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Don Álvaro o la fuerza del sino

Drama original en cinco jornadas, y en prosa y verso

[Teatro - Texto completo.]

Duque de Rivas

Al Excmo. Sr. D. Antonio Alcalá Galiano en prueba de constante y leal amistad en próspera y adversa fortuna.

Ángel de Saavedra, duque de Rivas



PERSONAS
DON ÁLVARO.
EL MARQUÉS DE CALATRAVA.
DON CARLOS DE VARGAS,   su hijo.
DON ALFONSO DE VARGAS,   ídem.
DOÑA LEONOR,   ídem.
CURRA,   criada.
PRECIOSILLA,   gitana.
UN CANÓNIGO.
EL PADRE GUARDIÁN DEL CONVENTO DE LOS ÁNGELES.
EL HERMANO MELITÓN,   portero del mismo.
PEDRAZA y OTROS OFICIALES.
UN CIRUJANO DE EJÉRCITO.
UN CAPELLÁN DE REGIMIENTO.
UN ALCALDE.
UN ESTUDIANTE.
MESONERO.
LA MOZA DEL MESÓN.
EL TÍO TRABUCO,   arriero.
EL TÍO PACO,   aguador.
EL CAPITÁN PREBOSTE.
UN SARGENTO.
UN ORDENANZA A CABALLO.
Soldados españoles.
Arrieros.
Lugareños.
Lugareñas.

 


 

Jornada primera

 

La escena es en Sevilla y sus alrededores
 

La escena representa la entrada del antiguo puente de barcas de Triana, el que estará practicable a la derecha. En primer término, al mismo lado, un aguaducho, o barraca de tablas y lonas, con un letrero que diga: Agua de Tomares; dentro habrá un mostrador rústico con cuatro grandes cántaros, macetas de flores, vasos, un anafre con una cafetera de hoja de lata, y una bandeja con azucarillos. Delante del aguaducho habrá bancos de pino. Al fondo se descubrirá de lejos parte del arrabal de Triana, la huerta de los Remedios con sus altos cipreses, el río y varios barcos en él, con flámulas y gallardetes. A la izquierda se verá en lontananza la Alameda. Varios habitantes de Sevilla cruzarán en todas direcciones durante la escena. El cielo demostraráel ponerse el sol en una tarde de julio, y al descorrerse el telón aparecerán: EL TÍO PACO, detrás del mostrador en mangas de camisa; EL OFICIAL, bebiendo un vaso de agua, y de pie; PRECIOSILLA, a su lado templando una guitarra; EL MAJO y los DOS HABITANTES DE SEVILLA, sentados en los bancos.
 

Escena I

OFICIAL.-  Vamos, Preciosilla, cántanos la rondeña. Pronto, pronto: ya está bien templada.
PRECIOSILLA.-  Señorito, no sea su merced tan súpito. Déme antes esa mano, y le diré la buenaventura.
OFICIAL.-   Quita, que no quiero zalamerías. Aunque efectivamente tuvieras la habilidad de decirme lo que me ha de suceder, no quisiera oírtelo… Sí, casi siempre conviene el ignorarlo.
MAJO.-   (Levantándose.) Pues yo quiero que me diga la buenaventura esta prenda. He aquí mi mano.
PRECIOSILLA.-  Retire usted allá esa porquería… ¡Jesús, ni verla quiero, no sea que se encele aquella niña de los ojos grandes!
MAJO.-    (Sentándose.)  ¡Qué se ha de encelar de ti, pendón!
PRECIOSILLA.-   Vaya, saleroso, no se cargue usted de estera; convídeme a alguna cosita.
MAJO.-  Tío Paco, déle usted un vaso de agua a esta criatura, por mi cuenta.
PRECIOSILLA.-  ¿Y con panal?
OFICIAL.-  Sí, y después que te refresques el garguero y que te endulces la boca, nos cantarás las corraleras.
(El aguador sirve un vaso de agua con panal a PRECIOSILLA, y el OFICIAL se sienta junto al MAJO.)
HABITANTE 1º.-   Hola; aquí viene el señor canónigo.

 

Escena II

CANÓNIGO.-  Buenas tardes, caballeros.
HABITANTE 2º.-  Temíamos no tener la dicha de ver a su merced esta tarde, señor canónigo.
CANÓNIGO.-   (Sentándose y limpiándose el sudor.) ¿Qué persona de buen gusto, viviendo en Sevilla, puede dejar de venir todas las tardes de verano a beber la deliciosa agua de Tomares, que con tanta limpieza y pulcritud nos da el tío Paco, y a ver un ratito este puente de Triana, que es lo mejor del mundo?
HABITANTE 1º.-  Como ya se está poniendo el sol…
CANÓNIGO.-  Tío Paco, un vasito de la fresca.
TÍO PACO.-  Está usía muy sudado; en descansando un poquito le daré el refrigerio.
MAJO.-   Dale a su señoría el agua templada.
CANÓNIGO.-  No, que hace mucho calor.
MAJO.-   Pues yo templada la he bebido, para tener el pecho suave, y poder entonar el Rosario por el barrio de la Borcinería, que a mí me toca esta noche.
OFICIAL.-  Para suavizar el pecho, mejor es un trago de aguardiente.
MAJO.-   El aguardiente es bueno para sosegarlo después de haber cantado la letanía.
OFICIAL.-  Yo lo tomo antes y después de mandar el ejercicio.
PRECIOSILLA.-   (Habrá estado punteando la guitarra, y dirá al MAJO:)  Oiga usted, rumboso, ¿y cantará usted esta noche la letanía delante del balcón de aquella persona?…
CANÓNIGO.-  Las cosas santas se han de tratar santamente. Vamos. ¿Y qué tal los toros de ayer?
MAJO.-  El toro berrendo, de Utrera, salió un buen bicho, muy pegajoso… Demasiado.
HABITANTE 1º.-  Como que se me figura que le tuvo usted asco.
MAJO.-   Compadre, alto allá, que yo soy muy duro de estómago… Aquí está mi capa,  (Enseña un desgarrón.) diciendo por esta boca que no anduvo muy lejos.
HABITANTE 2º.-  No fue la corrida tan buena como la anterior.
PRECIOSILLA.-  ¡Como que ha faltado en ella don Álvaro el indiano, que a caballo y a pie es el mejor torero que tiene España!
MAJO.-   Es verdad, que es todo un hombre, muy duro con el ganado, y muy echado adelante.
PRECIOSILLA.-   Y muy buen mozo.
HABITANTE 1º.-  ¿Y por qué no se presentaría ayer en la plaza?
OFICIAL.-  Harto tenía que hacer con estarse llorando el mal fin de sus amores.
MAJO.-  Pues, qué, ¿lo ha plantado ya la hija del señor marqués?…
OFICIAL.-  No; doña Leonor no lo ha plantado a él, pero el marqués la ha trasplantado a ella.
HABITANTE 2º.-  ¿Cómo?…
HABITANTE 1º.-   Amigo, el señor marqués de Calatrava tiene mucho copete, y sobrada vanidad para permitir que un advenedizo sea su yerno.
OFICIAL.-  ¿Y qué más podía apetecer su señoría, que el ver casada a su hija (que, con todos sus pergaminos, está muerta de hambre), con un hombre riquísimo y cuyos modales están pregonando que es un caballero?
PRECIOSILLA.-  ¡Si los señores de Sevilla son vanidad y pobreza todo en una pieza! Don Álvaro es digno de ser marido de una emperadora… ¡Qué gallardo!… ¡Qué formal y qué generoso!… Hace pocos días que le dije la buenaventura (y por cierto no es buena la que le espera si las rayas de la mano no mienten), y me dio una onza de oro como un sol de mediodía.
TÍO PACO.-  Cuantas veces viene aquí a beber me pone sobre el mostrador una peseta columnaria.
MAJO.-   ¡Y vaya un hombre valiente! Cuando en la Alameda Vieja le salieron aquella noche los siete hombres más duros que tiene Sevilla, metió mano y me los acorraló a todos contra las tapias del picadero.
OFICIAL.-  Y en el desafío que tuvo con el capitán de artillería se portó como un caballero.
PRECIOSILLA.-  El marqués de Calatrava es un vejete tan ruin, que por no aflojar la mosca, y por no gastar…
OFICIAL.-   Lo que debía hacer don Álvaro era darle una paliza que…
CANÓNIGO.-   Paso, paso, señor militar. Los padres tienen derecho de casar a sus hijas con quien les convenga.
OFICIAL.-   ¿Y por qué no le ha de convenir don Álvaro? ¿Porque no ha nacido en Sevilla?… Fuera de Sevilla nacen también caballeros.
CANÓNIGO.-   Fuera de Sevilla nacen también caballeros, sí señor; pero… ¿lo es don Álvaro?… Sólo sabemos que ha venido de Indias hace dos meses, y que ha traído dos negros y mucho dinero… ¿Pero quién es?…
HABITANTE 1º.-  Se dicen tantas y tales cosas de él…
HABITANTE 2º.-   Es un ente muy misterioso.
TÍO PACO.-  La otra tarde estuvieron aquí unos señores hablando de lo mismo, y uno de ellos dijo que el tal don Álvaro había hecho sus riquezas siendo pirata…
MAJO.-   ¡Jesucristo!
TÍO PACO.-   Y otro, que don Álvaro era hijo bastardo de un grande de España, y de una reina mora…
OFICIAL.-  ¡Qué disparate!
TÍO PACO.-  Y luego dijeron que no, que era… No lo puedo declarar…, finca… o brinca… Una cosa así…, así como… una cosa muy grande allá de la otra banda.
OFICIAL.-   ¿Inca?
TÍO PACO.-   Sí, señor, eso: inca… inca.
CANÓNIGO.-  Calle usted, tío Paco, no diga sandeces.
TÍO PACO.-   Yo nada digo, ni me meto en honduras; para mí, cada uno es hijo de sus obras, y en siendo buen cristiano y caritativo…
PRECIOSILLA.-   Y generoso y galán.
OFICIAL.-   El vejete roñoso del marqués de Calatrava hace muy mal en negarle su hija.
CANÓNIGO.-  Señor militar, el señor marqués hace muy bien. El caso es sencillísimo. Don Álvaro llegó hace dos meses, nadie sabe quién es. Ha pedido en casamiento a doña Leonor, y el marqués, no juzgándolo buen partido para su hija, se la ha negado. Parece que la señorita estaba encaprichadilla, fascinada, y el padre se la ha llevado al campo, a la hacienda que tiene en el Aljarafe, para distraerla. En todo lo cual el señor marqués se ha comportado como persona prudente.
OFICIAL.-  Y don Álvaro, ¿qué hará?
CANÓNIGO.-   Para acertarlo debe buscar otra novia, porque si insiste en sus descabelladas pretensiones, se expone a que los hijos del señor marqués vengan, el uno de la universidad, y el otro del regimiento, a sacarle de los cascos los amores de doña Leonor.
OFICIAL.-  Muy partidario soy de don Álvaro, aunque no le he hablado en mi vida, y sentiría verlo empeñado en un lance con don Carlos, el hijo mayorazgo del marqués. Le he visto el mes pasado en Barcelona, y he oído contar los dos últimos desafíos que ha tenido y ya se le puede ayunar.
CANÓNIGO.-  Es uno de los oficiales más valientes del regimiento de Guardias Españolas, donde no se chancea en esto de lances de honor.
HABITANTE 1º.-   Pues el hijo segundo del señor marqués, el don Alfonso, no le va en zaga. Mi primo, que acaba de llegar de Salamanca, me ha dicho que es el coco de la universidad, más espadachín que estudiante, y que tiene metidos en un puño a los matones sopistas.
MAJO.-  ¿Y desde cuándo está fuera de Sevilla la señorita doña Leonor?
OFICIAL.-  Hace cuatro días que se la llevó el padre a su hacienda, sacándola de aquí a las cinco de la mañana, después de haber estado toda la noche hecha la casa un infierno.
PRECIOSILLA.-   ¡Pobre niña!… ¡Qué linda que es, y qué salada!… Negra suerte le espera… Mi madre la dijo la buenaventura, recién nacida, y siempre que la nombra se le saltan las lágrimas… Pues el generoso don Álvaro…
HABITANTE 1º.-  En nombrando el ruin de Roma, luego asoma… Allí viene don Álvaro.

 

Escena III

 

Empieza a anochecer, y se va oscureciendo el teatro. DON ÁLVARO sale embozado en una capa de seda, con un gran sombrero blanco, botines y espuelas; cruza lentamente la escena mirando con dignidad y melancolía a todos lados, y se va por el puente. Todos le observan en gran silencio.
 

Escena IV

MAJO.-  ¿Adónde irá a estas horas?
CANÓNIGO.-   A tomar el fresco al Altozano.
TÍO PACO.-   Dios vaya con él.
MILITAR.-  ¿A qué va al Aljarafe?
TÍO PACO.-  Yo no sé, pero como estoy siempre aquí de día y de noche, soy un vigilante centinela de cuanto pasa por esta puente… Hace tres días que a media tarde pasa por ella hacia allá un negro con dos caballos de mano, y que don Álvaro pasa a estas horas; y luego a las cinco de la mañana vuelve a pasar hacia acá, siempre a pie, y como media hora después pasa el negro con los mismos caballos llenos de polvo y de sudor.
CANÓNIGO.-  ¿Cómo?… ¿Qué me cuenta usted, tío Paco?…
TÍO PACO.-  Yo, nada; digo lo que he visto; y esta tarde ya ha pasado el negro, y hoy no lleva dos caballos, sino tres.
HABITANTE 1º.-  Lo que es atravesar el puente hacia allá a estas horas, he visto yo a don Álvaro tres tardes seguidas.
MAJO.-   Y yo he visto ayer, a la salida de Triana, al negro con los caballos.
HABITANTE 2º.-  Y anoche, viniendo yo de San Juan de Alfarache, me paré en medio del olivar a apretar las cinchas a mi caballo, y pasó a mi lado, sin verme y a escape, don Álvaro, como alma que llevan los demonios, y detrás iba el negro. Los conocí por la jaca torda, que no se puede despintar… ¡Cada relámpago que daban las herraduras!…
CANÓNIGO.-   (Levantándose y aparte.)  ¡Hola! ¡hola!… Preciso es dar aviso al señor marqués.
MILITAR.-   Me alegraría de que la niña traspusiese una noche con su amante, y dejara al vejete pelándose las barbas.
CANÓNIGO.-  Buenas noches, caballeros; me voy, que empieza a ser tarde.  (Aparte, yéndose.) Sería faltar a la amistad no avisar al instante al marqués de que don Álvaro le ronda la hacienda. Tal vez podamos evitar una desgracia.

 

Escena V

El teatro representa una sala colgada de damasco, con retratos de familia, escudos de armas y los adornos que se estilaban en el siglo pasado, pero todo deteriorado, y habrá dos balcones, uno cerrado y otro abierto y practicable, por el que se verá un cielo puro, iluminado por la luna, y algunas copas de árboles. Se pondrá en medio una mesa con tapete de damasco, y sobre ella habrá una guitarra, vasos chinescos con flores, y dos candeleros de plata con velas, únicas luces que alumbrarán la escena. Junto a la mesa habrá un sillón. Por la izquierda entrará el MARQUÉS DE CALATRAVA con una palmatoria en la mano, y detrás de él DOÑA LEONOR, y por la derecha entra la CRIADA.
MARQUÉS

 (Abrazando y besando a su hija.) 

    Buenas noches, hija mía;
hágate una santa el cielo.
Adiós, mi amor, mi consuelo,
mi esperanza, mi alegría.
No dirás que no es galán 5
tu padre. No descansara
si hasta aquí no te alumbrara
todas las noches… Están
abiertos estos balcones

 (Los cierra.)  

y entra relente… Leonor… 10
¿Nada me dice tu amor?
¿Por qué tan triste te pones?
DOÑA LEONOR

 (Abatida y turbada.) 

Buenas noches, padre mío.
MARQUÉS
Allá para Navidad
iremos a la ciudad, 15
cuando empiece el tiempo frío.
Y para entonces traeremos
al estudiante, y también
al capitán. Que les den
permiso a los dos haremos. 20
¿No tienes gran impaciencia
por abrazarlos?
DOÑA LEONOR
¿Pues no?
¿Qué más puedo anhelar yo?
MARQUÉS
Los dos lograrán licencia.
Ambos tienen mano franca, 25
condición que los abona,
y Carlos, de Barcelona,
y Alfonso, de Salamanca,
ricos presentes te harán.
Escríbeles tú, tontilla, 30
y algo que no haya en Sevilla
pídeles, y lo traerán.
DOÑA LEONOR
Dejarlo será mejor
a su gusto delicado.
MARQUÉS
Lo tienen, y muy sobrado. 35
Como tú quieras, Leonor.
CURRA
Si, como a usted, señorita,
carta blanca se me diera,
a don Carlos le pidiera
alguna bata bonita 40
de Francia. Y una cadena
con su broche de diamante
al señorito estudiante,
que en Madrid la hallará buena.
MARQUÉS
Lo que gustes, hija mía. 45
Sabes que el ídolo eres
de tu padre… ¿No me quieres?

 (La abraza y besa tiernamente.) 

DOÑA LEONOR

 (Afligida.) 

¡Padre!… ¡Señor!…
MARQUÉS.
La alegría
vuelva a ti, prenda del alma;
piensa que tu padre soy, 50
y que de continuo estoy
soñando tu bien… La calma
recobra, niña… En verdad,
desde que estamos aquí,
estoy contento de ti. 55
Veo la tranquilidad
que con la campestre vida
va renaciendo en tu pecho,
y me tienes satisfecho;
sí, lo estoy mucho, querida. 60
Ya se me ha olvidado todo;
eres muchacha obediente,
y yo seré diligente
en darte un buen acomodo
Sí, mi vida… ¿quién mejor 65
sabrá lo que te conviene,
que un tierno padre, que tiene
por ti el delirio mayor?
DOÑA LEONOR

 (Echándose en brazos de su padre con gran desconsuelo.) 

¡Padre amado!… ¡Padre mío!
MARQUÉS
Basta, basta… ¿Qué te agita? 70

 (Con gran ternura.) 

Yo te adoro, Leonorcita;
no llores… ¡Qué desvarío!
DOÑA LEONOR
¡Padre!… ¡Padre!
MARQUÉS

 (Acariciándola y desasiéndose de sus brazos.) 

Adiós, mi bien.
A dormir, y no lloremos.
Tus cariñosos extremos 75
el cielo bendiga. Amén.
(Vase el MARQUÉS, y queda LEONOR muy abatida y llorosa sentada en el sillón.)

