Alvar Háñez fuesse adelante, et iba con él su sobrino. Et doña Vascuñana vinía en pos dellos. Et desque ovieron andado assí una pieça don Alvar Háñez et su sobrino, fallaron una pieça de vacas. Et don Alvar Háñez començó a dezir:
-¿Viestes, sobrino, qué fermosas yeguas ha en esta nuestra tierra?
Cuando su sobrino esto oyó, maravillóse ende mucho, et cuidó que gelo dizía por trebejo et díxol que cómo dizía tal cosa, que non eran sinon vacas.
Et don Alvar Háñez se començó mucho de maravillar et dezirle que reçelava que avía perdido el seso, ea bien beié que aquéllas yeguas eran.
Et de que el sobrino vio que don Alvar Háñez porfiava tanto sobresto, et que lo dizía a todo su seso, fincó mucho espantado et cuidó que don Alvar Háñez avía perdido el entendimiento.
Et don Alvar Háñez estido tanto adrede en aquella porfía, fasta que asomó doña Vascuñana que vinía por el camino. Et de que don Alvar Háñez la vio, dixo a su sobrino:
-Ea, don sobrino, fe aquí a doña Vascuñana que nos partirá nuestra contienda.
Al sobrino plogo desto mucho; et desque doña Vascuñana llegó, díxol su cuñado:
-Señora, don Alvar Háñez et yo estamos en contienda, ca él dize por estas vacas, que son yeguas, et yo digo que son vacas; et tanto avemos porfiado, que él me tiene por loco, et yo tengo que él non está bien en su seso. Et vós, señora, departidnos agora esta contienda.
Et cuando doña Vascuñana esto vio, como quier que ella tenía que aquéllas eran vacas, pero pues su cuñado le dixo que dizía don Alvar Háñez que eran yeguas, tovo verdaderamente ella, con todo su entendimiento, que ellos erravan, que las non conosçían, mas que don Alvar Háñez non erraría en ninguna manera en las conosçer; et pues dizía que eran yeguas, que en toda guisa del mundo, que yeguas eran et non vacas.
Et començó a dezir al cuñado et a cuantos ý estavan:
-Por Dios, cuñado, pésame mucho desto que dezides, et sabe Dios que quisiera que con mayor seso et con mayor pro nos viniéssedes agora de casa del rey, do tanto avedes morado; ca bien veedes vós que muy grand mengua de entendimiento et de vista es tener que las yeguas que son vacas.
Et començól a mostrar, también por las colores, como por las façiones, como por otras cosas muchas, que eran yeguas et non vacas, et que era verdat lo que don Alvar Háñez dizía, que en ninguna manera el entendimiento et la palabra de don Alvar Háñez que nunca podría errar. Et tanto le afirmó esto, que ya, el cuñado et todos los otros començaron a dubdar que ellos erravan, et que don Alvar Háñez dizía verdat que las que ellos tenían por vacas, que eran yeguas. Et de que esto fue fecho, fuéronse don Alvar Háñez et su sobrino adelante et fallaron una gran pieça de yeguas.
Et don Alvar Háñez dixo a su sobrino:
-¡Ahá, sobrino! Estas son las vacas, que non las que vos dizíades ante, que dizía yo que eran yeguas.
Cuando el sobrino esto oyó, dixo a su tío:
-Por Dios, don Alvar Háñez, si vos verdat dezides, el diablo me traxo a mí a esta tierra; ca çiertamente, si éstas son vacas, perdido he yo el entendimiento, ca, en toda guisa del mundo, éstas yeguas son et non vacas.
Don Alvar Háñez començó a porfiar muy fieramente que eran vacas. Et tanto duró esta porfía, fasta que llegó doña Vascuñana. Et desque ella llegó et le contaron lo que dizía don Alvar Háñez et dizía su sobrino, maguer a ella paresçía que el sobrino dizía verdat, non pudo creer por ninguna guisa que don Alvar Háñez pudiesse errar, nin que pudiesse seer verdat ál sinon lo que él dizía. Et començó a catar razones para provar que era verdat lo que dizía don Alvar Háñez, et tantas razones et tan buenas dixo, que su cuñado et todos los otros tovieron que el su entendimiento, et la su vista, errava; mas lo que don Alvar Háñez dizía, que era verdat. Et aquesto fincó assí.
Et fuéronse don Alvar Háñez et su sobrino adelante et andudieron tanto, fasta que llegaron a un río en que avía pieça de molinos. Et dando del agua a las vestias en el río, començó a dezir don Alvar Háñez que aquel río que corría contra la parte onde nasçía, et aquellos molinos, que del otra parte les vinía el agua.
Et el sobrino de don Alvar Háñez se tovo por perdido cuando esto le oyó; ca tovo que assí como errara en el conosçimiento de las vacas et de las yeguas, que assí errava agora en cuidar que aquel río vinía al revés de como dizía don Alvar Háñez. Pero porfiaron tanto sobresto, fasta que doña Vascuñana llegó.
Et desquel dixieron esta porfía en que estava don Alvar Háñez et su sobrino, pero que a ella paresçía que el sobrino dizía verdat, non creó al su entendimiento et tovo que era verdat lo que don Alvar Háñez dizía. Et por tantas maneras sopo ayudar a la su razón, que su cuñado et cuantos lo oyeron, creyeron todos que aquella era la verdat.
Et daquel día acá, fincó por fazaña que si el marido dize que corre el río contra arriba, que la buena muger lo deve crer et deve dezir que es verdat.
