Era un día gemelo de aquel hermoso día
que por quemarlo todo, el amor encendía.
Fue el día sin igual, de caridad divina
en cuya azul atmósfera la eternidad camina
y en la cual, liberada de su peso extenuante,
la tierra se divierte como un cándido infante.
Había por doquier, como un maternal beso;
en la hora fugaz, un muy largo embeleso.
¡Hora de aves, de sol, de fragancias, de olvido,
de lo que no sea el bien a nada parecido!
Era un día gemelo de aquel hermoso día
que por quemarlo todo, el amor encendía.