El curioso impertinente
[Teatro - Texto completo.]
Guillén de Castro
Personas que hablan en ella:
ACTO PRIMEROSalen los MÚSICOS y cantan este romance MÚSICOS: "Amor que me quita el sueño
para rendirme sin él,
aunque me le pintan niño
gigante debe de ser."
"Los minutos de las horas
he contado desde ayer,
y con todo, a las estrellas
les pregunto qué hora es.
¡Qué bueno va el pensamiento
en castigo de que fue
a tus ojos atrevido
y a mis entrañas crüel!
Turbado sube a tu cielo,
y temeroso también,
que el no acertar a subir
es comenzar a caer.
Favor, señora, piedad,
pues en los aires lo ves,
y un cabello de los tuyos
su escalera puede ser.
Abre esas puertas divinas,
que bien puede merecer
quien gradas de cielo pide
que en grados de gracia esté."
UNOS: ¡Oh, qué bien!
DUQUE: Bien han cantado.
DUQUESA: Gusto me ha dado infinito.
LOTARIO: ¿Qué decís del romancito?
TORCATO: ¿Es vuestro?
LOTARIO: ¿Qué enamorado
no es poeta? (¡Ay, bellos soles!) Aparte
TORCATO: ¡Qué propio estilo de amantes!
DUQUE: ¿Y quién son?
CAMARERO: Representantes
españoles.
DUQUE: ¡Y españoles!
DUQUESA: Y como en Italia están
dan gusto.
CAMARERO: A todos le han dado.
En Roma han representado,
en Nápoles y en Milán,
y asombra su gentileza,
pero no es mucho que asombre
con las comedias de un hombre
monstruo de naturaleza.
DUQUE: ¿Es Lope?
CAMARERO: En él has caído
sin habértele nombrado.
DUQUE: Por el nombre que le has dado
es de todos conocido.
CAMARERO: Que parezcan en España
bien, las comedias de allá,
no es mucho, pero que acá
asombren, es cosa extraña.
No sé cómo a oírlas vienen,
con tal concurso y silencio,
adonde Plauto y Terencio
tan grandes amigos tienen.
DUQUE: ¿Dirás que son imperfetas
porque al arte contradicen?
CAMARERO: Sí, señor.
DUQUE: Por eso dicen
que son locos los poetas.
Ven acá. Si examinadas
las comedias, con razón
en las repúblicas son
admitidas y estimadas,
y es su fin el procurar
que las oiga un pueblo entero,
dando al sabio y al grosero
qué reír y qué gustar,
¿parécete discreción
el buscar y el prevenir
más arte que conseguir
el fin para que ellas son?
¡Bueno es que Plauto difunto
nos dé ley en su Alcorán!
Sin duda en España están
estas cosas en su punto.
Sin duda allí se acrisola,
sin melindres de poesía,
la gala, la argentería,
de la agudeza española.
Representa un español
un galán enamorado,
y parece en el tablado
como en el oriente el sol.
Hace un rey con tal efeto
que me parece al de España,
de suerte que a mí me engaña
y obliga a tener respeto.
Pues sale como el aurora
la que hace reina o princesa,
y--¡por Dios!--que la duquesa
no parece tan señora.
Los españoles merecen
por sus comedias, por ellos,
tanto oírlas como vellos,
pues con todo gusto ofrecen.
Lo que importa es prevenirlas,
los que vinieren a verlas,
ingenio para entenderlas
y prudencia para oírlas.
Porque merezcan también
silencio, yo al menos siento
que es de mal entendimiento
quien no las escucha bien.
CAMARERO: Pues los bailes y las danzas
que hacen tañendo y cantando,
ya bailando, ya danzando
con variedad de mudanzas,
es extremo.
DUQUE: Pues la luna
nos da su luz para vellos,
diles que bailen.
CAMARERO: Con ellos
hablaré.
LOTARIO: De mi fortuna
he fïado.
TORCATO: Bien has hecho.
Ella te hará su marido.
CAMILA: (A Lotario he conocido. Aparte
¿Qué mucho, si está en mi pecho?)
CAMARERO: ¡Ce! ¿Oyen? Manda su alteza
que se baile.
LOTARIO: ¿El duque? Luego
él lo manda y yo lo ruego.
BAILARÍN: Alto, pues. Con la presteza
disculparé el no saber
bailar como yo quisiera.
MÚSICO 1: ¿Traes castañetas?
BAILARÍN: Espera
¿Pues no las he de traer?
Pero ¿solo, he de bailar?
MÚSICO: La guitarra dejar puedo.
Bailemos.
LOTARIO: Con deuda quedo
que no la podré pagar.
MÚSICOS: "Huyen las tinieblas
del alba gentil,
porque salga riendo
de verlas huir.
La cobarde noche,
que no ve lucir
su luna y estrellas
y tus ojos sí,
como, de turbada,
no puede advertir
que está en su principio,
recela su fin.
Huyen las tinieblas
del alba y de ti,
porque salga riendo
de verlas lucir.
De tu cielo hermoso
es alba, al salir,
su rostro divino
de nieve y carmín,
y cuando por señas
puedo presumir
que amanece sólo
para verme a mí,
huyen mis desdichas
que en tinieblas vi,
porque salga riendo
de verlas huir."
DUQUE: Gran donaire, mucha gala.
UNO: ¿Qué os parece?
OTRO: A maravilla.
LOTARIO: Buena ha sido la letrilla.
MÚSICOS: Perdonad si ha sido mala.
DUQUE: ¿Qué te parece, Camila?
CAMILA: Muy bien.
DUQUESA: Con mucha razón.
CAMILA: (Y tanto que el corazón Aparte
tiernas lágrimas destila.
Efetos del tierno amor
con que a mi Lotario adoro.
De alegre y contenta lloro.)
MÚSICOS: ¿Mandáisnos algo, señor?
LOTARIO: Al fin la música ha sido,
como la causa, extremada.
Yo seré, en vuestra posada,
a mostrarme agradecido.
MÚSICOS: Haréisnos de muchos modos
mercedes.
LOTARIO: Irán con vos
mis criados.
MÚSICOS: Guárdeos Dios.
UNO: Ya se van.
OTRO: Vámonos todos.
DUQUE: Es hora ya, vamos, pues.
CAMILA: (Mi Lotario, Dios te guarde.) Aparte
DUQUESA: Imagino que ya es tarde.
CAMILA: Para cenar ya lo es.
CAMILA: (Con qué amoroso cuidado Aparte
he quedado, aunque tu amor
disimulo. ¡Ay, santo honor!)
LOTARIO: Ya la ventana han cerrado.
Ya de mi gusto las puertas
se cierran. Ya mi pasión
las alas del corazón
solamente deja abiertas.
Fuése mi luz soberana,
agora sí es noche oscura;
no hay piedra de sepultura
más crüel que una ventana
para un hombre que se halla
muerto de amor al sufrirla.
TORCATO: Lo que de gloria al abrirla,
dará de pena al cerralla.
LOTARIO: Amigo, mi sol se ha puesto,
loco estoy, ciego y confuso.
TORCATO: Pues este sol que se puso
se pondrá en tus brazos presto,
¿qué te afliges?
LOTARIO: Si pensara
que eso tan presto no fuera,
si en tus brazos no muriera
con mis manos me matara.
TORCATO: Bueno está, pasito, ten,
¡sobrado a Camila quieres!
LOTARIO: Es honra de las mujeres,
y afrenta suya también.
El buen trato y el buen celo
de su honor, a quien consagro
toda el alma, es un milagro
que esparce glorias del cielo.
En tres años que la adora
mi pecho, puede saber
que es ángel en que es mujer
que, desdeñando, enamora.
TORCATO: Pues ¿tan poco andado tienes
en sus amores?
LOTARIO:: ¡Oh amigo!
Has de saber que conmigo
son fingidos sus desdenes,
y esto me obliga a perderme
por ella que, en su desdén,
muestra que me quiere bien,
y disimula el quererme.
Y como todo es recato
de su honor, echo de ver
que es buena para mujer
una mujer de este trato.
TORCATO: Si no quererte ha fingido,
¿en qué has mirado mejor
que te quiere?
LOTARIO: Es fuego amor,
y jamás está escondido.
Y cuando, entre sus despojos,
el ver sus ojos me toca,
el recato de su boca
veo perderse en sus ojos.
Sé también que ha procurado,
con disimulo, con tiento,
conclusión al casamiento,
con su padre concertado.
TORCATO: ¿Y en qué está?
LOTARIO:: Todo está llano,
yo soy el que lo entretengo,
por la obligación que tengo
de esperarle por la mano
de Anselmo, mi grande amigo,
a quien de Génova espero,
cuyo gusto seguir quiero,
que es mi norte en cuanto sigo.
TORCATO: No es cordura el dilatar
cosa que se estima tanto.
¿Y no temes que, entretanto,
se puede el viento mudar?
Y si pareciese Anselmo
a tratar cosa tan grave,
como dicen que en la nave
suele aparecer Santelmo,
¿qué harás? Perder ocasión
no parece cosa cuerda.
LOTARIO: No dejaré, aunque la pierda,
de cumplir mi obligación.
TORCATO: ¿Luego estimas su amistad
más que el amor de Camila?
LOTARIO: Sí, por cierto, y la aniquila
quien dudare esta verdad.
TORCATO: Desde agora la sublimo
donde las estrellas ves.
LOTARIO: Quiero decirte cuál es,
porque veas si la estimo.
Los padres de Anselmo y mío,
en compañía, trataban
sus grandiosas mercancías,
innumerables y varias,
no embargante que los dos
son de lo mejor de Italia,
donde, por costumbre antigua,
los más principales tratan.
Yo, al nacer, quedé sin madre,
murió mi padre en España,
adonde, en su testamento,
para mi tutor señala
al padre de Anselmo, y él,
con ternísimas entrañas,
recibiéndome en sus brazos,
de mi educación se encarga,
y fuimos Anselmo y yo,
con una igualdad extraña,
nacidos en una cuna,
crïados en una cama,
sola una ama nos dio leche,
que no quisimos tomarla
él ni yo, prodigio grande,
de los pechos de otras amas.
Fuimos los dos a una escuela,
tuvimos los dos una alma,
aprendimos unas letras,
seguimos una esperanza.
Fueron, con la edad, creciendo,
a medida de las causas,
efetos innumerables
de correspondencia extraña.
Para los dos son comunes
las haciendas y las casas,
con ser la de Anselmo agora
de las más ricas de Italia.
Entre él y mí no hay secreto,
y ninguno de importancia
se ha visto de nuestras bocas
en las lenguas de la fama.
No hay engaño entre nosotros,
porque entre nosotros anda,
de ver la verdad desnuda,
la mentira avergonzada.
Nunca nos dimos disgusto
por obra ni por palabras,
ni aun por señas. Y encontrados
en los gustos veces varias,
jamás por mujer reñimos,
prueba de ser extremada
amistad que una mujer
a deshacerla no basta.
Mil veces puso la vida
en peligro por mi causa,
y yo por guardar la suya
me he visto muerto otras tantas.
En fin, es nuestra amistad
tan grande, que en toda Italia
los conformes, los amigos
por excelencia nos llaman.
Mira, pues, si estando Anselmo
en Génova, porque falta
tres años ha de Florencia,
y vendrá de hoy a mañana,
si es razón que yo le espere,
y con su gusto se haga
el mío dos veces grande,
si él le concluye y le trata.
TORCATO: Dices muy bien. (¡Ay de mí! Aparte
Si Anselmo viene, sin falta
he de perder este amigo,
que en mis pobrezas me ampara.
Yo haré poco, o he de ver
esta amistad acabada,
teniendo el primer lugar
en su pecho y en su casa.)
LOTARIO: Torcato, vamos. Adiós
paredes, rejas, ventanas,
cerradas para mis ojos
y abiertas para mi alma.
A mi Camila la envío,
que el menor resquicio basta
para meterse en los pechos
las almas enamoradas.
¿Si duerme mi bien agora?
TORCATO: Y no menos que en la cama,
sobre mullidos colchones
y entre sábanas de holanda.
LOTARIO: ¡Quién le hiciera compañía!
TORCATO: Cuando fuera entre dos tablas,
fuera bueno.
LOTARIO:: Tú te burlas
y a mí el pecho se me abrasa.
CAMARERO: ¡Sillas, hola!
DUQUESA: El trasnochar
moderado no condeno,
aunque digan que el cenar
tarde es malo.
DUQUE: Aquello es bueno
que se suele acostumbrar.
La costumbre es poderosa
cuando a la larga la emplea
cuerpo o alma, en cualquier cosa,
y tanto que hasta una fea
hace parecer hermosa.
DUQUESA: ¿Qué es de Camila?
CAMARERO: Ya viene.
DUQUESA: Salíos fuera.
DUQUE: (¿Qué ha de ser Aparte
lo que mi mujer previene,
con llamar esta mujer
que tan sin alma me tiene?)
DUQUESA: ¿Camila?
CAMILA: Señora mía.
DUQUE: Aquí, aquí puedes sentarte.
DUQUESA: Levanta.
DUQUE: (¡Ay, luz de mi día!) Aparte
DUQUESA: Tu padre quiere casarte...
DUQUE: (¡Ay, muerte de mi alegría!) Aparte
DUQUESA: ...y de ti quiere saber
si te ofende o si te agrada
en esto.
CAMILA: Siendo mujer,
hija suya, y tu crïada,
¿qué tengo de responder,
o qué voluntad tendré,
sin la vuestra?
DUQUESA: Dices bien.
DUQUE: (Muero de pena. ¿Qué haré?) Aparte
DUQUESA: ¿No me preguntas con quién?
CAMILA: Yo, señora, ¿para qué?
Si es que manda vuestra alteza,
y mi padre, para mí
eso basta.
DUQUE: (¡Qué extrañeza!) Aparte
DUQUESA: Pueden competir en ti
el valor y la belleza.
CAMILA: (Ya sé que Lotario es, Aparte
a quien con el alma adoro.)
DUQUESA: Vence en quilates al oro
tu virtud.
CAMILA: Beso tus pies.
DUQUESA: Yo la estimo.
DUQUE: (Y yo la lloro.) Aparte
DUQUESA: Y el duque, en esta ocasión,
ha de hacer, por amor mío,
lucida su estimación.
CAMILA: No menos que eso confio
de su alteza.
DUQUE: Y con razón.
(¡Ay de mí! ¿Qué haré?) Aparte
Yo quiero
hacer que conozca el mundo
que es tu prima, pues me fundo,
ya que no he sido el primero,
en ver si seré el segundo.
Daréla cien mil ducados
y este diamante, en señal
de que serán bien pagados.
CAMILA: En tu pecho liberal
están bien asegurados.
Dame los pies.
DUQUESA: Dame a mí
la mano.
DUQUE: Bueno es que ignores
que he de besártela a ti.
De tus joyas, las mejores
puedes darle.
DUQUESA: Harélo así.
DUQUE: Toma agora esta cadena
con esta cruz de diamantes.
CAMILA: (Para aprisionarme es buena. Aparte
Con dádivas semejantes
pide remedio a su pena,
pero no le ha de tener
porque pesa más mi honor.)
DUQUESA: ¡Qué buena para mujer
es Camila! ¡Con qué honor,
con qué gusto lo ha de ser!
DUQUE: ¡Con qué contento marido
logrará su pensamiento!
CAMILA: Para estarme agradecido,
cuando no esté muy contento,
sé que estará muy servido,
porque es mi valor, en quien
fío, después de los cielos.
DUQUESA: Eso creo yo, y también
que el no apretarle con celos
consiste en servirle bien.
DUQUE: Bien consejos sabéis dar,
pero vos, duquesa amada,
mal los supistes tomar.
DUQUESA: De mis celos engañada
aprendo a desengañar.
