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 El último intento de ser feliz 
ciñéndome a todas tus curvas, todas tus sinuosidades, 
a la blancura trémula y balbuceante 
y a las bayas con el opio del saúco. 
El último intento de ser feliz 
como si mi fantasma, al filo del abismo, 
quisiera saltar huyendo de todas las ofensas, 
allá donde hace mucho estaba yo arruinado. 
Allí sobre mis huesos rotos 
se posa una libélula, 
y las hormigas visitan tranquilamente 
las cuencas de lo que ayer fueron mis ojos. 
Ya me hice alma. Ya no estoy en mi cuerpo. 
Escapé a mi prisión de huesos 
pero me hastían los fantasmas 
y otra vez me llaman los abismos. 
Un fantasma enamorado ahuyenta más que un cadáver. 
Pero tú no te asustaste sino que comprendiste 
y juntos nos hemos arrojado como a un abismo 
y el abismo desplegó unas blancas alas 
que nos levantó sobre la niebla. 
Y estamos tendidos juntos, no en la cama 
sino en la niebla que apenas nos sostiene. 
Soy un fantasma. Ya no se quiebra mi cuerpo 
pero tú estás viva y temo por ti. 
Otra vez revolotea el cuervo fúnebre 
en espera de carne fresca, como en el campo de batalla. 
El último intento de ser feliz. 
El último intento de amar. 
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