Con furia en el bosque luchaban los vientos, Del pino tronchado sonoro estallido Se oía crujir; Y el ave agorera sus tristes lamentos Callaba, y del trueno lejano el bramido Se hacía sentir. Y lluvia copiosa los cielos enviaban, Que en surcos deformes la tierra partía, De angustia colmada; Y al ver que en el monte mil rayos brillaban, El hombre dijera que el mundo se ardía Tornando a su nada.
Encina nudosa nacida entre peñas Por donde derrumba su espuma un torrente, Se mira a lo lejos; Y apenas alumbra el rayo en las breñas El arco ruinoso de gótico puente Con tibios reflejos.
Suspenso en la cima del árbol añoso, De ramas tejido desciende un asiento: En él aparece Fantástica bruja de aspecto asqueroso Sentada y serena. Con ímpetu el viento Silbando la mece.
-Vi palacios magníficos un día Cuando fortuna en torno me reía, Vi donceles y dueñas, Que humildes me acataban; Los vientos no zumbaban Entre las rudas peñas.
Y oía yo cantares regalados, Y oía al par los ecos apagados De una lira distante; Porque es grato a las bellas Escuchar las querellas De su bizarro amante.
Gimió el clarín y se lanzó la guerra Bramando de furor: mustia la tierra Lloró por su venida, Y vestido de acero Fue al campo el caballero, Y allí perdió la vida. Y entraron victoriosos los contrarios Respirando venganza. ¡Sanguinarios! Mis tierras, ¿qué se hicieron? Mis fieles servidores En medio estos horrores Luchando sucumbieron.
Y el último era un héroe, ¡y yo vagaba Allá en su mente a tiempo que expiraba! Muriendo ¡ay! me decía: «Mi Elvira encantadora, Llora tu esposo, llora Sobre mi tumba fría.»
Lloré y venganza le juré a mi esposo, Y se la dí, que incendio estrepitoso Consumió los salones Que vivió su asesino; Sólo halló cuando vino Denegridos torreones.
Contra su altiva frente el cielo mismo Vibró su rayo, y el ruidoso abismo Le tragó del torrente. Yo le miré suspenso Sobre el espacio inmenso Maldecirme demente.
Y me gozaba, y aplaudía en tanto, Y daba al viento el desacorde canto De la venganza mía; Y oí sonar cercana La lúgubre campana Al tiempo que moría. Crece ahora, huracán: alza bramando Tu saña contra mí, yo iré cantando Mis himnos funerales; Con mis manos heladas Yo romperé selladas Las puertas infernales.
Cantaba la vieja: con sordo mugido Los vientos llevaron su triste canción: Del rayo en un punto el árbol herido, Con ella caía: Su grito de muerte se oyó, y todavía Vagó por sus labios postrer maldición.
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