Tú, que mi escarmiento ves,
si quieres vivir en paz
ni los pidas ni los des,
que es apetito de agraz
que obliga a llorar después.
DUQUE: Buena lición te ha leído
la duquesa.
CAMILA: Y de los cielos
en su boca ha parecido.
DUQUE: Mas ¿cómo, hablando de celos,
tan sin ellos se ha dormido?
CAMILA: Sueño ha sido bien extraño.
DUQUE: ¿Dormís vos, duquesa mía?
Ella duerme, o yo me engaño.
DUQUESA: (De mis sospechas querría Aparte
dar alcance al desengaño.)
DUQUE: Pues ella cierra los ojos,
ábrelos tú, para ser
menos fiera a mis enojos.
CAMILA: Señor.
DUQUESA: (Ciega quiero ver Aparte
lo ciego de tus antojos.)
CAMILA: ¿Qué nueva ocasión he dado?
¿No está siempre mi decoro
contrapuesto a tu cuidado?
DUQUE: Mi bien, gasta mi tesoro,
señora, emplea mi estado,
si con hacerlo remedio
la vida, que he de acabar
si a ser tuyo no me animo.
CAMILA: ¿Con oro quieres comprar
lo que con el alma estimo?
¿Tan poco estimas mi honor?
Por ello te aborreciera,
cuando te tuviera amor.
DUQUE: Quedo. Mi duquesa fuera
quien lo tratara.
DUQUESA: (¡Ah, traidor!) Aparte
CAMILA: Si es que apoyas tus cuidados
en que por dote me diste
tus joyas y tus ducados,
diversamente entendiste
mis pensamientos.
DUQUESA: (¡Qué honrados!)
CAMILA: Toma, y verás hoy
que tan en su punto están,
que del oro que te doy
nunca he sido piedra imán,
y piedra de toque soy.
DUQUE: Camila, señora, paso,
ya conozco tu valor,
pero ¿qué haré, si me abraso
en tus ojos y en tu amor?
Montes subo y mares paso.
Loco estoy. Dame siquiera
la mano, y un alma tente
si almas estimas. Espera.
CAMILA: Para esto solamente
verás cómo soy ligera.
¡Duque!
DUQUE: ¡Camila!
CAMILA: Señor,
advierta tu ciego antojo
que mi sangre tiene honor,
y que es antiguo despojo
de nobleza.
DUQUE: Es ciego, Amor.
Ciegos están mis enojos,
ciega la noche, mi bien,
y, por lograr mis antojos,
hasta mi mujer también
tiene cerrados los ojos.
CAMILA: Abriréselos.
DUQUE: ¡Desvía!
CAMILA: ¡Mi señora!
DUQUE: ¡Cosa brava!
DUQUESA: ¿Qué hay, Camila?
CAMILA: ¿Qué tenía
vuestra alteza, que soñaba?
DUQUESA: La pesadilla sería.
CAMILA: ¡Jesús, qué extraña amargura
de congoja y aflicción!
DUQUESA: Fue el despertarme cordura.
DUQUE: (¡Que pudo tal discreción Aparte
juntarse a tal hermosura!)
DUQUESA: Dormiré de aquí adelante
con más cuidado que agora.
DUQUE: (Esta mujer es diamante.) Aparte
DUQUESA: Ven, Camila.
CAMIIA Voy, señora.
DUQUESA: ¡Cómo es ciego el que es amante!
DUQUE: ¿Qué decís, que no os entiendo?
(Muriendo voy.) Aparte
CAMILA: (Voy temblando.) Aparte
DUQUESA: Que de vos voy conociendo
que estáis más ciego velando
que yo lo estuve durmiendo.
Tú eres honrada mujer.
CAMILA: Tus pies beso.
DUQUE: (Blanda cama Aparte
me espera, pues he de arder
en desdenes de mi dama
y en celos de mi mujer.)
ANSELMO: Avisa a Lotario. ¿Vas? CRIADO 1: Sí, señor. ANSELMO: ¿Cómo no vuelas? Quita, quita estas espuelas.
CRIADO 2: ¿Y las botas?
ANSELMO: Dejalás,
y veré misa primero,
pues tenemos, como ves,
cerca la iglesia, y después
ver a mi Lotario quiero.
Prevénganme otro vestido,
mudaréme.
CRIADO 2: ¿Y no es mejor
descansar? Mira, señor,
qué de postas has corrido.
ANSELMO: Pues no estoy, por vida mía,
muy cansado.
CRIADO 2: Cosa es brava.
ANSELMO: ¿No ves que no me cansaba
pensando a lo que venía?
Y así corriendo y pensando
que a Lotario iba sirviendo,
como venía corriendo
quisiera venir volando,
porque esta correspondencia
le debo de muchos modos.
CRIADO 2: Con razón os llaman todos
amigos por excelencia.
ANSELMO: Merece bien esos nombres
nuestro extremo de amistad.
CULEBRO: ¡Oh infame necesidad,
a qué obligas a los hombres!
Cuando ofendes, cuando enfadas,
bien dicen que en ti no hay ley.
Mas--¡cuerpo de Dios!--si el rey
no paga las cuchilladas
y las paga un florentín,
un pobre español, ¿qué hará,
puesto que en Italia está
como en la tierra un delfin?
ANSELMO: ¿Cómo no tocan a misa?
CRIADO 2: Pues hartas suelen decir.
ANSELMO: Ve. Cuando quieran salir
a decirla, ven y avisa.
CULEBRO: (¿Qué es aquesto? ¿Si es aquél Aparte
a quien viene el sobreescrito?
¡Bravo talle!, ¡gran delito!
Calle, casa, iglesia, y él
de camino... Él es, sin duda.
¡Qué gala!, ¡qué buena cara!)
ANSELMO: (A mirarme se repara. Aparte
De mil colores se muda
¿Qué puede este hombre querer?)
CULEBRO: (Solos estamos los dos. Aparte
Lástima es darle, por Dios,
pero en efeto ha de ser.
Mas a extraños sentimientos
obligará ver partida
tal cara.)
ANSELMO: (No vi en mi vida Aparte
tan notables movimientos.)
Gentil hombre, ¿qué queréis?
¿Qué os detiene? ¿Qué os repara?
CULEBRO: Vengo a cortaros la cara,
mas pienso que no queréis.
ANSELMO: Si vos me lo aconsejáis
podrá ser que yo lo quiera.
CULEBRO: Disparate grande fuera.
ANSELMO: Bonísimo humor gastáis.
¿Quién sois? ¿Qué buena ventura
de esta suerte os ha traído?
CULEBRO: Luego, ¿no habéis conocido
por la pinta esta figura?
ANSELMO: No sé de vos qué presuma,
porque en la cuenta no caigo.
CULEBRO: ¿Pues, no basta el ver que traigo
poco pelo y mucha pluma
para ver que soy soldado
español, y que así estoy
en Italia, donde soy
bien venido y mal pagado?
ANSELMO: Pues bien, ¿de mí qué queréis?
Que os serviré es cosa clara.
CULEBRO: La mitad de vuestra cara,
por lo menos, me debéis.
Mirad qué puede valer
y dádmelo de contado.
ANSELMO: Donaire tiene el soldado.
CULEBRO: Vuestro al menos lo he de ser,
y oídme que no os engaño,
que a ofenderos he venido.
ANSELMO: Pues ¿sin haber ofendido
yo a ninguno?... ¡Caso extraño!
CULEBRO: A mí me llaman Culebro,
y tengo, naturalmente,
el discurso impertinente
y casquivano el celebro.
Y así, en diez años de Flandes,
hice con gallardo efeto
cosas que en otro sujeto
parecer pudieran grandes,
mas sucedióme después,
por bien pequeña ocasion,
que di a uno un bofetón,
herí a siete y maté a tres.
Salíme imitando el viento,
fuíme a Palermo, y allí,
en cuerpo de guardia di
con esta daga al sargento.
Pasé a Nápoles, y en él,
al cabo de siete dias,
por no sé qué niñerías,
requisitos de cuartel,
molí a palos a un soldado.
Embarquéme, y de hambre muerto,
en Liorna tomé puerto,
y así en Florencia he llegado.
Y no viendo en mi pobreza
forma alguna de que diesen
materia por quien subieran
vapores a la cabeza,
vi un gentilhombre garbato,
que así los llamáis aquí,
miróme, llegóse a mí,
y después de hablarme un rato
indiferentes razones,
con astucia y gentileza
halló puerta a mi pobreza
para darla a sus traiciones.
Díjome que me daría
chento escuti en plata pura,
porque hiciese una abertura
en vuestra cara.
ANSELMO: ¿En la mía?
CULEBRO: ¿No sois Anselmo?
ANSELMO: ¿Esto pasa?
Mi nombre negar no quiero.
CULEBRO: Y en esta calle, y frontero
de una iglesia, vuestra casa.
Estas señas imagino
que me ha dado.
ANSELMO: Y son las mías.
CULEBRO: Y que dentro de dos días
llegarías de camino.
Con ello llegué a esta calle
para hacer lo que ofrecí,
y, piadoso, cuando vi
vuestra cara y vuestro talle,
por Dios que me parecía,
cuando el daros intentaba,
que con la una mano os daba
y con la otra os defendía.
En fin, no pude emplear
ejecución tan rüín,
hicísteme sangre al fin,
y no os la pude sacar.
Y así, como os pareciese
cosa justa, imaginaba
que pues el otro me daba
cien ducados porque os diese,
que me deis vos la mitad
para que deje de daros;
que no es poco el ahorraros
los cincuenta.
ANSELMO: Así es verdad,
y vos habéis procedido
como piadoso y discreto,
y así yo, no sólo aceto
tan provechoso partido,
pero si él os daba en plata
los cien ducados, en oro
os los doy. Tomad.
CULEBRO: Adoro
quien tan bien procede y trata.
ANSELMO: Y otros ducientos aquí
os ofrezco en un papel,
si volvéis a hacer en él
lo que él quiso hacer en mí.
CULEBRO: ¿Pues a un hombre tan honrado
obligáis con interés
a esas cosas?
ANSELMO: Digo que es
el español extremado.
CULEBRO: Tú, pues riendo te estás,
poco debes saber
qué es tomar por no tener,
o tomar por tener más.
Por un ducado, sin nada,
haré cualquier cosa vil,
y con ciento, por cien mil,
no daré una cuchillada.
Que tomar, cuando venía
tan sin blanca a esta ciudad,
fue entonces necesidad,
y agora vicio sería.
Mas si por tu gentileza
quieres que al mundo trabuque,
¡voto a Cristo que al gran duque
le cortaré la cabeza!
ANSELMO: Tu donaire y tu valor
tanto me obliga a estimarte,
que en mi casa has de quedarte,
si es que gustas.
CULEBRO: Sí, señor.
ANSELMO: Pero dime, por tu vida,
pues son míos tus cuidados,
¿quién te daba cien ducados
porque me dieses la herida?
CULEBRO: ¡Por Dios que se me olvidaba!
Díjome que te dijese,
quien mandó que te la diese,
que Lotario te la daba.
ANSELMO: ¿Quién?
CULEBRO: Lotario.
ANSELMO: ¿Quién?
CULEBRO: Lotario,
Lotario mil veces digo.
ANSELMO: ¿Que mi contrario es mi amigo?
¿Que mi amigo es mi contrario?
¡Válgame Dios! ¿Y qué haré?
¡Válgame el cielo! ¿En qué he dado?
¿Lotario de mí agraviado?
¿Lotario de mí ofendido?
¡Válgame, válgame Dios!
¿Quién tal vio? ¿Quién tal pensara?
¿Cortar me quiere la cara?
¿Si piensa que tengo dos?
CULEBRO: Señor, ¿qué es esto? ¿A quién digo?
¿Qué tienes?
ANSELMO: ¡Ay, cielo santo!
Pero, ¿en esto dudo tanto?
Español, soldado, amigo,
toma, empuña dos espadas.
Lotario, pues tú lo quieres,
dame, da donde quisieres
una y muchas cuchilladas.
No tienes en qué dudar,
podrásle después decir
que las quise recibir
porque él me las quiso dar.
CULEBRO: Por Dios, donoso presente
para tal correspondencia.
ANSELMO: ¡Que tanto puede el ausencia,
que no es amigo el ausente!
Mas--¡ay Dios! ¿Yo soy honrado?
¿Yo soy su amigo? ¿Yo he sido
quien de su espada he temido
y en su amistad he dudado?
Con el primer movimiento
pude temer y dudar,
pero en dándole lugar
el discurso, el pensamiento
Ya considero, ya sé
que no te han dicho verdad,
y que ofendo su amistad
si pongo en duda su fe.
Español, Lotario es hombre
que no le iguala ninguno.
Tú te engañaste o alguno
se ha valido de su nombre,
para hacer esta traición.
CULEBRO: Eso todo puede ser,
mas para hacértelo ver
no nos faltará ocasión.
¿Quién viene?
ANSELMO: No sé quién sea,
pero el gran duque será,
que en esta iglesia querrá
ver misa. Sí, ya se apea.
CULEBRO: De hermosura y de valor
viene bien acompañado.
ANSELMO: A esta puerta y a este lado
podremos verlo mejor.
TORCATO: ¿Que Anselmo ha venido?
LOTARIO: Y yo
muero por verle y hablarle.
Iremos luego a buscarle.
TORCATO: (Si el español lo encontró, Aparte
yo aseguro que lo emprenda,
dándole mis señas luz.)
CULEBRO: Quien te enviaba la cruz
y me fio la encomienda
es el uno de los dos.
ANSELMO: ¿Cuáles dices? ¿Dónde están?
CULEBRO: Los que delanteros van.
ANSELMO: ¿Cuál de ellos? ¡Válgame Dios!
CULEBRO: Aquel del izquierdo lado.
ANSELMO: Eso sí, que estuve muerto.
El otro es Lotario.
CULEBRO: ¿Cierto?
¿Luego yo he sido engañado?
¡Pues por vida!
ANSELMO: Calla agora.
DUQUE: De esta iglesia la portada
es digna de ser mirada.
DUQUESA: ¿No es muy bella?
CAMILA: Sí, señora.
ANSELMO: Y este cielo puede ser
de la tierra admiración.
LOTARIO: Bellos ojos.
TORCATO: Bellos son.
ANSELMO: ¿Si es ángel o si es mujer?
LOTARIO: ¿No es Camila muy hermosa?
ANSELMO: ¡Jesús, qué extraña hermosura!
DUQUE: Es notable arquitectura.
DUQUESA: ¿No es muy extraña?
CAMILA: Es famosa.
(¡Ay, Lotario de mi alma!) Aparte
LOTARIO: (¡Ay, Camila de mi vida!) Aparte
CULEBRO: ¡Ce!
TORCATO: ¡Amigo!
CULEBRO: Ven.
TORCATO: ¡Brava herida!
ANSELMO: ¿Quién me deja en esta calma?
Fuego es éste, rayo ha sido,
y puedo haberlo pensado
en que tan presto ha llegado,
y en que del cielo ha venido.
¡Oh mujer! ¡Oh bellos ojos!
¡Oh ángel de nieve pura!
¡Oh soberana hermosura!
¡Oh celestiales despojos!
¿Qué hechizo es éste, qué encanto
que me tiene ciego y loco?
¿Y cómo en tiempo tan poco
puede un hombre querer tanto?
Mas quiero volverla a ver.
LOTARIO: ¿Adónde con tanto brío?
ANSELMO: Sólo tú, Lotario mío,
me pudieras detener.
LOTARIO: Mil abrazos te prevengo.
ANSELMO: Mil gracias doy a mi suerte.
LOTARIO: ¿Cómo vienes?
ANSELMO: Vengo a verte,
que es decir que bueno vengo.
¡Qué hambre traigo de hablarte!
