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En el país de Queequeg

[Minicuento - Texto completo.]

Herman Melville

Debido a que allí no se conocían los canapés ni los sofás, el rey y los altos jefes, al igual que todas las personas de cierto rango, tenían por costumbre engordar a algunos de sus súbditos para utilizarlos como otomanas. Por lo tanto, para amoblar adecuadamente una casa con tal método, se hace preciso comprar ocho o diez individuos perezosos y distribuirlos por las habitaciones. Cuando se va de excursión, el método resulta también muy práctico, mucho más que nuestras sillas transformables en bastones, puesto que, al ser llamado por su amo, el servidor se transforma automáticamente en canapé, colocándose en el lugar más conveniente, bien sea a la sombra de un árbol o evitando a su dueño las incomodidades de cualquier terreno encharcado o húmedo.

FIN


Tomado de Moby Dick, 1851


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