Vino un hombre del mar, labriego tuyo,
a traerme noticias de tu fondo.
Y de inmensa pradera fabulosa
de color y de vida, hizo el regalo.
¡Qué bandadas de peces se repliegan
en los bancos de arena caldeada,
cuando sopla el levante, cuando el cielo
se hace nube de grises pertinaces!
Refugiados allí sueñan y esperan
que en la luz se desaten los azules
para, alegres, ligeros, juguetones,
dispararse a la altura, meteóricos.
Se levantan en ágiles conciertos
y se saltan las barcas que los celan
es la fiesta de ti, como bengalas
son tus peces: los mújoles perfectos.
Los labriegos esperan con sus redes,
el buen copo se fragua muy despacio…
Un cigarro en el mar, mientras se aguarda
y se piensa en las cosas, lentamente.
En otoño es el tuyo un mar de oro,
apretado de pesca; en el invierno
te prodigas tú menos, dice el «Meño».
El silencio absoluto es una ley.
Primavera se lleva tus tesoros,
y te quedas vacío de habitantes.
Marineros y peces se te alejan
y te entregas a ti, a tus esencias.
El verano es espléndido de dones.
El verano es la vid llena de ramos,
que en las bocas exhalan sus licores.
¡El verano es el jugo de los mares!
-El Patrón es un hombre requemado
por el sol y la sed, fuerte y tranquilo,
que a los suyos conduce en grandes barcas:
como flota de paz en el trabajo.
Son cincuenta los años que rotura
esta gruesa heredad de aguas copiosas.
Se sonríe y me cuenta, cual un niño
que conoce a su madre como un hombre.
¡Elogios de tu luz, mar de mi ocio;
la cifra destellante de tus minas;
relatos de tu ser, de tus criaturas,
el hombre de los barcos me revela!
Los poemas de Mar Menor, 1959
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