LOTARIO: Yo la tengo de servirte,
con mil cosas que decirte
más despacio en otra parte.
Mas dime, ¿qué te llevaba
agora con tanta prisa?
ANSELMO: En este templo a ver misa
entraba...pero no entraba
sino a ver...Pues que contigo
nunca he tenido secreto,
escucha un extraño efeto.
LOTARIO: Ya te escucho, di.
ANSELMO: Ya digo.
Entre aquellas damas bellas
que la duquesa traía,
una vi que al alma mía
pudo parecerle, entre ellas,
como entre estrellas la luna.
LOTARIO: ¿La que junto a la duquesa
iba?
ANSELMO: Sí.
LOTARIO: (Camila es ésa.) Aparte
ANSELMO: Y yo sospecho...
LOTARIO: (¡Ay, Fortuna!) Aparte
ANSELMO: ...que en aquel punto reinaba
algún planeta que en mí
pudo tanto, que me vi
ciego y loco.
LOTARIO: ¡Cosa brava!
ANSELMO: Sentí gloria en los antojos
con quien me entretuve al verla,
y quedé muerto, al perderla,
no del alma, de los ojos.
Y entraba ciego y perdido
a verla, cuando saliste,
y con que te vi y me viste,
que era el gusto pretendido,
estoy tal, que yo me espanto
de ver, con mi ciego ardor,
que un disparate de amor
en tan poco pueda tanto.
LOTARIO: ¡Yo soy muerto!
ANSELMO: ¿Qué ocasión
te ha ofendido y te ha obligado?
¿Qué tienes?
LOTARIO: Hanse parado
las alas del corazón,
y quiéroselas cortar,
pues son de poco provecho.
ANSELMO: Pues estando yo en tu pecho
¿se pueden ellas parar?
LOTARIO: Hanse parado por ti,
cansadas de estar batiendo.
¡Ay, Anselmo!
ANSELMO: No te entiendo.
Habla más claro. Di, di.
LOTARIO: Como por tu dama hermosa
te vi, ardiendo, quedar frío,
y tu corazón y el mío
es todo una misma cosa,
sentí, como era razón,
las penas con que te hallas,
y queriendo remediallas,
cubrióseme el corazón,
topando en inconvenientes
que ya tu amistad venció.
ANSELMO: ¿Cómo?
LOTARIO: Escucha... (Y quede yo Aparte
con el alma entre los dientes.)
¿Supiste de quién estás
enamorado? ¿Esa dama
conoces?
ANSELMO: Sé que en su llama
vivo ardiendo y no sé más.
LOTARIO: Deuda de los duques es,
y es Colona su apellido,
de Nápoles ha venido
habrá tres años y un mes.
(Yo lo tengo bien contado, Aparte
¡ay de mí!)
ANSELMO: ¿Qué te ha perdido?
¿Qué es esto?
LOTARIO: Un vaguido ha sido
que en la cabeza me ha dado.
ANSELMO: Quédese, quédese aquesto
agora.
LOTARIO: No, amigo, no,
porque para hacerlo yo
me importa el pensarlo presto.
Digo, Anselmo, que esta dama
es de tan grande valor,
que ha llegado a ser mayor
que su hermosura su fama.
Es en el mundo un retrato
de la misma castidad,
un sol de la honestidad
y un ejemplo del recato.
Es un valor que enriquece,
es un divino respeto,
es un cielo, es, en efeto,
mujer que no lo parece.
ANSELMO: Bueno está, no digas más,
que tanto más me enamoras,
y es perderme.
LOTARIO: (En lo que ignoras Aparte
está la gloria en que das.)
ANSELMO: ¿Cómo podré merecella
si ella es tal, amigo, hermano?
LOTARIO: Si tú gustas, de mi mano
quiero casarte con ella.
¿No fiarás, sin temor,
que te la dé mi amistad,
que iguale a tu calidad
y que diga con tu honor?
ANSELMO: ¿En qué dudas? Bueno fuera
que eso de ti no fïara,
pues cuando no me agradara
por tu gusto la quisiera.
LOTARIO: Pues en tu casa me aguarda
confïado... (Muerto estoy.) Aparte
ANSELMO: ¿Qué me dices?
LOTARIO: Ve.
ANSELMO: Ya voy.
LOTARIO: ¿Qué me anima y me acobarda?
¡Ay, amistad y amor! Visible estrago,
fogoso brío, movimiento lerdo,
que me encoge dudando en lo que acuerdo
y me anima pensando en lo que pago.
En no perder a Anselmo, ¡qué bien hago!
Y en perder a Camila, ¡qué bien pierdo!
¡Extraña competencia! Loco y cuerdo,
mil quimeras fabrico y mil deshago.
Pero perdona, Amor, si me enemisto
contigo, porque venza, aunque me pese,
la amistad que en mi pecho se acrisola.
Que bien podrá sin mengua, quien se ha
visto
tantas veces rendido al interese
rendirse a la amistad una sola.
¿No es éste Ascanio y es quien
iba a hablar? ¡Estoy mortal!
Cuando es para hacerme mal
todo se concierta bien.
ASCANIO: ¿No es Lotario? Todo el día
te busco para abrazarte
como hijo.
LOTARIO: Por pagarte
merced que no merecía,
te quiero. Escucha a este lado.
(¡Ay, Camila!) Aparte
ASCANIO: ¿Qué has tenido?
Todo el color has perdido,
las lágrimas te han saltado.
LOTARIO: ¿Conoces a Anselmo?
ASCANIO: Sí.
¿Quién no conoce su nombre?
LOTARIO: ¿Y sabes...sabes que es hombre...
ASCANIO: ¿Túrbaste?
LOTARIO: Perdona.
ASCANIO: Di.
LOTARIO: ...que me iguala en calidad
y me aventaja en riqueza?
Pues su trato y gentileza
¿quién lo ignora?
ASCANIO: Así es verdad.
LOTARIO: Pues ése ha de ser esposo
de Camila. (Cruel sentencia.) Aparte
ASCANIO: No hay hombre en toda Florencia
tan rico y tan poderoso,
ni aun en Italia hay ninguno
más rico y más principal.
Dicha es grande.
LOTARIO: Siendo tal,
poco te seré importuno.
ASCANIO: Por su esposa te prometo
a mi Camila.
LOTARIO: Alto, pues.
(¡Ah, poderoso interés, Aparte
y qué presto hiciste efeto!)
ASCANIO: Mas ¿cómo se ha de tratar?
LOTARIO:: Como estaba concertado:
a que sea el desposado
le llevaré en mi lugar.
ASCANIO: Dices bien, por vida mía;
que aun Camila no ha querido
saber quién era el marido.
LOTARIO: (Es porque ya lo sabía.) Aparte
ASCANIO: Pues adiós, prevénle luego,
mientras que a prevenir voy
a los duques.
LOTARIO: Muerto estoy,
ardo helado y miro ciego.
¡Ay, Camila! Tú dirás
que he sido amante traidor,
mas perdona, que el amor
de mi amigo pudo más.
CAMARERO: Casada podrás tener
la que hasta ahora no has tenido.
DUQUE: Y eso ¿cómo ha de ser?
CAMARERO: Con los celos del marido
se granjea la mujer.
Haz que los tenga de ti
su marido, y atropella
su decoro, y fía de mí,
que el pedírselos a ella
será interceder por ti.
DUQUE: Daráselos mi cuidado
a su esposo, y serán celos
los mayores que se han dado,
daré quejas a los cielos
y a ella todo mi estado,
o a mí me daré veneno
por no ofender a los dos.
DUQUESA: Para una infanta era bueno
tal casamiento.
ASCANIO: De Dios
ha venido cuanto ordeno.
DUQUESA: Duque, apercebíos a honrar
a Camila, a quien agora,
su padre quiere casar.
DUQUE: (¡Ay del alma que la adora!) Aparte
En todo os he de agradar,
y merece su nobleza
cuantos favores le ofrece
vuestra mano.
ASCANIO: Vuestra alteza
con mercedes favorece.
DUQUE: (¡Ay, soberana belleza!) Aparte
CAMILA: (Ya llegó el dichoso día, Aparte
y punto, de ser mi esposo
Lotario, que es alma mía.
Bien dicen que no es dichoso
sino quien sufre y porfia.)
Vuestras altezas me den
la bendición y las manos.
DUQUE: Camila, levanta.
DUQUESA: Ten.
ASCANIO: Y los cielos soberanos
mil bendiciones te den.
CAMILA: Y a ti te guarden los cielos.
DUQUE: (Para sufrir tal mudanza...) Aparte
DUQUESA: (Para no vivir con duelos...) Aparte
DUQUE: (...bueno es tener esperanza.) Aparte
DUQUESA: (...no es malo quedar sin celos.) Aparte
ANSELMO: (¡Que tal gloria he de alcanzar!) Aparte
LOTARIO: (¡Que tal bien he de perder!) Aparte
ANSELMO: (¡Que a tal gusto he de llegar!) Aparte
Si los puedo merecer,
pies y manos me han de dar
Vuestras altezas.
DUQUESA: Alzad.
DUQUE: ¡Oh, Anselmo! No estéis ansí,
lo que os estimo, estimad.
ANSELMO: Dádmelos vos.
ASCANIO: Vos de mí
estos abrazos tomad.
CAMILA: (¡Que a tan gran ventura llego!) Aparte
LOTARIO: (¡Que nunca llega mi muerte!) Aparte
ANSELMO: (Todo es gloria.) Aparte
LOTARIO: (Todo es fuego. Aparte
Ella me mira y no advierte
que la estoy mirando ciego.)
DUQUESA: Con mi licencia podéis
darle a Camila la mano.
ANSELMO: Tus pies beso.
LOTARIO: (Ojos, ¿qué véis?) Aparte
ANSELMO: Por ver lo que en ella gano,
estimo que me la deis.
CAMILA: (¿Qué es esto, amante traidor? Aparte
¿Qué he de hacer?... Mas yo nací
honrada.)
ASCANIO: ¡Hija!
CAMILA: Señor,
ya la doy. (¡Ay, santo honor, Aparte
milagros hacéis en mí!)
LOTARIO: Vengo a darte el parabién,
agora que te has casado,
¿sabes, Anselmo, con quién?
ANSELMO: Con mujer que tú me has dado,
que eso basta.
LOTARIO: Dices bien,
pues que por mujer te di
la misma que yo quería,
que en el punto que la vi
en tu pecho, no fue mía
sino tuya.
ANSELMO: ¿Qué te oí?
Lotario... ¡No me dijeras
con qué mujer me casaba!
LOTARIO: ¿Cómo, Anselmo, la tuvieras?
Porque tú no la quisieras,
viendo que yo la esperaba,
y como te vi perdido,
procuré verte excusado
del dolor que yo he sentido.
Llega a tu cielo adorado,
goza tu bien pretendido,
pues te puedo asegurar
que a darte una mujer vengo
que mil mundos puede honrar,
de quien sólo un "Padre tengo"
he merecido escuchar.
ANSELMO: Ya, Lotario, estoy vencido
de tu amistad.
DUQUE: ¿Quién creyera
lo que agora ha sucedido?
DUQUESA: Amistad tan verdadera
no se ha visto ni se ha oído.
TORCATO: ¡Justicia!
CULEBRO: Espera, traidor.
TORCATO: Líbreme Dios de tus manos.
DUQUE: ¿Qué es esto?
TORCATO: Duque, señor
CULEBRO: Por vida del Redemptor
de los cautivos cristianos
que...
ANSELMO: ¡Tente! Pues en palacio
del duque, ¿qué te obligó?
CULEBRO: Esas cosas miro yo
sin cólera y con espacio.
DUQUE: ¿Eres loco?
CULEBRO: Loco,no.
Perdóneme vuestra alteza,
que si éste no desvïara
la cara, con tal presteza,
cuando le tiré a la cara
y le acerté a la cabeza,
no entrara yo como entré,
ciego de cólera aquí,
para enmendar lo que erré.
TORCATO: ¡Señor, justicia! ¡Ay de mí,
que me ha muerto!
DUQUE: Bien a fe.
Prendedlo, prendedlo y puedes
mandarle ahorcar.
CULEBRO: Yo estoy
bueno entre cuatro paredes.
ANSELMO: Pues con tantas causas hoy
puedo pretender mercedes,
suplícote que me des
el preso, que yo le fío,
y espero darle después
disculpa a su desvarío.
DUQUE: Sea así.
ANSELMO: Beso tus pies.
CULEBRO: De pensar en el cordel,
casi al pescuezo le siento.
CAMILA: (Casamiento tan crüel, Aparte
que el principio fue sangriento,
¿qué fines se esperan dél?)
ANSELMO: (Mil veces dichoso he sido.) Aparte
LOTARIO: (Mil veces soy desdichado.) Aparte
DUQUE: (Agora estoy más perdido.) Aparte
CAMILA: (¡Ay honra! ¿A qué has obligado?) Aparte
LOTARIO: (¡Ay amistad! ¿Qué has podido?) Aparte
FIN DEL ACTO PRIMEROACTO SEGUNDOLEONELA: Mucho le amaste.
CAMILA: Es verdad,
pero de mi honor el brío
venció, con libre albedrío,
la cautiva voluntad.
LEONELA: `¿Ya no lloras?
CAMILA: Ya no lloro.
LEONELA: ¿Y quieres a tu esposo?
CAMILA: Sí.
LEONELA: ¿Tibiamente?
CAMILA: Como a mí.
LEONELA: ¿Tanto le quieres?
CAMILA: Le adoro.
LEONELA: Milagro del cielo ha sido
haberse tu amor pasado
de un querido a un desdeñado,
y de un galán a un marido.
CAMILA: ¿Para eso fue menester
milagro? Si es natural
ir al bien, hüir del mal
la que es honrada mujer.
Este honrado pensamiento
tuvo principio en mi honor.
Luego el discurso mejor
alumbró el entendimiento.
Vi que amor de un solo día
al de mil se adelantaba,
en uno que me dejaba
y en otro que me queria.
Y con causas de olvidar,
y efectos de agradecer,
pude al uno no querer
y pude al otro adorar;
y como el cielo me dio
un marido sin segundo,
no tiene mujer el mundo
con más contento que yo.
LEONELA: A verte vienen los dos.
Pon límite a tus antojos.
CAMILA: ¡Con qué diferentes ojos
les miro, gracias a Dios!
ANSELMO: No se os puede perdonar
tan larga ausencia.
LOTARIO: Sí haréis,
pues en vuestras cosas veis
que yerro por acertar.
ANSELMO: Con todo muy mal me trata.
¿Qué hay, Culebro? LOTARIO: Escuchamé. Como en mal de amores sé
que el ausencia cura o mata,
puse la vida en su mano
para curar o morir,
y en no muriendo al partir,
era cierto el volver sano.
CAMILA: Ya llegan.
LEONELA: Y pienso ya
que tu sangre se alborota.
CAMILA: No por cierto, ni una gota.
Como antes se estaba, está.
ANSELMO: Llegad, que también mi esposa
me ha de ayudar a reñiros.
LOTARIO: A los dos he de serviros.
(Siempre me parece hermosa; Aparte
con todo, en mi fantasía,
a contemplalla me obligo
como a mujer de mi amigo
y no como dama mía.)
CAMILA: Amigo, esposo, señor.
ANSELMO: Cielo hermoso y soberano.
CAMILA: Deja besarte la mano.
ANSELMO: Eso a mí me está mejor.
LEONELA: Español, y vos ¿qué hacéis?
CULEBRO: Por hacer estoy perdido.
CAMILA: Seas, Lotario, bien venido.
LOTARIO: Cien mil años os gocéis.
¿Tienes salud?
CAMILA: Salud tengo.
LOTARIO: Ya tu contento da indicio.