 

Escena VI

CURRA va detrás del MARQUÉS, cierra la puerta por donde aquél se ha ido, y vuelve cerca de LEONOR.
CURRA
¡Gracias a Dios!… Me temí
que todito se enredase,
y que señor se quedase
hasta la mañana aquí. 80
¡Qué listo cerró el balcón!…
Que por el del palomar
vamos las dos a volar
le dijo su corazón.
Abrirlo sea lo primero; 85

 (Ábrelo.) 

ahora lo segundo es
cerrar las maletas. Pues
salgan ya de su agujero.
(Saca CURRA unas maletas y ropa, y se pone a arreglarlo todo sin que en ello repare DOÑA LEONOR.)
DOÑA LEONOR
   ¡Infeliz de mí!… ¡Dios mío!
¿Por qué un amoroso padre, 90
que por mí tanto desvelo
tiene, y cariño tan grande,
se ha de oponer tenazmente
(¡ay, el alma se me parte!…)
a que yo dichosa sea, 95
y pueda feliz llamarme?…
¿Cómo, quien tanto me quiere
puede tan cruel mostrarse?
Más dulce mi suerte fuera
si aun me viviera mi madre. 100
CURRA
¿Si viviera la señora?…
¡Usted está delirante!
Más vana que señor era;
señor al cabo es un ángel,
¡Pero ella!… Un genio tenía 105
y un copete… Dios nos guarde.
Los señores de esta tierra
son todos de un mismo talle.
Y si alguna señorita
busca un novio que le cuadre, 110
como no esté en pergaminos
envuelto, levantan tales
alaridos… ¿Mas qué importa
cuando hay decisión bastante?
Pero no perdamos tiempo; 115
venga usted, venga a ayudarme,
porque yo no puedo sola…
DOÑA LEONOR
¡Ay, Curra!… ¡Si penetrases
cómo tengo el alma! Fuerza
me falta hasta para alzarme 120
de esta silla… ¡Curra, amiga!
Lo confieso, no lo extrañes,
no me resuelvo; imposible…
Es imposible. ¡Ah!… ¡Mi padre!
Sus palabras cariñosas, 125
sus extremos, sus afanes,
sus besos y sus abrazos,
eran agudos puñales
que el pecho me atravesaban.
Si se queda un solo instante 130
no hubiera más resistido…
Ya iba a sus pies a arrojarme,
y confundida, aterrada,
mi proyecto a revelarle;
y a morir, ansiando sólo 135
que su perdón me acordase.
CURRA
¡Pues hubiéramos quedado
frescas, y echado un buen lance!
Mañana vería usted
revolcándose en su sangre, 140
con la tapa de los sesos,
levantada, al arrogante,
al enamorado, al noble
don Álvaro. O arrastrarle
como un malhechor, atado, 145
por entre estos olivares
a la cárcel de Sevilla;
y allá para Navidades,
acaso, acaso en la horca.
DOÑA LEONOR
¡Ay, Curra!… El alma me partes. 150
CURRA
Y todo esto, señorita,
porque la desgracia grande
tuvo el infeliz de veros,
y necio de enamorarse
de quien no le corresponde, 155
ni resolución bastante
tiene para…
DOÑA LEONOR
Basta, Curra;
no mi pecho despedaces.
¿Yo a su amor no correspondo?
Que le correspondo sabes… 160
Por él, mi casa y familia,
mis hermanos y mi padre
voy a abandonar, y sola…
CURRA
Sola no, que yo soy alguien,
y también Antonio va, 165
y nunca en ninguna parte
la dejaremos… ¡Jesús!
DOÑA LEONOR
¿Y mañana?
CURRA
Día grande.
Usted, la adorada esposa
será del más adorable, 170
rico y lindo caballero
que puede en el mundo hallarse,
y yo, la mujer de Antonio.
Y a ver tierras muy distantes
iremos ambas… ¡Qué bueno! 175
DOÑA LEONOR
¿Y mi anciano y tierno padre?
CURRA
¿Quién?… ¿Señor?… Rabiará un poco,
pateará, contará el lance
al Capitán general
con sus pelos y señales; 180
fastidiará al asistente,
y también a sus compadres
el canónigo, el jurado
y los vejetes maestrantes;
saldrán mil requisitorias 185
para buscarnos en balde,
cuando nosotras estemos
ya seguritas en Flandes.
Desde allí escribirá usted,
y comenzará a templarse 190
señor, y a los nueve meses,
cuando sepa hay un infante,
que tiene sus mismos ojos,
empezará a consolarse.
Y nosotras, chapurrando, 195
que no nos entienda nadie,
volveremos de allí a poco,
a que con festejos grandes
nos reciban, y todito
será banquetes y bailes. 200
DOÑA LEONOR
¿Y mis hermanos del alma?
CURRA
¡Toma! ¡Toma!… Cuando agarren
del generoso cuñado,
uno, con que hacer alarde
de vistosos uniformes 205
y con que rendir beldades;
y el otro, para libracos,
merendonas y truhanes,
reventarán de alegría.
DOÑA LEONOR
No corre en tus venas sangre. 210
¡Jesús, y qué cosas tienes!
CURRA
Porque digo las verdades.
DOÑA LEONOR
¡Ay, desdichada de mí!
CURRA
Desdichada, por cierto grande
el ser adorado dueño 215
del mejor de los galanes.
Pero vamos, señorita,
ayúdeme usted, que es tarde.
DOÑA LEONOR
Sí, tarde es, y aún no parece
don Álvaro… ¡Oh, si faltase 220
esta noche!…¡Ojalá!…¡Cielos!…
Que jamás estos umbrales
hubiera pisado, fuera
mejor… No tengo bastante
resolución…, lo confieso. 225
Es tan duro el alejarse
así de su casa… ¡Ay, triste!

 (Mira el reloj y sigue en inquietud.) 

Las doce han dado… ¡Qué tarde
es ya, Curra! No, no viene.
¿Habrá en esos olivares 230
tenido algún mal encuentro?
Hay siempre en el Aljarafe
tan mala gente… Y Antonio
¿estará alerta?
CURRA
Indudable
es que está de centinela… 235
DOÑA LEONOR

 (Con gran sobresalto.) 

¡Curra!… ¿Qué suena?… ¿Escuchaste?
CURRA
Pisadas son de caballos.
DOÑA LEONOR
¡Ay, él es…!

 (Corre al balcón.) 

CURRA
Si que faltase
era imposible…
DOÑA LEONOR
¡Dios mío!

 (Muy agitada.) 

CURRA
Pecho al agua, y adelante. 240

 

Escena VII

DON ÁLVARO, en cuerpo, con una jaquetilla de mangas perdidas sobre una rica chupa de majo, redecilla, calzón de ante, etc., entra por el balcón y se echa en brazos de LEONOR.
DON ÁLVARO

 (Con gran vehemencia.) 

    ¡Ángel consolador del alma mía!
¿Van ya los santos cielos
a dar corona eterna a mis desvelos?
Me ahoga la alegría…
¿Estamos abrazados 245
para no vernos nunca separados?
Antes, antes la muerte
que de ti separarme y que perderte.
DOÑA LEONOR

 (Muy agitada.) 

¡Don Álvaro!
DON ÁLVARO
Mi bien, mi Dios, mi todo
¿Qué te agita y te turba de tal modo? 250
¿Te turba el corazón ver que tu amante
se encuentra en este instante
más ufano que el sol?… ¡Prenda adorada!
DOÑA LEONOR
Es ya tan tarde…
DON ÁLVARO
¿Estabas enojada
porque tardé en venir? De mi retardo 255
no soy culpado, no, dulce señora;
hace más de una hora
que despechado aguardo
por los alrededores
la ocasión de llegar, y ya temía 260
que de mi adversa estrella los rigores
hoy deshicieran la esperanza mía.
Mas no, mi bien, mi gloria, mi consuelo;
protege nuestro amor el santo cielo,
y una carrera eterna de ventura, 265
próvido a nuestras plantas asegura.
El tiempo no perdamos.
¿Está ya todo listo? Vamos, vamos,
CURRA
Sí; bajo del balcón, Antonio, el guarda,
las maletas espera; 270
las echaré al momento.

 (Va hacia el balcón.) 

DOÑA LEONOR

 (Resuelta.) 

Curra, aguarda
detente…: ¡Ay Dios! ¿No fuera,
don Álvaro, mejor?…
DON ÁLVARO
¿Qué, encanto mío?…
¿Por qué tiempo perder?… La jaca torda,
la que, cual dices tú, los campos borda. 275
la que tanto te agrada
por su obediencia y brío,
para ti está, mi dueña, enjaezada.
Para Curra el overo.
Para mí el alazán gallardo y fiero… 280
¡Oh, loco estoy de amor y de alegría!
En San Juan de Alfarache, preparado
todo, con gran secreto, lo he dejado.
El sacerdote en el altar espera;
Dios nos bendecirá desde su esfera; 285
y cuando el nuevo sol en el oriente
protector de mi estirpe soberana,
numen eterno en la región indiana,
la regia pompa de su trono ostente,
monarca de la luz, padre del día, 290
yo tu esposo seré, tú esposa mía.
DOÑA LEONOR
Es tan tarde… ¡Don Álvaro!
DON ÁLVARO

 (A CURRA.) 

Muchacha
¿qué te detiene ya? Corre, despacha;
por el balcón esas maletas, luego
DOÑA LEONOR

 (Fuera de sí.) 

Curra, Curra, detente. 295
¡Don Álvaro!
DON ÁLVARO
¡Leonor!
DOÑA LEONOR
¡Dejadlo os ruego
para mañana!
DON ÁLVARO
¿Qué?
DOÑA LEONOR
Más fácilmente…
DON ÁLVARO

 (Demudado y confuso.) 

¿Qué es esto, qué, Leonor? ¿Te falta ahora
resolución?… ¡Ay yo desventurado!
DOÑA LEONOR
¡Don Álvaro! ¡Don Álvaro!
DON ÁLVARO
¡Señora!
300
DOÑA LEONOR
. ¡Ay! me partís el alma…
DON ÁLVARO
Destrozado
tengo yo el corazón… ¿Dónde está, dónde,
vuestro amor, vuestro firme juramento?
Mal con vuestra palabra corresponde
tanta irresolución en tal momento. 305
¡Tan súbita mudanza!…
No os conozco, Leonor. ¿Llevóse el viento
de mi delirio toda la esperanza?
Sí, he cegado en el punto
en que alboraba el más risueño día. 310
Me sacarán difunto
de aquí, cuando inmortal salir creía.
Hechicera engañosa,
¿la perspectiva hermosa
que falaz me ofreciste así deshaces? 315
¡Pérfida! ¿Te complaces
en levantarme al trono del Eterno,
para después hundirme en el infierno?…
¿Sólo me resta ya?…
DOÑA LEONOR

 (Echándose en sus brazos.) 

No, no, te adoro.
¡Don Álvaro!… ¡Mi bien!… vamos, sí, vamos. 320
DON ÁLVARO
¡Oh mi Leonor!
CURRA
El tiempo no perdamos.
DON ÁLVARO
¡Mi encanto! ¡Mi tesoro!
(DOÑA LEONOR muy abatida se apoya en el hombro de DON ÁLVARO, con muestras de desmayarse.)
¿Mas qué es esto?… ¡Ay de mí!… ¡Tu mano yerta
Me parece la mano de una muerta…
Frío está tu semblante 325
como la losa de un sepulcro helado…
DOÑA LEONOR
¡Don Álvaro!
DON ÁLVARO
¡Leonor!  (Pausa.)  Fuerza bastante
hay para todo en mí… ¡Desventurado!
La conmoción conozco que te agita,
inocente Leonor. Dios no permita 330
que por debilidad en tal momento
sigas mis pasos, y mi esposa seas.
Renuncio a tu palabra y juramento;
hachas de muerte las nupciales teas
fueran para los dos… Si no me amas, 335
como te amo yo a ti… Si arrepentida…
DOÑA LEONOR
Mi dulce esposo, con el alma y vida
es tuya tu Leonor; mi dicha fundo
en seguirte hasta el fin del ancho mundo.
Vamos, resuelta estoy, fijé mi suerte; 340
separarnos podrá sólo la muerte.
(Van hacia el balcón, cuando de repente se oye ruido, ladridos, y abrir y cerrar puertas.)
DOÑA LEONOR.-  ¡Dios mío! ¿Qué ruido es éste? ¡Don Álvaro!
CURRA.-   Parece que han abierto la puerta del patio… y la de la escalera…
DOÑA LEONOR.-  ¿Se habrá puesto malo mi padre?…
CURRA.-   ¡Qué! No señora, el ruido viene de otra parte.
DOÑA LEONOR.-   ¿Habrá llegado alguno de mis hermanos?
DON ÁLVARO.-   Vamos, vamos, Leonor, no perdamos un instante.
(Vuelven hacia el balcón, y de repente se ve por él el resplandor de hachones de viento, y se oye galopar caballos.)
DOÑA LEONOR.-  Somos perdidos… Estamos descubiertos… Imposible es la fuga.
DON ÁLVARO.-  Serenidad es necesario en todo caso.
CURRA.-   La Virgen del Rosario nos valga, y las ánimas benditas… ¿Qué será de mi pobre Antonio?  (Se asoma al balcón y grita.)  Antonio, Antonio.
DON ÁLVARO.-  Calla, maldita, no llames la atención hacia este lado; entorna el balcón.
(Se acerca el ruido de puertas y pisadas.)
DOÑA LEONOR.-  ¡Ay desdichada de mí!… Don Álvaro, escóndete… aquí… en mi alcoba…
DON ÁLVARO.-    (Resuelto.)  No, yo no me escondo… No te abandono en tal conflicto.  (Prepara una pistola.)  Defenderte y salvarte es mi obligación.
DOÑA LEONOR.-   (Asustadísima.)  ¿Qué intentas? ¡Ay! Retira esa pistola, que me hiela la sangre… Por Dios suéltala… ¿La dispararás contra mi buen padre?… ¿Contra alguno de mis hermanos?… ¿Para matar a alguno de los fieles y antiguos criados de esta casa?
DON ÁLVARO.-   (Profundamente confundido.) No, no, amor mío… La emplearé en dar fin a mi desventurada vida.
DOÑA LEONOR.-  ¡Qué horror! ¡Don Álvaro!

 

Escena VIII

Ábrese la puerta con estrépito después de varios golpes en ella, y entra EL MARQUÉS en bata y gorro con un espadín desnudo en la mano, y detrás dos criados mayores con luces
MARQUÉS.-    (Furioso.) ¡Vil seductor!… ¡Hija infame!
DOÑA LEONOR.-   (Arrojándose a los pies de su padre.)  ¡Padre! ¡Padre!
MARQUÉS.-  No soy tu padre… Aparta… Y tú, vil advenedizo…
DON ÁLVARO.-   Vuestra hija es inocente… Yo soy el culpado… Atravesadme el pecho.  (Hinca una rodilla.) 
MARQUÉS.-  Tu actitud suplicante manifiesta lo bajo de tu condición…
DON ÁLVARO.-    (Levantándose.)  ¡Señor marqués!… ¡Señor marqués!
MARQUÉS.-   (A su hija.) Quita, mujer inicua.  (A CURRA, que le sujeta el brazo.)  ¿Y tú, infeliz… osas tocar a tu señor?  (A los criados.)  Ea, echaos sobre ese infame, sujetadle, atadle…
DON ÁLVARO.-   (Con dignidad.)  Desgraciado del que me pierda el respeto.  (Saca una pistola y la monta.) 

  (Corriendo hacia DON ÁLVARO.) 

DOÑA LEONOR.-  ¡Don Álvaro!… ¿Qué vais a hacer?

MARQUÉS.-  Echaos sobre él al punto.
DON ÁLVARO.-  ¡Ay de vuestros criados si se mueven! Vos sólo tenéis derecho para atravesarme el corazón.
MARQUÉS.-   ¡Tú a morir a manos de un caballero? No, morirás a las del verdugo.
DON ÁLVARO.-  ¡Señor marqués de Calatrava!… Mas ¡ah! no: tenéis derecho para todo… Vuestra hija es inocente… tan pura como el aliento de los ángeles que rodean el trono del Altísimo. La sospecha a que puede dar origen mi presencia aquí a tales horas concluya con mi muerte; salga envolviendo mi cadáver como si fuera mortaja… Sí, debo morir… pero a vuestras manos.  (Pone una rodilla en tierra.) Espero resignado el golpe, no lo resistiré: ya me tenéis desarmado.
(Tira la pistola, que al dar en tierra se dispara y hiere al marqués, que cae moribundo en los brazos de su hija y de los criados, dando un alarido.)
MARQUÉS.-  Muerto soy… ¡Ay de mí!…
DON ÁLVARO.-   ¡Dios mío! ¡Arma funesta! ¡Noche terrible!
DOÑA LEONOR.-  ¡Padre, padre!
MARQUÉS.-  Aparta; sacadme de aquí…, donde muera sin que esta vil me contamine con tal nombre…
DOÑA LEONOR.-  ¡Padre!…
MARQUÉS.-   Yo te maldigo.
(Cae LEONOR en brazos de DON ÁLVARO, que la arrastra hacia el balcón.)

FIN DE LA PRIMERA JORNADA

 

 

Jornada segunda

 

La escena es en la villa de Hornachuelos y sus alrededores.
 

Escena I

Es de noche, y el teatro representa la cocina de un mesón de la villa de Hornachuelos. Al frente estará la chimenea y el hogar. A la izquierda, la puerta de entrada; a la derecha, dos puertas practicables. A un lado, una mesa larga de pino, rodeada de asientos toscos, y alumbrado todo por un gran candilón. EL MESONERO y EL ALCALDE aparecerán sentados gravemente en el fuego. LA MESONERA, de rodillas guisando. Junto a la mesa, EL ESTUDIANTE cantando y tocando la guitarra. EL ARRIERO, que habla, cribando cebada en el fondo del teatro. EL TÍO TRABUCO, tendido en primer término sobre sus jalmas. LOS DOS LUGAREÑOS, LAS DOS LUGAREÑAS, LA MOZA y uno de los ARRIEROS, que no habla, estarán bailando seguidillas. El otro ARRIERO, que no habla, estará sentado junto al estudiante, y jaleando a las que bailan. Encima de la mesa habrá una bota de vino, unos vasos y un frasco de aguardiente.
ESTUDIANTE

 (Cantando en voz recia al son de la guitarra, y las tres parejas bailando con gran algazara.) 

Poned en estudiantes
vuestro cariño,
que son, como discretos,
agradecidos.  345
Viva Hornachuelos,
vivan de sus muchachas
los ojos negros.
Dejad a los soldados,
que es gente mala,  350
y así que dan el golpe
vuelven la espalda.
Viva Hornachuelos,
vivan de sus muchachas
los ojos negros.  355
MESONERA.-   (Poniendo una sartén sobre la mesa.)  Vamos, vamos que se enfría…  (A la criada.) Pepa, al avío.
ARRIERO.-   (El del cribo.)  Otra coplita.
ESTUDIANTE.-   (Dejando la guitarra.)  Abrenuncio. Antes de todo, la cena.
MESONERA.-   Y si después quiere la gente seguir bailando y alborotando, váyanse al corral o a la calle, que hay una luna clara como de día. Y dejen en silencio el mesón, que si unos quieren jaleo, otros quieren dormir. Pepa, Pepa… ¿No digo que basta ya de zangoloteo…?
TÍO TRABUCO.-   (Acostado en sus arreos.)  Tía Colasa, usted está en lo cierto. Yo, por mí, quiero dormir.
MESONERO.-  Sí, ya basta de ruido. Vamos a cenar. Señor alcalde, eche su merced la bendición y venga a tomar una presita.
ALCALDE.-   Se agradece, señor Monipodio.
MESONERA.-  Pero acérquese su merced.
ALCALDE.-  Que eche la bendición el señor licenciado.
ESTUDIANTE.-  Allá voy, y no seré largo, que huele el bacalao a gloria. In nomine Patri et Filii et Spiritu Sancto.
TODOS.-   Amén.
(Se van acomodando alrededor de la mesa, todos menos TRABUCO.)
MESONERA.-  Tal vez el tomate no estará bastante cocido, y el arroz estará algo duro… Pero con tanta Babilonia no se puede.
ARRIERO.-   Está diciendo comedme, comedme.
ESTUDIANTE.-   (Comiendo con ansia.)  Está exquisito… especial; parece ambrosía…
MESONERA.-  Alto allá, señor bachiller; la tía Ambrosia no me gana a mí a guisar ni sirve para descalzarme el zapato; no, señor.
ARRIERO.-   La tía Ambrosia es más puerca que una telaraña.
MESONERO.-  La tía Ambrosia es un guiñapo, es un paño de aporrear moscas; se revuelven las tripas de entrar en su mesón, y compararla con mi Colasa no es regular.
ESTUDIANTE.-   Ya sé yo que la señora Colasa es pulcra, y no lo dije por tanto.
ALCALDE.-  En toda la comarca de Hornachuelos no hay una persona más limpia que la señora Colasa, ni un mesón como el del señor Monipodio.
MESONERA.-  Como que cuantas comidas de boda se hacen en la villa pasan por estas manos que ha de comer la tierra. Y de las bodas de señores, no le parezca a usted, señor bachiller… Cuando se casó el escribano con la hija del regidor…
ESTUDIANTE.-  Con que se le puede decir a la señora Colasa, tu das mihi epulis accumbere divum
MESONERA.-  Yo no sé latín, pero sé guisar… Señor alcalde, moje siquiera una sopa.
ALCALDE.-  Tomaré, por no despreciar, una cucharadita de gazpacho, si es que lo hay.
MESONERO.-   ¿Cómo que si lo hay?
MESONERA.-  ¿Pues había de faltar donde yo estoy?… ¡Pepa!  (A la MOZA.)  Anda a traerlo. Está sobre el brocal del pozo, desde media tarde, tomando el fresco.

 (Vase la MOZA.) 

  (Al ARRIERO que está acostado.) 

ESTUDIANTE.-  ¡Tío Trabuco, hola, tío Trabuco! ¿No viene usted a hacer la razón?

TÍO TRABUCO.-  No ceno.
ESTUDIANTE.-  ¿Ayuna usted?
TÍO TRABUCO.-  Sí, señor, que es viernes.
MESONERO.-  Pero un traguito…
TÍO TRABUCO.-   Venga.  (Le alarga el MESONERO la bota, y bebe un trago el TÍO TRABUCO.)  ¡Jú! Esto es zupia. Alárgueme usted, tío Monipodio, el frasco del aguardiente para enjuagarme la boca.  (Bebe y se curruca.) 
(Entra la MOZA con una fuente de gazpacho.)
MOZA.-  Aquí está la gracia de Dios.
TODOS.-   Venga, venga.
ESTUDIANTE.-  Parece, señor alcalde, que esta noche hay mucha gente forastera en Hornachuelos.
ARRIERO.-  Las tres posadas están llenas.
ALCALDE.-  Como es el jubileo de la Porciúncula, y el convento de San Francisco de los Ángeles, que está aquí en el desierto, a media legua corta, es tan famoso… Viene mucha gente a confesarse con el padre Guardián, que es un siervo de Dios.
MESONERA.-  Es un santo.
MESONERO.-   (Toma la bota y se pone de pie.)  Jesús, por la buena compañía, y que Dios nos dé salud y pesetas en esta vida y la gloria en la eterna.  (Bebe.) 
TODOS.-  Amén.

