Desde la orilla habitual de la mañana
me gano palmo a palmo el día:
el día de aguas tan grises,
de expresión ausente.
El día lo conquisto con esfuerzo
entre las dos orillas que no se resuelven,
sin resolver yo misma para la vida
…y nadie me ayuda.
A veces viene un jorobado ocioso,
un símbolo premonitorio de alegría
que tiene el don de una extraña profecía.
Y para que vaya al encuentro de la promesa,
él me lleva a cuestas sobre sus hombros.