CAMILA: ¿Vienes bueno?
LOTARIO: A tu servicio.
Me fui malo y bueno vengo.
ANSELMO: Camila, riñe a Lotario
el dejarnos tantos días.
CAMILA: Bien merece quejas mías
quien de tu gusto es contrario.
Mal lo ha hecho, ya eso pasa
de ser ingrato, sabiendo
lo que a ti te debe, y viendo
lo que le debe esta casa.
ANSELMO: Sólo se me debe a mí
pagar con intentos buenos
mil deudas.
CAMILA: Yo, por lo menos,
le debo el tenerte a ti.
LOTARIO: Con el gusto que me toca
de veros, quedo pagado
y contento.
ANSELMO: Habéisme dado
mil gustos con cada boca
y quedo bien satisfecho
de ver con cuánta hermandad
este amor y esta amistad
pueden caber en mi pecho.
CAMILA: Que soy tu esclava imagina.
LOTARIO: Y yo sombra de tu sol.
LEONELA: ¡Determinado español!
CULEBRO: ¡Juguetona florentina!
LEONELA: ¡Qué tierna correspondencia
de vista!
CULEBRO: ¡Qué colear
de ojos, dulce mirar.
Parece España Florencia!
ANSELMO: Y en el viaje, ¿os ha ido
bien?
LOTARIO: Muy bien, pues lo he pasado
con el donaire extremado
de Culebro.
CULEBRO: Hete servido,
y sé lo que en ello gano,
comiendo todo el camino
cansalata, que es tocino.
LOTARIO: Con su hablar italiano
alborota una posada.
ANSELMO: Bravo italiano estás.
CULEBRO: De español no tengo más
que las plumas y la espada.
Sé que es piñata la olla,
y tiano la cazuela,
y que es la sartén padela,
vino el vin, las berzas folla,
y la ensalada, ensalata,
y pane tosto el pan duro,
y la manteca, baturo,
y el medio azumbre, canata.
Caso el queso, brodio el caldo,
y presutos los perniles,
y luchernas los candiles,
y el pillatelo, tomaldo.
Cama el leto, y blanda mola,
y bujarrón el ventero.
CAMILA: Gracia tiene.
LOTARIO: Bien le quiero.
(Brava nación la española.) Aparte
CAMILA: Esa lengua has de aprender,
que está muy bien en tu boca.
CULEBRO: Lo que al ministerio toca
del dormir y del comer
aprendí en suma tan corta,
que como este fin consiga,
si en lo demás que les diga
no me entienden, poco importa.
LOTARIO: Bien dice.
ANSELMO: Dice rebién.
Camila, ¿queréis dejarme?
CAMILA: Porque tengo en qué ocuparme,
y porque es justo también
que hablen solos dos amigos
que ha tanto verse esperan.
ANSELMO: Vuestros ojos no pudieran
ser enojosos testigos.
LEONELA: Mucho gustaré de hablarte. CULEBRO: Y yo más de responderte. ANSELMO: ¡Ay, cielos!
LOTARIO: ¿En vez de verte
contento, te oigo quejarte?
ANSELMO: ¿Ves que tengo en esta casa
tan arrogante apariencia
de gustos no imaginados
y de no vistas riquezas,
en estos techos labores
artificiosas y bellas,
y en estos cuadros vencida
la humana naturaleza,
por estos suelos alfombras,
por estas paredes telas,
brocados en estas camas,
plata y oro en estas mesas,
cristal en estas ventanas,
por estos rincones perlas,
diamantes en unas manos
y en ellas mismas belleza,
en aquel rostro deidad
y en este pecho firmeza,
y ves que a mi esposa adoro
y soy adorado de ella?
Pues no estoy contento.
LOTARIO: ¿Cómo?
ANSELMO: Una locura, una fuerza
fatal me obliga y me pierde,
me descompone y me ciega.
Celos me abrasan el alma
y en Camila me dan pena
hasta el sol si alegre mira,
y el viento si manso llega,
sin tener otra ocasión,
porque ella es honrada, es cuerda,
recogida, recatada,
prudente, sabia y discreta.
LOTARIO: Eso, perdóname, Anselmo,
más parece impertinencia
que celos.
ANSELMO: No está en mi mano,
y escúchame, porque adviertas
que esto todo son temores
o desdichas venideras,
que tan con tiempo las pasa
quien tan sin tiempo las piensa.
Pienso, aunque es buena mi esposa,
que podría no ser buena,
y este solo "puede ser"
me aflige como si fuera;
que si el que estima una espada
no se atreve a fïar de ella,
sin ver que en mil ocasiones
ni se tuerce ni se quiebra,
y en la espada, que es de acero,
son menester estas pruebas,
cuanto y más en la mujer,
que es de lana la más cuerda.
Mataráme esta congoja,
si con curiosa experiencia
no acrisolo su valor
y doy toque a su firmeza.
Ésta, siendo con mi honor,
sólo otro yo puede hacerla,
que eres tú, Lotario, amigo,
de quien fío esta flaqueza.
Tú has de probar si es mi esposa
tan honrada como bella,
dándole a tu amor fingido
extremadas apariencias,
que si de ti se resiste,
a quien quiso, cosa es cierta
que podré vivir el hombre
más contento de la tierra,
y si se rindiese a ti,
que nunca el cielo tal quiera,
a sólo su pensamiento
podría llegar mi ofensa,
y escondida en tu secreto
estaría, y yo, aunque muerta
la vida, con el ciudado
podría excusar la afrenta.
LOTARIO: ¡Jesús, qué extraña ilusión!
¿Búrlaste, Anselmo, o deseas
hacer las pruebas en mí?
¿Que aún no las tienes bien hechas?
¿Quién te ha llenado el sentido
de fantásticas quimeras?
¿Qué te han hecho? ¿Qué te han dado?
¿Qué hacer quieres? ¿Qué hacer piensas?
ANSELMO: Lotario, no me repliques.
LOTARIO: Escúchame y considera
en mis fundadas razones
tan curiosa impertinencia.
Si, como has dicho, imaginas
que es tu esposa honrada y cuerda,
recogida y recatada,
prudente, sabia y discreta,
¿qué quieres más? Pues te basta
el ignorar que no es buena,
para dejar lo demás
del cielo a la providencia.
O no piensas lo que haces,
o no has dicho lo que piensas,
o ese propósito en ti
es locura manifiesta.
Cuando salgan en tu esposa
finísimas esas pruebas,
no sé yo qué entonces más
que tienes agora tengas;
mas si fuesen en tu agravio,
y viésemos su firmeza
vencida de la ocasión,
¿en qué darían tus penas?
¿Qué sería de tu vida?
Si así te tratan sospechas,
verdades averiguadas
tan contra tu honor, ¿qué hicieran?
Considera que no es justo
que se ponga en competencia
de pérdida que es tan grande
ganancia que aun no es pequeña.
ANSELMO: No me digas más, Lotario,
pues eres discreto, piensa
que a un hombre determinado
le mata quien le aconseja.
Caber razones en quien
la razón está tan ciega,
es pedirle a la Fortuna
que en sus mudanzas la tenga.
Esto ha mil noches, Lotario,
que me aflige y me desvela,
pensando en muchos desvíos
que mi sinrazón vencieran,
a no ser hechizo loco,
que a pura fuerza de estrella
a mi discurso se opone,
y en mis entrañas revienta.
Haz, por Dios, lo que te ruego,
haciendo, para que pueda
con algo engañarme a mí,
no más de sola una prueba
en mi esposa, que no es tal
que se rinda a la primera.
LOTARIO: Tú mismo, Anselmo, te agravias,
tú mismo, amigo, te afrentas.
Mira, por Dios
ANSELMO: Ya me enojas,
ya mi amistad verdadera
pagas mal. Si tú no quieres
sacarme de esta sospecha,
ya estoy resuelto en buscar
quien lo haga y quien lo entienda,
fïando mi honor de alguno
que del todo me le pierda.
Recógele en tu sagrado,
asegúrale en mi ausencia
por...
LOTARIO: Basta, no digas más.
A voluntad tan resuelta,
obedecer y callar...
ANSELMO: Dios te guarde, el cielo quiera
que te sirva entre mis brazos,
a mi corazón te llega.
LOTARIO: ¿Cuándo ha de ser el servirte?
ANSELMO: Luego, agora.
LOTARIO: Luego sea
el divertir con mi engano
tu curiosa impertinencia.
ANSELMO: ¡Hola!
CULEBRO: ¡Señor!
ANSELMO: Corre y di
a Camila que la espero.
¡Ay, amigo verdadero,
mi honor he fundado en ti!
Prueba mi esposa querida,
y del suyo satisfecho
asegúrame este pecho,
vuélvele el alma a esta vida.
LOTARIO: Sosiégate, confïado
en mi fe. (¡Extraño accidente! Aparte
Ser curioso impertinente
es ser celoso el honrado;
que el que es discreto curioso,
por más valor ha tenido
dar venganzas de ofendido
que evidencias de celoso.)
CAMILA: Ya que me mandéis espero.
ANSELMO: Yo que mercedes me hagáis,
que a Lotario entretengáis,
mientras voy y vengo, quiero,
que el gran Duque me ha llamado
y habré de ir aunque me pese.
LOTARIO: Gracioso melindre es ése.
Pues ¿eso os daba cuidado?
¿No pudiera esperar yo,
y excusar tal cortesía?
CAMILA: Y acompañaros podría
ANSELMO: Que fuése solo mandó,
y habéis de esperarme aquí.
LOTARIO: Cumplimientos escusados.
ANSELMO: Hasta que os deje sentados
no he de partirme.
CAMILA: Sea ansí.
Volved luego.
ANSELMO: Luego vuelvo.
CAMILA: (¡Qué notable confïanza Aparte
de amistad!)
ANSELMO: (¿A qué esperanza Aparte
me encamino y me resuelvo?)
LOTARIO: (¡En qué estacada me veo!) Aparte
CAMILA: (Mi valor queda conmigo.) Aparte
ANSELMO: (Para escuchar si mi amigo Aparte
prueba a lograr mi deseo
lugar me dará esta llave.)
CAMILA: (No sé qué piense o qué diga.) Aparte
LOTARIO: (Amigo que a tal obliga Aparte
mucho ofende y poco sabe.)
CAMILA: (¿Quién del tiempo imaginara Aparte
que a este estado me trujera?)
LOTARIO: (¿Quién entonces me dijera Aparte
que, pudiendo, no la hablara?)
CAMILA: (De mis honrados despojos Aparte
tengo el corazón contento.)
LOTARIO: (Mucho vuela el pensamiento Aparte
y mucho miran los ojos.
Como que duermo he de hacer,
para poderlos cerrar,
y dejaré de pensar,
quizá, con dejar de ver.)
CAMILA: (A no hablarme se ha forzado, Aparte
por no verme se ha dormido:
mucho obliga a ser querido
un hombre que es tan honrado
Se entiende sin que al honor
se pierda un punto el decoro.)
CULEBRO: Joya mía, yo te adoro.
LEONELA: Y yo a ti te tengo amor.
CULEBRO: Pues encaja.
LEONELA Aún es temprano,
soy doncella.
CULEBRO: Acaba, llega.
¿Ese duende de bodega
por ventura está en tu mano?
El alma sí que estará
en la palma que me has dado,
que ese punto imaginado
en otro lugar está.
LEONELA: Toma el alma.
CAMILA: (A pensar llego Aparte
que es mejor no estar aquí.)
LOTARIO: (¡Qué bien dicen--¡ay de mí!-- Aparte
que más imagina el ciego!
Amistad, valedme agora.)
LEONELA: Tuya he de ser.
CULEBRO: Yo soy tuyo.
ANSELMO: (A mi suerte lo atribuyo.) Aparte LEONELA: Voyme, que se va señora. ANSELMO: (Bien vi que el intento mío Aparte
emprendió con gusto poco.)
CULEBRO: (Esta moza me trae loco, Aparte
su sombra soy, sin ser frío.)
ANSELMO: (Ni una palabra le ha hablado, Aparte
de su engaño estoy corrido.)
LOTARIO: Presto, Anselmo, habéis venido.
ANSELMO: Y aun pienso que habré tardado.
LOTARIO: (¿Si es que sospecha mi engaño? Aparte
ANSELMO: ¿Que hay de nuevo en mi quimera?
LOTARIO: Que fue a la ocasión primera
tan resuelto el desengaño,
que ya no hay más que probar,
ni tienes más que temer
de una mujer que es mujer
que acierta a desengañar.
Comencé a hablarla, y compuesta
y hecha una brasa escuchóme,
admiróme, fuése y diome
las espaldas por respuesta;
que la mujer que se admira,
si a desdeñar se resuelve,
con las espaldas que vuelve
vuelve el seso a quien la mira.
Y pues tan buena ocasión
te obliga, a tu esposa precia,
que excede a Porcia y Lucrecia
y se iguala a cuantas son.
ANSELMO: ¡Ah, Lotario! ¡Quién creyera,
al cabo de tantos años,
que yo seguro de engaños
en tu amistad no estuviera!
Ya he visto lo que ha pasado,
porque este engaño temí
desde el punto que te oí
desalabar mi cuidado;
y del retrete a la puerta
me puse, donde he podido
ver en tu pecho dormido
quedar mi esperanza muerta.
Mal mi amistad has pagado.
LOTARIO: (¿Hase visto tal exceso?) Aparte
Anselmo, yo te confieso
que estoy corrido y turbado,
aunque puedo, por la fe
de nuestra amistad jurarte
que el atreverme a engañarte
por desengañarte fue.
Pero pues culpado estoy,
de tu pensamiento extraño,
de servirte sin engaño
de hoy más palabra te doy.
ANSELMO: Mil veces me has de abrazar.
Tanto, tanto, amigo mío,
de nuestra amistad confío,
que por darte más lugar
de conquistar a mi esposa,
fingiré cierta partida
de Florencia. De mi vida
te lastima.
LOTARIO: (¡Extraña cosa!) Aparte
ANSELMO: Es pensamiento extremado
para el intento que sigo.
¡Culebro!
CULEBRO: ¡Señor!
ANSELMO: Amigo,
escucha lo que he trazado.
Un secreto se ha ofrecido
que ha de fïarse de ti.
CULEBRO: Estará enterrado en mí.
Callado soy, y atrevido.
ANSELMO: Yo he de fingir que me voy
aprisa, para volver
volando; tú has de saber
que en casa Lotario estoy,
adonde de cierta dama
he de gozar la hermosura,
porque tenga más segura
en mi secreto su fama.
Si mi esposa, porque tardo,
me enviase algún papel,
tómale tú y ven con él
donde sabrás que te aguardo.
CULEBRO: Fía que serás servido.
ANSELMO: Y tú vete y vuelve aquí.
LOTARIO: ¿Despídeste agora?
ANSELMO: Sí.
LOTARIO: El seso tienes perdido.
¿Que no adviertes?
ANSELMO: Tu disgusto
me le pierde y me le apura.
Deja.
LOTARIO: No más. Tu locura
sigo a costa de mi gusto.
ANSELMO: Vuelve luego.
LOTARIO: Que me place.
ANSELMO: ¿Vas con gusto?
LOTARIO: Voy contento
a ser uno de los ciento
que dicen que un loco hace.
CAMILA: ¿Que ya mi esposo volvió?
ANSELMO: Con disgusto, por tu vida.
Como es la primer partida
no es mucho la sienta yo.
CAMILA: Luego, ¿habéisos de partir?
ANSELMO: El duque me lo ha mandado,
y estoy algo consolado
con que a Pisa tengo de ir,
que es tan cerca.
CAMILA: ¿Cuándo?
ANSELMO: Ya
me parto en una carroza
por la posta.
CAMILA: Quien os goza,
si os pierde, ¿qué sentirá?
