El pueblo inerme que sumiso calla,
lanza, al fin, su protesta poderosa,
como la oscura nube silenciosa,
llena de estruendo y luz, se abre y estalla.
Surge el blanco adalid: rompe la valla:
sus plantas de ángel en el suelo posa,
y es rayo la palabra victoriosa
que ilumina su campo de batalla.
¡Así el genio inmortal se transfigura
y, de la patria en el amado infierno,
canta en lenguas de fuego sus dolores!
¡Rebeldía sublime de la altura!…
¡Luzbel hermoso, impenitente, eterno,
cercado, como Dios, de resplandores!
Cantos de rebeldía, 1916
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