(Pasa la bota de mano en mano.)
ESTUDIANTE.-   (Después de beber.)  Tío Trabuco, tío Trabuco, ¿está usted con los angelitos?
TÍO TRABUCO.-  Con las malditas pulgas y con sus voces de usted, ¿quién puede estar sino con los demonios?
ESTUDIANTE.-   Queríamos saber, tío Trabuco, si esa personilla de alfeñique, que ha venido con usted, y que se ha escondido de nosotros, viene a ganar el jubileo.
TÍO TRABUCO.-   Yo no sé nunca a lo que van ni vienen los que viajan conmigo.
ESTUDIANTE.-   Pero… ¿es gallo o gallina?
TÍO TRABUCO.-   Yo, de los viajeros, no miro más que la moneda, que ni es hembra ni es macho.
ESTUDIANTE.-   Sí, es género epiceno, como si dijéramos hermafrodita… Pero veo que es usted muy taciturno, tío Trabuco.
TÍO TRABUCO.-  Nunca gasto saliva en lo que no me importa. Y buenas noches, que se me va quedando la lengua dormida, y quiero guardarle el sueño; sonsoniche.
ESTUDIANTE.-  Pues, señor, con el tío Trabuco no hay emboque. Dígame usted, nostrama  (A la MESONERA.) , ¿por qué no ha venido a cenar el tal caballerito?
MESONERA.-   Yo no sé.
ESTUDIANTE.-   Pero, vamos, ¿es hembra o varón?
MESONERA.-   Que sea lo que sea, lo cierto es que le vi el rostro, por más que se lo recataba, cuando se apeó del mulo, y que lo tiene como un sol, y eso que traía los ojos, de llorar y de polvo, que daba compasión.
ESTUDIANTE.-  ¡Oiga!
MESONERA.-  Sí, señor, y en cuanto se metió en ese cuarto, volviéndome siempre la espalda, me preguntó cuánto había de aquí al convento de los Ángeles, y yo se lo enseñé desde la ventana, que, como está tan cerca se ve clarito, y…
ESTUDIANTE.-   ¡Hola, conque es pecador que viene al jubileo!
MESONERA.-  Yo no sé. Luego se acostó; digo, se echó en la cama, vestido, y bebió antes un vaso de agua con unas gotas de vinagre.
ESTUDIANTE.-  Ya, para refrescar el cuerpo.
MESONERA.-  Y me dijo que no quería luz, ni cena, ni nada, y se quedó como rezando el Rosario entre dientes. A mí me parece que es persona muy…
MESONERO.-   Charla, charla… ¿Quién diablos te mete en hablar de los huéspedes?… ¡Maldita sea tu lengua!
MESONERA.-   Como el señor licenciado quería saber…
ESTUDIANTE.-  Sí, señora Colasa; dígame usted…
MESONERO.-    (A su mujer.)  ¡Chitón!
ESTUDIANTE.-   Pues, señor, volvamos al tío Trabuco. ¡Tío Trabuco, tío Trabuco!

(Se acerca a él y le despierta.)
TÍO TRABUCO.-  ¡Malo!… ¿Me quiere usted dejar en paz?
ESTUDIANTE.-   Vamos, dígame usted, ¿esa persona cómo viene en el mulo, a mujeriegas o a horcajadas?
TÍO TRABUCO.-   ¡Ay qué sangre!… De cabeza.
ESTUDIANTE.-  Y dígame usted, ¿de dónde salió usted esta mañana, de Posadas o de Palma?
TÍO TRABUCO.-   Yo no sé sino que tarde o temprano voy al cielo.
ESTUDIANTE.-   ¿Por qué?
TÍO TRABUCO.-  Porque ya me tiene usted en el purgatorio.
ESTUDIANTE.-    (Se ríe.)  ¡Ah, ah, ah!… ¿Y va usted a Extremadura?
TÍO TRABUCO.-  (Se levanta, recoge sus jalmas y se va con ellas muy enfadado.)No señor, a la caballeriza, huyendo de usted, y a dormir con mis mulos, que no saben latín, ni son bachilleres.
ESTUDIANTE.-   (Se ríe.)  ¡Ah, ah, ah, ah! Se atufó… ¡Hola, Pepa, salerosa! ¿Y no has visto tú al escondido?
MOZA.-  Por la espalda.
ESTUDIANTE.-   ¿Y en qué cuarto está?
MOZA.-   (Señala la primera puerta de la derecha.)  En ése…
ESTUDIANTE.-  Pues ya que es lampiño, vamos a pintarle unos bigotes con tizne… Y cuando se despierte por la mañana reiremos un poco.

(Se tizna los dedos y va hacia el cuarto.)
ALGUNOS.-  Sí…, sí.
MESONERO.-  No, no.
ALCALDE.-    (Con gravedad.)  Señor estudiante, no lo permitiré yo, pues debo proteger a los forasteros que llegan a esta villa, y administrarles justicia como a los naturales de ella.
ESTUDIANTE.-  No lo dije por tanto, señor alcalde…
ALCALDE.-   Yo sí. Yo no fuera malo saber quién es el señor licenciado, de dónde viene y adónde va, pues parece algo alegre de cascos.
ESTUDIANTE.-  Si la justicia me lo pregunta de burlas o de veras, no hay inconveniente en decirlo, que aquí se juega limpio. Soy el bachiller Pereda, graduado por Salamanca, in utroque, y hace ocho años que curso sus escuelas, aunque pobre, con honra, y no sin fama. Salí de allí hace más de un año, acompañando a mi amigo y protector el señor licenciado Vargas, y fuimos a Sevilla, a vengar la muerte de su padre el marqués de Calatrava, y a indagar el paradero de su hermana, que se escapó con el matador. Pasamos allí algunos meses, donde también estuvo su hermano mayor, el actual marqués, que es oficial de Guardias. Y como no lograron su propósito, se separaron jurando venganza. Y el licenciado y yo nos vinimos a Córdoba, donde dijeron que estaba la hermana. Pero no la hallamos tampoco, y allí supimos que había muerto en la refriega que armaron los criados del marqués, la noche de su muerte, con los del robador y asesino, y que éste se había vuelto a América. Con lo que marchamos a Cádiz, donde mi protector, el licenciado Vargas, se ha embarcado para buscar allá al enemigo de su familia. Y yo me vuelvo a mi universidad a desquitar el tiempo perdido y a continuar mis estudios; con los que, y la ayuda de Dios, puede ser que me vea algún día gobernador del Consejo o arzobispo de Sevilla.
ALCALDE.-  Humos tiene el señor bachiller, y ya basta, pues se ve en su porte y buena explicación que es hombre de bien, y que dice verdad.
MESONERA.-  Dígame usted, señor estudiante, ¿y qué, mataron a ese marqués?
ESTUDIANTE.-  Sí.
MESONERA.-  ¿Y lo mató el amante de su hija y luego la robó?… ¡Ay! Cuéntenos su merced esa historia, que será muy divertida; cuéntela su merced…
MESONERO.-   ¿Quién te mete a ti en saber vidas ajenas? ¡Maldita sea tu curiosidad! Pues que ya hemos cenado, demos gracias a Dios, y a recogerse.  (Se ponen todos en pie, y se quitan el sombrero como que rezan.)  Eh, buenas noches; cada mochuelo a su olivo.
ALCALDE.-  Buenas noches, y que haya juicio y silencio.
ESTUDIANTE.-  Pues me voy a mi cuarto.

 (Se va a meter en el del viajero incógnito.) 

MESONERO.-  ¡Hola! No es ése; el de más allá.
ESTUDIANTE.-   Me equivoqué.
(Vanse EL ALCALDE y LOS LUGAREÑOS; entra EL ESTUDIANTE en su cuarto; LA MOZA, EL ARRIERO y LA MESONERA retiran la mesa y bancos, dejando la escena desembarazada. EL MESONERO se acerca al hogar, y queda todo en silencio y solos EL MESONERO y LA MESONERA.)

 

Escena II

MESONERO
   Colasa, para medrar
en nuestro oficio, es forzoso
que haya en la casa reposo,
y a ninguno incomodar.
Nunca meterse a oliscar 360
quiénes los huéspedes son.
No gastar conversación
con cuantos llegan aquí.
Servir bien, decir no o sí.
cobrar la mosca, y chitón. 365
MESONERA
No, por mí no lo dirás,
bien sabes que callar sé.
Al bachiller pregunté…
MESONERO
Pues esto estuvo de más.
MESONERA
También ahora extrañarás 370
que entre en ese cuarto a ver
si el huésped ha menester
alguna cosa, marido,
pues es, sí, lo he conocido,
una afligida mujer. 375
(Toma un candil y entra la MESONERA muy recatadamente en el cuarto.)
MESONERO
   Entra, que entrar es razón,
aunque temo a la verdad,
que vas por curiosidad,
más bien que por compasión.
MESONERA

 (Saliendo muy asustada.)  

¡Ay Dios mío! Vengo muerta; 380
desapareció la dama;
nadie he encontrado en la cama,
y está la ventana abierta.
MESONERO
¿Cómo? ¿Cómo?… Ya lo sé…
La ventana al campo da, 385
y como tan baja está,
sin gran trabajo se fue.

 (Andando hacia el cuarto donde entró la mujer, quedándose él a la puerta.) 

Quiera Dios no haya cargado
con la colcha nueva.
MESONERA

 (Dentro.) 

Nada,
todo está aquí… ¡Desdichada! 390
Hasta dinero ha dejado…
Sí, sobre la mesa un duro.
MESONERO
Vaya entonces en buena hora.
MESONERA

 (Saliendo a la escena.)  

No hay duda, es una señora,
que se encuentra en grande apuro. 395
MESONERO
Pues con bien la lleve Dios,
y vámonos a acostar,
y mañana no charlar,
que esto quede entre los dos.
Echa un cuarto en el cepillo 400
de las ánimas, mujer,
y el duro véngame a ver;
échamelo en el bolsillo.

 

Escena III

El teatro representa una plataforma en la ladera de una áspera montaña. A la izquierda precipicios y derrumbaderos. Al frente, un profundo valle atravesado por un riachuelo, en cuya margen se ve, a lo lejos, la villa de Hornachuelos, terminando el fondo en altas montañas. A la derecha, la fachada del convento de los Ángeles, de pobre y humilde arquitectura. La gran puerta de la iglesia cerrada, pero practicable, y sobre ella una claraboya de medio punto por donde se verá el resplandor de las luces interiores; más hacia el proscenio, la puerta de la portería, también practicable y cerrada; en medio de ella una mirilla o gatera, que se abre y se cierra, y al lado el cordón de una campanilla. En medio de la escena habrá una gran Cruz de piedra tosca y corroída por el tiempo, puesta sobre cuatro gradas que puedan servir de asiento. Estará todo iluminado por una luna clarísima. Se oirá dentro de la iglesia el órgano, y cantar maitines al coro de los frailes, y saldrá como subiendo por la izquierda DOÑA LEONOR, muy fatigada y vestida de hombre con un gabán de mangas, sombrero gacho y botines.
DOÑA LEONOR
   Sí…, ya llegué… Dios mío,
gracias os doy rendida. 405

 (Arrodíllase al ver el convento.)  

En ti, Virgen Santísima confío;
sed el amparo de mi amarga vida.
Este refugio es sólo
el que puedo tener de polo a polo.

 (Álzase.) 

No me queda en la tierra 410
más asilo y resguardo
que los áridos riscos de esta sierra:
en ella estoy… ¿Aún tiemblo y me acobardo?

 (Mira hacia el sitio por donde ha venido.)  

¡Ah!… Nadie me ha seguido,
ni mi fuga veloz notada ha sido. 415
… No me engañé, la horrenda historia mía
escuché referir en la posada…
Y ¿quién, cielos, sería,
aquel que la contó? ¡Desventurada!
Amigo dijo ser de mis hermanos… 420
¡Oh cielos soberanos!…
¿Voy a ser descubierta?
Estoy de miedo y de cansancio muerta.

 (Se sienta mirando en rededor y luego al cielo.) 

¡Qué asperezas! ¡Qué hermosa y clara luna!
¡La misma que hace un año 425
vio la mudanza atroz de mi Fortuna,
y abrirse los infiernos en mi daño!
(Pausa larga.)
No fue ilusión… Aquel que de mí hablaba
dijo que navegaba
don Álvaro, buscando nuevamente 430
los apartados climas de Occidente.
¡Oh Dios! ¿Y será cierto?
Con bien arribe de su patria al puerto.
(Pausa.)
¿Y no murió la noche desastrada
en que yo, yo… manchada 435
con la sangre infeliz del padre mío,
le seguí… le perdí?… ¿Y huye el impío?
¿Y huye el ingrato?… ¿Y huye y me abandona?

 (Cae de rodillas.) 

¡Oh Madre Santa de piedad! Perdona,
perdona, le olvidé. Sí, es verdadera, 440
lo es, mi resolución. Dios de bondades,
con penitencia austera,
lejos del mundo en estas soledades,
el furor expiaré de mis pasiones.
¡Piedad, piedad, Señor, no me abandones! 445

 (Queda en silencio y como en profunda meditación recostada en las gradas de la cruz, y después de una larga pausa continúa.) 

Los sublimes acentos de ese coro
de bienaventurados,
y los ecos pausados,
del órgano sonoro,
que cual de incienso vaporosa nube 450
al trono santo del Eterno sube,
difunden en mi alma
bálsamo dulce de consuelo y calma.

 (Se levanta resuelta.) 

¿Qué me detengo pues?… corro al tranquilo…
corro al sagrado asilo… 455

 (Va hacia el convento y se detiene.) 

Mas ¿Cómo a tales horas?… ¡Ah!… No puedo
ya dilatarlo más; hiélame el miedo
de encontrarme aquí sola. En esa aldea
hay quien mi historia sabe.
En lo posible cabe 460
que descubierta con la aurora sea.
Este santo prelado
de mi resolución está informado,
y de mis infortunios… Nada temo.
Mi confesor de Córdoba hace días 465
que las desgracias mías
le escribió largamente…
Sé de su caridad el noble extremo;
me acogerá indulgente.
¿Qué dudo, pues, qué dudo?… 470
¡Sed, oh Virgen Santísima, mi escudo!
(Llega a la portería y toca la campanilla.)

 

Escena IV

Se abre la mirilla que está en la puerta, y por ella sale el resplandor de un farol que da de pronto en el rostro de DOÑA LEONOR, y ésta se retira como asustada. EL HERMANO MELITÓN habla toda esta escena dentro.
HERMANO MELITÓN.-  ¿Quién es?
DOÑA LEONOR.-   Una persona a quien interesa mucho, mucho, ver al instante al reverendo padre Guardián.
HERMANO MELITÓN.-  ¡Buena hora de ver al padre Guardián!… La noche está clara, y no será ningún caminante perdido. Si viene a ganar el jubileo, a las cinco se abrirá la iglesia; vaya con Dios; él le ayude.
DOÑA LEONOR.-  Hermano, llamad al padre Guardián. Por caridad.
HERMANO MELITÓN.-  ¡Qué caridad a estas horas! El padre Guardián está en el coro.
DOÑA LEONOR.-  Traigo para su reverencia un recado muy urgente del padre Cleto, definidor del convento de Córdoba, quien ya le ha escrito sobre el asunto de que vengo a hablarle.
HERMANO MELITÓN.-  ¡Hola!… ¿del padre Cleto el definidor del convento de Córdoba? Eso es distinto… iré, iré a decírselo al padre Guardián. Pero dígame, hijo, ¿el recado y la carta son sobre aquel asunto con el padre General, que está pendiente allá en Madrid?…
DOÑA LEONOR.-  Es una cosa muy interesante.
HERMANO MELITÓN.-  Pero ¿para quién?
DOÑA LEONOR.-   Para la criatura más infeliz del mundo.
HERMANO MELITÓN.-   ¡Mala recomendación!… Pero bueno; abriré la portería, aunque es contra regla, para que entréis a esperar.
DOÑA LEONOR.-  No, no, no puedo entrar… ¡Jesús!
HERMANO MELITÓN.-  Bendito sea su santo nombre… Pero ¿sois algún excomulgado?… Si no, es cosa rara preferir el esperar al raso. En fin, voy a dar el recado, que probablemente no tendrá respuesta. Si no vuelvo, buenas noches; ahí a la bajadita está la villa, y hay un buen mesón: el de la tía Colasa.
(Ciérrase la ventanilla, y DOÑA LEONOR queda muy abatida.)

 

Escena V

DOÑA LEONOR
    ¿Será tan negra y dura
mi suerte miserable,
que este santo prelado
socorro y protección no quiera darme? 475
La rígida aspereza
y las dificultades
que ha mostrado el portero
me pasmas de terror, hielan mi sangre.
Mas no, si da el aviso 480
al reverendo Padre,
y éste es tan docto y bueno
cual dicen todos, volará a ampararme.
¡Oh Soberana Virgen,
de desdichados Madre! 485
Su corazón ablanda
para que venga pronto a consolarme.
(Queda en silencio; da la una el reloj del convento; se abre la portería, en la que aparecen el PADRE GUARDIÁN y el HERMANO MELITÓN con un farol; éste se queda en la puerta y aquél sale a la escena.)

 

Escena VI

DOÑA LEONOR, EL PADRE GUARDIÁN, EL HERMANO MELITÓN
PADRE GUARDIÁN
   El que me busca ¿quién es?
DOÑA LEONOR
Yo soy, Padre, qué quería…
PADRE GUARDIÁN
Ya se abrió la portería; 490
entrad en el claustro, pues.
DOÑA LEONOR

 (Muy sobresaltada.) 

¡Ah!… Imposible; padre, no.
PADRE GUARDIÁN
¡Imposible!… ¿Qué decís?…
DOÑA LEONOR
Si que os hable permitís,
aquí sólo puedo yo. 495
PADRE GUARDIÁN
Si os envía el padre Cleto,
hablad, que es mi grande amigo.
DOÑA LEONOR
Padre, que sea sin testigo,
porque me importa el secreto.
PADRE GUARDIÁN
¿Y quién…? Mas ya os entendí. 500
Retiraos, fray Melitón,
y encajad ese portón;
dejadnos solos aquí.
HERMANO MELITÓN
¿No lo dije? Secretitos.
Los misterios ellos solos, 505
que los demás somos bolos
para estos santos benditos.
PADRE GUARDIÁN
¿Qué murmura?
HERMANO MELITÓN
Que está tan
premiosa esta puerta…, y luego…
PADRE GUARDIÁN
Obedezca, hermano lego. 510
HERMANO MELITÓN
Ya me la echó de guardián.
(Ciérrase la puerta y vase.)

 

Escena VII

DOÑA LEONOR, EL PADRE GUARDIÁN
PADRE GUARDIÁN

 (Acercándose a LEONOR.) 

    Ya estamos, hermano, solos.
Mas ¿por qué tanto misterio?
¿No fuera más conveniente
que entrarais en el convento? 515
No sé qué pueda impedirlo…
Entrad, pues, que yo os lo ruego;
entrad; subid a mi celda;
tomaréis un refrigerio,
y después…
DOÑA LEONOR
No, Padre mío,
520
PADRE GUARDIÁN
¿Qué os horroriza?… No entiendo…
DOÑA LEONOR

 (Muy abatida.)  

Soy una infeliz mujer.
PADRE GUARDIÁN

 (Asustado.) 

¡Una mujer!… ¡Santo cielo!
¡Una mujer!… A estas horas,
en este sitio… ¿Qué es esto? 525
DOÑA LEONOR
Una mujer infelice,
maldición del universo,
que a vuestras plantas rendida

 (Se arrodilla.) 

os pide amparo y remedio,
pues vos podéis libertarla 530
de este mundo y del infierno.
PADRE GUARDIÁN
Señora, alzad. Que son grandes

  (La levanta.) 

vuestros infortunios creo,
cuando os miro en este sitio
y escucho tales lamentos. 535
Pero ¿qué apoyo, decidme,
qué amparo prestaros puedo
yo, un humilde religioso
encerrado en estos yermos?
DOÑA LEONOR
¿No habéis, Padre, recibido 540
la carta que el padre Cleto…?
PADRE GUARDIÁN

 (Recapacitando.) 

¿El padre Cleto os envía?
DOÑA LEONOR
A vos, cual solo remedio
de todos mis infortunios;
si, benigno, los intentos 545
que a estos montes me conducen
permitís tengan efecto.
PADRE GUARDIÁN

 (Sorprendido.) 

¿Sois doña Leonor de Vargas?
¿Sois, por dicha…? ¡Dios eterno!
DOÑA LEONOR

 (Abatida.) 

¡Os horroriza el mirarme! 550
PADRE GUARDIÁN

 (Afectuoso.) 