ANSELMO: Aun mudarme el vestido
no me consiente el cuidado
del duque. ¿Que habéis llorado?
¿Que a mis cielos he ofendido?
CAMILA: ¿Que tan presto os queréis ir?
¿Tan presto os he de perder?
ANSELMO: El deseo de volver
me precipita el partir.
CAMILA: ¿Será presto?
ANSELMO: Sí será,
pero aunque lo sea, creo
que, en vuestra ausencia, el deseo
siglos de pena tendrá.
Lotario vendrá a mirar
por vuestro regalo.
CAMILA: ¡Ay, Dios!
¿Pues con otro que con vos
en vuestra ausencia he de estar?
ANSELMO: Con Lotario sí, a quien fío
de mi honor todo el decoro.
¿Eso ignoráis?
CAMILA: No lo ignoro,
y de su valor confío.
Mas como es mozo y galán,
y yo nueva en vuestro amor,
atemorizan mi honor
recelos del qué dirán.
ANSELMO: Ya a todo el mundo, testigo
de nuestra amistad, le acuerdo
que si es tan mozo, es tan cuerdo,
si tan galán, tan mi amigo.
CAMILA: Yo confieso que me pesa.
ANSELMO: Pues divierte ese cuidado,
y recíbele en tu estrado,
y convídale a tu mesa.
Y en esta casa ha de hacerse
lo que él ordenare en todo.
CAMILA: Será ansí. (¡Notable modo Aparte
de engañarse y de ofenderse!)
ANSELMO: De la buena diligencia
de Culebro has de fïar,
si a escribir puede obligar
esta brevedad de ausencia.
Los brazos... ¿Lloráis, señora?
CAMILA: ¿Pues no tengo de llorar?
CULEBRO: (Él se va de aquí a gozar Aparte
de otra dama, y ella llora.)
ANSELMO: Alégranme estos enojos;
adiós.
CAMILA: Dejáisme muriendo.
CULEBRO: (Y será el llorar fingiendo, Aparte
que son de mujer los ojos.
El casamiento, a mi ver,
cuando bien lo estoy mirando,
no es más que estarse engañando
un hombre y una mujer.)
CAMILA: No me acobardan los gallardos bríos
de este ciego que mira con antojos,
ni temo al pensamiento ni a los ojos
que se han visto mil veces en los míos,
pues cuando el uno arroje ardores fríos,
y el otro siga inútiles despojos,
para vencer cuidados tengo enojos,
y tengo honor para buscar desvíos.
El verle a la ocasión blandir la espada,
que en mí, aunque piedra, tan de toque he sido,
mi propio esposo la dejó afilada,
tiene en mi pecho el ánimo encogido;
que ponen grima a la mujer casada
las ocasiones que da el marido.
LEONELA: Estarás muy afligida
de que tu esposo ha partido.
CAMILA: No siento el haberse ido,
sino el dejarme ofendida.
Lotario aquí ha de quedar,
y conmigo ha de comer.
LEONELA: ¿Pues él lo quiere querer
y tú lo quieres llorar?
CAMILA: Corre peligro mi fama.
LEONELA: ¿De eso, señora, te pesa?
Pues él le ofrece la mesa
ofrécele tú la cama.
CAMILA: Calla, muy necia has andado,
y no te partas de aquí
un punto.
LEONELA: ¿Luego, por mí,
será el otro recatado?
Por ti lo será, y por él,
siendo de tu esposo amigo;
que yo, de su amor testigo,
tres años que hablé con él,
de noche por las ventanas,
y en las iglesias de día,
esperanzas le daría
antes que hacérselas vanas.
CAMILA: Con todo, mucho aprovecha
el no estar sola, de mí
no partas.
LEONELA: Harélo así.
(Quien se teme, algo sospecha.) Aparte
PAJE: Lotario pide licencia.
LEONELA: Aquí, para entre las dos,
no te pese.
CAMILA: (Plegue a Dios Aparte
que no me cueste esta ausencia.
Mas, valor tengo y nobleza,
sentaréme... ) Entre al momento.
(...porque de mi poco asiento Aparte
no le arguya ligereza.)
¿Pues Lotario ha menester
licencia? Sin ella venga.
LOTARIO: Razón es que, aunque la tenga,
la haya querido tener,
pues ido Anselmo, ya pasa
la que hasta agora he tenido.
CAMILA: Antes, después que él es ido
mandáis más en esta casa;
que antes mandabais los dos
en ella, como era justo,
y agora, porque es su gusto,
la mandaréis sólo vos.
LOTARIO: Guárdeos el cielo. (¡Ay de mí!) Aparte
CAMILA: (Turbado tiembla. ¿Qué haré?) Aparte
LOTARIO: (¡Qué desafio aplacé, Aparte
a qué campaña salí!)
CAMILA: Sentaos, señor.
LOTARIO: Ya me siento.
CAMILA: (¡Qué notable confusión!) Aparte
LOTARIO: (Fuertes enemigos son Aparte
los ojos y el pensamiento.)
CULEBRO: ¡Oh, qué bien nos ha venido
el irse Anselmo! Responde.
LEONELA: Sí, muy bien. ¿Y sabes dónde
es ido?
CULEBRO: Es ido y no es ido.
LEONELA: No entiendo esa quesicosa.
CULEBRO: Ven y a solas lo sabrás.
LEONELA: ¡Guarte!
CULEBRO: ¿Pues agora das
en cobarde y melindrosa?
Ven, por mi vida, ¿no quieres?
Y sabrásla.
LEONELA: Iré, en efeto,
que por saber un secreto
se pierden muchas mujeres.
CAMILA: (¡Qué de veces me ha mirado Aparte
y qué de veces ha hüido
de verme!)
LOTARIO: (¡Qué arrepentido Aparte
estoy de haber llegado!
¿Iréme? ¿Cielos, qué haré?)
CAMILA: (¡Qué ansias señala, qué penas!) Aparte
LOTARIO: (No hay sangre, en todas mis venas,Aparte
que en mi corazón no esté.
No creí que en tanto estrecho
me pusieran sus antojos.
Con cada volver los ojos
mil vueltas me da el pecho.
¿Cerraré los míos? No,
que ya no puedo, aunque quiera.)
CAMILA: ¿Tenéis sueño? ¿Persevera
el que tan sin tiempo os dio?
LOTARIO: No, señora, antes pensaba
en lo que soñado había,
cuando soñando dormía,
y así velando soñaba.
No es muy bueno, que soñé
que atrás en el tiempo volvía,
y gozaba del mismo día
que en tus ojos me abrasé,
y llegando al corazón
con tus manos milagrosas...
CAMILA: No digas más, que esas cosas
sueño han sido y sueños son.
LOTARIO: Y viendo que viento en popa,
mi bien...
CAMILA: Bueno está, Lotario.
LOTARIO: (¡Cómo se esfuerza el contrario Aparte
cuando en resistencia topa!)
¿No me escuchas?
CAMILA: Basta agora
el haberte respondido
que esas cosas sueño han sido
y sueños son.
LOTARIO: Di, señora,
fuego han sido y fuego son,
que me abraso y que me abrasa.
CAMILA: ¡Ay, cuitada! Ya esto pasa
el límite a la razón.
¿Son burlas esas quimeras?
LOTARIO: Burlando las comencé,
pero ya muero, y no sé
si son burlas o son veras.
CAMILA: Lotario, corrida estoy
de que haberme conocido
tan de atrás, no haya servido
para que sepas quién soy.
No sé qué sienta o qué diga
de tu infame proceder.
¡Dísteme para mujer
y búscasme para amiga!
¿Es buena amistad, traidor,
noble pecho, trato justo,
al amigo darle el gusto
para quitarle el honor?
¿Y es...? Pero quiero dejarte,
por no oírte y por no verte,
y porque es favorecerte
el pararme a desdeñarte.
LOTARIO: Señora, no escandalices.
Perdóname, escucha, ten.
(Con este honrado desdén Aparte
me abrasa.)
PAJE: El duque.
CAMILA: ¿Qué dices?
PAJE: Que el duque pide licencia.
CAMILA: (Esto agora me faltó. Aparte
¡Ay, cielos!, bien digo yo
que ha de costarme, esta ausencia.)
LOTARIO: No se le puede negar.
CAMILA: ¿Dónde Leonela se ha ido?
LEONELA: El duque, el duque ha venido.
LOTARIO: Volveos, señora, a sentar.
(¡Ay, amistad!) Aparte
CAMILA: (¡Ay, honor; Aparte
qué forzada estoy contigo!)
LOTARIO: (¡Que haga tan necio amigo Aparte
tan grande amigo traidor!
Mas ¡quién pudiera mirar
sin abrasarse y morir
tan discretro resistir,
tan honrado desdeñar!)
LEONELA: ¡No sé de ti qué sospecho!
CAMILA: Leonela, ¡quién me dejara!
LEONELA: Quien tiene sangre en la cara,
fuego señala en el pecho.
CAMILA: De cólera pudo ser.
LEONELA: ¿Luego no ha sido de amor?
CAMILA: ¡Jesús!
DUQUE: ¿Camila?
CAMILA: ¡Señor!
DUQUE: ¡Con qué miedo os vengo a ver!
CAMILA: ¿Es de que me quejo yo
del ausentarme el marido?
DUQUE ¿Ausente está? ¿Dónde ha ido?
CAMILA: ¿Luego no se lo mandó
vuestra alteza?
LOTARIO: (Agora advierte Aparte
su engaño.)
DUQUE: No mandé tal.
CAMILA: (A su trato desleal Aparte
da colores de esta suerte,
pues él debió de envïarlo
porque quiso a solas verme
y luego, por no ofenderme,
se obliga a disimularlo.)
DUQUE: Yo, que hasta aquí no sabía
esa ausencia, en mis antojos,
miedo de verme en tus ojos
era sólo el que traía.
CAMILA: Mal a entender me acomodo
esos miedos.
DUQUE: Ya me acaban.
LOTARIO: (Estos celos me faltaban Aparte
para abrasarme del todo.)
CAMILA: (¿En qué está puesto mi honor? Aparte
¡Peligro corre mi vida!)
DUQUE: Como está el alma encogida,
siempre opuesta a tu rigor,
son los miedos engendrados
de antojos y devaneos,
contrarios a los deseos.
LOTARIO: Serán en tu pecho honrados,
porque el de Anselmo les dio
mil causas de ser ansí.
DUQUE: ¿Quién te mete en esto a ti?
LOTARIO: Porque soy Anselmo yo.
CAMILA: (Al menos quisiera serlo, Aparte
en todo.)
DUQUE: Y cuando eso fuera
¿qué me importaba?
LOTARIO: Partiera
el más delgado cabello
en materia de honor suyo,
a no ser tuyo el agravio.
DUQUE: Guarda el cuello y cierra el labio.
LOTARIO: Soy tu vasallo y es tuyo.
DUQUE: Cortaréte la cabeza,
por vida de...
LOTARIO: En mí hay valor
para perderla.
CAMILA: Señor,
repórtese vuestra alteza.
¿Tú me defiendes, Lotario?
¿Es bien que de mí se crea
que yo no basto, aunque sea
tan poderoso el contrario?
DUQUE: Vete, vete.
LOTARIO: Donde estoy
me manda, señor, matar.
CAMILA: Tú, que me sueles honrar,
¿no te acuerdas de quién soy?
Tu exceso a injusticia pasa.
Mal de mis cosas arguyes.
¿Así mi opinión destruyes?
¿Así afrentas esta casa?
De Lotario acompañada
saldré de ella.
DUQUE: (Muerto quedo.) Aparte
CAMILA: Que con justicia la puedo
dejar, por dejarla honrada.
Acogeréme al sagrado
de la tuya.
DUQUE: Bueno fuera.
Sosiega, Camila, espera,
perdona el andar sobrado,
pues que ya con irme enmiendo
los enojos que te di.
Tus pies beso.
LOTARIO: Agora sí
te iré yo, señor, sirviendo.
DUQUE: (Así quiero asegurarla.) Aparte
TORCATO: ¡Extraño suceso!
CAMARERO: Extraño.
DUQUE: (Y podré, con el engaño Aparte
de no seguirla, alcanzarla.)
CAMILA: ¡Qué bueno queda mi honor,
perseguido y acosado
de este príncipe arrojado,
y de este amigo traidor!
En este trance, ¿qué aguarda?
En este daño, ¿a qué llega,
pues quien me manda me ruega,
y me roba quien me guarda?
Bien será llamar a quien
dé más fuerza a mi flaqueza;
que en mujer no hay fortaleza
que sin alcaide esté bien.
Recado para escribir
me trae, Leoncla, al momento.
Este honrado pensamiento
quiero alabar y seguir.
Sabrá Anselmo lo que pasa,
y agraviado y satisfecho,
qué mujer lleva en su pecho,
qué amigo deja en su casa.
Llama a Culebro, ¿podré
acertar, Dios soberano?
Bien es que guíe la mano
quien ha esforzado la fe.
LEONELA: Pienso que te quiere dar
una carta que le lleves.
Volando harás lo que debes.
CULEBRO: Poco tendré que volar.
LEONELA: Finge que al viento te igualas.
CULEBRO: Ya yo sé en tales fracasos
hurtarle al viento los pasos,
y a la mentira las alas.
CAMILA: ¡Culebro!
CULEBRO: ¿Señora?
CAMILA: Ve,
toma postas para dar
esta carta. Has de volar.
CULEBRO: Como un cernícalo iré.
CAMILA: (Honra, a las voces que das Aparte
respondo con lo que hago.
Lo que te debo te pago,
haga el cielo lo demás.)
ANSELMO: Como espera, como siente,
uno cera, otro diamante,
los favores el amante,
el cuchilllo el delincuente,
la tierna niña el esposo,
el viejo enfermo la muerte,
el desdichado la suerte,
y la desdicha el dichoso,
así yo, con este extremo
de cuidado y de disgusto
me prevengo al mayor gusto,
la mayor desdicha temo.
¡Lotario!
LOTARIO: ¡Anselmo!
ANSELMO: ¿Qué ha sido?
De tus tristezas, ¿qué siento?
LOTARIO: Por tu causa estoy contento,
y por la mía corrido.
ANSELMO: ¿Cómo?
LOTARIO: Fue tanto el rigor,
en tu Camila enojada,
que haciendo prueba de honrada
me ha tratado de traidor.
Dio fuerza al conocimiento
de su inmensa honestidad,
advirtióme tu amistad
y afeó mi pensamiento.
Huyó, en fin, de mi locura,
y sospecho que mandara
matarme, si no mezclara
con el honor la cordura.
Tú tienes honrada esposa.
Por notable dicha ten
haber salido tan bien
de prueba tan peligrosa.
ANSELMO: Lotario, Culebro.
CULEBRO: A un lado
toma y lee.
ANSELMO: Así lo haré.
LOTARIO: (¿Qué será? Lo que pasé Aparte
con el duque le he callado,
porque el que quisiere honrar
a su amigo, ha de querer
en su ausencia responder
y a sus oídos callar.)
ANSELMO: ¡Ay, mi esposa, ay, mi alegría!
Oye, amigo. Escucha un poco.
LOTARIO: Alegre estás.
ANSELMO Estoy loco.
¡Ay, firma del alma mía!
"Yo me hallo tan imposibilitada de
sufrir esta ausencia, que si no venís
luego me habré de ir a entretener en
casa de mis padres, aunque deje sin
guarda la vuestra, porque la que me
dejasteis, si es que quedo con tal
título, mira más por su gusto que
por lo que a vos toca. --Camila."
¿Puede haber gusto mayor?
¡Qué de glorias me aseguro!
LOTARIO: Con tal carta de seguro,
seguro queda tu honor.
¿Qué quieres más? Tus temores
vencidos, mil palmas llevas.
