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Cuando era yo un muchacho presuntuoso y una pizca de hombre…

[Poema - Texto completo.]

Dylan Thomas

Cuando era yo un muchacho presuntuoso y una pizca de hombre
y el negro escupitajo de los feligreses,
(suspiraba el viejo vástago de carnero en su agonía de mujeres)
andaba de puntillas, tímido en el bosque de grosellas,
la tosca lechuza gritaba como una jaca legendaria,
en mi rubor, brincaba mientras las niñas grandes
jugaban a los bolos en los baldíos de los asnos
y en un vaivén de noches domingueras rondaba
a quienquiera que fuese con mis ojos perversos,
tanto como el tamaño de la luna podía yo amar
y abandonar junto al arbusto negro como el carbón
a todas las esposas en las pequeñas bodas
de hojas verdes y dejarlas penando.

Cuando era yo un hombre borrascoso y apenas medio hombre
la bestia negra de la congregación de escarabajos
(suspiraba el viejo vástago de carnero en su agonía de putas)
no un muchacho y una pizca de hombre en la luna perversa que se hundía
y borracho como un becerro recién parido
silbaba la noche entera en retorcidas chimeneas,
las comadres surgían en las zanjas de medianoche,
y las achicharrantes camas pueblerinas gritaban: “de prisa”
cuando quiera que me zambullía en un pecho como alto bajío
dondequiera que brincase sobre colchas de trébol
lo que quiera que hiciese en la noche de color carbón
dejaba siempre mis huellas temblorosas.

Cuando era yo un hombre, lo que se dice un hombre
y la cruz negra de la casa bendita,
(suspiraba el viejo vástago de carnero en su agonía de bienvenida)
con aguardiente y uvas en el albor brillante de mi primera edad,
no un gato macho de cola florecida en la ciudad candente
y cada mujer domada su ratón,
sino un toro de la loma en el bochorno del verano
que llegaba en su grande y buen momento
a las bestias que enardeciéndose sufrían, me dije,
¡oh mucho tiempo habrá cuando la sangre fría ya se arrastre
y yo me eche en la cama sólo para dormir
a causa de mi alma ceñuda y perezosa, negra como el carbón!

Cuando era yo la mitad del hombre que era
y merecía las advertencias de los curas,
(suspiraba el viejo vástago de carnero en su agonía de ruina)
no un becerro restallante ni un gato enardecido
ni un toro de la loma en la lechosa hierba,
sino una oveja negra con un cuerno arrugado,
al fin el alma abortada de su falso agujero ratonil
se enfurruñaba cuando el tiempo de claudicar venía
y di a mi alma un ojo ciego, maltratado,
cartílago y corteza y una estruendosa vida,
y la empujé hasta el cielo negro como el carbón
para encontrar un alma de mujer por esposa.

Ahora ya no soy un hombre, ya no lo soy,
sólo una negra recompensa por mi vida estruendosa,
(suspiraba el viejo vástago de carnero en su agonía de extraños),
pulcro y maldito en mi cuarto arrullado de palomas
yazgo, delgado y oigo las bondadosas campanas
porque, ¡oh! mi alma encontró una esposa dominguera
en el cielo negro como el carbón y ella aburre a los ángeles!
¡me rodean arpías que surgen de su vientre!
la castidad reza por mí, la piedad canta,
endulza la inocencia mi último negro aliento
la modestia esconde mis muslos en sus alas,
y todas sus mortíferas virtudes fastidian mi muerte!



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