En un libro viejo -de unos cien años- olvidada entre sus hojas, encontré una acuarela sin firma. Debe haber sido obra de un artista muy bueno. Llevaba como título “Presentación del amor”. Pero más bien correspondía “- del amor de los sensuales en extremo”. Porque era manifiesto al contemplar la obra (fácilmente percibíase la idea del artista) que a los que aman en cierto modo regularmente, que permanecen dentro de lo que de todas maneras se permite, no estaba destinado el adolescente de la pintura -en unos ojos pardos, oscuros, con la hermosura peregrina de su rostro, la belleza de la atracción anómala; con sus labios ideales que llevan el placer a un cuerpo amado; con sus miembros ideales creados para lechos que la moral corriente llama vergonzosos.