Epílogo de las ilíadas
[Minicuento - Texto completo.]
Marco DeneviDesde el alcázar del palacio lo vio llegar a Ítaca de regreso de la guerra de Troya. Habían pasado treinta años desde su partida. Estaba irreconocible, pero ella lo reconoció.
—Tú —le dice a una muchacha—, siéntate en mi silla e hila en mi rueca—. Y ustedes —añade, dirigiéndose a los jóvenes—, finjan ser los pretendientes. Y cuando él cruce el lapídeo umbral y blandiendo sus armas quiera castigarlos, simulen caer al suelo entre gritos de dolor o escapen como el propio Áyax.
Y la provecta Penélope de cabellos blancos, oculta detrás de una columna, sonreía con desdentada sonrisa y se restregaba las manos sarmentosas.
FIN