No, hija mía; no por cierto,
ni permita Dios que nunca
tan duro sea mi pecho
que a los desgraciados niegue
la compasión y el respeto. 555
DOÑA LEONOR
¡Yo lo soy tanto!
PADRE GUARDIÁN
Señora,
vuestra agitación comprendo.
No es extraño, no. Seguidme,
venid. Sentaos un momento
al pie de esta cruz; su sombra 560
os dará fuerza y consuelos.
(Lleva el PADRE GUARDIÁN a DOÑA LEONOR, y se sientan ambos al pie de la cruz.)
DOÑA LEONOR
¡No me abandonéis, oh, Padre!
PADRE GUARDIÁN
No, jamás; contad conmigo.
DOÑA LEONOR
De este santo monasterio
desde que el término piso, 565
más tranquila tengo el alma,
con más libertad respiro.
Ya no me cercan, cual hace
un año, que hoy se ha cumplido,
los espectros y fantasmas 570
que siempre en redor he visto.
Ya no me sigue la sombra
sangrienta del padre mío,
ni escucho sus maldiciones,
ni su horrenda herida miro, 575
ni…
PADRE GUARDIÁN
¡Oh, no lo dudo, hija mía!
Libre estáis en este sitio
de esas vanas ilusiones,
aborto de los abismos.
Las insidias del demonio, 580
las sombras a que da brío
para conturbar al hombre,
no tienen aquí dominio.
DOÑA LEONOR
Por eso aquí busco ansiosa
dulce consuelo y auxilio, 585
y de la Reina del cielo,
bajo el regio manto abrigo.
PADRE GUARDIÁN
Vamos despacio, hija mía;
el padre Cleto me ha escrito
la resolución tremenda 590
que al desierto os ha traído;
pero no basta.
DOÑA LEONOR
Sí basta;
es inmutable…, lo fío;
es inmutable.
PADRE GUARDIÁN
¡Hija mía!
DOÑA LEONOR
Vengo resuelta, lo he dicho, 595
a sepultarme por siempre
en la tumba de estos riscos.
PADRE GUARDIÁN
¡Cómo!
DOÑA LEONOR
¿Seré la primera?…
No lo seré, Padre mío.
Mi confesor me ha informado 600
de que en este santo sitio,
otra mujer infelice
vivió muerta para el siglo.
Resuelta a seguir su ejemplo,
vengo en busca de su asilo: 605
dármelo, sin duda, puede
la gruta que la dio abrigo,
vos, la protección y amparo
que para ello necesito,
y la soberana Virgen, 610
su santa gracia y su auxilio.
PADRE GUARDIÁN
No os engañó el padre Cleto,
pues diez años ha vivido
una santa penitente
en este yermo tranquilo, 615
de los hombres ignorada,
de penitencias prodigio.
En nuestra iglesia sus restos
están, y yo los estimo
como la joya más rica 620
de esta casa, que, aunque indigno
gobierno, en el santo nombre
de mi padre San Francisco.
La gruta que fue su albergue,
y a que reparos precisos 625
se le hicieron, está cerca;
en ese hondo precipicio.
Aún existen en su seno
los humildes utensilios
que usó la santa; a su lado, 630
un arroyo cristalino
brota apacible.
DOÑA LEONOR
Al momento
llevadme allá, Padre mío.
PADRE GUARDIÁN
¡Oh, doña Leonor de Vargas!
¿Insistís?
DOÑA LEONOR
Sí, Padre, insisto.
635
Dios me manda…
PADRE GUARDIÁN
Raras veces
Dios tan grandes sacrificios
exige de los mortales.
Y, ¡ay de aquel que de un delirio
en el momento, hija mía, 640
tal vez se engaña a sí mismo!
Todas las tribulaciones
de este mundo fugitivo,
son, señora, pasajeras;
al cabo encuentran alivio. 645
Y al Dios de bondad se sirve,
y se le aplaca lo mismo
en el claustro, en el desierto,
de la corte en el bullicio,
cuando se le entrega el alma 650
con fe viva y pecho limpio.
DOÑA LEONOR
No es un acaloramiento,
no un instante de delirio
quien me sugirió la idea
que a buscaros me ha traído. 655
Desengaños de este mundo,
y un año, ¡ay Dios!, de suplicios,
de largas meditaciones,
de continuados peligros,
de atroces remordimientos, 660
de reflexiones conmigo,
mi intención han madurado
y esfuerzo me han concedido
para hacer voto solemne
de morir en este sitio. 665
Mi confesor venerable,
que ya mi historia os ha escrito,
el padre Cleto, a quien todos
llaman santo, y con motivo,
mi resolución aprueba, 670
aunque, cual vos, al principio
trató de desvanecerla
con sus doctos raciocinios,
y a vuestras plantas me envía
para que me deis auxilio. 675
No me abandonéis, ¡oh Padre!,
por el cielo os lo suplico;
mi resolución es firme,
mi voto, inmutable y fijo,
y no hay fuerza en este mundo 680
que me saque de estos riscos.
PADRE GUARDIÁN
Sois muy joven, hija mía.
¿Quién lo que el cielo propicio
aún nos puede guardar sabe?
DOÑA LEONOR.
Renunció a todo, lo he dicho. 685
PADRE GUARDIÁN
Acaso aquel caballero…
DOÑA LEONOR
¿Qué pronuncias?… ¡Oh martirio!
Aunque inocente, manchado
con sangre del padre mío
está, y nunca, nunca…
PADRE GUARDIÁN
Entiendo.
690
Mas de vuestra casa el brillo.
Vuestros hermanos…
DOÑA LEONOR
Mi muerte
sólo anhelan vengativos.
PADRE GUARDIÁN
¿Y la bondadosa tía
que en Córdoba os ha tenido 695
un año oculta?
DOÑA LEONOR
No puedo,
sin ponerla en compromiso,
abusar de sus bondades.
PADRE GUARDIÁN
¿Y qué? ¿Más seguro asilo
no fuera, y más conveniente, 700
con las esposas de Cristo,
en un convento?…
DOÑA LEONOR
No, padre;
son tantos los requisitos
que para entrar en el claustro
se exigen… y…, ¡oh no, Dios mío!, 705
aunque me encuentro inocente,
no puedo, tiemblo al decirlo,
vivir sino donde nadie
viva y converse conmigo.
Mi desgracia en toda España 710
suena de modo distinto,
y una alusión, una seña,
una mirada, suplicios
pudieran ser que me hundieran
del despecho en el abismo. 715
No, ¡jamás!… Aquí, aquí sólo;
si no me acogéis benigno,
piedad pediré a las fieras
que habitan en estos riscos,
alimento a estas montañas, 720
vivienda a estos precipicios.
No salgo de este desierto;
una voz hiere mi oído,
voz del cielo, que me dice:
«Aquí, aquí», y aquí respiro. 725

 (Se abraza con la cruz.)  

No, no habrá fuerzas humanas
que me arranquen de este sitio.
PADRE GUARDIÁN

 (Levantándose y aparte.) 

¿Será verdad, Dios eterno?
¿Será tan grande y tan alta
la protección que concede 730
vuestra Madre Soberana
a mí, pecador indigno,
que cuando soy de esta casa
humilde prelado venga
con resolución tan santa 735
otra mujer penitente
a ser luz de estas montañas?
¡Bendito seáis, Dios eterno,
cuya omnipotencia narran
estos cielos estrellados, 740
escabel de vuestras plantas!
¿Vuestra vocación es firme?…

 (A LEONOR.) 

¿Sois tan bienaventurada?…
DOÑA LEONOR
Es inmutable, y cumplirla
la voz del cielo me manda. 745
PADRE GUARDIÁN
Sea, pues, bajo el amparo
de la Virgen Soberana.

 (Extiende una mano sobre ella.)  

DOÑA LEONOR
(Arrojándose a las plantas del PADRE GUARDIÁN.)
¿Me acogéis?… ¡Oh Dios!… ¡Oh dicha!
¡Cuán feliz vuestras palabras
me hacen en este momento!… 750
PADRE GUARDIÁN

 (Levantándola.) 

Dad a la Virgen las gracias.
Ella es quien asilo os presta
a la sombra de su casa.
No yo, pecador protervo,
vil gusano, tierra, nada.
(Pausa.)
755
DOÑA LEONOR
Y vos, tan sólo vos, ¡oh padre mío!,
sabréis que habito en estas asperezas,
no otro ningún mortal.
PADRE GUARDIÁN
Yo solamente
sabré quién sois. Pero que avise es fuerza
a la comunidad de que la ermita 760
está ocupada, y de que vive en ella
una persona penitente. Y nadie,
bajo precepto santo de obediencia,
osará aproximarse de cien pasos,
ni menos penetrar la humilde cerca 765
que a gran distancia la circunda en torno.
La mujer santa, antecesora vuestra,
sólo fue conocida del prelado,
también mi antecesor. Que mujer era
lo supieron los otros religiosos 770
cuando se celebraron sus exequias.
Ni yo jamás he de volver a veros;
cada semana, sí, con gran reserva,
yo mismo os dejaré junto a la fuente
la escasa provisión; de recogerla 775
cuidaréis vos… Una pequeña esquila,
que está sobre la puerta con su cuerda,
calando a lo interior, tocaréis sólo
de un gran peligro en la ocasión extrema
o en la hora de la muerte. Su sonido, 780
a mí, o al que cual yo, prelado sea,
avisará, y espiritual socorro
jamás os faltará… No, nada tema.
La Virgen de los Ángeles os cubre
con su manto; será vuestra defensa 785
el ángel del Señor.
DOÑA LEONOR
Mas mis hermanos…
O bandidos tal vez…
PADRE GUARDIÁN
Y ¿quién pudiera
atreverse, hija mía, sin que al punto
sobre él tronara la venganza eterna?
Cuando vivió la penitente antigua 790
en este mismo sitio adonde os lleva
gracia especial del brazo omnipotente,
tres malhechores, con audacia ciega,
llegar quisieron al albergue santo;
al momento una horrísona tormenta 795
se alzó, enlutando el indignado cielo,
y un rayo desprendido de la esfera
hizo ceniza a dos de los bandidos,
y el tercero, temblando, a nuestra iglesia
acogióse, vistió el escapulario, 800
abrazando contrito nuestra regla,
y murió a los dos meses.
DOÑA LEONOR
Bien, ¡oh Padre!,
pues que encontré donde esconderme pueda
a los ojos del mundo, conducidme,
sin tardanza llevadme…
PADRE GUARDIÁN
Al punto sea,
805
que ya la luz del alba se avecina.
Mas antes entraremos en la iglesia;
recibiréis mi absolución, y luego
el pan de vida y de salud eterna.
Vestiréis el sayal de San Francisco, 810
y os daré avisos que importaros puedan
para la santa y penitente vida
a que con gloria tanta estáis resuelta.

 

Escena VIII

PADRE GUARDIÁN
   ¡Hola!… Hermano Melitón.
¡Hola!… Despierte le digo; 815
de la iglesia abra el postigo.
HERMANO MELITÓN

 (Dentro.) 

Pues qué, ¿ya las cinco son?…

 (Sale bostezando.) 

Apostaré a que no han dado.

 (Bosteza.) 

PADRE GUARDIÁN
La iglesia abra.
HERMANO MELITÓN
No es de día.
PADRE GUARDIÁN
¿Replica?… ¡Por vida mía!… 820
HERMANO MELITÓN
¿Yo?… En mi vida he replicado.
Bien podía el penitente
hasta las cinco esperar;
difícil será encontrar
un pecador tan urgente. 825
(Vase y en seguida se oye descorrer el cerrojo de la puerta de la iglesia, y se la ve abrirse lentamente.)
PADRE GUARDIÁN

 (Conduciendo a LEONOR hacia la iglesia.) 

   Vamos al punto, vamos.
En la casa de Dios, hermana, entremos,
su nombre bendigamos,
en su misericordia confiemos.

FIN DE LA JORNADA SEGUNDA

Jornada tercera

 

La escena es en Italia, en Veletri y sus alrededores.
 

Escena I

El teatro representa una sala corta, alojamiento de oficiales abandonados. En las paredes estarán colgados, en desorden, uniformes, capotes, sillas de caballos, armas, etc.; en medio habrá una mesa con tapete verde, dos candeleros de bronce con velas de sebo, los cuatro Oficiales alrededor, uno de ellos con la baraja en la mano, y habrá sillas desocupadas.
PEDRAZA.-   (Entra muy deprisa.)  ¡Qué frío está esto!
OFICIAL 1º.-  Todos se han ido en cuanto me han desplumado; no he conseguido tirar ni una buena talla.
PEDRAZA.-  Pues precisamente va a venir un gran punto, y si ve esto tan desierto y frío…
OFICIAL 1º.-  ¿Y quién es el pájaro?
TODOS.-   ¿Quién?
PEDRAZA.-  El ayudante del general, ese teniente coronel que ha llegado esta tarde con la orden de que al amanecer estemos sobre las armas. Es gran aficionado, tiene mucho rumbo y, a lo que parece, es blanquito. Hemos cenado juntos en casa de la coronela, a quien ya le está echando requiebros, y el taimado de nuestro capellán le marcó por suyo. Le convidó con que viniera a jugar, y ya lo trae hacia aquí.
OFICIAL 1º.-  Pues señores, ya es este otro cantar. Ya vamos a ser todos unos… ¿Me entienden ustedes?
TODOS.-  Sí, sí; muy bien pensado.
OFICIAL 2º.-  Como que es de plana mayor, y será contrario de los pobres pilíes.
OFICIAL 4º.-  A él, y duro.
OFICIAL 1º.-  Pues para jugar con él tengo baraja preparada, más obediente que un recluta y más florida que el mes de mayo…  (Saca una baraja del bolsillo.) Y aquí está.
OFICIAL 3º.-  ¡Qué fino es usted, camarada!
OFICIAL lº.-   No hay que jugar ases ni figuras. Y al avío, que ya suena gente en la escalera. Tiro, tres a la derecha, nueve a la izquierda.

 

Escena II

DON CARLOS DE VARGAS. EL CAPELLÁN
CAPELLÁN.
    Aquí viene, compañeros, 830
un rumboso aficionado.
TODOS
Sea, pues, muy bien llegado.

 (Levantándose y volviéndose a sentar.) 

DON CARLOS
Buenas noches, caballeros.
¡Qué casa tan indecente!

 (Aparte.) 

Estoy, ¡vive Dios!, corrido 835
de verme comprometido
a alternar con esta gente.
OFICIAL 1º.
Sentaos.

 (Se sienta DON CARLOS, haciéndole todos lugar.) 

CAPELLÁN

 (Al banquero.) 

Señor, capitán
¿y el concurso?
OFICIAL 1º.

 (Barajando.) 

Se afufó
en cuanto me desbancó; 840
toditos repletos van.
Se declaró un juego eterno
que no he podido quebrar,
y siempre salió a ganar
una sota del infierno. 845
Veintidós veces salió,
y jamás a la derecha.
OFICIAL 2º.
El que nunca se aprovecha
de tales gangas soy yo.
OFICIAL 3º.
Y yo, en el juego contrario 850
me empeñé, que nada vi,
y ya solo estoy aquí
para rezar el Rosario.
CAPELLÁN
Vamos.
PEDRAZA
Vamos.
OFICIAL 1º.
Tiro.
DON CARLOS
Juego.
OFICIAL 1º.
   Tiro, a la derecha, el as, 855
y a la izquierda, la sotita.
OFICIAL 2º.
¡Ya salió la muy maldita,
por vida de Barrabás!…
OFICIAL 1º.
Rey a la derecha, nueve
a la izquierda.
DON CARLOS
Yo lo gano.
860
OFICIAL 1º.

  (Paga.) 

¡Tengo apestada la mano!
Tres onzas; nada se debe.
A la derecha, la sota.
OFICIAL 4º.
Ya quebró.
OFICIAL 3º.
Pegarle fuego.
OFICIAL 1º.
A la izquierda, siete.
DON CARLOS
Juego.
865
OFICIAL 2º.
Sólo el verla me rebota.
DON CARLOS
Copo.
CAPELLÁN
¿Con carta tapada?
OFICIAL 1º.
Tiro a la derecha el tres.
PEDRAZA
¡Qué bonita carta es!
OFICIAL 1º.
Cuando sale descargada. 870
A la izquierda, el cinco.
DON CARLOS

 (Levantándose y sujetando la baraja.) 

No;
con tiento, señor banquero.

 (Vuelve su carta.) 

Que he ganado mi dinero,
y trampas no sufro yo.
OFICIAL 1º.
¡Cómo trampas!… ¿Quién osar?… 875
DON CARLOS
Yo; pegado tras del cinco
está el caballo, buen brinco
le hicisteis, amigo, dar.
OFICIAL 1º.
Soy hombre pundonoroso,
y esto una casualidad… 880
DON CARLOS
Ésta es una iniquidad;
vos, un taimado tramposo.
PEDRAZA
Sois un loco, un atrevido.
DON CARLOS
Vos, un vil, y con la espada…
TODOS
Ésta es una casa honrada. 885
CAPELLÁN
Por Dios, no hagamos rüido.
DON CARLOS

 (Echando a rodar la mesa.) 

Abreviemos de razones.
TODOS

 (Tomando las espadas.) 

¡Muera, muera el insolente!
DON CARLOS

 (Sale defendiéndose.) 

¿Qué puede con un valiente
una cueva de ladrones? 890
(Vanse acuchillando, y dos o tres soldados retiran la mesa, las sillas y desembarazan la escena.)

 

Escena III

El teatro representa una selva muy oscura. Aparece al fondo DON ÁLVARO, solo, vestido de capitán de granaderos, se acerca lentamente, y dice con gran agitación.
DON ÁLVARO

 (Solo)  

   ¡Qué carga tan insufrible
es el ambiente vital
para el mezquino mortal
que nace en signo terrible!
¡Qué eternidad tan horrible 895
la breve vida! Este mundo,
¡qué calabozo profundo
para el hombre desdichado
a quien mira el cielo airado
con su ceño furibundo! 900
Parece, sí, que a medida
que es más dura y más amarga,
más extiende, más alarga
el destino nuestra vida.
Si nos está concedida 905
sólo para padecer,
y debe muy breve ser
la del feliz, como en pena
de que su objeto no llena,
¡terrible cosa es nacer! 910
Al que tranquilo, gozoso,
vive entre aplausos y honores,
y de inocentes amores
apura el cáliz sabroso;
cuando es más fuerte y brioso, 915
la muerte sus dichas huella,
sus venturas atropella;
y yo, que infelice soy,
yo, que buscándola voy,
no pudo encontrar con ella. 920
Mas ¿cómo la he de obtener,
¡desventurado de mí!,
pues cuando infeliz nací,
nací para envejecer?
Si aquel día de placer 925
(que uno solo he disfrutado),
Fortuna hubiese fijado,
¡cuán pronto muerte precoz
con su guadaña feroz
mi cuello hubiera segado! 930
Para engalanar mi frente,
allá en la abrasada zona,
con la espléndida corona
del imperio de Occidente,
amor y ambición ardiente 935
me engendraron de concierto;
pero con tal desacierto,
con tan contraria Fortuna,
que una cárcel fue mi cuna
y fue mi escuela el desierto. 940
Entre bárbaros crecí,
y en la edad de la razón,
a cumplir la obligación
que un hijo tiene, acudí;
mi nombre ocultando, fui 945
(que es un crimen) a salvar
la vida, y así pagar
a los que a mí me la dieron,
que un trono soñando vieron
y un cadalso al despertar. 950
Entonces, risueño un día,
uno solo, nada más,
me dio el destino, quizás
con la intención más impía.
Así en la cárcel sombría 955
mete una luz el sayón,
con la tirana intención
de que un punto el preso vea
el horror que le rodea
en su espantosa mansión. 960
¡Sevilla! ¡Guadalquivir!
¡Cuál atormentáis mi mente!…
¡Noche en que vi de repente
mis breves dichas huir!…
¡Oh, qué carga es el vivir! 965
¡Cielos, saciad el furor!
Socórreme, mi Leonor,
gala del suelo andaluz,
que ya eres ángel de luz
junto al trono del Señor. 970
Mírame desde tu altura
sin nombre en extraña tierra,
empeñado en una guerra
por ganar mi sepultura.
¿Qué me importa, por ventura, 975
que triunfe Carlos o no?
¿Qué tengo de Italia en pro?
¿Qué tengo? ¡Terrible suerte!
Que en ella reina la muerte,
y a la muerte busco yo. 980
¡Cuánto, oh Dios, cuánto se engaña
el que elogia mi ardor ciego,
viéndome siempre en el fuego
de esta extranjera campaña!
Llámanme la prez de España, 985
y no saben que mi ardor
sólo es falta de valor,
pues busco ansioso el morir
por no osar el resistir
de los astros el furor. 990
Si el mundo colma de honores
al que mata a su enemigo,
el que lo lleva consigo,
¿por qué no puede…?
(Óyese ruido de espadas.)
DON CARLOS

 (Dentro.) 

¡Traidores!
VOCES

 (Dentro.) 

Muera.
DON CARLOS

 (Dentro.) 

¡Viles!
DON ÁLVARO

 (Sorprendido.) 

¡Qué clamores!
995
DON CARLOS

  (Dentro.) 

¡Socorro!
DON ÁLVARO

 (Desenvainando la espada.) 

