Ruidoso automóvil, causas risa,
pues en estúpido correr
llevas de un lado a otro, a toda prisa,
a los que no tienen quehacer…
Y del Jockey Club a los socios
y a las “Nanás” de treinta estíos,
estiras mil elásticos ocios,
y ahondas subterráneos hastíos.
A la Venus de mucosas reacias
y áridas como un esmeril,
¡y al banquero que erupta a sus gracias
gleroso madrigal senil!
Dragón hecho por un cubista;
caricatura mecánica de una bestia apocalíptica;
saurio de alígeros afanes;
alcoba itinerante y sicalíptica
de prostitutas y rufianes…
Puente recto y fiel
entre la taberna y el burdel,
estuche donde la enteca
preciosa y vesperal mundana,
mece su periódica jaqueca
soluble en valeriana…
Y con ojos hipnóticos,
al fin soltera, al fin mujer,
decora con tatuajes eróticos
las espaldas de su “chauffeur”.
Automóvil, ataúd dinámico
para entierros al por mayor,
a la lumia es epitalámico
himno, tu áspero estridor…
Y sobre el asfalto resbalas,
reptil que quiere tener alas,
dejando estelas de humo obscuro
y flatulencias de carburo…
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