Et desque el sobrino de don Alvar Háñez vio que por todas estas razones que doña Vascuñana dizía se provava que era verdat lo que dizía don Alvar Háñez, et que errava él en non conosçer las cosas assí como eran, tóvose por muy maltrecho, cuidando que avía perdido el entendimiento.
Et de que andudieron assí una grand pieça por el camino, et don Alvar Háñez vio que su sobrino iva muy triste et en grand cuidado, díxole assí:
-Sobrino, agora vos he dado la repuesta a lo que en el otro día me dixiestes que me davan las gentes por grand tacha porque tanto fazía por doña Vascuñana, mi muger; ca bien cred que todo esto que vós et yo avemos passado oy, todo lo fize porque entendiéssedes quién es ella, et que lo que yo por ella fago, que lo fago con razón; ca bien creed que entendía yo que las primeras vacas que nós fallamos, et que dizía yo que eran yeguas, que vacas eran, assí como vós dizíades. Et desque doña Vascuñana llegó et vos oyó que yo dizía que eran yeguas, bien çierto só que entendía que vós dizíades verdat; mas que fió ella tanto en el mío entendimiento, que tien que, por cosa del mundo, non podría errar, tovo que vós et ella errávades en non lo conosçer cómo era. Et por ende dixo tantas razones et tan buenas, que fizo entender a vos, et a cuantos allí estavan, que lo que yo dizía era verdat; et esso mismo fizo después en lo de las yeguas et del río. Et bien vos digo verdat: que del día que comigo casó, que nunca un día le bi fazer nin dezir cosa en que yo pudiesse entender que quería nin tomava plazer sinon en aquello que yo quis; nin le vi tomar enojo de ninguna cosa que yo fiziesse. Et sienpre tiene verdaderamente en su talante que cualquier cosa que yo faga, que aquello es lo mejor; et lo que ella a de fazer de suyo o le yo acomiendo que faga, sábelo muy bien fazer, et sienpre lo faze guardando toda mi onra et mi pro et queriendo que entiendan las gentes que yo só el señor, et que la mi voluntad et la mi onra se cumpla en todo; et non quiere para sí otra pro, nin otra fama de todo el fecho, sinon que sepan que es mi pro, et tome yo plazer en ello. Et tengo que si un moro de allende el mar esto fiziesse, quel devía yo mucho amar et presçiar yo et fazer yo mucho por el su consejo et demás seyendo casado con ella et seyendo ella tal et de tal linaje de que me tengo por muy bien casado. Et agora, sobrino, vos he dado repuesta a la tacha que el otro día me dixiestes que avía.
Cuando el sobrino de don Alvar Háñez oyó estas razones, plógol ende mucho, et entendió que pues doña Vascuñana tal era et avía tal entendimiento et tal entención, que fazía muy grand derecho don Alvar Háñez dela amar et fiar en ella et fazer por ella cuanto fazía et aun muy más, si más fiziesse.
Et assí fueron muy contrarias la muger del enperador et la muger de don Alvar Háñez.
Et, señor conde Lucanor, si vuestros hermanos son tan desvariados, que el uno faze todo cuanto su muger quiere et el otro todo lo contrario, por aventura esto es porque sus mugeres fazen tal vida con ellos como fazía la emperadriz et doña Vascuñana. Et si ellas tales son, non devedes maravillarvos nin poner culpa a vuestros hermanos; mas si ellas non son tan buenas nin tan revesadas como estas dos de que vos he fablado, sin dubda vuestros hermanos non podrían seer sin grand culpa; ea como quier que aquel vuestro hermano que faze mucho por su muger faze bien, entendet que este bien, que se deve fazer con razón et non más; ca si el omne, por aver grand amor a su muger, quiere estar con ella tanto por que se dexe de ir a los lugares o a los fechos en que puede fazer su pro et su onra, faze muy grand yerro; nin si por le plazer nin complir su talante dexa nada de lo que pertenesçe a su estado, nin a su onra, faze muy desaguisado; mas guardando estas cosas, todo buen talante et toda fiança que el marido pueda mostrar a su muger, todo le es fazedero et todo lo deve fazer et le pertenesçe muy bien que lo faga. Et otrosí, deve mucho guardar que por lo que a él mucho non cumple, nin le faze gran mengua, que non le faga pesar nin enojo e señaladamente en ninguna cosa en que pueda aver pecado, ca desto vienen muchos daños. Lo uno, el pecado e la maldad que el omne faze; e lo ál que por fazerle enmienda o fazerle plazer porque pierda aquel enojo avrá a fazer cosas que se tornarán en daño de la fazienda e de la fama. Otrosí el que por su fuerte bentura tal muger obiera como la del emperador, pues al comienço non pudo o non sopo poner ý consejo, non ay sinon pasar por su ventura como Dios gelo quisiere endereçar. Pero saved que para lo uno e para lo ál cumple mucho que del primer día que el omne casa deve dar a entender a su muger que él es señor e que le faga entender la vida que ha de pasar.
E vós, señor conde Lucanor, al mío cuidar, parando mientes a estas cosas podedes consejar a vuestros hermanos en qué manera bivan con sus mugeres.
E al conde plogo mucho destas cosas que Patronio le dixo e tovo que le dezía verdad e muy buen seso.
E entendiendo don Juan que estos enxemplos heran muy buenos, fízolos escrivir en este libro e fizo estos versos que dizen assí:
En el comienço deve omne mostrar
a su muger cómo deve passar.