Pescadorcita mía,
Desciende a la ribera,
Y escucha placentera
Mi cántico de amor;
Sentado en su barquilla,
Te canta su cuidado,
Cual nunca enamorado
Tu tierno pescador.
La noche el cielo encubre
Y acalla manso el viento,
Y el mar sin movimiento
También en calma está:
A mi batel desciende,
Mi dulce amada hermosa:
La noche tenebrosa
Tu faz alegrará.
Aquí apartados, solos,
Sin otros pescadores,
Suavísimos amores
Felice te diré,
Y en esos dulces labios
De rosas y claveles
El ámbar y las mieles
Que vierten libaré.
La mar adentro iremos,
En mi batel cantando
Al son del viento blando
Amores y placer;
Regalarete entonces
Mil varios pececillos
Que al verte, simplecillos,
De ti se harán prender.
De conchas y corales
Y nácar a tu frente
Guirnalda reluciente,
Mi bien, te ceñiré;
Y eterno amor mil veces
Jurándote, cumplida
En ti, mi dulce vida,
Mi dicha encontraré.
No el hondo mar te espante,
Ni el viento proceloso,
Que al ver tu rostro hermoso
Sus iras calmarán;
Y sílfidas y ondinas
Por reina de los mares
Con plácidos cantares
A par te aclamarán.
Ven ¡ay! a mi barquilla,
Completa mi fortuna;
Naciente ya a la luna
Refleja el ancho mar;
Sus mansas olas bate
Süave, leve brisa;
Ven ¡ay! mi dulce Elisa,
Mi pecho a consolar.
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