ANSELMO: Quiero hacer mayores pruebas,
por tener gustos mayores.
LOTARIO: ¿Qué me dices? ¿Qué te escucho?
¿A qué aspiras? ¿Estás loco?
ANSELMO: Las palabras pesan poco
donde el honor pesó mucho,
y no estará bien probado
el de Camila, hasta ver
en las obras qué ha de hacer
del oro, que es más pesado.
Prueba si puedes rendir
con joyas de estimación
esta fuerza, que ellas son
bravas piezas de batir,
y si batiéndola ansí
queda en pie esta fortaleza,
mi honor tendré, en su belleza,
aún más seguro que en mí.
Para esto te prevengo,
en mi escritorio cerrados,
en oro diez mil ducados,
y aún más, prevenidos tengo.
Y compónle algún soneto,
y otros versos, que cerrado
un pecho algo interesado
abre puerta a lo discreto.
Diréle que andas perdido
de cierta dama extremada,
y en tus versos celebrada,
es Clori nombre fingido.
Ya sombras de esta mentira
podrá verlos mi mujer,
yo presente, y podré ver
con qué semblante los mira.
Y prevénla tú después
que los hiciste por ella.
Permita, amigo, mi estrella
que tantos gustos me des.
LOTARIO: Anselmo, de hielo soy
cuando advierto tu cuidado.
¿Que con lo que te ha pasado
no estás seguro?
ANSELMO: Sí estoy,
mas lo que digo se intente,
por curiosidad no más.
LOTARIO: Por Dios, que pasando vas
de curioso a impertinente.
¿Y no adviertes, vuelve en ti,
que es tu Camila muy bella,
y si tú te fías de ella
yo no me fío de mí?
Mira que la tuve amor,
y que no es justo perderme,
ni honrada amistad ponerme
a pique de ser traidor.
¿No ves que mudar podría
tu ocasión a mi esperanza?
ANSELMO: Con eso más confïanza
me has dado que yo tenía,
pues demás de ver las veras
en nuestra amistad tan claras,
pienso que no me avisaras
cuando ofenderme quisieras.
Sigue mi gusto y no des
en eso.
LOTARIO: Basta, en buen hora.
ANSELMO: Yo voy a mi casa agora
y tú puedes ir después.
LOTARIO: Dios te guíe. (Con mi amor, Aparte
y con tus locos extremos,
precipitados corremos
tú a infelice y yo a traidor.)
CAMILA: Mucho tarda, el esperar
me aflige. ¿Fue por la posta
el español?
LEONELA: Sé que a posta
habrá querido tardar,
pues donde el papel llevó
bien pocos pasos está.
CAMILA: ¿Luego, Anselmo no estará
fuera de Florencia?
LEONELA: No.
CAMILA: ¿Y por qué lo has sospechado?
LEONELA: De Culebro lo he sabido,
que su secretario ha sido
y está de mi amor picado.
Llegó a decirme el efeto
de su amante corazón,
y de una en otra razón
fue deslizando el secreto.
De cierta dama que adora
está bebiendo el aliento
tu esposo.
CAMILA: ¡Ay, cielo! ¿Qué siento?
LEONELA: Muéreste por él, señora,
y estás su sombra adorando,
mientras él te está ofendiendo.
CAMILA: Pues cuando estoy defendiendo
su honor, muriendo y matando,
¿me ofende con otro amor?
¿Ya qué habrá que no me asombre?
¡Ah, traidor! ¡Ay, hombre, ay, hombre,
que es lo mismo que traidor!
De ti formo justas quejas,
pues ya contra la ocasión,
perdida la obligación,
con sólo el honor me dejas.
¡Qué cobarde me has dejado
con lo que me has ofendido!
¡A este fuerte defendido,
qué de fuerzas le has quitado!
Porque hay en la más honrada
diferencia conocida
del no arrojarse, ofendida,
al defenderse, obligada.
LEONELA: Tu Anselmo viene.
ANSELMO: ¡Mis ojos,
mi bien, señora!
CAMILA: ¡Señor!
ANSELMO: ¿Cómo tan tibio calor
en la boca y en los ojos?
Con un "Señor" desabrido,
con un mirar enfadado,
los brazos me habéis negado.
CAMILA: (¿Diréle que me ha ofendido Aparte
con celos? Mas callarélos,
porque acaba la vergüenza
del marido quien comienza
a darle o pedirle celos.)
Si habéis leído mi carta
ella os dirá mi razón.
ANSELMO: ¿Y ésa es bastante ocasión
de esos enojos?
CAMILA: ¿No es harta?
ANSELMO: No, porque yo asegurado
pienso, sin duda, que ha sido
algún no haber entendido,
en sombras imaginado,
y en vos, mi bien, se levanta
hasta quedar espantoso;
que al honor escrupuloso
cualquiera sombra le espanta.
Demás de estar satisfecho
de amistad que es tan famosa,
sé que a Lotario otra cosa
le tiene ocupado el pecho.
Con su hacienda pretendida
y en sus versos celebrada,
sirve a esta dama casada,
y de lo demás se olvida,
cuatro años ha. En esto ve
si te engañas.
CAMILA: No hay dudar
que me debí de engañar.
Conozco que me engañé.
ANSELMO: Mas ya Lotario ha llegado
y desengañarte espero.
¿No me abrazas?
LOTARIO: Eso quiero.
¡Bien venido!
ANSELMO: ¡Bien hallado!
CAMILA: (¡Jesús, que engañada estuve Aparte
y en qué tiempo! Mas, ¡ay cielos!
¿Cómo agora tengo celos
del amor que entonces tuve?
¿Que cuando a mí me servía,
a otra mujer adoraba?
¡Ah, traidor, cómo engañaba!
¡Ah, falso, cómo fingía!)
ANSELMO: ¿Traes algo escrito?
LOTARIO: Sí traigo.
CAMILA: (Líbreme Dios de mi afrenta, Aparte
pues cuando caigo en la cuenta,
en redes de celos caigo.)
LOTARIO: Gocéis mil años, señora,
este gusto.
CAMILA: Grande ha sido.
(¿Que en tal cuerpo haya podido Aparte
caber un alma traidora?)
LOTARIO: ¿Bien allá lo habéis pasado?
ANSELMO: Sí pasara, si estuviera
con mi bien.
CAMILA: (¡Quién os creyera! Aparte
¡Qué traición!)
ANSELMO: ¿Habéis dudado
en lo que os adoro, amores?
LOTARIO: Testigo bastante soy.
CAMILA: No lo dudo. (Buena estoy Aparte
metida entre dos traidores.
Toda el alma se desvela,
que por sus traiciones pasa,
mas la del uno me abrasa
y la del otro me hiela.)
LOTARIO: (¡Qué rigor, ay, ojos tristes, Aparte
en su cielo habéis mirado!)
ANSELMO: Pienso que aún no le ha pasado
el enojo que le distes.
Vos acá, Lotario amigo,
¿qué hicistes? ¿Vivís quejoso?
¿Daos un punto de reposo
cuidado que es tan antiguo?
LOTARIO: ¿Luego habéis dicho su efeto
a Camila?
ANSELMO: ¿Pues no? Sí,
que en Camila, en vos y en mí
es común cualquier secreto.
Bien pueden fïarse de ella
LOTARIO: (Y más los del alma mía.) Aparte
ANSELMO: Porque a su melancolía
deparo de entretenella,
de los versos que enviáis
a vuestra Clori. Llé
algunos.
CAMILA: Yo gustaré
de verlos.
LOTARIO: Si vos gustáis,
será disculpa bastante
del disparate en que doy.
Oíd, advirtiendo que soy
mal poeta y buen amante.
Volaste, pensamiento, loco y ciego,
causando invidia al águila ligera,
y como el sol te recibió en su esfera
volviste al alma convertido en fuego;
y agora que me abraso y que no llego
del aire bajo a la región primera,
vive en mí, porque viviendo muera
cobarde al gusto, inexorable al ruego.
Pues no me has de dejar, por donde subes
me guía, pensamiento, arriba, arriba,
al cielo he de llegar, tu gloria espero.
No temo rayos ni reparo en nubes,
que pues quisiste que el fuego viva,
aunque muera en el aire, subir quiero.
ANSELMO: Bien por Dios, guarda el decoro
al arte, y sigue el concepto;
mereció, en fin, el soneto,
las llaves de plata y oro.
CAMILA: El soneto es extremado
(pero el poeta es traidor). Aparte
ANSELMO: (¡Con qué cordura y valor Aparte
se le ha oído y alabado!)
Ella es honrada y discreta.
LOTARIO: Quedara agora corrido
a no haberos prevenido
que era amante y no poeta,
y exhala mi fantasía,
sin otro estudio o primor
de sólo el fuego de amor,
estos humos de poesía.
CAMILA: (¡Que este traidor me engañase!)Aparte
ANSELMO: (¡Que este cielo a quien bendigo Aparte
es mi esposa!)
LOTARIO: (¡Que este amigo Aparte
me perdiese y me afrentase!)
CULEBRO: Acá fuera un hombre honrado,
sin nombre, te espera y llama.
CAMILA: (¿Hay tal maldad? De la dama Aparte
debe de ser el recado.)
ANSELMO: ¡Qué bien lo fingiste!
CAMILA: (¡Ay, cielos!) Aparte
ANSELMO: Por fuerza he de salir.
CAMILA: (¿Cómo se pueden sufrir Aparte
aquí ofensas y allí celos?)
ANSELMO: Amigo, dale otro tiento,
granjea, ofrece, importuna.
LOTARIO: (Tú tientas a la Fortuna Aparte
y yo abrazo el pensamiento.
¡Con cuántas razones lloro,
muerta en mi amor, nuestra fe!)
CAMILA: (Enamorada olvidé Aparte
y celosa me enamoro.
¿Qué has hecho, Amor? Mas, ¡ay, cielos!
¿Qué pregunto, si he sabido
que amor que acabó en olvido,
si vuelve, comienza en celos?)
LOTARIO: (Hablaréla, que es en vano Aparte
resistirme.) Cielo hermoso,
de tus rayos temeroso
llego a ti.
CAMILA: Quita, villano;
no te me pongas delante.
LOTARIO: Escucha.
CAMILA: Vete, enemigo,
que siendo traidor amigo,
aun no eres leal amante.
Cuando tu intento no fuera
tan contrario de mi honor,
por mudable, por traidor,
pintado te aborreciera.
En el tiempo que fingías
que hasta mi sombra adorabas,
¿a otra mujer obligabas
y a otra esperanza seguías?
¿Es posible que a las dos
engañó tu lengua y mano?
¿Qué Clori es ésta, villano?
¡Ah, infame!
LOTARIO: Escucha, por Dios.
(Ya animan mi corazón Aparte
ese enojo y esas furias;
que siempre son las injurias
pronóstico de perdón.)
CAMILA: ¿Quién me hiela?
LOTARIO: Si has pensado
que en mi pecho hubo mudanza,
es que el engaño te alcanza
de tu marido, engañado;
que yo he fingido con él
otro amor, otras quimeras,
para obligarte a que oyeras
las lenguas de este papel.
En lo escrito, en el conceto
de la consecuencia suya,
advierte mejor que es tuya
el alma de este soneto.
Mira que en él me lastimo
cuando te pinto en el viento
un cobarde pensamiento
a quien, porque suba, animo.
Demás de esto, cuando engaños
en mí pudieran caber,
¿pudiéralos esconder
de tus ojos tantos años?
Pierde esa injusta sospecha,
y en lo demás de mi vida,
aunque te dejé ofendida,
te dejará satisfecha.
Camila, Anselmo te vio,
y en fin, por mi desventura,
quedó muerto en tu hermosura,
y como lo supe yo,
quise con una amistad
esforzar una violencia;
probé después con la ausencia,
a curar la voluntad,
y entendí volver con vida;
pero al verte luego vi
que estaba, señora, en mí,
sobresanada, la herida.
Con forzarme a que te viera
Anselmo me dio ocasión,
y como mi corazón
no era mío, y tuyo era,
no pude darle sosiego
a las alas con que atiza,
y así voló la ceniza
y volvió a encender el fuego,
cuyo rigor refrené
con resistencia de honrado,
y medio determinado,
a decírtelo empecé.
Crecióle tu resistencia y
avivóle tu desdén,
y ofreciéndose también
pedir el duque licencia,
subió, entró y, con alabar
y pretender esos cielos,
sentí agravios, tuve celos
y acabéme de abrasar;
bajóse el seso a los pies,
amé, celé, pretendí,
lloré, congojéme y di
con la amistad al través;
y agora, al ver los enojos,
como te ofendes y engañas,
da más fuego a las entrañas
y da más agua a los ojos.
Vuelve el severo semblante
si te ofendes y te obligas,
lo que en un traidor castigas
favorece en un amante;
pues si el verme tan rendido,
el ser traidor no me quita,
por lo menos acredita
mi amor el haberlo sido.
CAMILA: (¿Es hechizo o es locura? Aparte
¿Qué siento? ¿Qué se me antoja?
¿Quién me detiene y me arroja
me amenaza y me asegura?
Mal resisto esta terneza;
pero para no moverme
con ella, pudiera hacerme
de bronce naturaleza.
¿Yo soy quien era? ¡Ay de mí!
Pero ya mía no soy.
Resuelta, resuelta estoy,
para Lotario nací.)
LOTARIO: ¿No me respondes? Temblando
me miras, crüel estás.
CAMILA: Lotario ¿Qué quieres más,
pues te respondo callando?
Mi desdicha fue forzosa.
Venciste, yo estoy rendida,
de agravios me vi ofendida,
celos me hicieron furiosa.
Tuve ocasiones de verte,
no pude hüirlas de hablarte,
y en parándome a escucharte
era sin duda el quererte.
Bajóse el seso a los pies,
dudé, recelé, temí,
probé, resolvíme y di
con el honor al través,
y ya en mí puedes mandar,
que una mujer de valor,
en dando el primer favor,
ninguno puede negar.
Tuya soy.
LOTARIO: Dame los pies
y no me niegues la mano.
CAMILA: Temo.
LOTARIO: ¡Cielo soberano!
CAMILA: Hablaremos después.
Queda en paz.
LOTARIO: Camila hermosa,
¿ya te vas?
CAMILA: Estoy turbada,
que hasta que me vi culpada
no me he visto recelosa.
LOTARIO: Gócete el alma, aunque muera
el corazón donde estás.
ANSELMO: ¡Ah, Lotario! ¿Dónde vas?
Escucha, Camila, espera.
Pienso que enojada estás.
LOTARIO: ¿No la ves, que sangre vierte
por los ojos?
ANSELMO: ¡Suma suerte!
LOTARIO: Como roca al viento está.
ANSELMO: ¡Que siempre tan triste estés!
CAMILA: Siempre a tu servicio estoy.
ANSELMO: A comer nos vamos, que hoy
comemos juntos los tres.
Venid, comeremos luego.
LOTARIO: Merced en eso recibo.
ANSELMO: (¡Qué seguro agora vivo!) Aparte
CAMILA: (Está engañado.) Aparte
LOTARIO: (Está ciego.) Aparte
CAMILA: (¡Qué mal lo que siento siente!) Aparte
LOTARIO: (¡Qué afrenta se ha procurado!) Aparte
CAMILA: (¡Ah, marido desdichado!) Aparte
LOTARIO: (¡Ah, curioso impertinente!) Aparte
FIN DEL ACTO SEGUNDOACTO TERCERODUQUESA: Tenéis de buenos casados
opinión notable.
CAMILA: Son
muy conformes los cuidados.
(¡A cuántos tiene engañados Aparte
en el mundo la opinión!)
DUQUESA: Estaréis entretenidos
con gusto. Y entre los dos
¿corren celos?
CAMILA: Ni aun fingidos
los vemos, gracias a Dios.
