Por escupir secretos en tu vientre, por el notario que juntó nuestros besos con un lápiz, por los paisajes que quedaron presos en nuestra almohada a trinos desplumados, por la pantera aún que hay en un dedo, por tu lengua que de pronto desprecia superficies, por las vueltas al mundo sin orillas en tu ola con náufragos: tu vientre; y por el lujo que se dan tus senos de que los limpie un perro que te lame, un ángel que te ladra si te vistes, cuatro patas que piensan cuando celan; todo esto me cuesta solamente tu cuerpo, un volumen insólito de sueldos regateados, un ponerme a coser silencios rotos, un ponerme por dentro detectives, cuidarme en las esquinas de tu origen, remendar mi heroísmo de fonógrafo antiguo todo el año lavando mis bolsillos ingenuos atrasando el reloj de mi sonrisa, haciendo blanco el día cuando llega visita, poniéndole gramática a tus ruidos poniendo en orden el manicomio cuerdo de tu sexo; déjame ahora que le junte mis dudas a la escoba, quiero quedarme limpio como un plato de pobre; tú, que llenaste mi sangre de caballos, tú, que si te miro me relincha el ojo, dobla tu instinto como en una esquina y hablemos allí solos, sin el uso, sin el ruido del alquilado mueble de tu cuerpo.
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