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El escultor y la estatua de Júpiter

[Minicuento - Texto completo.]

Jean de La Fontaine

Gustole tanto a un escultor un magnifico bloque de mármol, que al punto lo compró.

-¿En qué convertirá este mármol mi cincel? -se preguntó-. ¿Haré de él un dios, una mesa o una cubeta? Dios será, y ha de esgrimir con la diestra el rayo: ¡Tiemblen, mortales, y diríjanle sus súplicas! ¡Ahí tienen al señor del universo!

Supo dar tan propia expresión al ídolo, que la gente no echaba de menos en aquella imagen de Júpiter más que el habla, y hasta se cuenta que el artífice, cuando la vio terminada, fue el primero que tembló, asustado de su misma obra.

No fue menor en otros tiempos la flaqueza de los poetas, que temieron la ira y la cólera de divinidades por ellos mismos inventadas. Hacían en esto como los niños, a quienes preocupa continuamente el miedo de que se irriten y disgusten sus muñecos. Sigue fácilmente el sentimiento a la imaginación, y de esta fuente brotó el error del paganismo, extendido en tantas naciones. Sedúcennos las propias quimeras: Pigmalión se convierte en amante de la imagen que él mismo fabricara.

Convierte el hombre en realidad, hasta donde le es posible, sus imaginarios sueños; su alma es de hielo para la verdad y de fuego para la mentira.

FIN



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