DUQUESA: Ellos pierden los maridos.
Yo, que ya su esclava soy,
ni los sufro ni los dejo.
CAMILA: Sin ellos, señora, estoy,
que, tomando tu consejo,
ni los tengo ni los doy.
LEONELA: Si puede tener y dar
a su gusto, mucho hace.
DUQUESA: Cuando se puede pasar
el querer sin el celar,
mucho agrada y mucho aplace.
Y el tiempo que sin marido
estás ¿qué sueles hacer?
CAMILA: En mi rincón encogido,
en mi labor, suele ser,
si gastado, no perdido,
y estoy entre mis mujeres.
DUQUESA: Con tal gusto y tal cuidado,
ejemplo de todas eres.
CLAUDIA: Donaire tiene extremado.
JULIA: Prosigue el cuento, no esperes.
DUQUESA: Bien haces, que siempre ha estado
a la mujer la almohadilla
como la espada al soldado.
Por ver si te maravilla
quiero mostrarte un bordado.
CAMILA: Merced me harás si me enseñas
cosa que será curiosa,
pues que tú no la desdeñas.
DUQUESA: Pareceráte graciosa,
por ser de manos pequeñas.
CAMILA: ¿Son las de Belucha?
DUQUESA: Sí.
CAMILA: En tal edad tal primor
asombra.
DUQUESA: A Belucha di
que venga con su labor.
JULIA: Ya ella asoma por allí,
que debe de haberte oído
y ya presurosa viene
y su labor ha traído.
CAMILA: Tiene un gran donaire y tiene
un alma en cada sentido.
CAMILA: ¿Qué hacéis, Belucha?
BELUCHA: Aprisa
para mi señora bordo
unos pechos de camisa.
CAMILA: ¿Hay tal lengua?
DUQUESA: La de un tordo
no da tal gusto y tal risa.
CAMILA: Lindos son, a tus razones
parecen.
BELUCHA: Parecen hechos
de mis manos.
CAMILA: Sal les pones.
BELUCHA: He aprendido a bordar pechos
por granjear corazones.
CAMILA: Y ¿cuál es el granjeado?
BELUCHA Granjeo el de mi señora.
DUQUESA: ¿Y no has agora acertado?
¿Erró aquí?
CLAUDIA: Verélo agora.
CAMILA: Donaire tiene extremado.
BELUCHA: Dice el duque, mi señor,
que no sepa mi señora
extremos de tu rigor.
CAMILA: Natural embajadora
pareces del niño Amor.
BELUCHA: Y vos rigurosa estáis,
pues que con tal acedía
a tan gran amor pagáis.
CAMILA: ¿Hay tal cosa, vida mía?
¡Qué temprano comenzáis!
DUQUESA: ¿Qué es Belucha?
BELUCHA: A preguntar
le llegué, si de mi mano
puedo en esto confïar,
y respondió que temprano
he comenzado a bordar.
CAMILA: ¿Viéronse tales extremos?
Notable tiempo alcanzamos.
DUQUESA: Agora al nacer sabemos,
y así tan presto llegamos
al fin para que nacemos.
CLAUDIA: El duque viene.
CAMILA: (Y con él Aparte
viene el alma de esta vida.
¡Ay, mi Lotario!)
DUQUE: (¡Ay, crüel Aparte
y bellísima homicida!)
ANSELMO: (¡Ay, querida esposa fiel! Aparte
¡Ay, soberanos depojos!)
LOTARIO: (¡Ay, Camila de mi alma!) Aparte
CAMILA: (¡Ay, Lotario de mis ojos!) Aparte
DUQUE: (¡Qué ingratitud y qué calma!) Aparte
DUQUESA: (¡Qué necio mirar, qué enojos! Aparte
No puedo sufrillo.) Vete,
que me duele la cabeza,
y déjame en mi retrete
primero.
CAMILA: Como tu alteza
me lo manda, serviréte.
DUQUE: Tan presto os váis?
DUQUESA: Sí, señor,
estoy indispuesta.
DUQUE: ¡Ay, cielos,
que me consume este ardor,
y de mi mujer los celos
precipitaron mi amor!
Dame consejo, Marcelo,
pues sabes el mal que paso.
CAMARERO: Quisiera darte consuelo.
DUQUE: Allí con nieve me abraso,
y aquí con brasas me hielo.
CAMARERO: Y es lo peor que esa nieve
no es para todos tan fría.
DUQUE: ¿Quién la derrite o la bebe?
¿Quién a mi pecho la envía?
¿Quién por mis ojos la llueve?
CAMARERO: Sosiégate y, con recato,
si querrás, podrás saber
si es cierto su injusto trato.
DUQUE: ¿Y cómo, cómo ha de ser?
CAMARERO: Dando licencia a Torcato,
que ya en la sala la espera.
DUQUE: Entre luego, venga luego.
Si es ansí, ¿quién tal creyera?
Si es así, ¿quién estuviera,
como yo, dos veces ciego?
¡Torcato!
TORCATO: ¡Señor!
DUQUE: Amigo,
sin recelo.
TORCATO: Confïado
en esa palabra, digo
que como me vi obligado
a matar un enemigo
que viéndome sin espada,
cuando conmigo riñó,
me dio aquella cuchillada,
iba preocupado yo
cómo hacer una venganza honrada,
y ansí en la calle rondando
de Anselmo, en una ventana
de su casa vi colgando
una escala, y diome gana
de ver el fin, y esperando,
vi luego bajar por ella
un hombre, y como le vi,
sin que alumbrara una estrella,
de lejos no conocí
quién era, y volviendo a vella,
en un punto la subieron
y asombrado me dejaron.
DUQUE: Si sombras no te engañaron,
mil veces dichosos fueron
pues que por ella bajaron.
TORCATO: Si tú gustas de salir
será posible el saber
la verdad.
DUQUE: Así ha de ser.
Lo que no puedo sufrir
aun no visto, quiero ver.
Ven a la hora que podría
ser mejor.
TORCATO: Si a las tres quieres,
será buena.
DUQUE: ¡Ay, pena mía!
Mal haya el hombre que fía
de honra y lealtad de mujeres.
LEONELA: ¡Quién, con ocasión más llana,
de ti pudiera gozar!
CULEBRO: La que tengo es soberana.
¿Hay tal gusto como hallar
aquí puerta, allí ventana?
Buena hora es ésta.
LEONELA: No es mala,
entra a esconderte y espera.
CULEBRO: ¿Qué gusto al mío se iguala?
Subir por una escalera
y bajar por una escala.
LEONELA: Vete, y razones ataja. CAMILA: Lotario, amigo, señor.
CULEBRO: Otra pareja. Ventaja
nos lleva, porque es mayor.
Quiero meterme en baraja.
LOTARIO: ¡Ay, Camila!, mal me trata
la sombra de esta quimera,
a tus glorias tan ingrata.
El Duque, que persevera
en tus amores, me mata,
que después que oí en su boca
aquella razón, me admira,
y con pasión ciega y loca
celo al sol porque te mira
y al viento porque te toca.
CAMILA: Cuando el sol y cuando el viento
traen tu nombre a mis oídos,
y tu gloria al pensamiento,
cuando en todos mis sentidos
sólo a ti, Lotario, siento,
cuando el gusto que te doy
se mide con tu esperanza,
cuando toda tuya soy,
¿con tan poca confïanza
me tratas? Corrida estoy
porque tú debes temer
de la ligereza mía,
que el honor de la mujer
con el mismo a quien le fía
la opinión suele perder.
Y si éstos tus celos son,
mal de mis cosas arguyes,
pues con tan poca razón
a mi flaqueza atribuyes
la fuerza de la ocasión.
LOTARIO: Baste, mi bien, el rigor
de tu enojo es temerario.
Ya fio de tu valor,
que aunque es tan fuerte el contrario,
es más fuerte el defensor.
Y el celarte no es mostrar
que en ti no estoy confïado;
mas quien ama sin celar,
no da apetito al cuidado,
o no sabe qué es amar.
Mas pues arrojan tus cielos
tales rayos de venganza,
desterraré mis desvelos,
colgando en tu confïanza
a la vergüenza mis celos.
CAMILA: Sois mi gloria.
LOTARIO: Y mi bien vos.
LEONELA: ¡Señora! Dentro
CAMILA: Leonela llama.
LEONELA: No hay apartar a los dos.
CAMILA: ¿Dónde está Anselmo? Dentro
LEONELA: En la cama.
Ve, que es tarde.
CAMILA: Adiós.
LOTARIO: Adiós.
DUQUE: No vi mayores nublados.
TORCATO: Éstas las espaldas son
de la casa, y un balcón,
también los hierros dorados,
del antecámara es
donde se toca y compone
Camila, y en él se pone
la escala.
DUQUE: Dichosos pies.
¿Adónde podremos ver
y esperar mi desventura?
Porque noche tan obscura
no vi en mi vida ¡Ah, mujer!
TORCATO: Bien es estar apartados,
que si de arriba nos ven,
no bajarán.
DUQUE: Dices bien.
¡Ay, soles, mal empleados!
¡Ay, apariencia fingida,
sordo mar, muda escopeta,
que con pólvora secreta
me habéis quitado la vida!
LOTARIO: ¡Qué mal descansa con celos
un amante! No he podido
sosegar.
DUQUE: ¿Oyes rüido?
CULEBRO: ¿Viste gente?
LEONELA: Quedo.
LOTARIO: ¡Ay, cielos!
LEONELA: ¡Ay, que es Lotario!
LOTARIO: ¡Ah, traidora!
LEONELA: Y más gente. ¡Ay, Dios! ¿Qué haré?
LOTARIO: ¿Por dónde, por dónde fue?
CAMARERO: ¡Tente!
LOTARIO: ¡Ay, de mí! ¿Qué haré agora?
DUQUE: ¿No es Lotario?
CAMARERO: Sí, señor.
¿Matarémosle?
DUQUE: Esperad,
que corre mi autoridad
peligro, vení. ¡Ah, traidor!
TORCATO: ¡Que bajase por la escala!
CAMARERO: Es sin duda
DUQUE: ¡Oh, alevoso!
Tú eres mil veces dichoso,
Camila mil veces mala.
LOTARIO: ¿Qué me ha pasado? ¿Qué es esto?
¿No habló el camarero? Sí.
¿Y el duque no conocí
en mi daño tan dispuesto?
Él bajó por la escalera,
y esperándolo estarían
los dos que con él venían.
Muera, pues, mi vida, muera.
Del instrumento crüel
es bien que me ahorque yo;
mas, quien la ocasión me dio,
aun no me deja el cordel.
Los palos y cordeles,
que son gradas y grados de tu gloria,
no fueron tan crüeles
al cuello, como son a la memoria,
donde a falta de soga
me aprieta el palo y el cordel me ahoga.
¡Con qué razón temía
de tal competidor las ocasiones!
Yo, ingrata, lo decía,
y tú, tierna a mis quejas, ¿qué razones
mezclaste con tu llanto,
que tanto afligen y engañaron tanto?
¡Qué terrible congoja!
¡Qué furioso mortal desasosiego!
¿Qué haré? Todo me enoja,
todo soy pena y llanto y todo fuego,
que este agravio importuno
cuatro elementos ha juntado en uno.
¡Qué venganza apercibo!
Viva el duque sin alma y pierda el gusto,
pues que sin alma vivo;
tema Anselmo celoso el trato injusto
y pondrá, si se abrasa,
cerrojos y candados a su casa.
No le diré, estoy loco,
que he ya gozado su villana esposa,
ni lo que vi tampoco,
mas dejaréle el alma temerosa
con decir que la tengo
rendida, y que le aviso y le prevengo.
Tratará de cerrarla,
que ni la mire el sol ni toque el viento,
y no podrá gozarla
nadie, ni aun yo. ¡Extraño pensamiento!
Que cosa tan querida
más bien está dejada que partida.
¡Pero qué divertido
me tienen los rigores de estos celos!
El sol recién nacido
tiende su capa por los anchos cielos,
y yo en la calle espero.
Voy a matar, pues que rabiando muero.
ANSELMO: ¿Está todo apercebido?
CRIADO 1: Los caballos con sus sillas,
los perros en sus traíllas.
¿Que Lotario no ha venido?
CRIADO 2: No, tarda.
ANSELMO: Venir podría,
porque el día no se pierda.
La caza es locura cuerda
cuando es apacible el día.
Mas si es áspero, y después
se cierra la noche oscura,
sin duda que la locura
más necia del mundo es.
Lotario, ¿se os ha olvidado
el concierto para hoy?
LOTARIO: En otras cosas estoy
desde anoche desvelado.
ANSELMO: ¿Qué cosas?
LOTARIO: Manda salir
los criados.
ANSELMO: Salíos fuera.
Decid.
LOTARIO: Al cielo pluguiera
que muriera sin decir.
Toda la noche he dudado
si os diría lo que os digo,
pero el ser piadoso amigo
se ha rendido al serio honrado.
Sabed que vuestra mujer...
ANSELMO: Lotario, espera, ¿qué siento?
Déjame tomar aliento.
LOTARIO: También lo he yo menester.
ANSELMO: Di.
LOTARIO: Ya digo.
ANSELMO: ¡Ay, Dios! ¿Qué es esto?
No digas...
LOTARIO: Tu gusto hago.
ANSELMO: Mas si es de la muerte el trago,
mejor es pasarlo presto.
Di, amigo.
LOTARIO: Ya tu esposa
se ha rendido a mis porfias.
Vila andar algunos días
entre amante y recelosa,
y siempre te lo he callado,
por pensar que era ilusión,
hasta ver su corazón
en tu ofensa declarado.
Entre ciegos desvaríos
me ha ofrecido sus despojos,
mas porque vean tus ojos
si se engañaron los míos,
pues ya te habrás despedido
para partirte a cazar,
mira si tienes lugar
por dónde ver escondido
cómo me espera tu esposa
en tu cama...
ANSELMO: ¡Ay, desventura!
LOTARIO: ...dando causa a su locura
tu impertinencia curiosa.
Y perdona si llegó
a esto el mal que te condena,
que la culpa de esta pena
tú la tienes y no yo.
ANSELMO: Lotario, tú has procedido
como amigo tan honrado,
y yo--¡ay, triste!--he procurado
la afrenta en que me he perdido.
Mas yo mismo la he de ver
y acabarme de matar.
LOTARIO: Pues di que vas a cazar
y vete luego a esconder.
ANSELMO: Yo voy, Lotario, yo voy
a morir en esta guerra,
si antes no impide la tierra
los muertos pasos que doy.
LOTARIO: ¡Ay de mí, ya estoy cobarde
advirtiendo que estoy ciego!
LEONELA: Lotario, temblando llego
por pensar que llego tarde.
Aunque no pienso de ti
que tan crüel hayas sido,
que tras haberte servido
en tus amores de mí,
mis servicios olvidados
le hayas dicho a mi señor
mis yerros, que son de amor,
aunque no son tan dorados.
Lo que te suplico agora,
si es que tan cuerdo anduviste,
es que lo que anoche viste
no lo sepa mi señora.
LOTARIO: ¿Cómo? ¡Ay, suerte rigurosa!
¿Qué queréis, Culebro vos?
CULEBRO: Oye, señor, a los dos,
que es todo una mesma cosa.
De tu discreción no siento
que nunca de ver te alteres
desenvoltura en mujeres
y en hombres atrevimiento.
Y así no te habrá ofendido,
si cuando amor nos desvela,
la desenvuelta es Leoncla
y yo soy el atrevido.
En su aposento me esconde,
donde al entrar puedo ir,
pero más tarde, el salir
por fuerza ha de ser por donde
viste que anoche salía,
y por la escala bajaba.
LOTARIO: ¿Tú fuiste? ¡Desdicha brava!