Dárselo quiero,
que oigo crujir el acero,
y si a los peligros voy
porque desgraciado soy,
también voy por caballero. 1000
(Éntrase; suena ruido de espadas; atraviesan dos hombres la escena como fugitivos, y vuelven a salir DON ÁLVARO y DON CARLOS.)

 

Escena IV

DON ÁLVARO y DON CARLOS, con las espadas desnudas
DON ÁLVARO
   Huyeron…, ¿estáis herido?
DON CARLOS
Mil gracias os doy, señor;
sin vuestro heroico valor
de cierto estaba perdido,
y no fuera maravilla: 1005
eran siete contra mí,
y cuando grité, me vi
en tierra ya una rodilla.
DON ÁLVARO
¿Y herido estáis?
DON CARLOS

 (Reconociéndose.) 

Nada siento.

 (Envainan.) 

DON ÁLVARO
¿Quiénes eran?
DON CARLOS
Asesinos.
1010
DON ÁLVARO
¿Cómo osaron, tan vecinos
de un militar campamento?…
DON CARLOS
Os lo diré francamente:
fue contienda sobre el juego.
Entré sin pensarlo, ciego, 1015
en un casuco indecente…
DON ÁLVARO
Ya caigo; aquí a mano diestra…
DON CARLOS
Sí.
DON ÁLVARO
Que extrañe perdonad,
que un hombre de calidad,
cuál vuestro esfuerzo demuestra, 1020
entrara en tal gazapón,
donde sólo va la hez,
la canalla más soez,
de la milicia borrón.
DON CARLOS
Sólo el ser recién llegado 1025
puede, señor, disculparme;
vinieron a convidarme,
y accedí deslumbrado.
DON ÁLVARO
¿Con qué ha poco estáis aquí?
DON CARLOS
Diez días ha que llegué 1030
a Italia; dos sólo que
al cuartel general fui.
Y esta tarde al campamento
con comisión especial
llegué de mi general, 1035
para el reconocimiento
de mañana. Y si no fuera
por vuestra espada y favor,
mi carrera sin honor
ya estuviera terminada. 1040
Mi gratitud sepa, pues,
a quién la vida he debido,
porque el ser agradecido
la obligación mayor es
para el hombre bien nacido. 1045
DON ÁLVARO

 (Con indiferencia.) 

Al acaso.
DON CARLOS

 (Con expresión.) 

Que me deis
vuestro nombre a suplicaros
me atrevo. Y para obligaros,
primero el mío sabréis.
Siento no decir verdad: 1050

 (Aparte.) 

Soy don Félix de Avendaña,
que he venido a esta campaña
sólo por curiosidad.
Soy teniente coronel,
y del general Briones 1055
ayudante: relaciones
tengo de sangre con él.
DON ÁLVARO

 (Aparte.) 

¡Qué franco es y qué expresivo!
¡Me cautiva el corazón!
DON CARLOS
Me parece que es razón 1060
que sepa yo por quién vivo,
pues la gratitud es ley.
DON ÁLVARO
Soy… don Fadrique de Herreros,
capitán de granaderos
del regimiento del Rey. 1065
DON CARLOS

 (Con grande admiración y entusiasmo.) 

¿Sois… -¡grande dicha es la mía!-
del ejército español
la gloria, el radiante sol
de la hispana valentía?
DON ÁLVARO
Señor…
DON CARLOS
Desde que llegué
1070
a Italia, sólo elogiaros
y prez de España llamaros
por donde quiera escuché.
Y de español tan valiente
anhelaba la amistad. 1075
DON ÁLVARO
Con ella, señor, contad,
que me honráis muy altamente.
Y según os he encontrado
contra tantos combatiendo
bizarramente, comprendo 1080
que seréis muy buen soldado.
Y la gran cortesanía
que en vuestro trato mostráis
dice a voces que gozáis
de aventajada hidalguía. 1085
(Empieza a amanecer.)
Venid, pues, a descansar
a mi tienda.
DON CARLOS
Tanto honor
será muy corto, señor,
que el alba empieza a asomar.
(Se oye a lo lejos tocar generala a las bandas de tambores.)
DON ÁLVARO
Y por todo el campamento 1090
de los tambores el son
convoca a la formación.
Me voy a mi regimiento.
DON CARLOS
Yo también, y a vuestro lado
asistiré en la pelea, 1095
donde os admire y os vea
como a mi ejemplo y dechado.
DON ÁLVARO
Favorecedor y amigo,
si sois cual cortés valiente,
yo de vuestro arrojo ardiente 1100
seré envidioso testigo.
(Vanse.)

 

Escena V

El teatro representa un risueño campo de Italia, al amanecer: se verá a lo lejos el pueblo de Veletri y varios puestos militares; algunos cuerpos de tropas cruzan la escena, y luego sale una compañía de infantería con EL CAPITÁN, EL TENIENTE y EL SUBTENIENTE. DON CARLOS sale a caballo con una ordenanza detrás y coloca la compañía a un lado, avanzando una guerrilla al fondo del teatro.
DON CARLOS.-  Señor capitán, permaneceréis aquí hasta nueva orden; pero si los enemigos arrollan las guerrillas, y se dirigen a esta altura donde está la compañía de Cantabria, marchad a socorrerla a todo trance.
CAPITÁN.-  Está bien; cumpliré con mi obligación.
(Vase DON CARLOS.)

 

Escena VI

CAPITÁN.-  Granaderos, en su lugar, descanso. Parece que lo entiende este ayudante.
(Salen los oficiales de las filas y se reúnen mirando con un anteojo hacia donde suena rumor de fusilería.)
TENIENTE.-  Se va galopando al fuego como un energúmeno, y la acción se empeña más y más.
SUBTENIENTE.-   Y me parece que ha de ser muy caliente.
CAPITÁN.-   (Mirando con el anteojo.)  Bien combaten los granaderos del Rey.
TENIENTE.-  Como que llevan a la cabeza a la prez de España, al valiente don Fadrique de Herreros, que pelea como un desesperado.
SUBTENIENTE.-    (Tomando el anteojo y mirando con él.)  Pues los alemanes cargan a la bayoneta y con brío; adiós, que nos desalojan de aquel puesto.
(Se aumenta el tiroteo.)
CAPITÁN.-    (Toma el anteojo.)  A ver, a ver… ¡Ay! Si no me engaño, el capitán de granaderos del Rey ha caído o muerto o herido; lo veo claro, claro.
TENIENTE.-  Yo distingo que se arremolina la compañía… y creo que retrocede.
SOLDADOS.-   ¡A ellos, a ellos!
CAPITÁN.-  Silencio. Firmes.  (Vuelve a mirar con el anteojo.)   Las guerrillas también retroceden.
SUBTENIENTE.-  Uno corre a caballo hacia allá.
CAPITÁN.-   Sí, es el ayudante… Está reuniendo la gente y carga… ¡con qué denuedo!… Nuestro es el día.
TENIENTE.-  Sí, veo huir a los alemanes.
SOLDADOS.-  ¡A ellos!
CAPITÁN.-  Firmes, granaderos.  (Mira con el anteojo.)  El ayudante ha recobrado el puesto, la compañía del Rey carga a la bayoneta y lo arrolla todo.
TENIENTE.-   A ver, a ver.  (Toma el anteojo y mira.)  Sí, cierto. Y el ayudante se apea del caballo y retira en sus brazos al capitán don Fadrique. No debe de estar más que herido; se lo llevan hacia Veletri.
TODOS.-  Dios nos le conserve, que es la flor del ejército.
CAPITÁN.-   Pero por este lado no va tan bien. Teniente, vaya usted a reforzar con la mitad de la compañía de guerrillas que están en esa cañada, que yo voy a acercarme a la compañía de Cantabria; vamos, vamos.
SOLDADOS.-  ¡Viva España! ¡Viva España! ¡Viva Nápoles!
(Marchan.)

 

Escena VII

El teatro representa el alojamiento de un oficial superior; al frente estará la puerta de la alcoba practicable y con cortinas. Entra DON ÁLVARO herido y desmayado en una camilla llevada por cuatro granaderos. EL CIRUJANO, a un lado, y DON CARLOS, a otro, lleno de polvo y como muy cansado; un soldado traerá la maleta de DON ÁLVARO y la pondrá sobre una mesa; colocarán la camilla en medio de la escena, mientras los granaderos entran en la alcoba a hacer la cama.
DON CARLOS
    Con mucho, mucho cuidado,
dejadle aquí, y al momento
entrad a arreglar mi cama.
(Vanse a la alcoba dos de los soldados y quedan otros dos.)
CIRUJANO
Y que haya mucho silencio. 1105
DON ÁLVARO

 (Volviendo en sí.) 

¿Dónde estoy? ¿Dónde?
DON CARLOS

 (Con mucho cariño.) 

En Veletri,
a mi lado, amigo excelso.
Nuestra ha sido la victoria,
tranquilo estad.
DON ÁLVARO
¡Dios eterno!
Con salvarme de la muerte, 1110
¡qué gran daño me habéis hecho!
DON CARLOS
No digáis tal, don Fadrique,
cuando tan vano me encuentro
de que salvaros la vida
me haya concedido el cielo. 1115
DON ÁLVARO
¡Ay don Félix de Avendaña,
qué grande mal me habéis hecho!

 (Se desmaya.) 

CIRUJANO
Otra vez se ha desmayado;
agua y vinagre.
DON CARLOS

 (A uno de los soldados.) 

Al momento

 (Al CIRUJANO.) 

¿Está de mucho peligro? 1120
CIRUJANO
Este balazo del pecho,
en donde aún tiene la bala,
me da muchísimo miedo;
lo que es las otras heridas
no presentan tanto riesgo. 1125
DON CARLOS

 (Con gran vehemencia.) 

Salvad su vida, salvadle;
apurad todos los medios
del arte, y os aseguro
tal galardón…
CIRUJANO
Lo agradezco:
para cumplir con mi oficio 1130
no necesito de cebo,
que en salvar a este valiente
interés muy grande tengo.
(Entra el soldado con un vaso de agua y vinagre. EL CIRUJANO le rocía el rostro, y le aplica un pomito a las narices.)
DON ÁLVARO

 (Vuelve en sí.) 

¡Ay!
DON CARLOS
Ánimo, noble amigo,
cobrad ánimo y aliento; 1135
pronto, muy pronto curado
y restablecido y bueno
volveréis a ser la gloria,
el norte de los guerreros.
Y a nuestras altas hazañas 1140
el rey dará todo el premio
que merece. Sí, muy pronto,
lozano otra vez, cubierto
de palmas inmarchitables
y de laureles eternos, 1145
con una rica encomienda
se adornará vuestro pecho
de Santiago o Calatrava.
DON ÁLVARO

 (Muy agitado.) 

¿Qué escucho? ¿Qué? ¡Santo cielo!
¡Ah!… no, no de Calatrava: 1150
jamás, jamás… ¡Dios eterno!
CIRUJANO
Ya otra vez se desmayó;
sin quietud y sin silencio
no habrá forma de curarlo.
Que no le habléis más os ruego. 1155

 (A DON CARLOS. Vuelve a darle agua y a aplicarle el pomito a las narices.)  

DON CARLOS

 (Suspenso aparte.) 

El nombre de Calatrava,
¿qué tendrá?, ¿qué tendrá… tiemblo,
de terrible a sus oídos?
CIRUJANO
No puedo esperar más tiempo.
¿Aún no está lista la cama? 1160
DON CARLOS

 (Mirando a la alcoba.) 

Ya lo está.
(Salen los dos soldados.)
CIRUJANO

 (A los cuatro soldados.) 

Llevadle luego.
DON ÁLVARO

 (Volviendo en sí.) 

¡Ay de mí!
CIRUJANO
Llevadle.
DON ÁLVARO

 (Haciendo esfuerzos.) 

Esperen.
Poco, por lo que en mí siento,
me queda ya de este mundo,
y en el otro pensar debo. 1165
Mas antes de desprenderme
de la vida, de un gran peso
quiero descargarme. Amigo.

 (A DON CARLOS.) 

un favor tan sólo anhelo
CIRUJANO
Si habláis, señor, no es posible… 1170
DON ÁLVARO
No volver a hablar prometo.
Pero sólo una palabra,
y a él solo, que decir tengo.
DON CARLOS

 (Al CIRUJANO y soldados.) 

Apartad, démosle gusto;
dejadnos por un momento. 1175
(Se retira el CIRUJANO y los asistentes a un lado.)
DON ÁLVARO
Don Félix, vos solo, solo,

 (Dale la mano.) 

cumpliréis con lo que quiero
de vos exigir. Juradme
por la fe de caballero
que haréis cuanto aquí os encargue, 1180
con inviolable secreto.
DON CARLOS
Yo os lo juro, amigo mío;
acabad, pues.
(Hace un esfuerzo DON ÁLVARO como para meter la mano en el bolsillo y no puede.)
DON ÁLVARO
¡Ah…, no puedo!
Meted en este bolsillo,
que tengo aquí al lado izquierdo 1185
sobre el corazón, la mano.
(Lo hace DON CARLOS.)
¿Halláis algo en él?
DON CARLOS
Sí, encuentro
una llavecita…
DON ÁLVARO
Es ésa.

  (Saca DON CARLOS la llave.) 

Con ella abrid, yo os lo ruego,
a solas y sin testigos, 1190
una caja que en el centro
hallaréis de mi maleta.
En ella, con sobre y sello,
un legajo hay de papeles;
custodiarlos con esmero, 1195
y al momento que yo expire
los daréis, amigo al fuego.
DON CARLOS
¿Sin abrirlos?
DON ÁLVARO

 (Muy agitado.) 

Sin abrirlos,
que en ellos hay un misterio
impenetrable… ¿Palabra 1200
me dais, don Félix, de hacerlo?
DON CARLOS
Yo os la doy con todo el alma.
DON ÁLVARO
Entonces, tranquilo muero.
Dadme el postrimer abrazo,
y ¡adiós, adiós!
CIRUJANO

 (Enfadado.) 

Al momento
1205
a la alcoba. Y vos, don Félix,
si es que tenéis tanto empeño
en que su vida se salve,
haced que guarde silencio,
y excusad también que os vea, 1210
pues se conmueve en extremo.
(Llévanse los soldados la camilla; entra también el CIRUJANO, y DON CARLOS queda pensativo y lloroso.)

 

Escena VIII

DON CARLOS
   ¿Ha de morir…-¡qué rigor!-
tan bizarro militar?
Si no lo puedo salvar
será eterno mi dolor, 1215
puesto que él me salvó a mí.
Y desde el momento aquel
que guardó mi vida él,
guardar la suya ofrecí.

 (Pausa.) 

Nunca vi tanta destreza 1220
en las armas, y jamás
otra persona de más
arrogancia y gentileza.
Pero es hombre singular,
y en el corto tiempo que 1225
le trato rasgos noté
que son dignos de extrañar.

 (Pausa.) 

¿Y de Calatrava el nombre
por qué así le horrorizó
cuando pronunciarlo oyó?… 1230
¿Qué hallará en él que le asombre?
¡Sabrá que está deshonrado!…
Será un hidalgo andaluz…
¡Cielos!…¡Qué rayo de luz
sobre mí habéis derramado 1235
en este momento!…Sí.
¿Podrá ser éste el traidor,
de mi sangre deshonor,
el que a buscar vine aquí.

 (Furioso y empuñando la espada.) 

¿Y aún respira?… No, ahora mismo 1240
a mis manos…

 (Corre hacia la alcoba y se detiene.) 

¿Dónde estoy?…
¿Ciego a despeñarme voy
de la infamia en el abismo?
¿A quien mi vida salvó,
y que moribundo está, 1245
matar inerme podrá
un caballero cual yo?

  (Pausa.) 

¿No puede falsa salir
mi sospecha?… Sí… ¿Quién sabe?…
Pero, ¡cielos!, esta llave 1250
todo me lo va a decir.

 (Se acerca a la maleta, la abre precipitado, y saca la caja poniéndola sobre la mesa.) 

Salid, caja misteriosa,
del destino urna fatal,
a quien con sudor mortal
toca mi mano medrosa; 1255
me impide abrirte el temblor
que me causa el recelar
que en tu centro voy hallar
los pedazos de mi honor.

 (Resuelto y abriendo.) 

Mas no, que en ti mi esperanza, 1260
la luz, que me da el destino,
está para hallar camino
que me lleve a la venganza.

 (Abre y saca un legajo sellado.) 

Ya el legajo tengo aquí.
¿Qué tardo el sello en romper?… 1265

 (Se contiene.) 

¡Oh cielos! ¿Qué voy a hacer?
¿Y la palabra que di?
Mas si la suerte me da
tan inesperado medio
de dar a mi honor remedio, 1270
el perderlo ¿qué será?
Si a Italia sólo he venido
a buscar al matador
de mi padre y de mi honor,
con nombre y porte fingido, 1275
¿qué importa que el pliego abra,
si lo que vine a buscar
a Italia, voy a encontrar?…
Pero, no; di mi palabra.
Nadie, nadie aquí lo ve… 1280
¡Cielos, lo estoy viendo yo!
Mas si él mi vida salvó,
también la suya salvé.
Y si es el infame indiano,
el seductor asesino, 1285
¿no es bueno cualquier camino
por donde venga a mi mano?
Rompo esta cubierta, sí,
pues nadie lo ha de saber…
Mas, ¡cielos!, ¿qué voy a hacer? 1290
¿Y la palabra que di?

 (Suelta el legajo.) 

No, jamás. ¡Cuán fácilmente
nos pinta nuestra pasión
una infame y vil acción
como acción indiferente! 1295
A Italia vine anhelando
mi honor manchado lavar.
¿Y mi empresa he de empezar
el honor amancillando?
Queda, ¡oh secreto!, escondido, 1300
si en este legajo estás,
que un medio infame, jamás
lo usa el hombre bien nacido.

 (Registrando la maleta.) 

Si encontrar aquí pudiera
algún otro abierto indicio 1305
que, sin hacer perjüicio
a mi opinión, me advirtiera…

 (Sorprendido.) 

¡Cielos!… Lo hay… Esta cajilla,

 (Saca una cajita como de retrato.)  

que algún retrato contiene.

 (Reconociéndola.)  

Ni sello ni sobre tiene, 1310
tiene sólo una aldabilla.
Hasta sin ser indiscreto
reconocerla me es dado;
nada de ella me han hablado,
ni rompo ningún secreto. 1315
Ábrola, pues, en buen hora,
aunque un basilisco vea,
aunque para el mundo sea
caja fatal de Pandora.

 (La abre, y exclama muy agitado.) 

¡Cielos!.. No… no me engañé, 1320
esta es mi hermana Leonor…
¿Para qué prueba mayor?…
Con la más clara encontré.
Ya está todo averiguado:
Don Álvaro es el herido. 1325
Brújula el retrato ha sido
que mi norte me ha marcado.
¿Y a la infame… -me atribulo-,
con él en Italia tiene?…
Descubrirlo me conviene 1330
con astucia y disimulo.
¡Cuán feliz será mi suerte
si la venganza y castigo
sólo de un golpe consigo,
a los dos dando la muerte!… 1335
Mas… ¡ah!…, no me precipite
mi honra, cielos, ofendida.
Guardad a este hombre la vida
para que yo se la quite.
(Vuelve a colocar los papeles y el retrato en la maleta. Se oye ruido, y queda suspenso.)

 

Escena IX

EL CIRUJANO, que sale muy contento
CIRUJANO
Albricias pediros quiero; 1340
ya le he sacado la bala,

 (Se la enseña.) 

y no es la herida tan mala
cual me pareció primero.
DON CARLOS

 (Le abraza fuera de sí.) 

¿De veras?… Feliz me hacéis;
por ver bueno al capitán, 1345
tengo, amigo, más afán
del que imaginar podéis.

FIN DE LA JORNADA TERCERA

Jornada cuarta

 

La escena es en Veletri
 

Escena I

El teatro representa una sala corta, de alojamiento militar.
DON ÁLVARO y DON CARLOS
DON CARLOS
Hoy que vuestra cuarentena
dichosamente cumplís,
¿de salud cómo os sentís? 1350
¿Es completamente buena?…
¿Reliquia alguna notáis
de haber tanto padecido?
¿Del todo restablecido,
y listo y fuerte os halláis? 1355
DON ÁLVARO
Estoy como si tal cosa;
nunca tuve más salud,
y a vuestra solicitud
debo mi cura asombrosa.
Sois excelente enfermero; 1360
ni una madre por un hijo
muestra un afán más prolijo,
tan gran cuidado y esmero.
DON CARLOS
En extremo interesante
me era la vida salvaros. 1365
DON ÁLVARO
¿Y con qué, amigo, pagaros
podré interés semejante?
Y aunque gran mal me habéis hecho
en salvar mi amarga vida,
será eterna y sin medida 1370
la gratitud de mi pecho.
DON CARLOS
¿Y estáis tan repuesto y fuerte,
que sin ventaja pudiera
un enemigo cualquiera…?
DON ÁLVARO
Estoy, amigo, de suerte 1375
que en casa del coronel
he estado ya a presentarme,
y de alta acabo de darme
ahora mismo en el cuartel.
DON CARLOS
¿De veras?
DON ÁLVARO
¿Os enojáis
1380
porque ayer no os dije acaso
que iba hoy a dar este paso?
Como tanto me cuidáis,
que os opusierais temí,
y estando sano, en verdad, 1385
vivir en la ociosidad
no era honroso para mí.
DON CARLOS
¿Conque ya no os duele nada,
ni hay asomo de flaqueza
en el pecho, en la cabeza, 1390
ni en el brazo de la espada?
DON ÁLVARO
No… Pero parece que
algo, amigo, os atormenta
y que acaso os descontenta
el que yo tan bueno esté. 1395
DON CARLOS
¡Al contrario!… Al veros bueno,
capaz de entrar en acción,
palpita mi corazón
del placer más alto lleno.
Solamente no quisiera 1400
que os engañara el valor,
y que el personal vigor
en una ocasión cualquiera…
DON ÁLVARO
¿Queréis pruebas?
DON CARLOS

 (Con vehemencia.) 

