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El Halcón y el Capón

[Minicuento - Texto completo.]

Jean de La Fontaine

A veces nos llaman voces muy cariñosas; pero no hay que fiar de ellas: muchas veces acierta quien desconfía.

Cierto Capón fue citado y emplazado ante el tribunal del cocinero. Llamábanle afectuosamente: «¡Chiquitín! ¡chiquitín!», pero él se hacía el sordo y echaba a correr.

Mirábalo un Halcón, posado en su percha.

Por instinto o por experiencia tienen los Capones muy poca confianza en nosotros.

El de nuestro cuento, que a duras penas pudo ser atrapado, debía ser servido al siguiente día en un banquete suntuoso, bien condimentado y dispuesto en un hermoso plato, honor al que de buen grado renunciara el medroso volátil. El ave cazadora le dijo:

—Asómbrame tu menguado entendimiento. Gente grosera son los Capones, sin educación y sin ingenio. Mírate en mí: voy a la caza, y después vuelvo a las manos del amo. Allí lo tienes, a la ventana; ¿no oyes cómo te llama? ¿Estás sordo?

—Óigolo muy bien –contestó el Capón–, pero ¿qué quiere de mí? ¿Te figuras que no veo al cocinero, armado con su cuchilla descomunal? ¿Volverías tú, si te esperasen de ese modo? Deja que huya: no te rías de mi indocilidad, que me pone en guardia cuando me llaman con tanta cortesía. Si vieras poner todos los días en el asador tantos Halcones como Capones yo, no me lo criticarías.

FIN



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