Junto a la cuna aún no está encendida La lámpara tibia, que alegra y reposa, Y se filtra opaca, por entre cortinas De la tarde triste la luz azulosa.
Los niños cansados suspenden los juegos, De la calle vienen extraños ruídos, En estos momentos, en todos los cuartos, Se van despertando los duendes dormidos.
La sombra que sube por los cortinajes, Para los hermosos oyentes pueriles, Se puebla y se llena con los personajes De los tenebrosos cuentos infantiles.
Flota en ella el pobre Rin Rin Renacuajo, Corre y huye el triste Ratoncito Pérez, Y la entenebrece la forma del trágico Barba Azul, que mata sus siete mujeres.
En unas distancias enormes e ignotas, Que por los rincones oscuros suscita, Andan por los prados el Gato con Botas, Y el Lobo que marcha con Caperucita.
Y, ágil caballero, cruzando la selva, Do vibra el ladrido fúnebre de un gozque, A escape tendido va el Príncipe Rubio A ver a la Hermosa Durmiente del Bosque.
Del infantil grupo se levanta leve Argentada y pura, una vocecilla, Que comienza: «Entonces se fueron al baile Y dejaron sola a la Cenicientilla!
Se quedó la pobre triste en la cocina, De llanto de pena nublados los ojos, Mirando los juegos extraños que hacían En las sombras negras los carbones rojos.
Pero vino el Hada que era su madrina, Le trajo un vestido de encaje y crespones, Le hizo un coche de oro de una calabaza, Convirtió en caballos unos seis ratones,
Le dio un ramo enorme de magnolias húmedas, Unos zapaticos de vidrio, brillantes, Y de un solo golpe de la vara mágica Las cenizas grises convirtió en diamantes!»
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Con atento oído las niñas la escuchan, Las muñecas duermen, en la blanda alfombra Medio abandonadas, y en el aposento La luz disminuye, se aumenta la sombra!
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
¡Fantásticos cuentos de duendes y hadas, Llenos de paisajes y de sugestiones, Que abrís a lo lejos amplias perspectivas A las infantiles imaginaciones!
Cuentos que nacisteis en ignotos tiempos Y que vais, volando, por entre lo oscuro, Desde los potentes Arios primitivos, Hasta las enclenques razas del futuro.
Cuentos que repiten sencillas nodrizas Muy paso, a los niños, cuando no se duermen, Y que en sí atesoran del sueño poético El íntimo encanto, la esencia y el germen.
Cuentos más durables que las convicciones De graves filósofos y sabias escuelas, Y que rodeasteis con vuestras ficciones, Las cunas doradas de las bisabuelas.
¡Fantásticos cuentos de duendes y hadas Que pobláis los sueños confusos del niño, El tiempo os sepulta por siempre en el alma Y el hombre os evoca, con hondo cariño!
|