Las deseo.
DON ÁLVARO
A la descubierta vamos 1405
de mañana, y enredamos
un rato de tiroteo.
DON CARLOS
La prueba se puede hacer,
pues que estáis fuerte, sin ir
tan lejos a combatir, 1410
que no hay tiempo que perder.
DON ÁLVARO

 (Confuso.) 

No os entiendo…
DON CARLOS
¿No tendréis,
sin ir a los imperiales,
enemigos personales
con quien probaros podréis? 1415
DON ÁLVARO
¿A quién le faltan? Mas no
lo que me decís comprendo.
DON CARLOS
Os lo está a voces diciendo
más la conciencia que yo.
Disimular fuera vano… 1420
Vuestra turbación es harta…
¿Habéis recibido carta
de don Álvaro el indiano?
DON ÁLVARO

 (Fuera de sí.) 

¡Ah traidor!… ¡Ah fementido!…
Violaste, infame, un secreto, 1425
que yo, débil, yo, indiscreto,
moribundo…, inadvertido…
DON CARLOS
¿Qué osáis pensar?… Respeté
vuestros papeles sellados,
que los que nacen honrados 1430
se portan cual me porté.
El retrato de la infame
vuestra cómplice, os perdió,
y sin lengua me pidió
que el suyo y mi honor reclame. 1435
Don Carlos de Vargas soy,
que por vuestro crimen es
de Calatrava marqués.
Temblad, que ante vos estoy.
DON ÁLVARO
No sé temblar… Sorprendido, 1440
sí, me tenéis…
DON CARLOS
No lo extraño.
DON ÁLVARO
Y usurpar con un engaño
mi amistad, ¿honrado ha sido?
¡Señor marqués!…
DON CARLOS
De esta suerte
no me permito llamar, 1445
que sólo he de titular
después de daros la muerte.
DON ÁLVARO
Aconteceros pudiera
sin el título morir.
DON CARLOS
Vamos pronto a combatir, 1450
quedemos o dentro o fuera.
Vamos donde mi furor…
DON ÁLVARO
Vamos, pues, señor don Carlos,
que si nunca fue a buscarlos,
no evito los lances de honor. 1455
Mas esperad, que en el alma
del que goza de hidalguía,
no es furia la valentía,
y ésta obra siempre con calma.
Sabéis que busco la muerte, 1460
que los riesgos solicito,
pero con vos necesito
comportarme de otra suerte,
y explicaros…
DON CARLOS
Es perder
tiempo toda explicación. 1465
DON ÁLVARO
No os neguéis a la razón,
que suele funesto ser.
Pues trataron las estrellas
por raros modos de hacernos
amigos, ¿a qué oponernos 1470
a lo que buscaron ellas?
Si nos quisieron unir
de mutuos y altos servicios
con los vínculos propicios,
no fue, no, para reñir. 1475
Tal vez fue para enmendar
la desgracia inevitable,
de que no fui yo culpable.
DON CARLOS
¿Y me la osáis recordar?
DON ÁLVARO
¿Teméis que vuestro valor 1480
se disminuya y se asombre
si halla en su contrario un hombre
de nobleza y pundonor?
DON CARLOS
¡Nobleza un aventurero!
¡Honor un desconocido! 1485
¡Sin padre, sin apellido,
advenedizo, altanero!
DON ÁLVARO
¡Ay, que ese error a la muerte,
por más que lo evite yo,
a vuestro padre arrastró!… 1490
No corráis la misma suerte.
Y que infundados agravios
e insultos no ofenden, muestra
el que está ociosa mi diestra
sin arrancaros los labios. 1495
Si un secreto misterioso
romper hubiera podido,
¡oh…, cuán diferente sido…!
DON CARLOS
Guardadlo, no soy curioso;
que sólo anhelo venganza 1500
y sangre.
DON ÁLVARO
¿Sangre?… La habrá.
DON CARLOS
Salgamos al campo ya.
DON ÁLVARO
Salgamos sin más tardanza.

 (Deteniéndose.) 

Mas, don Carlos… ¡Ah! ¿Podréis
sospecharme con razón 1505
de falta de corazón?
No, no, que me conocéis.
Si el orgullo, principal
y tan poderoso agente
en las acciones del ente, 1510
que se dice racional,
satisfecho tengo ahora,
esfuerzos no he de omitir,
hasta aplacar conseguir
ese furor que os devora. 1515
Pues mucho repugno yo
el desnudar el acero
con el hombre que primero,
dulce amistad me inspiró.
Yo a vuestro padre no herí; 1520
le hirió sólo su destino.
Y yo, a aquel ángel divino,
ni seduje, ni perdí.
Ambos nos están mirando
desde el cielo; mi inocencia 1525
ven, esa ciega demencia
que os agita condenando.
DON CARLOS

 (Turbado.) 

¿Pues qué?… ¿Mi hermana?… ¿Leonor?…
(Que con vos aquí no está
lo tengo aclarado ya.) 1530
Mas ¿cuándo ha muerto?… ¡Oh furor!
DON ÁLVARO
Aquella noche terrible,
llevándola yo a un convento,
exánime y sin aliento,
se trabó un combate horrible 1535
al salir del olivar
entre mis fieles criados
y los vuestros, irritados,
y no la pude salvar.
Con tres heridas caí, 1540
y un negro de puro fiel
(fidelidad bien cruel)
veloz me arrancó de allí,
falto de sangre y sentido;
tuvo en Gelves larga cura, 1545
con accesos de locura,
y apenas restablecido,
ansioso empecé a indagar
de mi único bien la suerte;
y supe, ¡ay Dios!, que la muerte 1550
en el oscuro olivar…
DON CARLOS

 (Resuelto.) 

¡Basta, imprudente impostor!
¿Y os precias de caballero?…
¿Con embrollo tan grosero
queréis calmar mi furor? 1555
Deponed tan necio engaño:
después del funesto día,
en Córdoba, con su tía,
mi hermana ha vivido un año.
Dos meses ha que fui yo 1560
a buscarla, y no la hallé,
pero de cierto indagué
que al verme llegar huyó.
Y el perseguirla he dejado,
porque sabiendo yo allí 1565
que vos estabais aquí,
me llamó mayor cuidado.
DON ÁLVARO

 (Muy conmovido.) 

¡Don Carlos!… ¡Señor!… ¡Amigo!…
¡Don Félix!… ¡Ah, tolerad
que el nombre que en amistad 1570
tan tierno os unió conmigo
use en esta situación!
Don Félix, soy inocente;
bien lo podéis ver patente
en mi nueva agitación. 1575
¡Don Félix!… ¡Don Félix!… ¡Ah!…
¿Vive?… ¿Vive?… ¡Oh, justo Dios!
DON CARLOS
Vive. ¿Y qué os importa a vos?
Muy pronto no vivirá.
DON ÁLVARO
Don Félix, mi amigo, sí. 1580
Pues que vive vuestra hermana,
la satisfacción es llana
que debéis tomar de mí.
A buscarla juntos vamos;
muy pronto la encontraremos, 1585
y en santo nudo estrechemos
la amistad que nos juramos.
¡Oh!… Yo os ofrezco, yo os juro
que no os arrepentiréis
cuando a conocer lleguéis 1590
mi origen excelso y puro.
Al primer grande español
no le cedo en jerarquía,
en más alta mi hidalguía
que el trono del mismo sol. 1595
DON CARLOS
¿Estáis, don Álvaro, loco?
¿Qué es lo que pensar osáis?
¿Qué proyectos abrigáis?
¿Me tenéis a mí en tan poco?
Ruge entre los dos un mar 1600
de sangre… ¿Yo al matador
de mi padre y de mi honor
pudiera hermano llamar?
¡Oh, afrenta! ¡Aunque fuerais rey!
Ni la infame ha de vivir. 1605
No, tras de vos va a morir,
que es de mi venganza ley.
Si a mí vos no me matáis,
al punto la buscaré,
y la misma espada que 1610
con vuestra sangre tiñáis,
en su corazón…
DON ÁLVARO
Callad,
callad… ¿Delante de mí
osasteis?…
DON CARLOS
Lo juro, sí;
lo juro…
DON ÁLVARO
¿El qué?… Continuad.
1615
DON ÁLVARO
La muerte de la malvada,
en cuanto acabe con vos.
DON ÁLVARO
Pues no será, ¡vive Dios!,
que tengo brazo y espada.
Vamos… Libertarla anhelo 1620
de su verdugo. Salid.
DON CARLOS
A vuestra tumba venid.
DON ÁLVARO
Demandad perdón al cielo.

 

Escena II

El teatro representa la plaza principal de Veletri; a un lado y otro se ven tiendas y cafés; en medio, puestos de frutas y verduras; al fondo, la guardia del principal, y el centinela paseándose delante del armero; los oficiales en grupos a una parte y otra, y la gente del pueblo cruzando en todas direcciones. EL TENIENTE, EL SUBTENIENTE y PEDRAZA se reunirán a un lado de la escena, mientras los OFICIALES 1.º, 2.º, 3.º y 4.º hablan entre sí, después de leer un edicto que está fijado en una esquina, y que llama la atención de todos.
OFICIAL 1º.-   El rey Carlos de Nápoles no se chancea; pena de muerte nada menos.
OFICIAL 2º.-  ¿Cómo pena de muerte?
OFICIAL 3º.-  Hablamos de la ley que se acaba de publicar, y que allí está para que nadie la ignore, sobre desafíos.
OFICIAL 2º.-   Ya; ciertamente es un poco dura.
OFICIAL 3º.-  Yo no sé cómo un rey tan valiente y tan joven puede ser tan severo contra los lances de honor.
OFICIAL 1º.-   Amigo, es que cada uno arrima el ascua a su sardina, y como siempre los desafíos suelen ser entre españoles y napolitanos, y éstos llevan lo peor, el rey que al cabo es rey de Nápoles…
OFICIAL 2º.-  No, ésas son fanfarronadas, pues hasta ahora no han llevado siempre lo peor los napolitanos; acordaos del mayor Cariciolo, que despabiló a dos oficiales.
TODOS.-   Eso fue una casualidad.
OFICIAL 1º.-   Lo cierto es que la ley es dura: pena de muerte por batirse, pena de muerte por ser padrino, pena de muerte por llevar cartas; qué sé yo. Pues el primero que caiga…
OFICIAL 2.º-  No, no es tan rigurosa.
OFICIAL 1º-   ¿Cómo no? Vean ustedes. Leamos otra vez.
(Se acercan a leer el edicto y se adelantan en la escena los otros.)
SUBTENIENTE.-   ¡Hermoso día!
TENIENTE.-   Hermosísimo. Pero pica mucho el sol.
PEDRAZA.-   Buen tiempo para hacer la guerra.
TENIENTE.-   Mejor es para los heridos convalecientes. Yo me siento hoy enteramente bueno de mi brazo.
SUBTENIENTE.-  También parece que el valiente capitán de granaderos del rey está enteramente restablecido. ¡Bien pronto se ha curado!
PEDRAZA.-  ¿Se ha dado ya de alta?
TENIENTE.-  Sí, esta mañana. Está como si tal cosa; un poco pálido pero fuerte. Hace un rato que lo encontré; iba como hacia la Alameda a dar un paseo con su amigote el ayudante don Félix de Avendaña.
SUBTENIENTE.-  Bien puede estarle agradecido; pues, además de haberlo sacado del campo de batalla, le ha salvado la vida con su prolija y esmerada asistencia.
TENIENTE.-  También puede dar gracias a la habilidad del doctor Pérez, que se ha acreditado de ser el mejor cirujano del ejército.
SUBTENIENTE.-   Y no lo perderá; pues, según dicen, el ayudante, que es muy rico y generoso, le va a hacer un gran regalo.
PEDRAZA.-  Bien puede; pues, según me ha dicho un sargento de mi compañía, andaluz, el tal don Félix está aquí con nombre supuesto, y es un marqués riquísimo de Sevilla.
TODOS.-  ¿De veras?
(Se oye ruido; se arremolinan todos mirando hacia el mismo lado.)
TENIENTE.-   ¡Hola! ¿Qué alboroto es aquél?
SUBTENIENTE.-  Veamos… Sin duda, algún preso. Pero, ¡Dios mío!, ¿qué veo?
PEDRAZA.-   ¿Qué es aquello?
TENIENTE.-  ¿Estoy soñando?… ¿No es el capitán de granaderos del rey el que traen preso?
TODOS.-  No hay duda, es el valiente don Fadrique.
(Se agrupan todos sobre el primer bastidor de la derecha, por donde sale el capitán preboste y cuatro granaderos, y en medio de ellos preso sin espada ni sombrero, DON ÁLVARO; y atravesando la escena, seguidos por la multitud, entran en el cuerpo de guardia que está al fondo; mientras tanto, se desembaraza el teatro. Todos vuelven a la escena, menos PEDRAZA, que entra en el cuerpo de guardia.)
TENIENTE.-   Pero, señor, ¿qué será esto? ¿Preso el militar más valiente, más exacto que tiene el ejército?
SUBTENIENTE.-  Ciertamente es cosa muy rara.
TENIENTE.-  Vamos a averiguar…
SUBTENIENTE.-  Ya viene aquí Pedraza, que sale del cuerpo de guardia, y sabrá algo. Hola, Pedraza, ¿qué ha sido?
PEDRAZA.-   (Señalando al edicto, y se reúne más gente a los cuatro oficiales.)   Muy mala causa tiene. Desafío… El primero que quebranta la ley: desafío y muerte.
TODOS.-   ¡Cómo! ¿Y con quién?
PEDRAZA.-  ¡Caso extrañísimo! El desafío ha sido con el teniente coronel Avendaña.
TODOS.-   ¡Imposible!… ¡Con su amigo!
PEDRAZA.-   Muerto le deja de una estocada detrás del cuartel.
TODOS.-   ¡Muerto!
PEDRAZA.-   Muerto.
OFICIAL 1º.-   Me alegro, que era un botarate.
OFICIAL 2º.-  Un insultante.
TENIENTE.-  ¡Pues señores, la ha hecho buena! Mucho me temo que va a estrenar aquella ley.
TODOS.-  ¡Qué horror!
SUBTENIENTE.-  Será una atrocidad. Debe haber alguna excepción a favor de oficial tan valiente y benemérito.
PEDRAZA.-  Sí, ¡ya está fresco!
TENIENTE.-   El capitán Herreros es, con razón, el ídolo del ejército. Y yo creo, que el general y el coronel, y los jefes todos, tanto españoles como napolitanos, hablarán al rey… y tal vez…
SUBTENIENTE.-   El rey Carlos es tan testarudo… y como este es el primer caso que ocurre, el mismo día que se ha publicado la ley… No hay esperanza. Esta noche misma se juntará el consejo de guerra, y antes de tres días le arcabucean… Pero, ¿sobre qué habrá sido el lance?
PEDRAZA.-   Yo no sé, nada me han dicho. Lo que es el capitán tiene malas pulgas, y su amigote era un poco caliente de lengua.
OFICIALES 1º. y 4º.-   Era un charlatán, un fanfarrón.
SUBTENIENTE.-   En el café han entrado algunos oficiales del regimiento del Rey, sabrán sin duda todo el lance; vamos a hablar con ellos.
TODOS.-   Sí, vamos.

 

Escena III

El teatro representa el cuarto de un oficial de guardia; se verá a un lado el tabladillo y el colchón, y en medio habrá una mesa y sillas de paja. Entran en la escena DON ÁLVARO y EL CAPITÁN.
CAPITÁN
   Como la mayor desgracia
juzgo, amigo y compañero, 1625
el estar hoy de servicio
para ser alcaide vuestro.
Resignación, don Fadrique,
tomad una silla os ruego.

 (Se sienta DON ÁLVARO.) 

Y mientras yo esté de guardia 1630
no miréis este aposento
como prisión… Mas es fuerza,
pues orden precisa tengo,
que dos centinelas ponga
de vista…
DON ÁLVARO
Yo os agradezco,
1635
señor, tal cortesanía.
Cumplid, cumplid al momento
con lo que os tienen mandado,
y los centinelas luego
poned… Aunque más seguro 1640
que de hombres y armas en medio,
está el oficial de honor
bajo su palabra… ¡Oh cielos!
(Coloca el capitán dos centinelas; un soldado entra luces, y se sientan EL CAPITÁN y DON ÁLVARO junto a la mesa.)
Y en Veletri, ¿qué se dice?
¿Mil necedades diversas 1645
se esparcirán, procurando
explicar mi suerte adversa?
CAPITÁN
En Veletri, ciertamente,
no se habla de otra materia.
Y aunque de aquí separarme 1650
no puedo, como está llena
toda la plaza de gente,
que gran interés demuestra
por vos, a algunos he hablado…
DON ÁLVARO
Y bien, ¿qué dicen? ¿Qué piensan? 1655
CAPITÁN
La amistad íntima todos,
que os enlazaba, recuerdan,
con don Félix… Y las causas
que la hicieron tan estrecha,
y todos dicen…
DON ÁLVARO
Entiendo.
1660
Que soy un monstruo, una fiera,
que a la obligación más santa
he faltado. Que mi ciega
furia ha dado muerte a un hombre,
a cuyo arrojo y nobleza 1665
debí la vida en el campo,
y a cuya nimia asistencia
y esmero debí mi cura,
dentro de su casa mesma.
Al que como tierno hermano… 1670
¡Como hermano!… ¡Suerte horrenda!
¿Cómo hermano?… ¡Debió serlo!
Yace convertido en tierra
por no serlo… ¡Y yo respiro!
¿Y aún el suelo me sustenta? 1675
¡Ay! ¡Ay de mí!
(Se da una palmada en la frente, y queda en la mayor agitación.)
CAPITÁN
Perdonadme
si con mis noticias necias…
DON ÁLVARO
Yo lo amaba… ¡Ah cuál me aprieta
el corazón una mano
de hierro ardiente! La fuerza 1680
me falta… ¡Oh Dios! ¡Qué bizarro,
con qué noble gentileza,
entre un diluvio de balas
se arrojó, viéndome en tierra,
a salvarme de la muerte! 1685
¡Con cuánto afán y terneza
pasó las noches y días
sentado a mi cabecera!

 (Pausa.) 

CAPITÁN
Anuló sin duda tales
servicios con un agravio. 1690
Diz que era un poco altanero,
picajoso, temerario,
y un hombre cual vos…
DON ÁLVARO
No, amigo;
cuanto de él se diga es falso.
Era un digno caballero, 1695
de pensamientos muy altos.
Retóme con razón harta,
y yo también le he matado
con razón. Sí, si aún viviera,
fuéramos de nuevo al campo; 1700
él a procurar mi muerte,
yo a esforzarme por matarlo.
O él o yo sólo en el mundo,
pero imposible en él ambos.
CAPITÁN
Calmaos, señor don Fadrique; 1705
aún no estáis del todo bueno
de vuestras nobles heridas,
y que os pongáis malo temo.
DON ÁLVARO
¿Por qué no quedé en el campo
de batalla como bueno? 1710
Con honra, acabado hubiera,
y ahora, ¡oh Dios!, la muerte anhelo,
y la tendré… pero ¿cómo?
En un patíbulo horrendo,
por infractor de las leyes, 1715
de horror o de burla objeto.
CAPITÁN
¿Qué decís?… No hemos llegado,
señor, a tan duro extremo;
aún puede haber circunstancias
que justifiquen el duelo, 1720
y entonces…
DON ÁLVARO
No, no hay ninguna.
Soy homicida, soy reo.
CAPITÁN
Mas, según tengo entendido
(ahora de mi regimiento
me lo ha dicho el ayudante), 1725
los generales, de acuerdo
con todos los coroneles,
han ido sin perder tiempo
a echarse a los pies del rey,
que es benigno, aunque severo, 1730
para pedirle…
DON ÁLVARO

 (Conmovido.)  

