Dios hizo el mundo; con su voz divina
del caos lo sacó,
y admirando su obra peregrina
se dice que la amó.
Su grandioso querer cumplido estaba
magnífico, inmortal;
pero amante, colmar aun le faltaba
su afecto celestial.
Y ante el dulce mirar de su ternura
la esfera se extasió,
y el ángel de la luz y la hermosura
en luna se trocó.
Y el grato aroma de su noble aliento
lanzó sobre el Abril,
y el ángel del perfume en el momento
fue rosa del pensil.
Y emanando su labio regalado
al ángel de la miel,
fue emblema de su néctar delicado
la dulce abeja fiel.
Y formó de su voz la simpatía,
un eco seductor,
y el ángel de la plácida armonía
trocóse en ruiseñor.
Empero deseaba el Dios potente
formar un nuevo ser;
y un ángel de su Edén trajo clemente
y fuiste tú, mujer.
Y te ornó con diadema de hermosura,
te alzó como deidad;
dio a tus ojos mil perlas de ternura,
de gozo y de piedad.
Y emblema, oh Celia, del amor divino
te quiso el Hacedor
consagrar al benéfico destino
del ángel del amor.
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