Yo soy el que no sería.
Yo estuve sin seso, ¡ay, cielos!
¡Oh, celos, pena infernal!
¡Desventura general
de la tierra son los celos!
LEONELA: ¿Qué dices?
LOTARIO: Perdido soy.
CULEBRO: ¿Qué tienes?
LOTARIO: Muerto me hallo.
Que me ensillen un caballo
di en mi casa. Ve.
CULEBRO: Ya voy.
LOTARIO: Y yo te diré después
a qué efeto le prevengo.
CULEBRO: ¿Uñas pides? Uñas tengo
en las manos y en los pies.
LOTARIO: Pero en la sala me espera,
que viene Camila agora.
CAMILA: ¡Lotario!
LOTARIO: Mi bien, señora,
porque rabiando no muera,
dame una muerte piadosa.
Mátame con este acero.
CAMILA: ¿Qué dices? Mi bien, yo muero
de verte.
LOTARIO: Camila hermosa,
ya no permiten los cielos
que haya remedio en mis daños.
Unos visibles engaños
me dieron mortales celos.
Ceguéme, tocó a rebato
en el alma su rigor
y supo Anselmo tu amor.
CAMILA: ¿Y ha sabido nuestro trato?
LOTARIO: Sólo el amor ha sabido
que nos tenemos los dos.
LEONELA: ¡Guay de mí!
CAMILA: ¡Válame Dios!
LOTARIO: Y en tu retrete escondido
espera ver, desde allí,
lo que yo le aseguré.
CAMILA: Gran pensamiento encontré,
no te aflijas.
LOTARIO: ¿Cómo así?
CAMILA: Remediaré tus locuras
y mis desdichas también.
LOTARIO: ¿De qué suerte?
CAMILA: Escucha, ven,
Leonela.
LOTARIO: ¿A qué te aventuras?
CAMILA: Dime bien lo que ha pasado,
diréte lo que has de hacer.
LEONELA: ¡Qué no puede una mujer
cuando quiere!
LOTARIO: ¡Ah, desdichado!
ANSELMO: A ver mi afrenta y mi daño
¿dónde me podré esconder?
¡Qué ciego voy! ¿Qué he de hacer?
Pero aquí, si no me engaño,
hay un hueco en la pared,
de una de estas colgaduras
cubierta. Paredes duras,
de enternecidas caed,
porque según llego a verme
de congoja y de dolor,
pienso que fuera mejor
enterrarme que esconderme.
Mas ya en mis penas extrañas
las paredes sin sentidos,
para que les diese oídos
debieron de darme entrañas.
LEONELA: Señora, ¿que tal rigor
te obliga y tal pensamiento?
Es grande el atrevimiento.
CAMILA: También es grande el valor.
Favor me da y no consejo.
Llama a Lotario.
ANSELMO: (Estoy loco.) Aparte
LEONELA: Espera, sosiega un poco.
CAMILA: Déjame ya.
LEONELA: Ya te dejo.
CAMILA: ¿Qué ha visto Lotario en mí,
aunque me adoró tres años?
Para sus nuevos engaños,
¿qué nueva ocasión le di?
¿Vióme liviana? ¿Soy loca?
¿Halló puerta en mi enojos
el hechizo de sus ojos
y el encanto de su boca?
¿No sabe el ser y el valor
de mi esposo, a quien adoro?
¿Y no ve que es su decoro
el sagrado de mi honor?
ANSELMO: (¡Ay, cielo!) Aparte
CAMILA: ¿En qué confïanza
ha su locura fundado?
ANSELMO: (¡Cómo, ya desesperado, Aparte
vuelvo a tener confïanza!)
LEONELA: Con todo es mucha crueldad.
¿El decírselo a tu esposo
no es mejor?
CAMILA: De este alevoso
es hechizo la amistad,
y tanto en ella y en él
confía su pasión loca,
que no pude con mi boca
acreditar un papel,
y si otra vez se lo digo
me dirá que son antojos.
LEONELA: Haz que lo vean sus ojos.
CAMILA: ¿No adviertes a qué le obligo?
¿Ponerle en tal ocasión,
si le adoro, he de querer?
Por mi mano he de romper
las alas de un corazón
que las dio a tan mal deseo.
LEONELA: ¡Qué bien finges! ¡di más, di!
ANSELMO: (A mi desdicha creí Aparte
y a mi ventura no creo.)
CAMILA: Corre, llama a ese traidor,
vuela.
LEONELA: Mira que te ciegas.
CAMILA: De las romanas y griegas
hoy escurezco el valor.
Ve y llámale con presteza.
LEONELA: Habré de seguir tu antojo.
CAMILA: Porque si pasa el enojo,
no desmaye la flaqueza.
Hoy mi esposo y enemigo
con este acero han de ver,
escrito en sangre, qué es ser
fiel esposa y falso amigo.
Y quitaré de este modo
a mi Anselmo, en recompensa,
el peligro de la ofensa
y el de la venganza, y todo,
que le adora el alma mía
y a todo se ha de obligar.
ANSELMO: (Acabábame el pesar Aparte
y acábame el alegría.)
LOTARIO: ¿Qué suerte puede haber hecho
camino por donde vaya?...
CAMILA: En pasando de esta raya
tengo de pasarte el pecho...
LOTARIO: ¿Qué te ha podido ofender?
CAMILA: ...que aunque aquí verás mejor,
en materia de mi honor,
cuán alta la puedo hacer,
escúchame desde ahí.
LOTARIO: ¿Qué te escucho? ¿Cómo agora?
¿No me llamaste, señora?
CAMILA: No te turbes, oye.
LOTARIO: Di.
ANSELMO: (Porque algún mal no suceda Aparte
saldré. Mas no puede ser,
porque una flaca mujer
no hay que temer que matar pueda.)
CAMILA: Lotario, Anselmo ¿es tenido
por honrado?
LOTARIO: Así es verdad.
CAMILA: ¿Fue fingida su amistad?
LOTARIO: La mayor parte del mundo ha sido.
CAMILA: Y yo, en él ¿no soy tenida
por honrada?
LOTARIO: Sí, señora.
CAMILA: ¿Dite ocasión?
LOTARIO: Sólo agora.
ANSELMO: (¡Ay, Camila de mi vida!) Aparte
CAMILA: ¿Antes de ella tus antojos
no hallaron de cuerda boca
desengaños en mi boca?
¿Pudo engañarte, en tus ojos?
Cuando no sirviera el ver
lo que a tu honor le obligaba
mi marido, ¿no bastaba
el serlo de tal mujer?
Mira si es bien que castigue, con
mano justa y violenta,
quien honrado amigo afrenta
y honrada mujer persigue.
Para esto pues te llamé.
Éstos serán mis abrazos.
LOTARIO: ¡Señora!
CAMILA: ¡Suelta los brazos!
LOTARIO: Oye, tente.
CAMILA: ¡Sueltamé!
Leonela, ayuda.
LOTARIO: Extrañeza
es la tuya.
CAMILA: Y tú eres vil.
¡Ah, flaqueza mujeril,
sacad fuerzas de flaqueza!
ANSELMO: (¿Quién tal mujer ha tenido?) Aparte
LOTARIO: Tente.
CAMILA: Llega, abrazamé.
Por decir que te abracé
delante de mi marido.
Ya se cansaron los bríos,
¿que dirán...
LOTARIO: Dulces abrazos.
CAMILA: ....que me desmayo en tus brazos,
cuando te matan los míos?
Déjame, y pues mi esperanza
no logré, a mi corazón
le daré satisfacción
de que no tomé venganza.
Pues para matarte a ti
mi valor faltado ha,
mayor hazaña será
matarme por ello a mí.
LEONELA: ¡Tente, señora!
LOTARIO: ¿Qué es esto?
¿Quién tal imaginara?
ANSELMO: ¡Mi bien! (Ella se matara Aparte
si no llegara tan presto.)
CAMILA: Anselmo, esposo, ¿aquí estás?
ANSELMO: Donde bendigo a mi suerte.
CAMILA: ¿A mí me excusas la muerte
y a Lotario no la das?
Del más infame contrario
pasa el pecho con la espada.
ANSELMO: Para no estar engañada,
tú verás quién es Lotario.
Dame los brazos y el pecho,
y tú lo mesmo has de hacer.
En esto echarás de ver
si es culpado en lo que ha hecho.
CAMILA: Y la poca confïanza
veo, que de mí tuviste.
LOTARIO: Y que a mí traidor me hiciste.
ANSELMO: ¡Fue con tan buena esperanza!
Queda en paz, Camila mía.
CAMILA: ¿Así me quieres dejar?
ANSELMO: Con Lotario celebrar
tus alabanzas querría.
(¡Qué bien logrado deseo!) Aparte
LOTARIO: (¡Qué bien empleado engaño!) Aparte
CAMILA: (¡Qué buen remedio a mi daño!) Aparte
LEONELA (Yo lo he visto y no lo creo.) Aparte
CAMILA: Ni yo creyera que así
me obligara tu cautela.
¿Has visto, has visto, Leonela,
en qué me he visto por ti?
Muerto tuve el corazón
y aun tengo el alma en la boca,
que de tu vergüenza poca
éstas las reliquias son.
Villana, ¿a tu infame amigo
por mi aposento has de entrar?
De vida puedes mudar
si has de pasarla conmigo.
No hay pensar que sigas más
tan afrentoso cuidado.
LEONELA: ¿Tan buen ejemplo me has dado
que tanta culpa me das?
¿Tú ofendiendo a tu marido
no te sabes conocer,
y en quien mío lo ha de ser
tan grande la ofensa ha sido?
CAMILA: ¡Oh, villana mal nacida!
Pondré vergüenza en tu cara,
y si mi honor no mirara,
yo te quitara la vida.
LEONELA: Esta merced esperaba
quien tal señora servía.
CAMILA: Quien de sus crïadas fia,
de señora se hace esclava.
LEONELA: Pues que tu cordura es tan poca,
sabré decir mi razón.
CAMILA: Si hablas, el corazón
te sacaré por la boca.
LEONELA: Tú verás, pues soy mujer,
si mi agravio sé vengar.
ANSELMO: No hay más gusto que esperar,
ni más glorias que tener.
LEONELA: Ya tengo ocasión de hacello.
Furiosa estoy, estoy loca.
ANSELMO: Pues al pescuezo la toca
y por la espalda el cabello,
¿qué tienes, que voces das?
LEONELA: Si me aseguras primero,
la verdad decirte quiero.
ANSELMO: Sí, aseguro.
LEONELA: ¿Dónde vas?
ANSELMO: El gran duque me ha llamado,
y con priesa voy allá.
LEONELA: ¿Y tu esposa dónde está?
ANSELMO: Con Lotario la he dejado.
LEONELA: Apenas habrás salido
de casa, cuando los dos
te ofendan.
ANSELMO: ¡Válgame Dios!
¿Qué dices?
LEONELA: Que fue fingido
cuanto viste en tu aposento.
Fue traición y fue cautela.
ANSELMO: Mira qué dices, Leonela,
si adviertes bien lo que siento.
LEONELA: Finge salir de tu casa,
si crédito no me das,
y vuelve luego y verás
adónde tu honor se abrasa.
ANSELMO: Yo voy ¿Qué hacer?
LEONELA: Por aquí.
ANSELMO: ¡Ay, mudanzas de Fortuna!
LEONELA: Ésta es la puerta.
ANSELMO: Ninguna
queda abierta para mí.
Voy sin alma, voy perdido.
LEONELA: ¡Qué ciego va y qué turbado!
¡Jesús!
ANSELMO: Pues he tropezado
en la puerta, habré caído.
CULEBRO: ¿Qué es esto, mi vida?
LEONELA: Ya
no hay "mi vida."
CULEBRO: ¿Qué ha pasado?
LEONELA: Todo estaba remediado
y todo perdido está.
Yo fui causa de este efeto,
y ya estoy arrepentida.
CULEBRO: ¿Cómo?
LEONELA: Loca de ofendida
he descubierto el secreto.
Dije a Anselmo lo que pasa,
y que se fue habrá fingido
de casa, y si se ha escondido,
tiene de arderse esta casa.
CULEBRO: ¿Qué hiciste, Leonela? ¡Ay, triste!
Para tanto mal conviene
remedio.
LEONELA: Ninguno tiene.
CULEBRO: ¿Qué hiciste, loca, qué hiciste?
LEONELA: Con penas lo estoy pagando.
CULEBRO: ¿Podrá remediarse agora?
LEONELA: ¿Cómo, si ésta es la hora
que quizá se están matando?
CULEBRO: No sé lo que pueda hacer
debajo de las estrellas.
Alabardas son aquellas
el gran duque debe ser.
Quiero avisarle, y si puedo,
con hacerlo daré modo
de que no se pierda todo.
LEONELA: Muerta me dejas de miedo.
Nunca ser me hubieran dado,
pues tan villana he nacido.
¡Que tan sin seso haya sido
quien tanto mal ha causado!
CAMILA: ¡Jesús!
ANSELMO: ¡Amigo alevoso!
¡Y tú, adúltera insolente!
CAMILA: ¡Jesús mío!
LOTARIO: ¡Anselmo, tente!
¡El defenderme es forzoso!
CAMILA: ¡Ay, infelice mujer!
¿Por dónde podré escaparme?
¿De qué ventana arrojarme
y en qué profundo caer?
ANSELMO: Lotario, muerto me has,
pero muerto he de matarte.
LOTARIO: No me sigas.
ANSELMO: Alcanzarte
quisiera, y no puedo más
Mas...yo la culpa he tenido.
LOTARIO: Ven, Camila. DUQUE: Tente.
CAMARERO: Tente.
DUQUE: Matalde.
ANSELMO: No, Duque mío,
oíd primero.
DUQUE: Prendedle.
ANSELMO: Era Lotario mi amigo,
y, celoso impertinente,
en la ocasión que les di
despeñáronse. Afrentéme.
Que Camila ni Lotario
no son bronce ni son nieve.
Fue siempre mi grande amigo,
y el darme agora la muerte
fue la mayor amistad
que en su vida pudo hacerme.
Y, pues mi culpa conozco,
y me imagino de suerte
que por el alma no salga,
me importa apretar los dientes,
para morir consolado
de vuestras altezas. Denme
palabra que han de cumplir
lo que en su presencia ordene.
DUQUE: Yo la doy.
DUQUESA: Y yo también.
ANSELMO: Cúmplase inviolablemente.
DUQUE: Yo lo juro.
DUQUESA: Y yo lo juro.
ANSELMO: Es, señor, que de mi muerte
alcance el perdón Lotario,
para que después hereden
él y Camila, casados,
como mis gustos, mis bienes.
¿Dáisme esa palabra?
DUQUE: Sí.
ANSELMO: Yo muero. ¡Jesús mil veces!
Camila, Lotario... adiós.
DUQUE: Ya es muerto, no hay quien no quede
con extraña admiración.
DUQUESA: Hasta los cielos la tienen.
CAMILA: Mal haya mil veces yo,
que tuve culpa en su muerte.
LOTARIO: ¡Oh amigo más verdadero
que se ha visto entre las gentes,
quién no te hubiera ofendido!
Mas la culpa tú la tienes.
DUQUE: Y yo quiero, en este punto,
para que memoria quede
de este suceso a los hombres,
que se cumpla puntualmente
lo que sobre mi palabra
ordenó Anselmo que hiciese.
Dale a Camila la mano.
LOTARIO: Pues ya remedio no tiene,
yo la doy.
CAMILA: Y yo la tomo
porque me anime y consuele.
LEONELA: Y tú y yo, ¿nos casamos?
CULEBRO: Aunque a todo el mundo pese.
Y aquí la comedia acaba
del Curioso impertinente.
FIN DEL ACTO TERCEROFIN DE LA COMEDIA |

