En la apacible Samaria, hacia donde el sol se pone, en túmulo de esmeraldas yace un gigante de flores.
Verde Atlante de los cielos, tanto su beldad se opone, que, siendo cielo en la tierra, parece en el cielo monte.
Cerrándole al viento el paso, sube hasta la esfera, donde pedazo del cielo fuera, a ser unas las colores.
Sin que el sol se albergue en ondas se le niega el horizonte, y hace anochecer el día cuando amanecer la noche.
Aqueste pues cuyas plantas, aun en variedad conformes, son cultura celestial de aquel jardinero noble,
de aquel venerable sol, que en más luminoso coche, por eclíptica de viento planeta de fuego corre,
de aquel que rigiendo rayos quemó los vientos veloces, cuando abrasado el Carmelo, eclipse vio de dos soles,
éste en las más eminente punta que en su luz se esconde, virgen rosa planta bella porque del sol se corone.
Casta azucena o jazmín süave, cuyos colores en viva aroma los cielos piadosamente recogen.
Santo Carmelo, tu planta es Teresa, porque logres su hermosura, sin que el viento o la marchite o la borre.
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