¿De veras?
Con el alma lo agradezco,
y el interés de los jefes
me honra y me confunde a un tiempo.
Pero ¿por qué han de empeñarse 1735
militares tan excelsos,
en que una excepción se haga
a mi favor de un decreto
sabio, de una ley tan justa,
a que yo falté el primero? 1740
Sirva mi pronto castigo
para saludable ejemplo.
¡Muerte, es mi destino, muerte.
Porque la muerte merezco,
porque es para mí la vida 1745
aborrecible tormento!
Mas, ¡ay de mí sin ventura!,
¿cuál es la muerte que espero?
La del criminal, sin honra,
¡en un patíbulo!… ¡Cielos! 1750
(Se oye un redoble.)

 

Escena IV

Los mismos y EL SARGENTO
SARGENTO
Mi capitán…
CAPITÁN
¿Qué se ofrece?
SARGENTO
El mayor…
CAPITÁN
Voy al momento.

 (Vase.) 

 

Escena V

DON ÁLVARO
   ¡Leonor! ¡Leonor! Si existes, desdichada,
¡oh qué golpe te espera,
cuando la nueva fiera 1755
te llegue adonde vives retirada,
de que la misma mano,
la mano, ¡ay triste!, mía,
que te privó de tu padre y de alegría,
¡acaba de privarte de un hermano! 1760
No; te ha librado, sí, de un enemigo,
de un verdugo feroz, que por castigo
de que diste en tu pecho
acogida a mi amor, verlo deshecho,
y roto, y palpitante, 1765
preparaba anhelante,
y con su brazo mismo
de su venganza hundirte en el abismo.
¡Respira, sí, respira,
que libre estás de su tremenda ira! 1770

 (Pausa.) 

¡Ay de mí! Tú vivías,
y yo, lejos de ti, muerte buscaba
y sin remedio las desgracias mías
despechado juzgaba;
mas tú vives, ¡mi cielo! 1775
y aún aguardo un instante de consuelo.
¿Y qué espero? ¡Infeliz! De sangre un río
que yo no derramé, serpenteaba
entre los dos; mas ahora el brazo mío
en mar inmenso de tomarlo acaba. 1780
¡Hora de maldición, aciaga hora
fue aquella en que te vi la vez primera
en el soberbio templo de Sevilla,
como un ángel bajado de la esfera,
en donde el trono del Eterno brilla! 1785
¡Qué porvenir dichoso
vio mi imaginación por un momento,
que huyó tan presuroso
como al soplar de repentino viento
las torres de oro, y montes argentinos 1790
y colosos, y fulgidos follajes
que forman los celajes
en otoño a los rayos matutinos!

 (Pausa.) 

¡Mas en qué espacio vago, en qué regiones
fantásticas! ¿Qué espero? 1795
¡Dentro de breves horas,
lejos de mundanas afecciones,
vanas y engañadoras,
iré de Dios al tribunal severo!

 (Pausa.) 

¿Y mis padres?… Mi padres desdichados 1800
aún yacen encerrados
en la prisión horrenda de un castillo…
Cuando con mis hazañas y proezas
pensaba restaurar su nombre y brillo,
y rescatar sus míseras cabezas, 1805
no me espera más suerte
que, como criminal, infame muerte.
(Queda sumergido en el despecho.)

 

Escena VI

DON ÁLVARO, EL CAPITÁN
CAPITÁN
   ¡Hola, amigo y compañero!…
DON ÁLVARO
¿Vais a darme alguna nueva?
¿Para cuándo convocado 1810
está el Consejo de guerra?
CAPITÁN
Dicen que esta noche misma
debe reunirse a gran priesa…
De hierro, de hierro tiene
el rey Carlos la cabeza. 1815
DON ÁLVARO
¡Es un valiente soldado!
¡Es un gran rey!
CAPITÁN
Mas pudiera
no ser tan tenaz y duro,
pues nadie, nadie lo apea
en diciendo no.
DON ÁLVARO
En los reyes,
1820
la debilidad es mengua.
CAPITÁN
Los jefes y generales
que hoy en Veletri se encuentran
han estado en cuerpo a verle
y a rogarle suspendiera 1825
la ley en favor de un hombre
que tantos méritos cuenta…
Y todo sin fruto. Carlos,
aun más duro que una peña,
ha dicho que no, resuelto, 1830
y que la ley se obedezca,
mandando que en esta noche
falle el Consejo de guerra:
Mas aún quedan esperanzas:
puede ser que el fallo sea… 1835
DON ÁLVARO
Según la ley. No hay remedio,
injusta otra cosa fuera.
CAPITÁN
Pero ¡qué pena tan dura,
tan extraña, tan violenta!…
DON ÁLVARO
La muerte, como cristiano 1840
la sufriré; no me aterra.
Dármela Dios no ha querido
con honra y con fama eterna,
en el campo de batalla,
y me la da con afrenta 1845
en un patíbulo infame…
Humilde la aguardo… Venga.
CAPITÁN
No será acaso… Aún veremos…
Puede que se arme una gresca…
El ejército os adora… 1850
Su agitación es extrema,
y tal vez un alboroto…
DON ÁLVARO
¡Basta! ¿Qué decís? ¿Tal piensa
quien de militar blasona?
¿El ejército pudiera 1855
faltar a la disciplina,
ni yo deber mi cabeza
a una rebelión?… No, nunca,
que jamás, jamás suceda
tal desorden por mi causa. 1860
CAPITÁN
¡La ley es atroz, horrenda!
DON ÁLVARO
Yo la tengo por muy justa;
forzoso remediar era
un abuso…
(Se oye un tambor y dos tiros.)
CAPITÁN
¿Qué?
DON ÁLVARO
¿Escuchasteis?
CAPITÁN
El desorden ya comienza. 1865
(Se oye gran ruido; tiros, confusión y cañonazos, que van en aumento hasta el fin del acto.)

 

Escena VII

Los mismos y EL SARGENTO, que entra muy presuroso
SARGENTO.-   ¡Los alemanes! ¡Los enemigos están en Veletri! ¡Estamos sorprendidos!
VOCES DENTRO.-   ¡A las armas! ¡A las armas!
(Sale el oficial un instante, se aumenta el ruido, y vuelve con la espada desnuda)
CAPITÁN.-   Don Fadrique, escapad; no puedo guardar más vuestra persona; andan los nuestros y los imperiales mezclados por las calles; arde el palacio del rey; hay una confusión espantosa; tomad vuestro partido. ¡Vamos, hijos, a abrirnos paso como valientes, o a morir como españoles!
(Vanse el CAPITÁN, los CENTINELAS y el SARGENTO.)

 

Escena VIII

DON ÁLVARO
    Denme una espada, volaré a la muerte
y si es vivir mi suerte,
y no la logro en tanto desconcierto,
yo os hago, eterno Dios, voto profundo
de renunciar al mundo, 1870
y de acabar mi vida en un desierto.

FIN DE LA JORNADA CUARTA

 

Jornada quinta

 

La escena es en el convento de los Ángeles y sus alrededores
 

Escena primera

El teatro representa lo interior del claustro bajo el convento de los Ángeles, que debe ser una galería mezquina alrededor de un patiecillo, con naranjos, adelfas y jazmines. A la izquierda se verá la portería, a la derecha, la escalera. Debe de ser decoración corta, para que detrás estén las otras por su orden. Aparecen el PADRE GUARDIÁN paseándose gravemente por el proscenio, y leyendo en su breviario, el HERMANO MELITÓN sin manto, arremangado, y repartiendo con su cucharón, de un gran caldero, la sopa, al VIEJO, al COJO, al MANCO, a la MUJER y al grupo de pobres que estará apiñado en la portería.
HERMANO MELITÓN.-  Vamos, silencio y orden, que no están en ningún figón.
MUJER.-  Padre, ¡a mí, a mí!
VIEJO.-  ¿Cuántas raciones quiere Marica?…
COJO.-  Ya le han dado tres, y no es regular…
HERMANO MELITÓN.-   Callen y sean humildes, que me duele la cabeza.
MANCO.-  Marica ha tomado tres raciones.
MUJER.-   Y aún voy a tomar cuatro, que tengo seis chiquillos.
HERMANO MELITÓN.-  ¿Y porqué tiene seis chiquillos?… Sea su alma.
MUJER.-  Porque me los ha dado Dios.
HERMANO MELITÓN.-  Sí… Dios… Dios… No los tendría si se pasara las noches como yo, rezando el Rosario, o dándose disciplina.
PADRE GUARDIÁN.-   (Con gravedad.) ¡Hermano Melitón!… ¡Hermano Melitón!… ¡Válgame Dios!
HERMANO MELITÓN.-   Padre nuestro, si estos desesperados tienen una fecundidad que asombra.
COJO.-  ¡A mí, padre Melitón, que tengo ahí fuera a mi madre baldada!
HERMANO MELITÓN.-  ¡Hola!… ¿También ha venido hoy la bruja? Pues no nos falta nada.
PADRE GUARDIÁN.-  ¡Hermano Melitón!
MUJER.-   Mis cuatro raciones.
MANCO.-  ¡A mí antes!
VIEJO.-   ¡A mí!
TODOS.-  ¡A mí, a mí!…
HERMANO MELITÓN.-   Váyanse noramala, y tengan modo… ¿A que les doy con el cucharón?…
PADRE GUARDIÁN.-   ¡Caridad, hermano, caridad, que son hijos de Dios!
HERMANO MELITÓN.-    (Sofocado.)  Tomen, y váyanse…
MUJER.-   Cuando nos daba la guiropa el padre Rafael lo hacía con más modo y con más temor de Dios.
HERMANO MELITÓN.-  Pues llamen al padre Rafael…, que no los puedo aguantar ni una semana.
VIEJO.-  Hermano, ¿me quiere dar otro poco de bazofia?…
HERMANO MELITÓN.-  ¡Galopo!… ¿Bazofia llama a la gracia de Dios?…
PADRE GUARDIÁN.-  Caridad y paciencia, hermano Melitón; harto trabajo tienen los pobrecitos.
HERMANO MELITÓN.-  Quisiera yo ver a vuestra reverendísima lidiar con ellos un día, y otro, y otro.
COJO.-   El padre Rafael…
HERMANO MELITÓN.-  No me jeringuen con el padre Rafael… y… tomen las arrebañaduras

(Les reparte los restos del caldero, y lo echa a rodar de una patada.)

¡Y a comerlo al sol!
MUJER.-  Si el padre Rafael quisiera bajar a decirle los Evangelios a mi niño que tiene sisiones…
HERMANO MELITÓN.-   Tráigalo mañana, cuando salga a decir misa el padre Rafael.
COJO.-   Si el padre Rafael quisiera venir a la villa, a curar a mi compañero, que se ha caído.
HERMANO MELITÓN.-   Ahora no es hora de ir a hacer milagros; por la mañanita, por la mañanita con la fresca.
MANCO.-  Si el padre Rafael…
HERMANO MELITÓN.-   (Fuera de sí.)  ¡Ea, ea, fuera! ¡Al sol! ¡Cómo cunde la semilla de los perdidos! ¡Horrio! ¡Afuera!
(Los va echando con el cucharón y cierra la portería, volviendo luego muy sofocado y cansado donde está EL PADRE GUARDIÁN.)

 

Escena II

EL PADRE GUARDIÁN y EL HERMANO MELITÓN
HERMANO MELITÓN.-   No hay paciencia que baste, Padre nuestro…
PADRE GUARDIÁN.-  Me parece, hermano Melitón, que no os ha dotado el Señor con gran cantidad de ella. Considere que en dar de comer a los pobres de Dios desempeña un ejercicio de que se honraría un ángel.
HERMANO MELITÓN.-   Yo quisiera ver a un ángel en mi lugar siquiera tres días… Puede ser que dé cada guantada…
PADRE GUARDIÁN.-  No diga disparates.
HERMANO MELITÓN.-  Pues si es verdad. Yo lo hago con mucho gusto, eso es otra cosa. Y bendito sea el Señor, que nos da bastante para que nuestras sobras sirvan de sustento a los pobres. Pero es preciso enseñarles los dientes. Viene entre ellos mucho pillo… Los que están tullidos y viejos vengan enhorabuena, y les daré hasta mi ración, el día que no tenga mucha hambre; pero jastiales, que pueden derribar a puñadas un castillo, váyanse a trabajar. Y hay algunos tan insolentes… Hasta llaman bazofia a la gracia de Dios… Lo mismo que restregarme siempre por los hocicos al padre Rafael; toma si nos daba más, daca si tenía mejor modo, torna si era más caritativo, vuelta si no metía tanta prisa. Pues a fe, a fe, que el bendito padre Rafael a los ocho días se hartó de pobres y de guiropa, y se metió en su celda, y aquí quedó el hermano Melitón. Y, por cierto, no sé por qué esta canalla dice que tengo mal genio. Pues el padre Rafael también tiene su piedra en el rollo, y sus prontos, y sus ratos de murria como cada cual.
PADRE GUARDIÁN.-  Basta, hermano, basta. El padre Rafael no podía, teniendo que cuidar el altar, y que asistir al coro, entender en el repartimiento de la limosna, ni éste ha sido nunca encargo de un religioso antiguo, sino incumbencia del portero… ¿Me entiende?… Y, hermano Melitón, tenga más humildad, y no se ofenda cuando prefieran al padre Rafael, que es un siervo de Dios a quien todos debemos imitar.
HERMANO MELITÓN.-   Yo no me ofendo de que prefieran al padre Rafael. Lo que digo es que tiene su genio. Y a mí me quiere mucho, padre nuestro, y echamos nuestras manos de conversación. Pero tiene de cuando en cuando unas salidas, y se da unas palmadas en la frente… y habla solo, y hace visajes como si viera algún espíritu.
PADRE GUARDIÁN.-  Las penitencias, los ayunos…
HERMANO MELITÓN.-   Tiene cosas muy raras. El otro día estaba cavando en la huerta, y tan pálido y tan desemejado, que le dije en broma: «Padre, parece un mulato», y me echó una mirada, y cerró el puño, y aún lo enarboló de modo que parecía que me iba a tragar. Pero se contuvo, se echó la capucha y desapareció; digo, se marchó de allí a buen paso.
PADRE GUARDIÁN.-  Ya.
HERMANO MELITÓN.-  Pues el día que fue a Hornachuelos a auxiliar a su alcalde, cuando estaba en toda su furia aquella tormenta en que nos cayó la centella sobre el campanario, al verle yo salir sin cuidarse del aguacero, ni de los truenos que hacían temblar estas montañas, le dije por broma que parecía entre los riscos un indio bravo, y me dio un berrido que me aturrulló… Y como vino al convento de un modo tan raro, y nadie lo viene nunca a ver, ni sabemos dónde nació…
PADRE GUARDIÁN.-  Hermano, no haga juicios temerarios. Nada tiene de particular eso, ni el modo con que vino a esta casa el padre Rafael es tan raro como dice. El padre limosnero, que venía de Palma, se lo encontró muy mal herido en los encinares de Escalona, junto al camino de Sevilla, víctima, sin duda, de los salteadores, que nunca faltan en semejante sitio, y lo trajo al convento, donde Dios, sin duda, le inspiró la vocación de tomar nuestro santo escapulario, como lo verificó en cuanto se vio restablecido, y pronto hará cuatro años. Esto no tiene nada de particular.
HERMANO MELITÓN.-  Ya, eso sí… Pero, la verdad, siempre que lo miro me acuerdo de aquello que vuestra reverendísima nos ha contado muchas veces, y también se nos ha leído en el refectorio, de cuando se hizo fraile de nuestra Orden el demonio, y que estuvo allá en un convento algunos meses. Y se me ocurre si el padre Rafael será alguna cosa así… pues tiene unos repentes, una fuerza, y un mirar de ojos…
PADRE GUARDIÁN.-  Es cierto, hermano mío; así consta de nuestras crónicas y está consignado en nuestros archivos. Pero, además de que rara vez se repiten tales milagros, entonces el Guardián de aquel convento en que ocurrió el prodigio, tuvo una revelación que le previno de todo. Y lo que es yo, hermano mío, no he tenido hasta ahora ninguna. Conque tranquilícese, y no caiga en la tentación de sospechar del padre Rafael.
HERMANO MELITÓN.-   Yo nada sospecho.
PADRE GUARDIÁN.-   Le aseguro que no he tenido revelación.
HERMANO MELITÓN.-   Ya; pues, entonces… Pero tiene muchas rarezas el padre Rafael.
PADRE GUARDIÁN.-   Los desengaños del mundo, las tribulaciones… Y luego, el retiro con que vive, las continuas penitencias…

(Suena la campanilla de la portería.)

Vaya a ver quién llama.
HERMANO MELITÓN.-  ¿A que son otra vez los pobres? Pues ya está limpio el caldero…

(Suena otra vez la campanilla.)

No hay más limosna; se acabó por hoy, se acabó…
(Suena otra vez la campanilla.)
PADRE GUARDIÁN.-  Abra, hermano, abra la puerta.
(Vase.)
(Abre el lego la portería.)

 

Escena III

EL HERMANO MELITÓN y DON ALFONSO vestido de monje, que sale embozado
DON ALFONSO

 (Con muy mal modo, y sin desembozarse.) 

    De esperar me he puesto cano.
¿Sois vos, por dicha el portero?
HERMANO MELITÓN
Tonto es este caballero.

 (Aparte.) 

Pues que abrí la puerta, es llano, 1875

 (Alto.) 

y aunque de portero estoy,
no me busque las cosquillas,
que padre de campanillas
con olor de santo soy.
DON ALFONSO
¿El padre Rafael está? 1880
Tengo que verme con él.
HERMANO MELITÓN
¡Otro padre Rafael!

 (Aparte.) 

Amostazándome va.
DON ALFONSO
Responda pronto.
HERMANO MELITÓN

 (Con miedo.) 

Al momento.
padres Rafaeles… hay dos. 1885
¿Con cuál queréis hablar vos?
DON ALFONSO
Para mí, mas que haya ciento.
El padre Rafael…

 (Muy enfadado.) 

HERMANO MELITÓN
¿El gordo?
¿El natural de Porcuna?
No os oirá cosa ninguna, 1890
que es como una tapia sordo.
Y desde el pasado invierno
en la cama está tullido;
noventa años ha cumplido.
El otro es…
DON ALFONSO
El del infierno.
1895
HERMANO MELITÓN
Pues ahora caigo en quién es:
el alto, adusto, moreno,
ojos vivos, rostro lleno…
DON ALFONSO
Llevadme a su celda, pues.
HERMANO MELITÓN
Daréle aviso primero, 1900
porque si está en oración,
disturbarle no es razón…
Y… ¿quién diré…?
DON ALFONSO
Un caballero.
HERMANO MELITÓN

 (Yéndose hacia la escalera muy lentamente, dice aparte.) 

¡Caramba!… ¡Qué raro gesto!
Me da malísima espina, 1905
y me huele a chamusquina…
DON ALFONSO

 (Muy irritado.) 

¿Qué aguarda? Subamos presto.
(El HERMANO se asusta y sube la escalera y, detrás de él, DON ALFONSO.)

 

Escena IV

El teatro representa la celda de un franciscano. Una tarima con una estera a un lado, un vasar con una jarra y vasos, un estante con libros, estampas, disciplinas y cilicios colgados. Una especie de oratorio pobre, y en su mesa una calavera, DON ÁLVARO, vestido de fraile franciscano, aparece de rodillas en profunda oración mental.
DON ÁLVARO y EL HERMANO MELITÓN
HERMANO MELITÓN
¡Padre, Padre!

 (Dentro.) 

DON ÁLVARO
 (Levantándose.) ¿Qué se ofrece?
Entre, hermano Melitón.
HERMANO MELITÓN
Padre, aquí os busca un matón 1910

 (Entra.) 

que muy ternejal parece.
DON ÁLVARO

 (Receloso.) 

¿Quién, hermano?… ¿A mí?… ¿Su nombre?
HERMANO MELITÓN
Lo ignoro; muy altanero
dice que es un caballero,
y me parece un mal hombre. 1915
Él muy bien portado viene,
y en un andaluz rocín;
pero un genio muy rüin,
y un tono muy duro tiene.
DON ÁLVARO
Entre al momento quien sea. 1920
HERMANO MELITÓN
No es un pecador contrito.
Se quedará tamañito

 (Aparte.) 

al instante que lo vea.

 (Vase.) 

 

Escena V

DON ÁLVARO
   ¿Quién podrá ser?… No lo acierto.
Nadie, en estos cuatro años, 1925
que huyendo de los engaños
del mundo, habito el desierto,
con este sayal cubierto,
ha mi quietud disturbado.
¿Y hoy un caballero osado 1930
a mi celda se aproxima?
¿Me traerá nuevas de Lima?
¡Santo Dios!… ¡Qué he recordado!

