El Salvador será un
país hermoso y, sin excepción, digno,
cuando la clase trabajadora y el pueblo del campo
lo enriquezcan, lo bañen, lo empolven y lo acicalen,
cuando le curen la resaca histórica
y le añadan el ciento por uno
para reconstituirlo
y ponerlo en marcha.
El problema es que hoy El Salvador
tiene mil incentivos y cien mil desigualdades,
cánceres, desechos, caspa, suciedad,
llagas, fracturas, rodillas débiles y aliento repugnante.
Unos cuantos machetes le darán,
también autoestima restaurada, aguarrás, penicilina,
baños con inodoros y retretes con asientos,
besos y pólvora.
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