¡Yo lo que tengo, amigo, es un profundo deseo de dormir!… ¿Sabes?: el sueño es un estado de divinidad. El que duerme es un dios… Yo lo que tengo, amigo, es gran deseo de dormir.
El sueño es en la vida el solo mundo nuestro, pues la vigilia nos sumerge en la ilusión común, en el océano de la llamada «Realidad». Despiertos vemos todos lo mismo: vemos la tierra, el agua, el aire, el fuego, las criaturas efímeras… Dormidos cada uno está en su mundo, en su exclusivo mundo: hermético, cerrado a ajenos ojos, a ajenas almas; cada mente hila su propio ensueño (o su verdad: ¡quién sabe!)
Ni el ser más adorado puede entrar con nosotros por la puerta de nuestro sueño. Ni la esposa misma que comparte tu lecho y te oye dialogar con los fantasmas que surcan por tu espíritu mientras duermes, podría, aun cuando lo ansiara, traspasar los umbrales de ese mundo, de tu mundo mirífico de sombras.
¡Oh, bienaventurados los que duermen! Para ellos se extingue cada noche, con todo su dolor el universo que diariamente crea nuestro espíritu. Al apagar su luz se apaga el cosmos.
El castigo mayor es la vigilia: el insomnio es destierro del mejor paraíso…
Nadie, ni el más feliz, restar querría horas al sueño para ser dichoso. Ni la mujer amada vale lo que un dormir manso y sereno en los brazos de Aquel que nos sugiere santas inspiraciones. .. «El día es de los hombres; mas la noche, de los dioses», decían los antiguos.
No turbes, pues, mi paz con tus discursos, amigo: mucho sabes; pero mi sueño sabe más… ¡Aléjate! No quiero gloria ni heredad ninguna: yo lo que tengo, amigo, es un profundo deseo de dormir…
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