 

Escena VI

DON ÁLVARO y DON ALFONSO que entra sin desembozarse, reconoce en un momento la celda, y luego cierra la puerta por dentro, y echa el pestillo.
DON ALFONSO
¿Me conocéis?
DON ÁLVARO
No, señor.
DON ALFONSO
¿No encontráis en mi semblante 1935
rasgo alguno que os recuerde
de otro tiempo y de otros males?
¿No palpita vuestro pecho,
no se hiela vuestra sangre,
no se anonada y confunde 1940
vuestro corazón cobarde
con mi presencia?… O, por dicha,
¿es tan sincero, es tan grande,
tal vuestro arrepentimiento,
que ya no se acuerda el padre 1945
Rafael de aquel indiano
don Álvaro, del constante
azote de una familia
que tanto en el mundo vale?
¿Tembláis y bajáis los ojos? 1950
Alzadlos, pues, y miradme.

 (Descubriéndose el rostro y mostrándoselo.) 

DON ÁLVARO
¡Oh Dios!… ¡Qué veo!… ¡Dios mío!
¿Pueden mis ojos burlarme?
¡Del marqués de Calatrava
viendo estoy la viva imagen! 1955
DON ALFONSO
¡Basta, que ya está dicho todo!
De mi hermano y de mi padre
me está pidiendo venganza
en altas voces la sangre.
Cinco años ha que recorro, 1960
con dilatados vïajes
el mundo, para buscaros,
y aunque ha sido todo en balde,
el cielo (que nunca impunes
deja las atrocidades 1965
de un monstruo, de un asesino,
de un seductor, de un infame),
por un imprevisto acaso
quiso por fin indicarme
el asilo donde está a salvo 1970
de mi furor os juzgasteis.
Fuera el mataros inerme
indigno de mi linaje.
Fuisteis valiente; robusto
aún estáis para un combate; 1975
armas no tenéis, lo veo;
yo dos espadas iguales
traigo conmigo: son éstas.

 (Se desemboza y saca dos espadas.)  

Elegid la que os agrade.
DON ÁLVARO

 (Con gran calma, pero sin orgullo.) 

Entiendo, joven, entiendo, 1980
sin que escucharos me pasme,
porque he vivido en el mundo
y apurado sus afanes.
De los vanos pensamientos
que en este punto en vos arden 1985
también el juguete he sido;
quiera el Señor perdonarme.
Víctima de mis pasiones,
conozco todo el alcance
de su influjo, y compadezco 1990
al mortal a quien combaten.
Mas ya sus borrascas miro,
como el náufrago que sale
por un milagro a la orilla,
y jamás torna a embarcarse. 1995
Este sayal que me viste,
esta celda miserable,
este yermo, adonde acaso
Dios por vuestro bien os trae,
desengaños os presentan, 2000
para calmaros, bastantes,
y mas os responden mudos
que pueden labios mortales.
Aquí de mis muchas culpas,
que son, ¡ay de mí!, harto grandes, 2005
pido a Dios misericordia;
que la consiga dejadme.
DON ALFONSO
¿Dejaros?… ¿quién?… ¿Yo dejaros
sin ver vuestra sangre impura
vertida por esta espada 2010
que arde en mis manos desnuda?
Pues esta celda, el desierto,
ese sayo, esa capucha,
ni a un vil hipócrita guardan
ni a un cobarde infame escudan. 2015
DON ÁLVARO

 (Furioso.) 

¿Qué decís?… ¡Ah!…

 (Reportándose.) 

¡No, Dios mío!…
En la garganta se anuda
mi lengua… ¡Señor…, esfuerzo
me dé vuestra santa ayuda!

 (Repuesto.) 

Los insultos y amenazas 2020
que vuestros labios pronuncian
no tienen para conmigo
poder ni fuerza ninguna.
Antes, como caballero,
supe vengar las injurias; 2025
hoy, humilde religioso,
darles perdón y disculpa.
Pues veis cuál es ya mi estado,
y, si sois sagaz, la lucha
que conmigo estoy sufriendo, 2030
templad vuestra saña injusta.
Respetad este vestido,
compadeced mis angustias,
y perdonad generoso
ofensas que están en duda. 2035

 (Con gran conmoción.) 

¡Sí, hermano, hermano!
DON ALFONSO
¿Qué nombre
osáis pronunciar?
DON ÁLVARO
¡Ah!…
DON ALFONSO
Una
sola hermana me dejasteis
perdida y sin honra… ¡Oh furia!
DON ÁLVARO
¡Mi Leonor! ¡Ah! No sin honra: 2040
un religioso os lo jura.

 (En deliro.) 

Leonor…, ¡ay!, la que absorbía
toda mi existencia junta;
la que en mi pecho, por siempre…
Por siempre, sí, sí… que aún dura… 2045
una pasión… Y qué, ¿vive?
¿Sabéis vos noticias suyas?…
Decid que me ama, y matadme.
Decidme… ¡Oh Dios!… ¿Me rehúsa

 (Aterrado.) 

vuestra gracia sus auxilios? 2050
¿De nuevo el triunfo asegura
el infierno, y se desploma
mi alma en su sima profunda?
¡Misericordia!… Y vos, hombre
o ilusión, ¿sois, por ventura 2055
un tentador que renueva
mis criminales angustias
para perderme?… ¡Dios mío!
DON ALFONSO

 (Resuelto.)  

De estas dos espadas, una
tomad, don Álvaro, luego; 2060
tomad, que en vano procura
vuestra infame cobardía
darle treguas a mi furia.
Tomad…
DON ÁLVARO

 (Retirándose.)  

No, que aún fortaleza
para resistir la lucha 2065
de las mundanas pasiones
me da Dios con bondad suma.
¡Ah! Si mis remordimientos,
mis lágrimas, mis confusas
palabras, no son bastante 2070
para aplacaros; si escucha
mi arrepentimiento humilde
sin caridad vuestra furia,

 (Arrodíllase.) 

prosternado a vuestras plantas
vedme, cual persona alguna 2075
jamás me vio…
DON ALFONSO

 (Con desprecio.) 

Un caballero
no hace tal infamia nunca.
Quien sois bien claro publica
vuestra actitud, y la inmunda
mancha que hay en vuestro escudo. 2080
DON ÁLVARO

 (Levantándose con furor.) 

¿Mancha?…¿Y cuál?… ¿Cuál?
DON ALFONSO
¿Os asusta?
DON ÁLVARO
¡Mi escudo es como el sol limpio,
como el sol!
DON ALFONSO
¿Y no lo anubla
ningún cuartel de mulato,
de sangre mezclada, impura? 2085
DON ÁLVARO

 (Fuera de sí.) 

¡Vos mentís, mentís, infame!
Venga el acero; mi furia

  (Toca el pomo de una de las espadas.) 

os arrancará la lengua,
que mi clara estirpe insulta.
Vamos.
DON ALFONSO
Vamos.
DON ÁLVARO

 (Reportándose.) 

No…, no triunfa
2090
tampoco con esta industria
de mi constancia el infierno.
Retiraos, señor.
DON ALFONSO

 (Furioso.) 

¿Te burlas
de mí, inicuo? Pues cobarde
combatir conmigo excusas, 2095
no excusarás mi venganza.
Me basta la afrenta tuya.
Toma.

 (Le da una bofetada.) 

DON ÁLVARO

 (Furioso y recobrando toda su energía.) 

¿Qué hiciste?… ¡Insensato!
Ya tu sentencia es segura:
¡Hora es de muerte, de muerte! 2100
¡El infierno me confunda!
(Salen ambos precipitados.)

 

Escena VII

El teatro representa el mismo claustro bajo que en las primeras escenas de esta jornada. EL HERMANO MELITÓN saldrá por un lado, y como bajando la escalera; DON ÁLVARO y DON ALFONSO, embozado en su capa con gran precipitación.
HERMANO MELITÓN.-   (Saliéndole al paso.)  ¿Adónde bueno?
DON ÁLVARO.-   (Con voz terrible.)  ¡Abra la puerta!
HERMANO MELITÓN.-   La tarde está tempestuosa, va a llover a mares.
DON ÁLVARO.-  Abra la puerta.
HERMANO MELITÓN.-    (Yendo hacia la puerta.)  ¡Jesús!… Hoy estamos de marea alta… Ya voy… ¿Quiere que le acompañe?… ¿Hay algún enfermo de peligro en el cortijo?…
DON ÁLVARO.-   La puerta, pronto.
HERMANO MELITÓN.-   (Abriendo la puerta.)  ¿Va el padre a Hornachuelos?
DON ÁLVARO.-   (Saliendo con DON ALFONSO.) ¡Voy al infierno!
(Queda el HERMANO MELITÓN asustado.)

 

Escena VIII

HERMANO MELITÓN
   ¡Al infierno!… ¡Buen vïaje!
También que era del infierno
dijo, para mi gobierno,
aquel nuevo personaje. 2105
¡Jesús, y qué caras tan…!
Me temo que mis sospechas
han de quedar satisfechas.
Voy a ver por dónde van.

 (Se acerca a la portería y dice como admirado.)  

¡Mi gran padre San Francisco 2110
me valga!… Van por la sierra,
sin tocar con el pie en tierra,
saltando de risco en risco.
Y el jaco los sigue en pos
como un perrillo faldero. 2115
Calla…, hacia el despeñadero
de la ermita van los dos.

 (Asomándose a la puerta con gran afán; a voces.) 

¡Hola…, hermanos…, hola!… ¡Digo!…
No lleguen al paredón,
miren que hay excomunión, 2120
que Dios les va a dar castigo.

 (Vuelve a la escena.) 

No me oyen, vano es gritar.
Demonios son, es patente.
Con el santo penitente
sin duda van a cargar. 2125
¡El padre, el padre Rafael!…
Si quien piensa mal, acierta.
Atrancaré bien la puerta…,
pues tengo un miedo cruel.

 (Cierra la puerta.)  

Un olorcillo han dejado 2130
de azufre… Voy a tocar
las campanas.
(Vase por un lado, y luego vuelve por otro como con gran miedo.)
Avisar
será mejor al prelado.
Sepa que en esta ocasión,
aunque refunfuñe luego, 2135
no el padre Guardián, el lego
tuvo revelación.
(Vase.)

 

Escena IX

El teatro representa un valle rodeado de riscos inaccesibles y de malezas, atravesado por un arroyuelo. Sobre un peñasco accesible con dificultad, y colocado al fondo, habrá una medio gruta, medio ermita con puerta practicable, y una campana que pueda sonar y tocarse desde dentro; el cielo representará el ponerse el sol de un día borrascoso, se irá oscureciendo lentamente la escena y aumentándose los truenos y relámpagos, DON ÁLVARO y DON ALFONSO salen por un lado.
DON ALFONSO
   De aquí no hemos de pasar.
DON ÁLVARO
No, que tras de estos tapiales
bien sin ser vistos, podemos 2140
terminar nuestro combate.
Y aunque en hollar este sitio
cometo un crimen muy grande,
hoy es de crímenes día,
y todos han de apurarse. 2145
De uno de los dos la tumba
se está abriendo en este instante.
DON ALFONSO
Pues no perdamos más tiempo,
y que las espadas hablen.
DON ÁLVARO
Vamos; mas antes es fuerza 2150
que un gran secreto os declare,
pues que de uno de nosotros
es la muerte irrevocable,
y si yo caigo es forzoso
que sepáis en este trance 2155
a quién habéis dado muerte,
que puede ser importante.
DON ALFONSO
Vuestro secreto no ignoro,
y era el mejor de mis planes
para la sed de venganza 2160
saciar que en mis venas arde,
después de heriros de muerte
daros noticias tan grandes,
tan impensadas y alegres,
de tan feliz desenlace, 2165
que al despecho de saberlas,
de la tumba en los umbrales,
cuando no hubiese remedio,
cuando todo fuera en balde,
el fin espantoso os diera 2170
digno de vuestras maldades.
DON ÁLVARO
Hombre, fantasma o demonio,
que ha tomado humana carne
para hundirme en los infiernos,
para perderme…, ¿qué sabes?… 2175
DON ALFONSO
Corrí el Nuevo Mundo… ¿Tiemblas?
Vengo de Lima… Esto baste.
DON ÁLVARO
No basta, que es imposible
que saber quién soy lograses.
DON ALFONSO
De aquel virrey fementido 2180
que, pensando aprovecharse
de los trastornos y guerras,
de los disturbios y males
que la sucesión al trono
trajo a España, formó planes 2185
de tornar su virreinato
en imperio, y coronarse,
casando con la heredera
última de aquel linaje
de los Incas, que en lo antiguo, 2190
del mar del Sur a los Andes
fueron los emperadores,
eres hijo. De tu padre,
las traiciones descubiertas,
aún a tiempo de evitarse, 2195
con su esposa, en cuyo seno
eras tú ya peso grave,
huyó a los montes, alzando
entre los indios salvajes
de traición y rebeldía 2200
al sacrílego estandarte.
No los ayudó la Fortuna,
pues los condujo a la cárcel
de Lima, do tú naciste…
(Hace extremos de indignación y sorpresa DON ÁLVARO.)
Oye…, espera hasta que acabe. 2205
El triunfo del rey Felipe
y su clemencia notable,
suspendieron la cuchilla
que ya amagaba a tus padres,
y en una prisión perpetua 2210
convirtió el suplicio infame.
Tú entre los indios creciste,
como fiera te educaste,
y viniste ya mancebo
con oro y con favor grande, 2215
a buscar completo indulto
para tus traidores padres.
Mas no, que viniste sólo
para asesinar cobarde,
para seducir inicuo 2220
y para que yo te mate.
DON ÁLVARO
 (Despechado.)  Vamos a probarlo al punto.
DON ALFONSO
Ahora tienes que escucharme,
que has de apurar, ¡vive el cielo!,
hasta las heces el cáliz. 2225
Y si, por ser mi destino,
consiguieses el matarme,
quiero allá en tu aleve pecho
todo un infierno dejarte.
El rey, benéfico, acaba 2230
de perdonar a tus padres.
Ya están libres y repuestos
en honras y dignidades.
La gracia alcanzó tu tío,
que goza favor notable, 2235
y andan todos tus parientes
afanados por buscarte
para que tenga heredero…
DON ÁLVARO

 (Muy turbado y fuera de sí.) 

Ya me habéis dicho bastante…
No sé dónde estoy, ¡oh cielos!…, 2240
si es cierto, si son verdades
las noticias que dijisteis…,

 (Enternecido y confuso.) 

¡todo puede repararse!
Si Leonor existe, todo.
¿Veis lo ilustre de mi sangre?… 2245
¿Veis?…
DON ALFONSO
Con sumo gozo veo
que estáis ciego y delirante.
¿Qué es reparación?… Del mundo
amor, gloria, dignidades,
no son para vos… Los votos 2250
religiosos e inmutables
que os ligan a este desierto,
esa capucha, ese traje,
capucha y traje que encubren
a un desertor que al infame 2255
suplicio escapó en Italia,
de todo incapaz os hacen.
Oye cuál truena indignado
(Truena.)
contra ti el cielo… Esta tarde
completísimo es mi triunfo. 2260
Un sol hermoso y radiante
te he descubierto, y de un soplo
luego he sabido apagarle.
DON ÁLVARO
(Volviendo al furor.)
¿Eres monstruo del infierno,
prodigio de atrocidades? 2265
DON ALFONSO
Soy un hombre rencoroso
que tomar venganza sabe.
Y porque sea más completa,
te digo que no te jactes
de noble… Eres un mestizo 2270
fruto de traiciones.
DON ÁLVARO

 (En el extremo de la desesperación.) 

Baste.
¡Muerte y exterminio! ¡Muerte
para los dos! Yo matarme
sabré, en teniendo el consuelo
de beber tu inicua sangre. 2275
(Toma la espada, combaten y cae herido DON ALFONSO.)
DON ALFONSO.-   Ya lo conseguiste… ¡Dios mío! ¡Confesión! Soy cristiano… Perdonadme… Salva mi alma…
DON ÁLVARO.-    (Suelta la espada y queda como petrificado.)  ¡Cielos!… ¡Dios mío!… ¡Santa Madre de los Ángeles!… ¡Mis manos tintas en sangre…, en sangre de Vargas!…
DON ALFONSO.-   ¡Confesión! ¡Confesión!… Conozco mi crimen y me arrepiento… Salvad mi alma, vos que sois ministro del Señor…
DON ÁLVARO.-   (Aterrado.)  ¡No, yo no soy más que un réprobo, presa infeliz del demonio! Mis palabras sacrílegas aumentarían vuestra condenación. Estoy manchado de sangre, estoy irregular… Pedid a Dios misericordia… Y…, esperad…, cerca vive un santo penitente…, podrá absolveros… Pero está prohibido acercarse a su mansión… ¿Qué importa? Yo, que he roto todos los vínculos, que he hollado todas las obligaciones…
DON ALFONSO.-  ¡Ah! ¡Por caridad, por caridad…
DON ÁLVARO.-  Sí, voy a llamarlo… al punto…
DON ALFONSO.-  Apresuraos, padre… ¡Dios mío!
(DON ÁLVARO corre a la ermita y golpea la puerta.)
DOÑA LEONOR.-   (Dentro.) ¿Quién se atreve a llamar a esta puerta? Respetad este asilo.
DON ÁLVARO.-  Hermano, es necesario salvar un alma, socorrer a un moribundo: venid a darle el auxilio espiritual.
DOÑA LEONOR.-   (Dentro.)  Imposible, no puedo; retiraos.
DON ÁLVARO.-   Hermano, por el amor de Dios.
DOÑA LEONOR.-    (Dentro.) No, no; retiraos.
DON ÁLVARO.-   Es indispensable; vamos.  (Golpea fuertemente la puerta.) 
DOÑA LEONOR.-    (Dentro, tocando la campanilla.) ¡Socorro! ¡Socorro!
(Ábrese la puerta.)

 

Escena X

Los mismos y DOÑA LEONOR vestida con un saco y esparcidos los cabellos, pálida y desfigurada, aparece a la puerta de la gruta, y se oye repicar a lo lejos las campanas del convento.
DOÑA LEONOR.-   Huid, temerario; temed la ira del cielo.
DON ÁLVARO.-    (Retrocediendo horrorizado por la montaña abajo.)  ¡Una mujer!… ¡Cielos!… ¡Qué acento!… ¡Es un espectro!… Imagen adorada… ¡Leonor ¡Leonor!
DON ALFONSO.-    (Como queriéndose incorporar.) ¡Leonor! ¿Qué escucho? ¡Mi hermana!…
DOÑA LEONOR.-   (Corriendo detrás de DON ÁLVARO.)  ¡Dios mío! ¿Es don Álvaro?… Conozco su voz… Él es… ¡Don Álvaro!
DON ALFONSO.-  ¡Oh furia!… Ella es… ¡Estaba aquí con su seductor!… ¡Hipócritas!… ¡Leonor!
DOÑA LEONOR.-   ¡Cielos!… ¡Otra voz conocida!… Mas ¿qué veo?…
(Se precipita hacia donde ve a DON ALFONSO.)
DON ALFONSO.-  ¡Ves al último de tu infeliz familia!
DOÑA LEONOR.-    (Precipitándose en los brazos de su hermano.)  ¡Hermano mío!… ¡Alfonso!
DON ALFONSO.-    (Hace un esfuerzo, saca un puñal, y hiere de muerte a LEONOR.)  ¡Toma, causa de tantos desastres, recibe el premio de tu deshonra!… Muero vengado.  (Muere.) 
DON ÁLVARO.-  ¡Desdichado!… ¿Qué hiciste?… ¡Leonor! ¿Eras tú?… ¿Tan cerca de mí estabas?… ¡Ay!  (Sin osar acercarse a los cadáveres.)  Aún respira…, aún palpita aquel corazón todo mío… Ángel de mi vida…, vive, vive…; yo te adoro… ¡Te hallé, por fin… sí, te hallé… muerta!

(Queda inmóvil.)

 

Escena última

Hay un rato de silencio; los truenos resuenan más fuertes que nunca, crecen los relámpagos, y se oye cantar a lo lejos el Miserere a la comunidad, que se acerca lentamente.
VOZ DENTRO.-  ¡Aquí, aquí! ¡Qué horror!
(DON ÁLVARO vuelve en sí y luego huye hacia la montaña. Sale el PADRE GUARDIÁN con la comunidad, que queda asombrada.)
PADRE GUARDIÁN.-   ¡Dios mío!… ¡Sangre derramada!… ¡Cadáveres!… ¡La mujer penitente!
TODOS LOS FRAILES.-  ¡Una mujer!… ¡Cielos!
PADRE GUARDIÁN.-  ¡padre Rafael!
DON ÁLVARO.-   (Desde un risco, con sonrisa diabólica, todo convulso, dice.) Busca, imbécil, al padre Rafael… Yo soy un enviado del infierno, soy el demonio exterminador… Huid, miserables.
TODOS.- ¡Jesús, Jesús!
DON ÁLVARO.-  Infierno, abre tu boca y trágame! ¡Húndase el cielo, perezca la raza humana; exterminio, destrucción…!  (Sube a lo más alto del monte y se precipita.) 
EL PADRE GUARDIÁN Y LOS FRAILES.-    (Aterrados y en actitudes diversas.)  ¡Misericordia, Señor! ¡Misericordia!

 

FIN


Madrid, 1835


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