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 Esa noche, ardiendo el pueblo 
de animación y entusiasmo 
bajo el influjo sublime 
de tu genio soberano, 
todo era bravos y dianas, 
todo era vivas y aplausos, 
todo cariño en los ojos 
todo cariño en los labios, 
y todo flores, laureles, 
admiración y … entretanto, 
allá muy lejos, muy lejos, 
sonando lento y pausado, 
se alzaba entre las tinieblas 
y entre el silencio un cadalso, 
sin otro eco que el latido 
del pecho del condenado 
que en diálogo con la muerte 
velaba en un subterráneo. 
aquel cadalso se alzaba 
cada vez más y más alto, 
como un espectro, sombrío 
como un vampiro, callado, 
como una tumba implacable, 
y como un monstruo, inhumano; 
se alzaba y, sin que ninguno 
oyera aquel ruido amargo, 
por los sollozos de un hombre 
solamente acompañado, 
la humanidad impasible 
bajo su mudo letargo, 
miraba crecer y alzarse 
las formas de aquel cadalso, 
cuando tú, tú que escuchaste 
sus ecos tristes y vagos 
te levantaste por ella 
con la voz del entusiasmo, 
y en presencia de aquel pueblo 
y enfrente de aquel tablado 
ceñida con tus laureles 
la hiciste hablar por tus labios, 
salvando al sol de aquel día 
del rubor de aquel cadalso. 
Aquel que es su desamparo, 
y aún más que unos pocos días 
y aún más que unos pocos años 
pudo gozar la dulzura 
de ver a su hijo en los brazos, 
libre del infame nombre 
de hijo del ajusticiado; 
pero yo que desde niño 
aprendí lleno de espanto 
a aborrecer los verdugos 
y a maldecir los cadalsos 
dejo a la gloria que entonces 
para ensalzarte su canto, 
y del condenado a muerte 
bajo los recuerdos gratos, 
en nombre suyo, las gracias 
de la humanidad te mando. 
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