Luego, cuando ya me había causado mucho daño y casi tan sólo podía sonreír, escogí las palabras más sencillas, para decirme cómo pasó un momentáneo oro de sol sobre la hiedra del jardín de los cinco árboles.
Brevísimo amarillo, de puesta, en invierno, en tanto caían los últimos dedos del agua serpentina, de altas nubes, y el extraño tiempo me entraba en prisiones de silencio.