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El Caballo y el Lobo

[Minicuento - Texto completo.]

Jean de La Fontaine

En la estación en que los blandos céfiros hacen verdear los campos, y todos los animales dejan la madriguera para buscarse la vida, cierto Lobo divisó a un Caballo que habían soltado en la pradera. ¡Qué alegría! «¡Buena caza se prepara!, dijo entre sí: ¡lástima que no seas borrego!, caerías en seguida en mis garras. Contigo, tendré que apelar al ardid. Veamos, pues». Y así diciendo, se acercó pasito a paso. Fingiose alumno de Hipócrates y le dijo que conocía las virtudes de todas las yerbas de aquel prado, y sabía curar toda clase de alifafes. Si el señor Corcel se dignaba decirle cuál era su dolencia, él, Lobo, le curaría gratis et pro Deo, porque verle pastando suelto en aquel paraje era, según la ciencia, indicio seguro de alguna enfermedad.

—Lo que yo tengo es un tumor en la pata.

—No hay parte del cuerpo más propensa a males. Tengo el honor de asistir a los señores Caballos; soy también cirujano.

El bribón no pensaba más que en ganar tiempo para caer sobre su presa. Pero el Rocín, que lo veía venir, diole tal par de coces, que le hizo añicos las quijadas. «Merecido lo tengo», dijo para sus adentros el Lobo atribulado, «zapatero, a tus zapatos; ¿por qué me metí a herbolario, si no soy más que cortante?»

FIN



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