Ardí, y no solamente la verdura
deste mi breve año, Amor, te he dado;
mas del maduro otoño una gran parte.
Pedía libertad, y hasme apretado
como a preso que huye, con más dura
cadena, y no me vale ruego ni arte.
¡Ay triste! ¿Habrá en el mundo alguna parte
segura, en cueva, en monte, en la mar honda,
abismo a do me esconda,
y libre deste mal que tanto temo,
siquiera de mi vida en el extremo?
Con razón temo tu poder crecido,
que el corazón mil veces me has abierto,
sin hallar contra ti defensa en nada,
más de con voz humilde y color muerto
confesarme a la clara por vencido.
Cualque región desierta y apartada
buscar quisiera agora que gastada
la fuerza siento y el cabello cano,
por huir de tu mano,
que entre el fuerte escuadrón que tu bandera
sigue, un soldado flaco, ¿qué honra espera?
Mas ¡ay triste! ¿Dó iré? Que por do quiera,
o por la húmeda mar o seca arena
tomado tiene el paso Amor primero;
do quiera el fuego luce, el arco suena,
y veo contra mí la punta fiera,
de cuyo golpe guarecer no espero,
que el blanco es cierto, el tirador certero.
Mas ¿que sirve si el tiempo ha ya secado
mi vigor, y agostado
como yerba, que al sol su fuerza pierde,
y sólo en mí el deseo queda verde?
Tiempo fue, cuando osé de amor vencido,
delante alguna bella y desdeñosa
presentar mis querellas y tormento;
hallé una voluntad blanda, amorosa,
debajo del desdén, y convertido
mi dolor y mi pena fue en contento.
Mas ¿quién oirá de hoy más mi triste acento?
¿Quién no condenará una edad cansada,
de nuevo enamorada?
La voz está ya ronca, y los sentidos,
como culebra al yelo, entorpecidos.
Tórname aquel vigor que el tiempo avaro
robó veloz, y torna la viveza
que me alentaba, y tiñe este cabello
cual fue primero, porque en la corteza
el mal secreto no se muestre claro;
y, si soy tuyo, haz que pueda sello,
que no huyo la guerra, antes en ello
el no poder me duele. Mas mi suerte
si no es ya para el fuerte
oficio tuyo, libertad te pido;
yo viviré, serás tú bien servido. 55
El invierno y las nubes de mi vida
sólo te quito, Amor, y aqueste yelo
de tus llamas y ardor tan diferente.
No te debe pesar, si el débil vuelo
convierto a mejor nido, pues seguida
ha sido ya de mí tan luengamente
tu vida amarga y dulce juntamente,
que justo es ya que sea libertado
un esclavo cansado
siquiera a la vejez, y así es costumbre,
donde se usa nobleza y mansedumbre.
Mas pues amor ningún consejo quiere,
síguele adonde fuere,
breve canción, y ante mi bien presenta
el contino dolor que me atormenta.
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